Semana 12 de agosto: MÁS ALLÁ DE LA MENTE

¿CRISIS DE VALORES O CRISIS DEL MODELO DUAL?
OTRO MODO DE VER, PARA VIVIR DE OTRO MODO

IV. Consecuencias de la absolutización de la mente

     Las consecuencias probablemente más nefastas, derivadas del hecho de haber absolutizado el modelo mental, han sido el cientificismo y el individualismo. Por el primero, la realidad se reduce simplemente a lo que se puede tocar: caemos en una visión materialista y pragmática. Por el segundo, nos identificamos con nuestra estructura psico-somática, viviendo en función del “yo” al que hemos asignado nuestra identidad: caemos en una visión egocentrada en todos los ámbitos de la existencia; economía, política, religión…, se convierten en dominios en los que el yo busca fortalecerse a costa de cualquier otra cosa.

     Es claro que tal visión tenía que entrar necesariamente en crisis. Y que la crisis, a su vez, puede servir de catalizador para encontrar la salida.

       Pero la salida no vendrá por el lado del voluntarismo, sino de la comprensión. Es decir, solo superaremos positivamente la crisis si somos capaces de crecer en consciencia.

    En el modelo mental, la consciencia parece identificarse con la mente. No es raro, por tanto, que la persona se perciba a sí misma como un islote separado del resto. La realidad, sin embargo, es que la mente no es sino una herramienta de la consciencia: mente es lo que tenemos; consciencia es lo que somos. Es esto lo que necesitamos ver para poder implementar los medios operativos que nos lleven a vivir en coherencia con este nuevo modelo. Es decir, solo accediendo a “otro modo” de ver, podremos aprender a vivir de “otro modo”.

        Y aquí es donde entra en juego la puesta en práctica de aquellos medios que favorezcan el paso de un modelo al otro, de un modo particularmente especial en el ámbito educativo. Se hace necesario abandonar la rigidez del estrecho modelo mental para, integrándolo, plantear una educación integral, que atienda a todas las dimensiones de la persona. Es lo que, en la última década, aunque con diferentes nombres, se conoce como “inteligencia espiritual”.