VITORIA/GASTEIZ: Encuentro de fin de semana, 8-9 febrero 2025

CUIDAR Y VIVIR LA ALEGRÍA QUE SOMOS

“La alegría es la señal inequívoca de que la vida triunfa”, escribía el filósofo francés Henri Bergson. Por su parte, el también filósofo, suizo, Alexandre Jollien añade: “¿Qué es la alegría? La adhesión total a la existencia. ¿Y qué es la felicidad? La conjunción de alegría y desapego”.

En el encuentro, nos acercaremos a comprender qué es la alegría y cómo cuidarla, hasta reconocer que somos alegría incondicionada.

Para ello, habrá dos charlas-coloquio (“El debate actual en torno a la alegría y la felicidad” y “Cuidar la alegría”), trabajo personal y prácticas psicoafectivas y meditativas.

 Acordaos de llevar papel y boli.

INDICACIONES PRÁCTICAS:

Lugar:
Centro Loyola Vitoria. C/ Monseñor Estenaga 1
Vitoria-Gasteiz

Horario:
Sábado 8: de 10:00 a 14:00 hs. y de 16:30 a 19:30 hs.
Domingo 9: de 10:00 a 14:00 hs.

Inscripciones: Rellenar y enviar este FORMUARIO: https://forms.gle/2Z6MjfC7bL7dcJw76

Información: Luis Amurrio
Correo: luisamurrio@hotmail.es
Móvil: 665728363 (20:30-21:30, Luis)

¿QUÉ HACEMOS?

Comentario al evangelio del domingo 15 diciembre 2024

Lc 3, 10-18

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: “Entonces, ¿qué hacemos?”. Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene y el que tenga comida, haga lo mismo”. Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: “Maestro, ¿qué hacemos nosotros?”. Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido”. Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?”. Él les contestó: “No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga”. El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga”. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

¿QUÉ HACEMOS?

Con frecuencia, los seres humanos nos perdemos en el ¿qué hacer? Bien porque, de manera infantil, nos alienamos a los otros por tratar de obtener su aprobación, bien porque la acción nace de los miedos y necesidades inmediatas del ego.

Más allá de trampas infantiles y narcisistas, parece claro que la acción adecuada lleva siempre el sello de la desapropiación y la gratuidad. Ahora bien, tales características no pueden ser asumidas por el yo, que necesariamente gira de un modo egocentrado. Es decir, no pueden nacer de una consciencia de separatividad; únicamente pueden darse en la consciencia de unidad.

Vivir en la consciencia de unidad significa comprender que todos somos Uno, por lo que cualquier otro es no-otro de mí -así se entiende la propuesta que hace el Bautista a quienes le preguntan qué hacer-, y que nuestra forma particular (yo o persona) es solo un cauce por el que la acción fluye.

En la medida en que puede tomar distancia del propio yo, la persona se comprende como Vida y, en su acción, deja que la Vida fluya a través de ella. Llega un punto, incluso, en que no tiene nada que decidir: se halla tan alineada con la Vida, que solo dice sí a lo que la Vida le va trayendo en cada momento. Esto es vivir y actuar con sabiduría.

MITO Y SABIDURÍA

Comentario al evangelio del domingo 8 diciembre 2024

Lc 1, 26-38

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la Virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres”. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”. María contestó: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y la dejó el ángel.

MITO Y SABIDURÍA

El evangelista recurre al relato mítico como vehículo de su propia creencia en Jesús como Hijo de Dios. El mito -y, en concreto, este que habla de un ser divino que nace de una virgen- era habitual en diferentes religiones. Con él se quería señalar la presencia de divinidad en el corazón mismo de la historia humana.

Con el mito, la confusión surge cuando se olvida el simbolismo y se hace una lectura literal del mismo. Lo que solo era un símbolo -una forma de hablar- se toma como si fuera una descripción casi fotográfica de lo ocurrido. Cuando eso sucede, el mito, no solo pierde toda su fuerza expresiva, sino que se convierte en un cuento de niños, totalmente inasumible desde otro nivel de consciencia distinto de aquel en que nació.

Un clave elemental para captar la riqueza del relato mítico consiste en aplicar su contenido, no a un personaje concreto -el que aparece en el propio relato-, sino a la humanidad en su conjunto.

En concreto, en el relato que leemos hoy, “María” es símbolo de todos los seres humanos. Todos ellos, cuando asumen actitudes de apertura, disponibilidad y docilidad, son cauce de Vida.

Leída desde esta perspectiva, la existencia humana es un proceso para “dar a luz” la divinidad que somos. Con frecuencia vivimos hipnotizados y alienados, reduciéndonos a la forma del yo individual (personaje). Pues bien, en medio de esa ignorancia, escuchamos un mensaje que nos dice: “Darás a luz un hijo”. O dicho de otro modo: deja que nazca en ti la divinidad que eres. Eres ya “lleno/a de gracia”, comprende tu identidad y reconócete en ella. Deja de vivir identificado con tu yo y permite que la Vida se viva en ti, en una actitud de rendición incondicional que lleva a exclamar: “Que se haga en mí lo que la Vida quiera”.

APRENDER A ACEPTAR // Robert Waldinger

APRENDER A ACEPTAR.
SOBRE LA INCERTIDUMBRE, EL SUFRIMIENTO, LA ESPERANZA Y LA ALEGRÍA

 
Entrevista de María Fernández de Córdova a Robert Waldinger, psiquiatra y experto en felicidad de la Universidad de Harvard,
31 de octubre de 2024, en Telva:
https://amp.telva.com/bienestar/psicologia/2024/10/31/67234ace02136e165d8b4579.html

«En momentos de incertidumbre no te digas ‘todo va a ir bien’ sino ‘tal vez, ya veremos’. Y no te rindas» (R. Waldinger).

 
Hace unos días Robert Waldinger, uno de los mayores expertos en felicidad humana de la Universidad de Harvard. recordaba la historia contenida en un fragmento koan zen que, como él mismo dice, «está destinado a sacudirnos de la manera habitual en que nos vemos a nosotros mismos y al mundo». Dice así: Un monje le pregunta al Maestro Zhaozhou: «Cuando nos visitan tiempos de gran dificultad, ¿cómo debemos recibirlos?» El Maestro responde simplemente: «Bienvenido».

¿Bienvenido? Cuenta Robert Waldinger que la primera vez que leyó esta narración quiso saber en qué contexto exacto se había producido esta sorprendente conversación entre el Maestro Zhaozhou y su alumno. Y fue a principios del siglo IX en China. «En el siglo VIII, China florecía en las artes, las ciencias y la filosofía -cuenta el profesor de Harvard- Era una época dorada. Pero todo cambió de repente. La rebelión de An Lushan marcó el comienzo de una década de guerra civil, hambruna y enfermedades tan terribles que dos de cada tres personas en China murieron durante esa década. Fue una época de horror y colapso total. El encuentro entre el Maestro Zhaozhou y su alumno ocurrió poco después de eso».

¿Qué significaba «bienvenido» frente a los horrores que estaban ocurriendo? Y afirma Waldinger: «Significaba lo mismo que significa hoy: lo único que podemos hacer es dar la bienvenida a los acontecimientos. En el nivel más profundo, esta afirmación significa que todas las cosas cambian, no hay nada permanente, y lo único que podemos hacer es, o fingir que el mundo no cambia, o mirar de frente al cambio y aceptarlo». Según el experto en salud mental, nunca podemos estar seguros de que la vida transcurrirá como esperamos o predecimos. Y recuerda una historia de la tradición taoísta a la que a menudo recurre «cuando me siento paralizado por la ansiedad ante lo que ocurre ante mí».

Un granjero y su hijo tenían un querido caballo que ayudaba a la familia a ganarse la vida. Un día, el caballo se escapó y sus vecinos vinieron a compadecerse. Dijeron: «Tu caballo se escapó. ¡Qué mala suerte! El granjero respondió: «Tal vez, tal vez no. Ya veremos».

Unos días más tarde, el caballo regresó a casa, trayendo también algunas yeguas salvajes a la granja. Los vecinos celebraron. «Tu caballo ha vuelto -dijeron-, y ha traído varios caballos a casa. ¡Qué gran suerte!» Y el granjero respondió: «Tal vez, tal vez no. Ya veremos».

Más tarde, el hijo del granjero estaba tratando de domesticar a una de las yeguas y ella la tiró al suelo, rompiéndole la pata. Y, por supuesto, los aldeanos se compadecieron. «Qué mala suerte», dijeron. Y el granjero respondió: «Tal vez, tal vez no. Ya veremos».

Unas semanas más tarde, los soldados del ejército del emperador marcharon por el pueblo reclutando a todos los jóvenes sanos para el ejército. No se llevaron al hijo del campesino, que todavía se estaba recuperando de su pierna rota. Los vecinos se regocijaron. “¡Qué tremenda suerte!”.

Y, por supuesto, el granjero respondió: «Tal vez, tal vez no. Ya veremos».

¿Por qué cuenta Robert Waldinger esta sorprendente historia en un momento de tanta ansiedad e incertidumbre? El mismo lo dice. No quiere caer en la típica frase consoladora de «No te preocupes, todo va a estar bien». No, por una razón, porque lo que realmente nos sana es atrevernos a aceptar la realidad. «Lo que estoy diciendo es que lo contrario es caer en lo que los antiguos maestros Zen llamaban certeza ilusoria, en la que estamos demasiado seguros de lo que está por venir», explica. Waldinger invita a dejar de lado esa certeza y navegar con valentía y realismo las olas de cambio, que son inevitables.

«En momentos de incertidumbre no te digas ‘todo va a ir bien’ sino ‘tal vez, ya veremos’. Y no te rindas», dice el experto de Harvard. «No tenemos que averiguar todo de antemano. No tenemos que saber lo que va a pasar, ni siquiera lo que vamos a hacer a medida que se desarrollan las cosas. Simplemente tenemos que mantenernos despiertos y conscientes. Y no rendirnos». Y añade: todos y cada uno de nosotros somos un testimonio de que el sufrimiento existe porque todos atravesamos el dolor, la ansiedad y la desesperación. «La vida incluye momentos de claridad y momentos de confusión, momentos de alegría y momentos de tristeza. Y es un gran consuelo saber no estamos solos, que todos vivimos así». Y cuando decidimos aceptarlo, entonces podemos tomar las olas de la vida e inspirarnos en ellas para actuar haciendo lo que esté en nuestra mano para seguir adelante. Cualquiera que intente decirnos lo contrario nos está vendiendo humo.