BIENAVENTURANZAS: UN MENSAJE SOCIAL, RELIGIOSO Y ESPIRITUAL

Comentario al evangelio del domingo 16 febrero 2025

Lc 6, 17.20-26

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: “Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas”.

BIENAVENTURANZAS: UN MENSAJE SOCIAL, RELIGIOSO Y ESPIRITUAL

La que es considerada por muchos, cristianos o no, como la más bella página del evangelio, contiene un profundo mensaje de sabiduría atemporal, que puede contemplarse desde diferentes ángulos.

Desde la perspectiva social -o incluso sociopolítica-, se remarca la primacía de los pobres y sufrientes de todo tipo. Allí donde las personas más vulnerables sean las más atendidas, estará emergiendo una sociedad más humana. Dicho de otro modo: también en el plano social, el criterio decisivo es la compasión.

Desde una perspectiva religiosa, el mensaje de Jesús es radicalmente subversivo, incluso -o sobre todo- para la propia religión. Resulta que Dios no es “imparcial”, sino que opta preferentemente por los pobres y los sufrientes. Y no porque sean “mejores personas” que los demás, sino simplemente porque sufren. El Dios de Jesús es un Dios indiscutiblemente parcial.

Desde una perspectiva espiritual, ser “pobre” significa estar desidentificado del propio ego. Es pobre quien se sabe “nadie”, no por algún tipo de moralismo, sino porque ha comprendido que su verdadera identidad no se reduce al yo. A partir de ahí, vive una actitud de docilidad ante la vida y de comunión con los otros. Renuncia a “llevar las riendas” de la vida, se libera de la pulsión por controlar todo y aprende a fluir con lo que es.

Al adoptar una visión de conjunto, se aprecia la admirable convergencia de las tres perspectivas, reclamándose mutuamente. Solo en la medida en que comprendo qué soy, puedo liberarme de la reducción al yo (a la personalidad), dejando que la Vida que soy (somos) se viva en mí, viendo y actuando con los otros desde la consciencia de unidad, que se plasma en respeto, amor y compasión.