DAR FRUTO

Domingo V de Pascua

28 abril 2024

Jn 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca: luego los recogen y los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará”.

DAR FRUTO

El fruto no llega porque la planta se contraiga en un esfuerzo voluntarista, sino cuando se han dado las condiciones adecuadas. Al ofrecerlo, la planta tampoco se lo apropia; sencillamente, lo entrega.

Se encuentran ahí dos características que acompañan al fruto genuino, creativo y constructivo: no hay voluntarismo ni apropiación. Más bien al contrario, el fruto fluye de la vitalidad y lo hace de manera desapropiada.

Sin duda, para evitar engañarnos y no dejar de tocar tierra, puede ser adecuado preguntarse qué frutos brotan de uno mismo. Pero, quizás, tan importante como esa pregunta es esta otra: ¿qué rasgos presentan los frutos que brotan de mí?

En una planta sana y bien enraizada, el fruto está asegurado; viene solo. De la misma manera, cuando la persona vive en la comprensión, conectada conscientemente al fondo o verdad profunda, vendrá el fruto adecuado. 

En una lectura o creencia cristiana, ese fondo se nombra como Jesús. De ahí que se ponga en su boca esta afirmación: “Sin mí no podéis hacer nada”. En otras creencias, el mismo fondo recibirá un nombre diferente. No importa: el Fondo siempre es uno y el mismo; más allá de nombres -siempre limitados y proyectados por nuestra mente-, todos ellos aluden a la profundidad que somos. Profundidad, que no es una dimensión más entre otras, sino aquella que nos constituye y que sostiene a todas las demás.

Pues bien, solo de esa profundidad, única y compartida, podrán brotar, de manera fluida y desapropiada, los frutos adecuados en cada momento. Sin esa conexión, “no podemos hacer nada”. Hasta el punto de que todo lo que hagamos desconectados de ella, no hará sino incrementar la locura del mundo.

NO SOY HINDÚ… // Rumi

No soy hindú, budista, sufí o zen.
No soy cristiano, ni judío,
ni parsi, ni musulmán.
No soy del este, ni del oeste,
ni de la tierra, ni del mar
[…]

No soy de este mundo,
ni del próximo,
ni del paraíso,
ni del infierno
[…]

Mi lugar es el sin lugar,
mi señal es la sin señal.
No tengo cuerpo ni alma,
pues pertenezco al alma del Amado.
He desechado la dualidad,
he visto que los dos mundos son uno.
Uno busco,
Uno conozco,
Uno veo,
Uno llamo.
Y ese Uno llama y sabe.
Estoy embriagado con la copa del Amor,
los dos mundos
han desaparecido de mi vida
[…]

Ven, ven, quienquiera que seas,
escéptico, devoto, amante
de la aventura, no importa.
No somos una caravana de esperanza.
Aunque hayas roto tu promesa
cientos de veces.
Ven, de nuevo, ven
[…]

Muy cerca, más allá del pensamiento,
más allá de los conceptos
de lo bueno y lo malo,
hay un campo,
te encontraré allá.
                                                                          Rumi (1207-1273).