LA VERDAD, REALIDAD Y TAREA

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

3 octubre 2021

Mc 10, 2-16

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?”. Él les replicó: “¿Qué os ha mandado Moisés?”. Contestaron: “Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio”. Jesús les dijo: “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.

LA VERDAD, REALIDAD Y TAREA

Suele ser habitual que los seguidores de una religión –en particular, de las llamadas “religiones del libro” o teístas– absoluticen los textos fundantes de la misma. El motivo es creer que tales textos provienen directamente de Dios mismo. El riesgo grave –dejando aparte las peleas internas motivadas por la existencia de interpretaciones diferentes– es caer en algún tipo de fundamentalismo que pretende someter la realidad presente a la exigencia de aquellos textos, erigidos en criterio absoluto de juicio.

En realidad, el riesgo es triple: en primer lugar, porque el fundamentalismo ignora en la práctica el cambio social y cultural, con las consecuencias que ello implica. En segundo lugar, porque exige una heteronomía que puede llegar a ser alienante, al promover la adhesión a unas creencias, en lugar de estimular la búsqueda autónoma que responda lo más adecuadamente posible a cuestiones presentes. Y, en tercer lugar, porque esa misma adhesión previa a unos textos concretos actúa como factor de separación e incluso de enfrentamiento con otras personas y grupos que no comparten su creencia.

Solo una actitud fundamentalista puede sostener la pretensión de hablar sobre cuestiones como el divorcio o la homosexualidad a partir de textos de hace dos mil años. Desde ella, los exegetas -o “interpretadores” de los textos- se enzarzan en discusiones tan estériles como interminables.

La verdad no cabe en la mente… ni es posible encerrarla en ningún texto escrito, por más que se proclame “revelado”. Esa es nuestra paradoja: somos verdad, pero no podemos poseer la verdad. El mismo Jesús, hombre sabio, dijo “Yo soy la verdad”, pero nunca dijo “Yo tengo la verdad”. Y eso es aplicable para todos nosotros: nuestra identidad profunda es verdad, bondad y belleza, una con todo lo que es; pero, en el día a día, hemos de ir “construyendo” -o descubriendo- la verdad en todo nuestro mundo personal. Por lo que, cuanto más en conexión vivamos con nuestra identidad profunda -en el silencio de la mente pensante-, más estaremos posibilitando que la verdad se abra camino a través de nuestra persona. A más identificación con el ego, más ignorancia y confusión; a más desidentificación, más verdad.  

Por todo ello, frente al fundamentalismo y su pretensión de poseer la verdad, no encuentro palabras más sabias que las del poeta Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.

¿Soy capaz de cuestionar todas mis construcciones mentales?

ETNOCENTRISMO Y PLURALISMO

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario

26 septiembre 2021

Mc 9, 38-48

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”. Jesús respondió: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro. El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie de hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser echado con los dos pies al abismo. Y si tu ojo de hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado al abismo con los dos ojos, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.

ETNOCENTRISMO Y PLURALISMO

Podría decirse que un signo claro de avance de nuestra especie es el paso de una consciencia etnocéntrica a otra mundicéntrica. La primera, que ha imperado durante siglos y todavía perdura en gran medida, se caracteriza por una visión que gira alrededor del propio grupo (tribu, etnia, raza, pueblo, partido, ideología…), que es absolutizado, como referencia única de verdad y de bondad. Es verdadero lo que el grupo cree y es bueno lo que lo beneficia.

Mientras las personas se hallan en este nivel de consciencia, el diálogo es prácticamente imposible. Tanto la cerrazón al diálogo como el juicio y la descalificación del otro no nacen de la “maldad” de las personas, sino que son consecuencia del nivel de consciencia en que se encuentran. Por lo que, desde este punto de vista, podría decirse que son inevitables…, mientras perdure ese nivel de consciencia.

Desde él, quienes piensan diferente no pueden ser comprendidos; al contrario, es necesario obligarlos a cambiar. Por lo que cualquier propuesta o intento de comprensión será tachada, como mínimo, de “buenismo” condescendiente y radicalmente equivocado.

El fanatismo y la intolerancia nacen de una consciencia etnocéntrica, centrada en el propio grupo (o el propio ego) y se pone de manifiesto en las palabras que aparecen en el texto evangélico de hoy: “No es de los nuestros”. Porque no importa lo que el otro dice o hace sino, simplemente, que no pertenece a nuestro grupo.

La disputa política suele ser un campo donde es fácil advertir ese tipo de funcionamiento: no se valora –mucho menos se apoya– ninguna propuesta de otro partido…, porque no es de los nuestros. Con lo cual se hace evidente lo que mucha gente constata a diario: los partidos políticos no buscan el bien de la sociedad, sino sus propios intereses, entre los que destaca “quedar por encima” del rival (y ganar las próximas elecciones). Este modo de funcionar, que aparece también en otros ámbitos sociales, pone de relieve la extensión y la fuerza que todavía posee entre nosotros la consciencia mítica.

Por el contrario, el proceso de expansión de la consciencia permite asumir una perspectiva pluralista, que se caracteriza por la capacidad de comprender otras perspectivas, distinguir el “mapa” del “territorio”, reconocer la relatividad de todo modo de conocer….

Este nivel de consciencia más amplio (mundicéntrico, pluralista, integral) abre nuestro horizonte, nos libera de la necesidad de tener razón y constituye el fundamento profundo del respeto y la cooperación.

Globalmente, me parece que la humanidad camina desde una consciencia etnocéntrica a otra pluralista o integral. Sin embargo, esto no niega que en cualquier momento y en cualquiera de nosotros puedan activarse viejos registros tribales que nos coloquen en actitudes rígidas e intolerantes.

¿Qué hay en mí de intolerancia y de respeto?

TENER, APARENTAR, PODER: LA TRIPLE TENTACIÓN HUMANA

Domingo XXV del Tiempo Ordinario

19 septiembre 2021

Mc 9, 30-37

En aquel tiempo, instruía Jesús a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días, resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutíais por el camino?”. Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y le dijo: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.

PODER

Jesús vivió atento a las tres pulsiones básicas del ser humano y las denunció con firmeza. Tanto es así que el llamado “relato de las tentaciones” –un texto que parece sintetizar lo que fue su lucha interior a lo largo de su existencia–, lo muestra enfrentando la tentación de la riqueza, del poder y de la imagen (Mt 4,1-11).

Los relatos evangélicos nos han trasladado la fuerza de la denuncia, en textos como estos, con respecto a la riqueza: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24); “Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios” (Mt 19,24).

Por lo que se refiere a la imagen, los textos más significativos son aquellos que se refieren a la autoridad religiosa: “Todo lo hacen para que los vea la gente: ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto; les gusta el primer puesto en los convites y los primeros asientos en las sinagogas; que los saluden por la calle y los llamen maestros” (Mt 23,5-7). “¿Cómo vais a creer vosotros, si lo que os preocupa es recibir honores los unos de los otros, y no os interesáis por el verdadero honor que viene del Dios único” (Jn 6,44); “Para ellos –escribe el cuarto evangelio– contaba más la buena reputación ante la gente que ante Dios” (Jn 12,43)?

En cuanto al poder, Jesús es bien consciente de que constituye la mayor trampa, por lo que no solo previene contra ella de manera tajante, sino que ofrece una alternativa, el camino que él mismo había tomado: “Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida” (Mc 10,42-45).

El yo ansía el poder –como el tener y el aparentar– porque cree encontrar ahí una sensación de seguridad, a la vez que le permiten creer que está vivo. Es el modo que tiene de ocultar su propio vacío. Pero adonde eso conduce es a “perder la vida”, porque se ha desconectado de la verdadera identidad. La comprensión descansa en el ser y se manifiesta en el servicio.

Como dijera el psiquiatra Carl Jung, uno de los padres de la psicología moderna, “donde el amor rige, no hay voluntad de poder; donde la voluntad de poder rige, no hay amor”.

¿Qué fuerza tienen en mí cada una de esas tres pulsiones?

Semana 12 de septiembre: AJEDREZ // Jorge Luis Borges

En su grave rincón, los jugadores 
rigen las lentas piezas. El tablero 
los demora hasta el alba en su severo 
ámbito en que se odian dos colores. 

Adentro irradian mágicos rigores 
las formas: torre homérica, ligero 
caballo, armada reina, rey postrero, 
oblicuo alfil y peones agresores. 

Cuando los jugadores se hayan ido, 
cuando el tiempo los haya consumido, 
ciertamente no habrá cesado el rito. 

En el Oriente se encendió esta guerra 
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. 
Como el otro, este juego es infinito. 

II 

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada 
reina, torre directa y peón ladino 
sobre lo negro y blanco del camino 
buscan y libran su batalla armada. 

No saben que la mano señalada 
del jugador gobierna su destino, 
no saben que un rigor adamantino 
sujeta su albedrío y su jornada. 

También el jugador es prisionero 
(la sentencia es de Omar) de otro tablero 
de negras noches y de blancos días. 

Dios mueve al jugador, y este, la pieza. 
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza 
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Jorge Luis BORGES, El Hacedor, Emecé Editores, Buenos Aires 1960.