VIVIR EN LA ATENCIÓN

Domingo I de Adviento

3 diciembre 2023

Mc 13, 33-37

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!”.   

VIVIR EN LA ATENCIÓN

Algunas parábolas, probablemente por influjo de los responsables de las primeras comunidades, acabaron tomando un tono, no ya solo moralizante, sino incluso amenazador: el “dueño de la casa” podría aparecer en el momento menos pensado, dispuesto a castigar el menor descuido.

Es una pena, porque el tono moralizante y amenazador, no solo desvirtúa la sabiduría que la parábola contiene, sino que hace que sea desechada por una mente adulta.

La sabiduría se mueve en otra dirección: no hay que “velar” para que no nos castiguen, sino para vivir cada vez más en plenitud, es decir, en coherencia con lo que realmente somos.

Velar significa estar despierto, por contraposición al sueño, que es sinónimo de despiste, ignorancia y confusión, que acaban en sufrimiento. Así entendida, la parábola plantea esta cuestión: ¿quieres vivir despierto, consciente de quien eres, acogiendo la vida y permitiendo que la vida se viva en ti, o prefieres seguir sobreviviendo en la superficie, a merced de lo que suceda, ignorante de tu referencia interna o brújula interior?

Pues bien, lo que marca la diferencia entre vivir despierto o sobrevivir adormilado es la atención: eso significa la invitación a “velar”. Atención no es tensión, como alguien parece entenderla, sino todo lo contrario: descanso consciente apoyado en la confianza.

Vivir en la atención -la única manera de vivir con gusto y sentido- significa vivir en presente. Desde ahí, podemos recordar el pasado e incluso preparar el futuro, utilizar la mente -como una herramienta- cuando la necesitamos y comprometernos en procesos de cambio individual o colectivo. Peri nada de eso tiene por qué sacarnos del presente y, en último término, de la presencia que somos.

Vivir en la atención significa vivir en conexión con nuestra verdadera identidad, en ese “lugar” donde, más allá de los movimientos mentales y emocionales, experimentamos de manera estable la paz y la vida.