EL FUTURO DEL CEREBRO // Rafael Yuste

Entrevista de Carlos Manuel Sánchez a Rafael Yuste, neurobiólogo, en XLSemanal, 19 diciembre 2021.

https://www.abc.es/xlsemanal/ciencia/rafael-yuste-neurotecnologia-cerebro-estimulacion-enfermedades-proyecto-brain-investigacion-regulacion.html?fbclid=IwAR0j5k9tXlGxI9DxGNGIfnbzi9QydkclhGO38ByU8ok4uqmT8ws31QXFDJU

«La ciencia ya lee tu cerebro, pronto desvelará hasta tu subconsciente».

La tecnología pronto va a aumentar las capacidades de tu cerebro. Se llama “neuroaumentación” y significará un cambio tan rotundo que modificará la especie humana. Hablamos con el neurobiólogo que convenció a Barack Obama para que se cartografiara nuestra mente: el proyecto Brain. Rafael Yuste es español, trabaja en Nueva York y está muy preocupado. 

Si algún día la humanidad consigue tener un mapa del cerebro, como ya tiene el del genoma, será gracias a Rafael Yuste, el neurobiólogo que convenció a Obama para impulsar un programa de 15 años en el que participan 500 laboratorios y miles de científicos. Es el proyecto Brain, que tiene como objetivo cartografiar ese cosmos de 80.000 millones de neuronas que pesa un kilo y medio y cabe en un jarrón, pero que continúa siendo el misterio más insondable de la existencia humana.

Yuste, catedrático de la Universidad de Columbia (Nueva York), compagina sus investigaciones con otra iniciativa descomunal: la de incluir los neuroderechos en la Carta de las Naciones Unidas. Ya ha conseguido la complicidad de António Guterres, secretario general de la ONU, y corteja a la Casa Blanca y al Capitolio. En octubre, Chile se convirtió en el primer país del mundo que garantiza constitucionalmente la protección del cerebro.

XLSemanal. ¿Qué quieren proteger exactamente?

Rafael Yuste. La actividad y los datos del cerebro. Igual que ahora todo el mundo tiene móvil, la siguiente revolución serán los dispositivos cerebrales. No solo electrodos o implantes, hay mucha tecnología no invasiva, como gafas, diademas, pulseras y cascos que se conectarán al cerebro. No deben venderse como electrónica de consumo.

XL. ¿Y qué hay que hacer?

R.Y. Deberían considerarse como aparatos médicos. De este modo, se aplicaría la misma legislación que regula los medicamentos y necesitarán la aprobación de las autoridades sanitarias.

XL. Usted también propone la revisión del juramento hipocrático, ¿por qué?

R.Y. Porque hay que actualizarlo. Tendríamos una doble garantía. Desde arriba, los gobiernos deben velar por los neuroderechos. Y, desde abajo, médicos investigadores e ingenieros se comprometerían a aplicar solo la tecnología que sea beneficiosa, justa y digna para el ser humano.

XL. Hay mucha buena tecnología que se basa en la comunicación entre máquinas y cerebro: implantes nucleares, retinas artificiales, exoesqueletos, brazos biónicos… Pero hay también mucha preocupación por la capacidad de la tecnología para manipularnos.

R.Y. Estamos en un momento decisivo de la historia de la humanidad, incluso como especie. Lo que podemos hacer con un ratón hoy lo haremos en diez años con personas. Registrar la actividad cerebral ya es factible. Y pronto también podremos influir en esa actividad e incluso cambiarla. Eso nos va a llevar al mejoramiento mental y cognitivo de la especie humana. Es inevitable. En unos años utilizaremos interfaces cerebro-computadora que nos permitirán escribir con el pensamiento, conectarnos a Internet directamente… Esto va a cambiar la especie humana.

XL. ¿Usted cree?

R.Y. Estoy convencido. Hay que definir cuanto antes qué tipo de ser humano queremos ser y dejarlo por escrito en la Declaración Universal de Derechos Humanos, que es un documento sobre el que la mayor parte de las personas del planeta estamos de acuerdo. Se redactó en 1948 y no se ha tocado desde entonces, pero es el momento de ponerla al día. Hay que ser valientes para dar un paso adelante y entrar en este nuevo mundo sabiendo lo que queremos.

XL. ¿Y qué pasa si yo quiero seguir siendo un humano ‘estándar’, normal y corriente?

R.Y. Hay que evitar la fractura de la humanidad en dos tipos de seres: los que tienen acceso a la tecnología de realidad aumentada y los que no. Y ahí es donde el modelo médico viene de perlas. Sería igual que una persona que quiere un trasplante. Lo siento, pero tiene que esperar. Da igual si tiene mucho dinero. La asignación de órganos la deciden los comités éticos en función de la lista de espera, la máxima necesidad… No según la opinión del paciente. Y es una de las partes más estrictamente reguladas de la medicina porque son decisiones de vida o muerte.

XL. ¿Propone un modelo similar con la neuroaumentación?

R.Y. Exacto. Que se establezcan unos comités y decidan las reglas. Y que participen no solo los médicos, sino los expertos en ética, los ingenieros, los ciudadanos… Lo lógico es que los primeros en la lista sean los pacientes que lo necesitan por su deterioro cognitivo a causa de la edad, por accidentes cerebrovasculares, por traumatismos, por problemas genéticos que acarrean una discapacidad mental… Pero un día habrá que decidir también qué hacemos con el resto de la población. Y debe hacerse de una manera transparente, informada y democrática.

XL. ¿Corren el riesgo los que no quieran o no puedan ser mejorados de convertirse en los ‘neandertales’ de esa nueva especie de Homo sapiensoptimizado?

R.Y. Supongo que puede suceder algo parecido a lo que está ocurriendo ahora con las vacunas. Hay gente que no se quiere vacunar, a pesar del riesgo de contagiarse y morir. No puedes forzar a la gente a hacer lo que no quiera, pero los que renuncien a las tecnologías que aumentan la capacidad del ser humano deben ser conscientes de que pueden tener un déficit cognitivo en comparación con el resto. Otra manera de imaginarlo es la brecha digital. Ahora mismo hay una gran diferencia entre los que tienen acceso a lo digital y los que no, aunque no sean dos especies distintas. Pero hay seres humanos que están conectados y otros que no, y empieza a ser cada vez más grande la diferencia en el trabajo, en los contactos sociales… Ya hay cuestiones básicas, como ir al médico o al banco, en que te empiezas a quedar atrás si no puedes hacerlo on-line. Esta brecha digital puede ampliarse de una manera brutal con las neurotecnologías de aumentación.

XL. En su famoso artículo de Naturede 2018, que sirvió para presentar internacionalmente los neuroderechos, considera que el principio básico es preservar la identidad de la persona. ¿Realmente está en peligro algo tan fundamental?

R.Y. Ya estamos manipulando la identidad en experimentos con animales. Generamos arbitrariamente cambios en su comportamiento. Podemos manejar a los ratones en el laboratorio como si fueran marionetas estimulando unas células de la corteza cerebral u otras. Esto no lo hacemos por jugar, sino por saber cómo funciona el cerebro y qué podemos aprender para reestructurar los circuitos neuronales de enfermos mentales y neurológicos.

XL. ¿Y con personas?

R.Y. Estamos en los primeros estadios de la revolución neurotecnológica, pero en todo el mundo ya se utiliza la estimulación cerebral profunda, sobre todo en pacientes de párkinson, depresión, bipolares… Se les pone un electrodo en el cerebro conectado con un cable, lo que se conoce como un ‘marcapasos cerebral’. Y se estimulan zonas del cerebro para aliviarles el temblor o los episodios depresivos que pueden llevar al suicidio. Hay evidencias de que a algunos pacientes a los que se les coloca el electrodo en el sitio equivocado o se les estimula más de lo debido les cambia la personalidad. Incluso se han dado unas cuantas anécdotas…

XL. Cuente alguna.

R.Y. A veces los familiares del paciente van al médico y le preguntan qué le están haciendo al abuelo, porque cada vez que se enciende el dispositivo se convierte en otra persona. Y hay casos muy complicados en que al paciente le gusta más su nuevo yo. Tenga en cuenta que la conciencia del yo, la identidad personal, está generada por el cerebro. Si no proteges el yo, ¿para qué sirven el resto de los derechos humanos? Pero el problema es todavía más grave.

XL. ¿A qué se refiere?

R.Y. A que hemos hecho un análisis comparativo de todos los derechos humanos existentes, incluyendo la Declaración Universal, los convenios internacionales, todas las comisiones de la ONU de las últimas décadas. Y no hay ninguno que proteja la identidad personal. Es algo que dábamos por hecho. Pero ahora se le puede cambiar la personalidad a un ser humano y no hay ninguna ley a la que pueda acogerse.

XL. Hablemos de lo que está por venir… ¿Nos comunicaremos telepáticamente?

R.Y. Ya se ha conectado el cerebro de varios animales. Y se puede coordinar a nivel neurológico a varias personas para la realización de una tarea común. No es una fusión de mentes, pero es el comienzo.

XL. ¿Cuánto falta para que seamos capaces de leer el pensamiento?

R.Y. Ya lo hacemos. La neurotecnología utiliza métodos ópticos, eléctricos, magnéticos, acústicos, informáticos y químicos para hacer dos cosas: una es registrar la actividad cerebral. Y la otra es cambiarla. Cuando estudias un idioma extranjero, es más fácil aprender a leer que a escribir. Con el cerebro pasa algo parecido: es más fácil descifrar lo que pasa dentro de tu cabeza que manipularte. Las tecnologías de lectura de la actividad cerebral van por delante como diez años. En los animales ya podemos hacer las dos cosas, pero en humanos estamos empezando a leer el pensamiento.

XL. ¿Qué se puede hacer ya concretamente?

R.Y. Si utilizas tecnología invasiva, con dispositivos insertados en el cerebro, mis colegas de Stanford ya son capaces de descifrar lo que piensa una persona que ha perdido el habla y transcribirlo con un 95 por ciento de precisión a un ritmo de cien palabras por minuto.

XL. ¿Y con tecnologías no invasivas?

R.Y. En Berkeley llevan más de diez años utilizando la resonancia magnética funcional. Son unos grandes tubos con imanes donde metes al paciente y puedes registrar la actividad cerebral de una manera indirecta. No ves las neuronas que se disparan, pero mides el flujo sanguíneo y el nivel de oxígeno en las distintas regiones cerebrales. Por ejemplo, le enseñas a una persona una imagen y ves qué parte del cerebro se activa. Así vas obteniendo un mapa mental asociado a una especie de diccionario. Y con esas herramientas tú le dices al sujeto que piense en algo y puedes descifrarlo de una manera cada vez más precisa.

XL. Pero estos escáneres están en los hospitales, no es algo que puedas hacer en casa.

R.Y. Ahora sí. Este mismo año, una compañía de California ha lanzado al mercado el primer escáner cerebral portátil. Es un casco que incorpora sensores de luz infrarroja. Lo he probado y funciona muy bien. Con estos escáneres y algoritmos de inteligencia artificial se abren las puertas a la posibilidad de que cualquiera pueda leer lo que te pasa por la cabeza. Por eso es tan urgente proteger la privacidad mental. Es una línea roja que no debemos cruzar. Tú te defines por tus pensamientos, tus memorias, tus emociones… y, además, por el subconsciente, que también queda expuesto. Se podrá leer incluso aquello que ni siquiera tú conoces de ti mismo porque lo tienes guardado por debajo del umbral de la conciencia. Una cosa es hacerlo por una cuestión médica o de investigación, pero no debe hacerse a la ligera.

XL. No quiero imaginar una herramienta semejante en manos de un gobierno autoritario…

R.Y. Por eso es tan importante abordar este problema no como una regulación de una tecnología más. Ya hemos visto que esa estrategia ha fracasado estrepitosamente a la hora de regular Internet. Esto es un problema tan serio como puede ser la tortura. El secretario general de la ONU, António Guterres, se ha involucrado, pero es un largo camino… Tener un convenio internacional significa que, si un gobierno o una empresa lo rompe, hay consecuencias serias, penales incluso, igual que ocurre ahora si rompes el convenio sobre energía nuclear.

XL. Pero ese control, en la práctica, es difícil. Una universidad está obligada a ser transparente, ¿pero una compañía que trabaje para un ejército?

R.Y. Ya. En nuestra fundación (NeuroRights Foundation) hemos analizado 21 productos comerciales neurológicos. Pues bien, en las condiciones del contrato de todos ellos se especifica que los datos que obtenga el dispositivo pertenecen a la compañía, no al usuario. Y pueden hacer lo que quieran, analizarlos, venderlos… Encima, si quieres acceder a los datos que han obtenido de tu cerebro, tienes que pagar. Los escáneres portátiles y otros dispositivos van a inundar el mercado. Y es cuestión de tiempo que alguien quiera aprovecharse. La sociedad está totalmente desprevenida. El cerebro no debe tocarse por fines comerciales.

BUENA NOTICIA

Domingo III del Tiempo Ordinario

23 enero 2022

Lc 1,1-4. 4, 14-21

Ilustre Teófilo: Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la Palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que he recibido. En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y dar a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”. Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.

BUENA NOTICIA

Si el cuarto evangelio presenta a Jesús como fuente de alegría (relato de las “bodas de Caná”), para Lucas es el portador de la “Buena Noticia”, la “respuesta” de Dios a los pobres, a todos los que se reconocen necesitados: “libertad para los cautivos, vista para los ciegos, liberación para los oprimidos”.

Tal presentación de la figura de Jesús contiene una sabia intuición atemporal -válida para todo tiempo- y una forma de expresión particular, condicionada por el momento histórico en que se escribe.

La intuición es que la realidad se halla definitivamente a salvo. Que, más allá de las apariencias y de las limitaciones de todo tipo, en el nivel profundo, en nuestra identidad última, somos plenitud. El horizonte y el fondo de lo real no es frustración, sino liberación radical. La realidad -nosotros incluidos- es necesidad e incluso carencia en el nivel aparente, pero es, al mismo tiempo, respuesta definitiva. Es otro modo de hablar de la paradoja que nos constituye: somos cautivos y somos libertad; somos ciegos y somos luz; nos experimentamos oprimidos y somos liberación.

La forma de expresión, nacida en un momento histórico determinado y condicionada por un determinado nivel de consciencia, coloca esa respuesta en un ser particular, considerado como “salvador celeste” que, desde “fuera”, vendría a saciar plenamente toda nuestra búsqueda.

El teísmo -un modo específico en el que se plasmó el anhelo espiritual y la vivencia religiosa de una gran parte de la humanidad durante unos milenios- ve al ser humano en su carencia e incluso en su pecado. Y cree que la salvación ha de llegar de “fuera”, de parte de un dios que contiene todas las respuestas a nuestras necesidades. Podría decirse que, en cierto modo, la visión que el teísmo tiene del ser humano es radicalmente parcial, ya que parece ver solo nuestra forma aparente. Sin embargo, si bien nuestra forma visible es carencia, nuestra profundidad última es plenitud, una con el fondo de todo lo que es, Vida o Consciencia.

A partir de esta comprensión, se nos regala un doble reconocimiento: por un lado, nuestra identidad no es el yo particular con el que fácilmente hemos vivido identificados -eso es únicamente nuestra personalidad-; por otro, todo lo que en el cristianismo se dice de Jesús puede decirse con toda razón de todo ser humano. Porque todos somos uno en nuestra identidad profunda: siendo diferentes, somos lo mismo.

¿Reconozco y vivo armoniosamente esa doble dimensión?

ALEGRÍA

Domingo II del Tiempo Ordinario

16 enero 2022

Jn 2, 1-11

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino”. Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”. Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”. Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua”. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: “Sacad ahora, y llevádselo al mayordomo”. Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora”. Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él.

ALEGRÍA

“La alegría es señal inequívoca de que la vida triunfa”, escribía el filósofo Henri Bergson. Y no parece casual que el “primer signo” que el evangelio de Juan atribuye a Jesús tenga que ver justamente con esa actitud vital.

La alegría es el primer fruto natural de la vida que no ha sido bloqueada, porque es una con ella. Sin negar nuestra vulnerabilidad, que explica los altibajos emocionales y condicionamientos de todo tipo con los que nos vemos obligados a lidiar en nuestra existencia cotidiana, la alegría se sitúa en un “lugar” que se halla siempre a salvo. Porque es una realidad transpersonal.

Ello significa que no se trata de “algo” que podemos (o no) tener; no es una “cualidad” que hayamos de conquistar. Es lo que somos en nuestra identidad profunda. Y podemos experimentarla como un anhelo que busca fluir a través de nuestra persona.

Puede ocurrir, sin embargo, que nos vivamos desconectados de ella, debido a dos factores que se alimentan mutuamente. Por un lado, hemos podido crecer con carencias o dolencias de todo tipo -físicas, económicas, psicológicas, relacionales…- que siguen pesándonos y, en mayor o menor medida, nos mantienen atrapados en la tristeza, la decepción, la angustia, el enfado, el resentimiento o incluso la apatía. Por otro, en relación con lo vivido, nuestra mente ha podido generar un modo de funcionar alejado de la vida y de la verdad de lo que somos, dando lugar a patrones de pensamiento erróneos y a creencias irracionales que, en última instancia, son la fuente de nuestra desdicha.

Redescubrir la alegría que somos y reconectar con ella requiere un trabajo de “limpieza” o “higiene mental”, que no consiste únicamente en modificar unas creencias (irracionales) por otras (más ajustadas), sino en tomar distancia de la mente porque aprendemos a vivir en “otro lugar”: en la atención. en el no-pensamiento (el «no-saber», del que han hablado siempre los sabios), en el no-juicio, en el silencio de la mente…, en el Testigo.

Así como la mente es el lugar del razonamiento y necesitamos utilizarla para desenvolvernos adecuadamente en nuestra vida cotidiana, el Testigo es el lugar de la Comprensión que, más allá de los recurrentes y cansinos mensajes mentales, nos permite entrar en contacto y vivir en conexión con lo que realmente somos. Con lo cual, venimos a descubrir que el camino para descubrir y vivir nuestra verdad pasa por el silencio de la mente.

Cuando la mente se silencia, fluye la alegría, de la misma manera que fluye la gratitud. Es por esto que, tal como reza el dicho, no necesitas nada para ser feliz; en cambio, necesitas algo para estar triste.

¿Qué me da resultado para conectar con la alegría?

RELIGIÓN Y ESPIRITUALIDAD // Isidoro García

Tomado de:
Isidoro García
https://www.atrio.org/2021/10/hablando-de-dios/#comments 

La religión no es solo una, sino cientos. La espiritualidad es una.
La religión es para los que quieren seguir los rituales y la formalidad. La espiritualidad es para los que quieren alcanzar la realización espiritual sin dogmas.
La religión es para aquellos que necesitan que alguien más les diga qué hacer, quieren ser guiados. La espiritualidad es para los que prestan oídos a su voz interior.
La religión tiene un conjunto de reglas dogmáticas e incuestionables que has de seguirse sin chistar. La espiritualidad te invita a razonarlo todo, cuestionarlo todo y decidir tus acciones asumiendo las consecuencias.
La religión habla de pecado y de culpa. La espiritualidad te dice que ya pasó, no te remuerdas por lo que ya pasó, más bien levántate y aprende del error.
La religión lo reprime todo, te vuelve inauténtico (impostado). La espiritualidad lo trasciende todo, te hace verdaderamente ser tú.
La religión se te inculca desde niño, como la sopa que no quieres tomar. La espiritualidad es el alimento que tú mismo buscas, que te satisface y es gustoso a los sentidos.
La religión inventa (ignora la ciencia y el conocimiento viene de “Arriba”) La espiritualidad descubre (se apoya en la ciencia, el conocimiento viene de abajo: la humanidad).
La religión no indaga ni cuestiona. La espiritualidad lo cuestiona todo.
La religión es humana, es una organización con reglas. La espiritualidad es divina, sin reglas.
La religión es causa de división. La espiritualidad es causa de unión.
La religión te busca para que creas (busca adoctrinarte, catequizarte). La espiritualidad la tienes que buscar tú.
La religión sigue los preceptos de un libro sagrado. La espiritualidad busca lo sagrado en todos los libros.
La religión se alimenta del miedo. La espiritualidad se alimenta de la confianza.
La religión te hace vivir en el pensamiento (la mente consciente) La espiritualidad te hace vivir en la conciencia (la mente total, con prevalencia del “espíritu” subconsciente: el sí mismo)
La religión se ocupa del hacer (para obedecer a “Dios”) La espiritualidad se ocupa del SER.
La religión te alimenta el ego (centrándote en la mente consciente egoica) La espiritualidad te hace trascenderlo (te centra en el “espíritu” supraconsciente, y eso te desapega).
La religión te hace renunciar al mundo. La espiritualidad te hace vivir (el mundo en Dios, no renunciar al mundo).
La religión sueña con la gloria y el paraíso. La espiritualidad te hace «tocarlo con la puntita de los dedos”, aquí y ahora.
La religión vive en el pasado y en el futuro. (Por eso es hiper-pesimista con el presente, hasta la obsesión y la paranoia. Y por eso genera amargura, rencor y odio al contrario). La espiritualidad vive en el presente, en el aquí y ahora. (No es “una triste noche en una mala posada”, aunque muchas veces lo parece. Y por eso genera Alegría y optimismo personal).
La religión cree en la vida eterna. La espiritualidad te hace comprenderla, (sin esperarla: “Aunque no hubiera cielo yo te amara, y te admirara”…).
La religión te da promesas para después de la muerte. La espiritualidad te ilumina para encontrar a Dios en tu interior en esta vida en el presente, en el aquí y el ahora.
La religión te somete. La espiritualidad te impulsa.

BAUTISMO Y COMPRENSIÓN

Fiesta del Bautismo de Jesús

9 enero 2022

Lc 3, 15-16.21-22

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: “Tú eres mi hijo, el amado, el predilecto”.

BAUTISMO Y COMPRENSIÓN

El rito del bautismo -conocido en diferentes tradiciones- posee una profunda carga simbólica: introducida en el agua, la persona sale “limpia”, purificada, renovada. Ese gesto evoca, por tanto, un “nuevo nacimiento”.

Ahora bien, visto desde la comprensión, el “nuevo nacimiento” no es producido por ninguna causa “externa”: un dios separado, un rito particular, una creencia determinada, una fe o una práctica religiosa… Porque -en una profunda paradoja, tal como han visto siempre las personas sabias- nacemos a lo que ya somos.

Lo que tiene de “nuevo”, por tanto, no es el hecho en sí -siempre hemos sido eso que ahora llamamos “nuevo”-, sino la comprensión de lo que realmente somos. El “nuevo nacimiento” se opera gracias a la comprensión experiencial de lo que somos.

A quienes se hallan identificados con el estado mental, este planteamiento les parece alucinatorio. Y suelen recurrir a lo que consideran, según ellos, constataciones simples y elementales que no invalidarían por completo. Dicen, por ejemplo: “Me miro al espejo y me reconozco: soy YO”… Con lo que la conclusión que plantean parece tan obvia que no entienden cómo se pueda poner en cuestión: caer en la cuenta de que soy mi “yo” es algo evidente para cualquier persona.

Sin embargo, este aparentemente simple razonamiento parece olvidar la facilidad con que nuestros sentidos (y nuestra mente) nos engañan en cosas que parecen absolutamente “evidentes”: ¿durante cuánto tiempo creímos los humanos que la tierra era plana o que el sol giraba en torno a ella? ¿Quién se hubiera atrevido a ponerlo en cuestión? ¿Cuánta gente sigue afirmando que la materia es sólida y no, esencialmente, vacío? ¿Y no ocurre algo parecido en los sueños? Todo lo que soñamos nos parece absolutamente real…, hasta que despertamos.

Estos ejemplos nos hacen ver que lo que asumimos como “evidencias”, tal vez no lo sean tanto. Y más tras los descubrimientos neurocientíficos que nos alertan de que no vemos nunca la realidad, sino solo una imagen mental de la misma. ¿Quién te asegura, pues, que lo que ves en el espejo eres realmente tú, sino simplemente tu creencia previa que has absolutizado? Del mismo modo que para ver la “irrealidad” de los sueños necesitamos despertar, también para ver más allá de la apariencia que nos devuelve el espejo acerca de nosotros mismos, necesitamos comprender: una cosa es la apariencia -forma, personalidad, yo…- y otra es la realidad -fondo, identidad…- que la sostiene. En resumen: no soy lo que veo en el espejo. Soy Eso que es consciente del personaje que ve.

Esta es la comprensión que nos hace “nacer de nuevo”, es decir, caer en la cuenta de que somos realmente Eso que había quedado oculto u olvidado, el tesoro escondido, del que hablaba el propio Jesús.

¿Me quedo en las apariencias o sé ir más allá de ellas?