UN SALTO DE CONSCIENCIA // Javier Melloni

Prólogo al libro Profundidad humana, fraternidad universal. La espiritualidad no-dual, Desclée De Brouwer, Bilbao 2022, pp. 13-17.

Desde hace algunas décadas se está dando un cambio cualitativo de consciencia en el planeta que ha sido puesto en relación con el que se produjo entre el año 1000 y 500 antes de nuestra era, llamado por Karl Jaspers el primer tiempo axial. Aquel salto sucedió gracias a unas condiciones de vida que ya no estaban tan expuestas a la mera supervivencia, lo cual permitió la emergencia de una filosofía religiosa como la de Lao Tse en China, las Upanishads y el Budismo en la India, Zoroastro en Persia, los grandes profetas en Israel y, en Grecia, la aparición de pensadores como Sócrates, Platón, Aristóteles y los grandes autores de tragedias como Sófocles, Eurípides y Esquilo, etc. Todo ello se produjo en torno a una misma época sin que hubiera contacto directo entre ellos, del mismo modo que en primavera aparecen flores en todos los campos sin que haya proximidad física entre ellas. La diferencia substancial entre en el primer tiempo axial y este segundo radica en que aquel se produjo en personas aisladas y singulares, mientras que el cambio actual es colectivo.

¿En qué consiste el salto de consciencia que se está produciendo? ¿Qué cambio se percibe en la comprensión de la realidad que está experimentando cada vez más gente? Se trata de la captación de que formamos parte de un Todo indivisible que requiere de nuestra participación consciente, de que la Realidad es Una, divina, humana y cósmica, trascendente e inmanente al mismo tiempo y que cada uno y cada ser forma parte de esta única Realidad integral. Lo que antaño fueron fulguraciones de unos pocos, hoy está convirtiéndose en una evidencia para muchos. Por supuesto que queda un largo camino por hacer y sería una ingenuidad pensar que porque se empieza a entrever ya está asumido y vivido. El hecho de que se vislumbre no significa que la cualidad de nuestras vidas esté a la altura de lo que vemos. Y sin embargo, no podemos dejar de verlo y este ver es lo que permite convocar nuestras vidas hacia lo que vemos.

Uno de los términos recurrentes para expresar este cambio de consciencia es la no-dualidad. Como todo lo humano, su uso puede caer en abuso y convertirse en una palabra de moda que degrade las radicales implicaciones que contiene este cambio de comprensión de la realidad, de Dios y de nosotros mismos en nuestras actitudes y comportamientos.

El paradigma no-dual se abre camino entre dos escollos: la crítica por la derecha de los que velan por la ortodoxia doctrinal y la crítica de la izquierda que vela por la ortopraxis del compromiso social. Este libro ha estado motivado por una interpelación recibida desde el segundo flanco, pero también tiene en cuenta el primero. Trata responder a ambos y de aquí el díptico del título: Profundidad humana, fraternidad universal, en un intento de salir al encuentro de ambas sospechas.

Cada cual está llamado a vivir honesta y libremente lo que le permite participar y expandir la Vida que le vive y que nos vive, porque esta Vida nos atañe a todos. Lo hacemos junto con los que comparten nuestra comprensión y también convivimos con los que transitan por otras vías, con otras llamadas y con otras cosmovisiones. Ser fiel al propio camino y, al mismo tiempo, mantener abierta la escucha a los diversos caminares forma parte del reto de los humanos desde el inicio de los tiempos. Pero, ¡cuánto nos cuesta a todos! Lentamente, con el paso de los siglos y milenios parece que vamos aprendiendo que es necesario el diálogo dialógico, no el dialéctico, es decir, un encuentro con el otro que sea cordial, atento, respetuoso e inteligente, que no nos enfrente unos a otros sino que nos complemente; un diálogo que brote del mismo lugar del que surge este libro: la consciencia del Uno que formamos entre todos sin que por ello dejemos de ser distintos; es decir, desde ese ver que, cuando se ha atisbado una vez, ya no puede dejar de verse, superando dualismos confrontados, defensivos y ofensivos.

Una y otra vez hemos de tener el valor de ir hacia ese otro diferente. Hasta que el otro no se reconozca en lo que veo de él, todavía no hay conocimiento verdadero. Pero este conocimiento y reconocimiento no comporta confundirnos con el otro sino que hemos de ser capaces de sostener y celebrar la diferencia. Porque somos Uno en el Uno y lo somos a partir y a través de la unicidad irrepetible y sagrada de cada cual. El reto de la pluralidad consiste en sostener la diversidad sin pretender ni forzar que el otro sea como yo. Pero subyace en todos la tentación de absolutismo, de creer que mi verdad es la Verdad. Todos tenemos necesidad de un ejercicio continuo de desapropiación.

          Podríamos decir que las generaciones anteriores sufrieron la enfermedad de la neurosis –la escisión entre el yo ideal y el yo real- mientras que la generación actual padece fundamentalmente de narcisismo –la confusión fusional entre el yo ideal y el yo real-. Lo primero conlleva un casi permanente sentido de culpabilidad que, cuando no se soporta, deriva en una culpabilización de los demás, mientras que lo segundo lleva a una anestesia de la capacidad de autocuestionamiento y a una elusión de cualquier interpelación que nos pueda poner en cuestión. Pero no se trata de quedarnos señalando nuestras sombras, ni de acusarnos mutuamente, sino de ayudarnos a caminar en verdad y con lucidez hacia lo que todos estamos llamados a ser: personas descentradas y centradas al mismo tiempo, descentradas de nuestro estrecho yo para estar centradas en lo Real, donde todos confluimos, a donde todos somos convocados una y otra vez, asombrosa e incansablemente. Lo que me dice el otro, por muy incómodo que pueda ser y es, forma parte de mí mismo.

El libro que tenemos entre manos brota del esfuerzo por escuchar a esa alteridad que nos “altera” para hacernos crecer hacia zonas descuidadas por nosotros mismos. Está escrito por alguien que lleva más de dos décadas recorriendo la clave que aborda y que es un referente para muchos en este campo. No estamos ante una autodefensa de quien empieza a caminar y necesita afirmar un recorrido apenas emprendido, sino que procede de alguien que ya ha hecho un tramo significativo del camino, que lleva años compartiéndolo y que trata de explicarse honesta y pacíficamente en estas páginas.

Desde el comienzo, Enrique Martínez Lozano apela a una comprensión experiencial. Sin ella es imposible adentrarse en el terreno que presenta. Aclara desde el inicio “que a la mente analítica se le escapa que lo opuesto de una verdad profunda puede muy bien ser otra verdad profunda”, citando al científico cuántico Niels Bohr. Solo si se está dispuesto a perderse en esta profundidad podrá aparecer una comprensión nueva. Esta mutación de la mente -y de las creencias que surgen de ella- a otro modo de comprender experiencialmente lo que la tradición cristiana viene trasmitiendo desde hace dos mil años no es fácil de hacer. Hay que pasar por una forma de muerte. Se trata de verdadero despojo y desalojo, tal como todas las tradiciones espirituales señalan como paso ineludible hacia la profundidad de lo Real y que el mismo Enrique confiesa haber atravesado.

Pero no basta con ello sino que el autor de estas páginas se esfuerza por responder de un modo explícito a la interpelación recibida y desarrolla cómo desde la clave de la no-dualidad queda integrada la fraternidad y el compromiso con los demás. La mirada que surge es una relacionalidad intrínseca entre los seres humanos que llama acertadamente comunión radical. Esta comunión no es “ni fusión ni aislamiento, sino unidad-en-la-diferencia y ello tiene, por supuesto, consecuencias políticas, económicas y sociales que han de tomar cuerpo en nuestra sociedad, y que son revolucionarias y alternativas en un mundo todavía capturado por el ego, tanto personal como colectivo. Pero al mismo tiempo señala con firmeza que todo esto no puede hacerse desde el resentimiento o desde un compromiso que también puede ser narcisista y proselitista, porque entonces no hacemos más “que perpetuar la confusión y el sufrimiento”.

Ni una sola página de este libro es inteligible si no se da un voto de confianza a quien la ha escrito y a la perspectiva desde donde lo hace; no es posible si no estamos dispuestos a abrirnos a esa comprensión experiencial a la que se apela desde el comienzo.

En definitiva, estamos ante una aportación importante, incluso indispensable, para el momento epocal en el que nos encontramos. Apenas hemos empezado a establecer un verdadero diálogo en el interior de la comunidad cristiana, así como debemos seguir teniéndolo con quienes buscan y viven esta profundidad y fraternidad humanas fuera del marco eclesial o cristiano. Son muchas las cuestiones abiertas y que se siguen abriendo: la espiritualidad inter, trans o post religiosa, la posibilidad de una espiritualidad sin religión, la adecuación del mismo término espiritualidad para apuntar a lo que aquí se identifica como profundidad humana, la traslación política, social y económica que brota de esta mirada no-dual, etc.

Hemos de seguir abiertos y seguir escuchándonos unos a otros, acogiendo tanto lo grato como ingrato, porque lo que está en juego no son los gustos y disgustos personales, tan pegados a la piel de nuestro pobre ego, sino crecer conjuntamente hacia regiones todavía inéditas que laten en esa profundidad y fraternidad humanas apenas atisbadas, apenas descubiertas y que, sin embargo, pujan en nosotros como un doble y a la vez único anhelo del Ser que asoma a través de todos nosotros y de todo lo que Es.

Javier Melloni.