Semana 3 de marzo: BIOMEDICINA (Ana María Oliva)

BIOMEDICINA

 «Cada pensamiento cambia tu biocampo electromagnético»

Entrevista de Víctor–M. Amela a Ana María Oliva, ingeniera, doctora en biomedicina y terapeuta, en La Contra, de La Vanguardia, 19 junio 2014.

 “Mi célula más vieja tiene cinco años y mi alma es eterna. Soy de Barcelona. Soy ingeniera industrial y doctora en Biomedicina por la UB. Estoy casada y tengo dos gemelos, Rubén y Matías. ¿Política? ¡Bien común! ¿Creencias? Si no ves a Dios en todo…, no lo ves en nada”.

 “Lo que tu luz dice”

Las investigaciones de Konstantín Korotkov, doctor en Física y catedrático de la Universidad de San Petersburgo, confirman el biocampo, objeto psicofísico visible con imagen electrofotónica. Eso hace cada día la doctora Ana María Oliva, que ha llegado ahí tras una vida de búsqueda y experimentación, como explica en “Lo que tu luz dice” (editorial Sirio), libro a la vez divulgativo e inspirador sobre esta frontera de la ciencia, que le ha enseñado a autorregularse modulando pensamientos y actitudes. Y la más saludable consiste en saber que estás aquí para algo…, y que es bueno.

 ¿Soy luz?
Materia implica energía, mesurable: frecuencias de onda, invisibles unas, visible otras… ¡Luz!

Pues no me la veo.
Su intensidad es baja…, pero podríamos verla si nos entrenásemos.

¿El aura?
Un campo bioelectromagnético. Lo generan los intercambios eléctricos de nuestros átomos y células. Desprendemos biofotones.

¿Está viendo mis biofotones?
No a simple vista, no me he entrenado. Pero podemos verlos mediante este dispositivo.

¿A ver?
Coloque un dedo aquí. Ahora otro. Otro. Ya están los diez, bien. Mire la pantalla, ¿ve?

Una corona luminosa en cada yema.
¿Ve los rayos, unos más largos, otros tan cortos, algunos agujeros…? Indican la energía de sus órganos internos en sus funciones.

¿Todo mi organismo en mis dedos?
Como el universo, eres hologramático: cada parte contiene la información del todo.

¿Y qué hace ahora?
La información arroja el estado de tu biocampo corporal, plasmada en esta fotografía, esta imagen electrofotónica.

¿Mi aura…? ¿Y qué ve en ella?
Vigila tu páncreas, tiroides, colon y aparato urogenital. Y veo triste tu corazón.

Vaya… ¿Es un método diagnóstico?
En Rusia está legalmente aceptado, aquí es sólo una técnica de evaluación del estado energético del organismo.

¿Qué cosas ha electrofotografiado?
Cuando un espermatozoide fecunda un óvulo, hay un estallido de luz. Cuando una bacteria muere, un relampagueo. Una señal violeta antecede a toda mitosis celular…

¿Y en el cuerpo?
Hay más desprendimiento biofotónico en enfermedades: el organismo está intentando corregir algo. He hecho experimentos sobre estas variaciones biofotónicas…

¿Por ejemplo?
Si tu móvil recibe llamada, la señal interfiere en tu aura, la merma. Si te cuentan algo agradable, se compensa.

¿En serio?
Sorprendente: si empuñas un vaso con licor, tu aura se resiente. Si lo bebes, más aún.

¿Antes de beber… hay ya un efecto?
Sí. El campo energético del licor altera tu biocampo. Y si alguien te llama «imbécil», altera también tu bioelectromagnetismo.

¿Lo ha observado?
Medido y fotografiado, ¡incluso si es un insulto sin intención de dañar!

¿Tanto poder tienen las palabras?

Yo antes era muy bruta: por inseguridad, me protegía con un lenguaje duro. Un día, parodiando y burlándome de los que hablan suave, empecé a decir «dime, amor», «hola, cariño», «bonita, cielo»… ¡Y… cambié!

¿Cómo cambió?
¡Se dulcificó mi carácter! Ahora llamo a todo el mundo «corazón»… ¡y me hago bien!

Y al otro también.
Si estás junto a una persona serena y armónica, ¡te sientes mejor! Lo habrá notado…

Lo noto ahora.
Escuchar una canción, ver un color, presenciar un telediario, lo que comes…, todo modifica tu biocampo. Y lo que piensas.

¿Ah, sí?
Lo que piensas influye en tu biología. Por eso es importante guiar tus pensamientos. Tu sistema de creencias te construye.

Un ejemplo.
«¡Mira lo que me ha hecho mi novia!», se me lamentó un joven alumno. Me hinchó la cabeza tanto que medí su biocampo y se lo enseñé: muy alterado y dañado. Entendió: estaba dañándose con sus pensamientos.

¿Qué le había hecho su novia?
Colgar una fotografía sexy en internet.

Bah.
Es muy saludable relativizar tu sistema de creencias, distanciarte y parar de sufrir.

Ojalá fuese tan fácil.
Tras todo sufrimiento hay una creencia equivocada. Nos han enseñado que si alguien sufre…, sufras con él. ¡No! Así sólo duplicas el sufrimiento del mundo. ¡Intenta estar tú bien! Y, sereno, centrado, acude junto al que sufre. Eso sí puede ayudarle.

¿Quiérete a ti mismo, primer mandamiento del bienestar?
Sí. Ámate. Si amas, todo estará bien para todos. Si te gustas mucho haciendo algo, ¡ve por ahí, alimenta eso! Sé fiel a tu corazón. Eres único. Enamórate de ti. Brillarás. Y eso bendecirá a la gente de tu entorno.

¿Una sonrisa cura?
Si sonríes, todo te sonreirá. Cuando más te cueste, ¡sonríe!

¿Cómo es el aura de una persona saludable?
Armónico, homogéneo, sin grandes congestiones, fugas ni agujeros. Lo biográfico deviene biológico.

Pero si te sucede una desgracia…
Pues piensa que todo, aunque parezca malo, ¡es para que aprendas algo! Piensa que todo es para bien. Y lo será. Confía en la vida, y lo tendrás todo.

Bello consejo. Despídame con algún otro.
¡Haz lo que te haga feliz! Y entonces tu luz será muy bonita.

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Otra entrevista a la Dra. Ana Mª Oliva en: https://www.cuerpomente.com/ecologia/estilos-de-vida/bioelectrografia-ana-maria-oliva_1190

VIVIR EN VERDAD

Domingo VIII del Tiempo Ordinario

3 marzo 2019

Lc  6, 39-45

En aquel tiempo, ponía Jesús a sus discípulos esta comparación: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócritas! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota en el ojo de tu hermano. No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto: porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca”.

VIVIR EN VERDAD

          El evangelista parece haber unido aquí una serie de dichos que giran en torno a la “visión correcta”, la sinceridad y la bondad.

          “Guía ciego” es aquel que se sitúa por encima del otro, exigiendo de él cualquier forma de “sumisión”. Eso ocurre porque el presunto “guía” carece de comprensión, habla de oídas y no busca sino alimentar y fortalecer su propio ego.

          El guía auténtico, por el contrario, se considera a sí mismo como “acompañante”, habla desde su propia experiencia y remite a cada persona a sí misma, en la certeza de que el único “guía” es siempre el “guía interior” o “maestro interno” que se expresa en cada ser humano.

          Así, mientras el “guía ciego” terminará en el “hoyo”, el acompañante auténtico brinda luz y espaciosidad para que cada cual vaya encontrando su propio camino.

          Suele ocurrir también que el “guía ciego” es incapaz de ver y reconocer su propia sombra: en eso consiste precisamente su “ceguera”. Esclavo de la imagen para la que vive, ha terminado ocultando a sus propios ojos todos aquellos aspectos de su vida y de su persona que pudieran cuestionarla. Una vez reprimida, la sombra se proyectará en los otros, para terminar condenando o rechazando en ellos lo que en uno mismo no es visto ni aceptado.

          La sabiduría de Jesús recuerda algo elemental: el otro es nuestro espejo. Por lo que cada “mota” que veo en su ojo me está hablando de una “viga” que hay en el mío.

          Y aquí se inserta también la imagen del árbol y sus frutos. Dada la tendencia habitual y nuestra capacidad para autoengañarnos y seguir alimentando la imagen que hemos construido, se hace imprescindible validar la verdad o no de nuestra vivencia en el día a día. Lo que vivimos en nuestra existencia cotidiana, particularmente en el campo de las relaciones interpersonales, constituye así el test que verifica o no nuestras palabras. El árbol se conoce por sus frutos, la persona por la calidad de sus relaciones.

          Tal advertencia no busca generar en la persona actitudes de culpabilidad o auto-reproche. Constituye, por el contrario, una llamada a la humildad y a la lucidez, en la certeza de que solo reconociendo la verdad de lo que vivimos es posible poner las bases del crecimiento.

¿Soy capaz de decirme la verdad de lo que vivo?

Semana 24 de febrero: EL RÍO Y EL OCÉANO (Khalil Gibran)

“Dicen que antes de entrar en el mar, el río tiembla de miedo…
mira para atrás, para todo el día recorrido,
para las cumbres y las montañas,
para el largo y sinuoso camino que atravesó entre selvas y pueblos,
y ve hacia adelante un océano tan extenso,
que entrar en él es nada más que desaparecer para siempre.

Pero no existe otra manera.
El río no puede volver.
Nadie puede volver.
Volver es imposible en la existencia.
El río precisa arriesgarse y entrar al océano.

Solamente al entrar en él, el miedo desaparecerá,
porque apenas en ese momento,
sabrá que no se trata de desaparecer en él,
sino volverse océano”

Khalil Gilbran.

SOMOS BONDAD

Domingo VII del Tiempo Ordinario

24 febrero 2019

Lc  6, 27-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra, al que te quite la capa, dale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis solo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada: tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis la usarán con vosotros”.

SOMOS BONDAD

          Las palabras de Jesús giran en torno a la llamada “regla de oro” –presente en todas las tradiciones espirituales– que pide tratar a los demás como queremos que ellos nos traten.

          Bien entendida, no nace de un imperativo moral, sino de la comprensión de lo que somos: solo puedo tratar al otro como a mí mismo cuando comprendo, de manera vivencial, que el otro es no-separado de mí, que su suerte es mi suerte y su dolor mi dolor.

          Fuera de esa comprensión, no podré vivir sino de una manera egocentrada, caracterizada por la reactividad, que me llevará a reaccionar según me afecte el estímulo, es decir, a pagar con la misma moneda.

          La propuesta de Jesús transciende el nivel de la reacción para situarse en la comprensión que nos permite no reaccionar, sino responder de acuerdo a lo que somos.

          La reactividad refuerza el ego; la respuesta se expresa como compasión. Es sabido que el yo se afirma a través del contraste, la comparación y el enfrentamiento. Y que esa misma autoafirmación constituye el mayor obstáculo para vivir la compasión.

          En la medida en que funcionamos de acuerdo a las exigencias del ego, nos hallamos lejos de nuestra verdadera identidad. Cuando, por el contrario, vivimos desde la bondad nos descubrimos “hijos del Altísimo”, es decir, anclados en la Fuente, expresión genuina de la Vida que somos.

          A pesar del lenguaje utilizado en el texto, no se trata de una cuestión de “méritos” ni “recompensas”, sino de la vivencia de la plenitud que brota de la comprensión y se plasma en compasión. De ahí que se halle coloreada en todo momento por la gratuidad, la misma gratuidad que define al Dios que, en contra de lo que tendería a pensar la persona religiosa –no olvidemos que el catecismo proclamaba que “Dios premia a los buenos y castiga a los malos”–, “es bueno con los desagradecidos y malvados”.

          Somos llamados a vivir con bondad y compasión porque somos Bondad y Compasión.

¿Cómo me veo a mí mismo/a? ¿Como un yo preocupado por sus intereses o como Bondad que busca expresarse en todo?