Semana 14 de febrero: ¿QUIÉN SOY YO? UN CONOCER PREVIO A LA RAZÓN

Sabiduría

Frente a la idea que considera a la razón como la forma suprema de conocimiento –uno de los mitos de Occidente, según Raimon Panikkar-, los sabios siempre han sabido que “pensamiento” no era sinónimo de “conocimiento”. Una cosa es la mente, con su extraordinaria capacidad de pensar y razonar, y otra diferente es la sabiduría que nos ofrece un acceso in-mediato a lo Real.

 

La propia Teresa de Jesús –nada dedicada a temas “especulativos”- cuenta, en las Cuartas Moradas (1,8), el descanso que le produjo el hecho de que le reconocieran esa diferencia.

 

Ese conocer previo a la razón tiene el sabor de lo inmediato y lo evidente. No es un conocimiento conceptual, sino experiencial. Y se halla al alcance de todos.

 

El modo de acceder a él es acallando la mente. Si en este mismo momento “dejas caer” todos los pensamientos, sentimientos y preocupaciones…, ¿qué queda? Si por un instante cesa la actividad mental, ¿qué aparece?

 

Dado que la mente no puede responder adecuadamente a la pregunta “¿quién soy yo?”, porque únicamente puede conocer objetos, parece claro que solo podré conocer quién soy cuando lo sea. Al no ser un “objeto” observable, que mi mente pueda delimitar, no existe un concepto que me defina. Lo que soy, no puedo pensarlo; solo puedo serlo. Y, al serlo, lo experimento de un modo inmediato y preconceptual.

 

Al silenciar la mente, lo que queda es algo que no podemos pensar. Por tanto, solo lo podemos nombrar inadecuada o metafóricamente. Tiene el sabor de Calma, Quietud, Atención desnuda, Conciencia, Vacío pleno… Aparece como una Presencia atemporal e ilimitada, en la que nos reconocemos; y que se expresa como “Yo Soy”, sin añadidos ni delimitaciones.

 

“Yo soy” es la consciencia de ser que nos ha acompañado siempre: en realidad, lo único que permanece estable a lo largo de toda nuestra vida: ésa es nuestra identidad.

 

A diferencia del yo, esta Identidad es estable, permanente y compartida. Todo ocurre dentro de ella, pero nada le afecta. Y todo, incluido el yo, son formas en las que, transitoriamente, se expresa.