LA SALVACIÓN CONSISTE EN COMPRENDER LO QUE SOMOS

Comentario al evangelio del domingo 23 noviembre 2025

Lc 23, 35-43

En aquel tiempo, las autoridades y el pueblo hacían muecas a Jesús, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de él también los soldados ofreciéndole vinagre diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: “Este es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro lo increpaba: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha faltado en nada”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Jesús le respondió: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”. 

LA SALVACIÓN CONSISTE EN COMPRENDER LO QUE SOMOS

La identificación del ser humano con el yo explica que la salvación se entienda, habitualmente, de modo egoico: la salvación consistiría, literalmente, en que el yo estuviera siempre bien. Es decir, el yo se convierte, de manera automática, en el criterio con el que juzgar lo bueno o malo de cualquier situación.

Sin embargo, una mirada más profunda, presente en las tradiciones sapienciales y místicas, ha planteado algo bien diferente: la salvación no consiste en la perpetuación del yo, sino en la desidentificación con respecto a él -lo que, metafóricamente, se ha llamado la “muerte” del yo-. Por lo que, de un modo amplio, puede decirse que salvarse es comprender lo que somos. De esa manera, convergen necesariamente salvación y sabiduría (o comprensión).

Desde un nivel de consciencia mítico, el yo -como el niño- busca una fuerza externa que lo salve, lo asegure y le garantice su estabilidad y felicidad. Pero cuando se entiende que ese yo no es nada más que un conjunto de pautas mentales y emocionales, se comprende simultáneamente que el objetivo adecuado no es salvarlo a él -carece de sentido salvar algo en última instancia inexistente-, sino salvarnos de él. La salvación es una con la comprensión.