Semana 23 de junio: MEDICINA CUÁNTICA // Claudina NAVARRO

MEDICINA CUÁNTICA: IR AL ORIGEN DE LA ENFERMEDAD

 Claudina Navarro, en Cuerpomente https://www.cuerpomente.com/salud-natural/terapias-naturales/medicina-cuantica_1548

Las partículas subatómicas son la base de la realidad. Si fuera posible actuar a ese nivel, trataríamos los verdaderos orígenes de la enfermedad.

El concepto «cuántico» posee un enorme prestigio. Es lo más parecido a la piedra filosofal en nuestra civilización. Es la promesa del conocimiento absoluto. Para las personas de a pie, un físico cuántico es un médium que puede ver un mundo oculto que explica la realidad que vemos y tocamos.

Por eso, cuando el adjetivo cuántico acompaña a la palabra medicina, esta adquiere una nueva dimensión. La medicina cuántica sería el futuro que dejaría atrás cualquier otra forma de tratamiento. Y ya son muchos los médicos o terapeutas que aseguran practicarla. Por desgracia, en muchos casos no es más que un argumento de marketing.

¿En qué consiste la auténtica medicina cuántica?

Sería aquella que aplica los descubrimientos realizados por la física cuántica. Según esta, en la escala más íntima, más profunda de la realidad, las partículas están en dos sitios a la vez (superposición). Se comunican entre sí sin que importe la distancia ni las barreras que haya entre ellas (entrelazamiento), y pueden desaparecer en un lugar para reaparecer en otro (teleportación).

Estos comportamientos –tan comprobados como la ley de la gravedad– son bombas para nuestras mentes acostumbradas a la realidad ordinaria. Vivimos como si ese mundo extraordinario no existiera, y lo mismo hace la medicina convencional.

De hecho, todavía existe una gran discusión entre los teóricos sobre si la manera en que funcionan las cosas en la escala más pequeña se refleja o se puede trasladar al mundo habitual de las cosas grandes.

Para unos expertos, son mundos distintos y prácticamente incomunicados. Para otros, es todo lo contrario: el mundo cuántico es la base, la «matrix» sin la que no se entiende del todo el mundo grande. Si estos últimos tienen razón, actuar en el nivel cuántico sería la manera más eficaz de transformar la realidad.

En medicina significaría ir al origen más profundo del trastorno. Implicaría tratar en un lugar que está más allá de las reacciones químicas a nivel celular, que es el campo de batalla de la medicina científica actual.

Fenómenos cuánticos en los seres vivos

Por de pronto, parece que los científicos que apuestan por la hipótesis de la matrix cuántica llevan más razón que sus oponentes. Los biólogos están descubriendo la base cuántica de fenómenos que hasta ahora no tenían una explicación.

Por ejemplo, la capacidad de las aves para orientarse en sus viajes migratorios es uno de los grandes misterios de la biología.

Según Marshall Stoneham, del University College de Londres, las aves –el petirrojo, por ejemplo– podrían literalmente ver, gracias a las cualidades de las partículas elementales, los campos magnéticos de la Tierra, y los utilizarían para orientarse en sus viajes migratorios, como si llevaran unas gafas de realidad aumentada.

Los fenómenos cuánticos no solo explicarían habilidades como la orientación de las aves, sino que se hallarían en la base de los procesos fisiológicos que mantienen la vida y la salud. Esta idea ya la expresó uno de los pioneros de la física cuántica, Erwin Schrödinger en su conocido libro ¿Qué es la vida? (Tusquets Editores, 1983).

La habilidad de las células para producir energía y el funcionamiento de las neuronas podrían explicarse mediante fenómenos cuánticos. Aunque la producción de energía a partir de la glucosa es un proceso básico en los organismos, la química clásica no consigue explicar la increíble velocidad a la que se producen las reacciones.

Según el físico Vlatko Vedral, de la Universidad de Oxford, la habilidad de las partículas cuánticas para estar en dos sitios a la vez ayudaría a entenderlo. Esta cualidad explicaría por qué las enzimas son tan eficaces para catalizar todo tipo de reacciones químicas.

Según Luca Turin, biofísico del University College de Londres, la acción de los neurotransmisores se explica por el flujo de electrones a nivel cuántico. Y no sería de extrañar –si suceden en el corazón de las neuronas– que tuviera relación con los desconocidos vínculos entre la conciencia y el cuerpo.

Todo está relacionado

La realidad cuántica explicaría fenómenos que tenemos delante de los ojos y también elfuncionamiento holístico de las terapias naturales y tradicionales. Para autores como el biólogo Bruce Lipton y el físico Amit Goswami, la física cuántica puede explicar la interacción a niveles muy profundos entre los pensamientos, las emociones y las células.

Esta interacción haría posibles los efectos beneficiosos de la meditación, las visualizaciones y las técnicas de relajación, por ejemplo. Y llegaría a afectar a procesos tan determinantes de la salud como la expresión de los genes.

Bruce Lipton, autor de Biología de la creencia (Palmyra, 2007), alude al fenómeno del «entrelazamiento cuántico», por el que una partícula (un electrón o un fotón, por ejemplo) se relaciona con otras del mismo sistema sin que importe la dis tancia, los obstáculos o el tiempo.

Así, al meditar, el estado de armonía podría difundirse desde el cerebro al resto del cuerpo. Y no solo eso: también afectaría a las personas que rodean al meditador, como se ha probado a través de la observación de la actividad cerebral.

Es posible curar por resonancia

Para Lipton, al establecerse una relación entre terapeuta y paciente, si la mente –y cada una de las células– del primero se encuentra en armonía, ya está produciendo un beneficio en el segundo. ¡Antes de que haya iniciado tratamiento alguno! Por supuesto, esto no convierte en innecesarios los medicamentos, los cambios en la dieta u otras terapias.

Lo que nos enseña el mundo cuántico es que todo en nuestro cuerpo/mente está relacionado a niveles profundos y todavía muy desconocidos. Y lo mismo se puede decir de las relaciones entre el cuerpo y su entorno.

¿Hasta dónde llega el efecto de un pensamiento, un recuerdo o una emoción? Podemos estar influyendo y, por tanto, ser influidos por las personas que nos rodean y por las formas, los sonidos, los colores o los aromas.

En palabras del revolucionario físico Amit Goswami, «el mundo está constituido por posibilidades, no por eventos determinados, por lo tanto podemos elegir la salud sobre la enfermedad. Ni la enfermedad ni la curación son enteramente objetivas».

«Las experiencias subjetivas y nuestras actitudes hacia ellas tienen un papel que desempeñar. A través de la creatividad, el activista cuántico aprende a cambiar la actitud que le lleva de la enfermedad a la salud, y de la salud ordinaria a la salud positiva».

¿Realmente nos hace falta un ordenador cuántico?

Pero, en realidad, todo lo que podamos decir hoy sobre la medicina cuántica está más cerca de la metáfora y de la especulación que de un método bien establecido. Prueba de ello es que ningún diccionario se ha atrevido a definirla.

De esta incerteza también se aprovechan los que utilizan el prestigio y el misterio asociado a lo cuántico para justificar tratamientos absurdos (¡aunque nunca se sabe cuál es el efecto que puede llegar a tener la movilización de energías subconscientes!).

Los físicos, matemáticos e informáticos más punteros están dando los primeros pasos para desarrollar el primer ordenador cuántico, que multiplicará miles de veces la capacidad de cálculo de los actuales.

Quizá cuando seamos capaces de construir computadoras potentes de este tipo –dentro de unos 50 años– empezaremos a entender mejor cómo funcionamos desde el nivel cuántico y se desarrollarán nuevos tratamientos (es la promesa del gigante IBM).

O quizás avancemos en la comprensión de que el ordenador cuántico ya estaba en nuestro poder y que era nuestra propia conciencia

TODO ES CUERPO DE CRISTO

Fiesta de «Corpus Christi» 

23 junio 2019

Lc 9, 11b-17

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle: “Despide a la gente: que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado”. Él les contestó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío”. Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: “Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta”. Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se lo sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

TODO ES CUERPO DE CRISTO

        El texto parece subrayar el contraste entre dos actitudes: la de los discípulos –que se inclinan por despedir a la gente para que puedan buscarse comida y alojamiento– y la de Jesús que insta a asumir como propio el problema de los demás.

        La primera tiene el color de la indiferencia o, al menos, de la comodidad. La segunda, el del compromiso que nace del amor y, en último término, de la comprensión.

          Todos los detalles que aparecen en la narración nos hacen ver que se trata de un relato cargado de simbolismo: cinco y dos, cinco mil, grupos de cincuenta, doce… Tras el simbolismo, de lo que se habla –más allá de la compasión que Jesús manifiesta– es de cómo “alimentar” al pueblo, cómo ayudar a vivir a los demás, saliendo de nuestra cápsula narcisista y comprendiendo que todo otro es no-separado de mí.

         En realidad, si no hubiera quedado enredado en ritos y creencias que, con el tiempo, se fueron complicando y enmarañando cada vez más, ese sería el sentido que podríamos percibir en la celebración de la eucaristía.

          El “Corpus Christi” es una metáfora de la unidad. Porque todos somos “Cuerpo de Cristo” –todos participamos de la llamada “naturaleza crística”–, si utilizamos el término “Cristo” para nombrar nuestra verdadera identidad. En lenguaje más simple puede expresarse así: Lo que es Jesús, lo somos todos; él es un “espejo” en el que, sencillamente, podemos vernos reflejados.

         Y solo así parece entenderse el significado de la llamada “Última Cena”, en la que Jesús, tomando el pan, dijo: “Esto soy yo”. El pan, alimento básico de aquella cultura, era un símbolo de todo lo real. Con lo cual, Jesús estaría diciendo: “No hay nada que no sea yo”. A quien le extrañe este modo de presentarlo, puede recordar una expresión de Jesús, del todo equivalente a esta, que aparece recogida en el Evangelio de Tomás, donde el Maestro de Nazaret afirma: “Yo soy todas las cosas”. Quien habla así es alguien que ha comprendido experiencialmente la verdad de lo que somos.

          Más allá de creencias, ritos, incluso parafernalias que han ido añadiéndose a lo largo de los siglos y que, en gran medida, han desvirtuado el significado original, la eucaristía es la celebración de la unidad, que nace de la comprensión de lo que somos y que se plasma, como muestra el evangelio que estamos comentando, en compasión eficaz al servicio del necesitado.

Comprensión, unidad, compasión…, ¿qué vivo?

Semana 16 de junio: «IN LA K’ECH» = YO SOY OTRO TÚ (Testamento maya)

Sin reserva ni duda, permito que estés en el mundo como eres, sin un pensamiento o palabra de juicio.

No veo error alguno en las cosas que puedas decir, ni hacer, sentir y creer, porque entiendo que te estás honrando a ti mismo al ser y hacer lo que es verdad para ti.

No puedo recorrer la vida con tus ojos ni verla a través de tu corazón.

No he estado dónde tú has estado ni experimentado lo que has experimentado, viendo la vida desde tu perspectiva única.

Te aprecio exactamente como eres, siendo tu propia y singular chispa de la Consciencia Infinita, buscando encontrar tu propia forma individual de relacionarte con el mundo.

Sin reserva ni duda, te permito cada elección para que aprendas de la forma que te parezca apropiada.

Es vital que seas tu propia persona y no alguien que yo u otros piensen que “deberías” ser.

En la medida de mi capacidad, sin denigrarme o ponerme en un compromiso, te apoyaré en eso.

No puedo saber qué es lo mejor para ti, lo que es verdad o lo que necesitas, porque no sé lo que has elegido aprender, cómo has elegido aprenderlo, con quién o en qué período de tiempo.

Solo tú puedes sentir tu excitación interna y escuchar tu voz interna; yo solo tengo la mía.

Reconozco que, aunque sean diferentes entre sí, todas las maneras de percibir y experimentar las diferentes facetas de nuestro mundo, todas son válidas.

Sin reserva ni duda, admito las elecciones que hagas en cada momento.

No emito juicio sobre esto porque es imprescindible que honre tu derecho a tu evolución individual, porque esto da poder a ese derecho tanto para mí como para todos los otros.

A aquellos que elegirían un camino que no puedo andar o que no andaría, y aunque puede que elija no añadir mi poder ni mi energía a ese camino, nunca negaré el regalo de amor que Dios me ha concedido para toda la Creación.

— Como te amo, así seré amado.

— Así como siembro, recogeré.

Sin reserva ni duda, te permito el derecho universal de libre albedrío para andar tu propio camino, creando etapas o manteniéndote quieto cuando sientas que es apropiado para ti.

No puedo ver siempre el cuadro más grande del Orden Divino, y así no emitiré juicio sobre si tus pasos son grandes o pequeños, ligeros o pesados, o conduzcan hacia arriba o hacia abajo, porque esto sólo sería mi punto de vista.

Aunque vea que no haces nada y juzgue que esto es indigno, yo reconozco que puede que seas el que traiga una gran sanación al permanecer en calma, bendecido por la Luz de Dios.

Porque es el derecho inalienable de toda vida el elegir su propia evolución y sin reserva ni duda, reconozco tu derecho a determinar tu propio futuro.

Con humildad, me postro ante la comprensión de que, aunque el camino que veo es mejor para mí, no significa que sea también correcto para ti; que lo que yo creo no es necesariamente verdad para ti.

Sé que eres guiado como yo lo soy, siguiendo tu entusiasmo interno por conocer tu propio camino.

Sé que las muchas razas, religiones, costumbres, nacionalidades y creencias en nuestro mundo nos traen una gran riqueza y nos procuran los beneficios y enseñanzas de tal diversidad.

Sé que cada uno de nosotros aprende en nuestra manera única para devolver ese amor y sabiduría al TODO.

Entiendo que si solo hubiese una forma de hacer algo, solo necesitaría haber una persona.

Apreciaré tu luz interna única, te comportes o no de la manera en la que considero que deberías, y aunque creas en cosas que yo no creo.

Entiendo que eres verdaderamente mi hermano y mi hermana, aunque puede que hayas nacido en un lugar diferente y creas en diferentes ideales.

El amor que siento es por absolutamente todo lo que ES.

Sé que cada cosa viva es una parte de la conciencia y siento un amor profundo por cada persona, animal, árbol, piedra y flor, por cada pájaro, río y océano, y por todo lo que es en el mundo.

Vivo mi vida en servicio amoroso, siendo el mejor que yo pueda, haciéndome más sabio en la perfección de la Verdad Divina, haciéndome más feliz, más sano y cada vez más abundantemente gozoso.

Aunque a lo largo del camino puede que me gustes, o sienta indiferencia por ti, o me disgustes, no voy a dejar de amarte, de honrar tu singularidad y de permitirte ser tú.

Esta es la llave de la paz y armonía en nuestras vidas y en nuestras Tierra porque es la piedra central del Amor Incondicional».

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In la k’ech”: Los mayas saludaban con esta expresión, que significa “Yo soy otro tú”;  y contestaban: “Hala Ken”, que significa “Tú eres otro yo”.

LA PARADOJA DE LA VERDAD

Fiesta de la Trinidad 

16 junio 2019

Jn 16, 12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”.

 LA PARADOJA DE LA VERDAD

        El autor del evangelio pone en boca de Jesús la promesa del Espíritu, a quien nombra como Espíritu de la verdad”, que habrá de conducir a los discípulos hasta la “verdad plena”.

     Habitualmente confundimos la verdad con las creencias, sean estas del tipo que sean. Y, en nuestra ignorancia, no es raro que nos sorprendamos diciendo: “Esta es la verdad” o “Yo tengo razón”. Olvidamos que la verdad no puede ser atrapada por la mente, no puede ser pensada ni puede ser pronunciada. Todo lo pensado y hablado –todo lo que puede salir de nuestra boca– son solo construcciones mentales.

          La Verdad desnuda y relativiza las creencias. Y no está más cerca de la Verdad quien más creencias tiene, sino quien más la encarna porque lo es –y la vive en forma de Unidad, de Amor…–. La Verdad no se puede pensar; solo se puede ser; y cuando se es, se conoce. Lo que ocurre es que, como ha escrito Javier Melloni, “todas las religiones corren el riesgo de creer que, en lugar de pertenecer a la Verdad, la Verdad les pertenece”.

         La verdad no puede ser pensada; puede ser vivida. Como dijera Jesús, somos la verdad. Porque la verdad es una con realidad. De ahí que no lleguemos a ella por medio de un conocimiento mental –por reflexión–, sino gracias al conocimiento por identidad: conocemos la verdad porque –y cuando– la somos. Imposible de ser pensada, solo puede ser “sida” y vivida.

         Ese es el motivo por el que la verdad nunca fanatiza, no es proselitista, no sostiene nuestra necesidad de tener razón… La verdad, más bien, nos desnuda y nos silencia y, de ese modo, nos transforma en –siempre la paradoja– aquello que somos.

         Tiene razón el cristiano ortodoxo Paul Evdokimov, cuando presenta al verdadero teólogo como aquel que solo habla de aquello que sabe; por eso mismo, es también alguien que “no especula sino que se transforma”. Donde no hay transformación, no hay verdad: puede haber mucha erudición, muchas creencias, muchos conceptos, mucha información…, pero nada de eso es la Verdad.

           La Verdad nos lleva a reconocer la paradoja que aparece expresada cuando unimos las palabras de Sócrates y las de Jesús: “Solo sé que no sé nada” y “Yo soy la verdad”.

        Cuando reconozco y comprendo que nuestra identidad no es el yo o personaje, sino el Fondo de lo que es, experimento que soy uno con la Verdad. Y en ese mismo instante caigo en la cuenta de que mi mente, en realidad, no sabe nada.

           Es decir, la paradoja se resuelve en cuanto caemos en la cuenta de que, en contra de lo que parece a primera vista, el sujeto de aquellas dos frases no es el mismo. El “yo” que no sabe nada es el yo-mental (el yo separado que la mente piensa que somos); por el contrario, quien afirma ser la Verdad es el “Yo” único que se experimenta como “Yo Soy” –sin añadidos– y que constituye nuestra identidad profunda.

¿Vivo, en la práctica, de manera consciente, esa paradoja?

Semana 9 de junio: LA CIENCIA Y LA REALIDAD

LA CIENCIA MISMA DEMUESTRA QUE LA REALIDAD OBJETIVA NO EXISTE

En 1952, Niels Bohr escribió: «Aquellos que no han entrado en shock cuando supieron de la teoría cuántica es porque no la entendieron». Esto es debido a que la física cuántica estremece completamente la realidad convencional de la física clásica, que sigue dominando en la mente colectiva. Mayormente la teoría cuántica destruye la noción fundamental de la ciencia: que existe una realidad objetiva, independiente de la observación subjetiva. Lo explicó así Werner Heisenberg: «Lo que observamos no es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza expuesta a nuestros métodos de interrogación»

          Seguimos viviendo intelectualmente en un mundo de hace más de 100 años, lo cual no es extraño, ya que lo que postula la física cuántica es realmente radical y va en contra de una noción profundamente arraigada en nuestra percepción: aquella de un mundo sólido separado en un sujeto y un universo de objetos. Pero, como dice José Ignacio Latorre, catedrático de física cuántica en la Universidad de Barcelona: «La ciencia desmonta el prejuicio de una preexistente realidad objetiva y local… La ciencia desmonta esta hipótesis que creíamos sólida. ¡Y con prejuicios… no eres científico!».

          Es un prejuicio lo que hacen la mayoría de los científicos: defender la objetividad de la realidad, algo hasta cierto punto natural pues, por la dureza de la costumbre, es más fácil moverse en un mundo donde se piensa que todas las cosas son sólidas e independientes. Asimismo, abandonar la noción de una realidad objetiva pone en crisis a la ciencia en tanto que coloca en entredicho muchos de sus fundamentos y su aparente poder por sobre las demás formas de conocimiento, esencialmente esa idea de que la ciencia tiene la exclusividad de lo «objetivo», un conocimiento superior que hoy sabemos que es ilusorio. Por otro lado, también es cierto que la física clásica funciona bien en el plano de la realidad ordinaria. Si olvidáramos que las cosas tienen una naturaleza espectral y metiéramos la física cuántica en el clóset, podríamos seguir adelante sin inquietarnos demasiado por la naturaleza fundamental del universo.

          Latorre explica: “La física clásica es determinista, pero todos los experimentos de mecánica cuántica demuestran que venimos del azar. Y nos enseñan humildad: ¡nos dicen que no tenemos derecho a conocer la realidad!… Cada experimento a escala subatómica, cuántica, nos dice que solo podemos captar alguna información (posición, movimiento…) del electrón y de otras partículas, ¡pero no conocer su esencia! En cuanto las miras, inevitablemente las perturbas y alteras… La realidad es un concepto sutil. Existe en la medida en que la miras. Acercarte a conocerla… la condiciona, ¡la crea!”.

         Lo anterior hace referencia al problema de la observación en la mecánica cuántica, algo que llevó a John Wheeler a formular su teoría de un universo participativo, en el cual el cosmos entero existe de manera dependiente de un observador y la información juega un papel primordial. Andréi Linde, uno de los físicos más reconocidos del mundo, nos recuerda esto mismo: “Debemos recordar que nuestro conocimiento del mundo empieza con la percepción, no con la materia. Estoy seguro de que mi dolor existe, porque mi «verde» existe, y mi «dulce» existe. No necesito prueba de su existencia, porque estos eventos son parte de mí; todo lo demás es una teoría”.

        ¿Acaso no es la más grande alucinación, defendida por tantos científicos materialistas, considerar que el mundo está lleno de objetos materiales independientes, de alguna manera autoexistentes, más reales que nuestra propia percepción? Esta noción es paradójicamente metafísica, ya que no podemos comprobar de ninguna manera que existan realmente estos objetos (de los cuales se deriva la objetividad) porque dependemos de nuestra percepción para conocerlos, les proyectamos una realidad metafísicamente.

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