¿PASTORES?

Domingo IV de Pascua

25 abril 2021

Jn 10, 11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas. El asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil, también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre”.

¿PASTORES?

   Para la gran mayoría de nuestros contemporáneos, al menos en nuestro ámbito noroccidental, la imagen del pastor resulta anacrónica, cuando no provoca, además, sarpullidos. En el primer caso, porque nos hallamos muy lejos de aquella cultura agrícola y ganadera en la que nació; en el segundo, porque nos chirrían las imágenes que se mueven en la clave de autoridad/sometimiento, y que arrastran, con frecuencia, una historia de dominación.

 En concreto, la imagen del pastor evoca, por sí misma, la de la oveja y el rebaño. Y el contraste entre ambas hace aflorar en la conciencia de muchos la contraposición entre autoritarismo, por un lado, y sumisión y alienación (borreguismo), por otro.

 A partir de la modernidad, la autonomía resulta un valor irrenunciable para el ser humano, que ha hecho suya la denuncia de Kant contra los “tutores” y su llamada a la “mayoría de edad”, expresada en el grito “Sapere aude” (atrévete a conocer por ti mismo).

 Parece indudable que la imagen del “pastor” -como, en otros casos, la del “gurú” o del “maestro”- sirvió de pretexto para justificar abusos de diverso tipo, todos ellos basados en el poder que aquellas mismas imágenes otorgaban.

  La experiencia y el mayor conocimiento de la condición humana nos han hecho ver que también los pastores, gurús y maestros tienen su zona de sombras. Y que el hecho de querer negarlas o disimularlas no logra sino convertirlas en más peligrosas.

 Todos somos maestros y discípulos. Todos nos hallamos en un proceso de aprender. Podemos, sin duda, reconocer a personas que nos ayudan y que despiertan lo mejor de nosotros mismos. Pero no será porque se impongan y se empeñen en conducir nuestro camino, sino porque, siendo humildes y transparentes, nos remiten a nuestro propio “maestro interior”.

 No necesitamos pastores, sino compañeros de camino, acompañantes lúcidos y humildes, compartiendo aquello que a cada cual se nos ha regalado experimentar.

¿Escucho y sigo a mi maestro interior?

MIEDO Y PAZ

Domingo III de Pascua

18 abril 2021

Lc 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y cómo reconocieron a Jesús en el partir el pan. Mientras hablaban, se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: “Paz a vosotros”. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: “¿Por qué os alarmáis?; ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tenéis ahí algo que comer?”. Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse”. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto”.

MIEDO Y PAZ

 En principio, el miedo es un componente de nuestro propio sistema biológico. Constituye una señal que nos alerta de algún peligro o amenaza, con lo cual nos predispone para hacerle frente, a través de los conocidos mecanismos de huida, ataque o congelación.

 Sin embargo, todo se complica por dos motivos: por un lado, porque el cerebro no distingue las amenazas reales de las imaginarias; por otro, porque la mente pensante es una fábrica incesante de pensamientos, preocupaciones y, en no pocos casos, de peligros que únicamente existen en ella.

 Más allá de aquellos factores que, fruto de la propia psicobiografía, son la causa del miedo mental, podría decirse que el miedo es hijo de la ignorancia, de la misma manera que la paz es hija de la comprensión.

 La ignorancia es desconocimiento de nuestra verdadera identidad y, en la misma medida, creencia de estar separados de la vida. O por decirlo brevemente: ignorancia es sinónimo de consciencia de separatividad. A partir de esta creencia, el miedo es tan inevitable como imposible de superar.

 La comprensión nos hace salir de aquella ignorancia mental al reconocer que somos uno con la vida. Más allá de la “apariencia” del yo, somos Aquello que está “detrás” de él, lo que es consciente de él y de las formas que lo acompañan. La comprensión de lo que somos es fuente de paz: lo que somos es uno con todo lo que es y se halla siempre a salvo. Nuestra peripecia existencial podrá atravesar circunstancias de todo tipo, pero lo que somos se halla siempre a salvo. Quien sabe que es vida ha encontrado la fuente de la paz.

¿Qué ocupa más espacio en mí: el miedo o la paz?

Semana 11 de abril: LA FÍSICA CUÁNTICA Y EL TIEMPO // Carlo Rovelli

Entrevista de Lluís Amiguet a Carlo Rovelli, en La Contra, de La Vanguardia, 23.07.2020.

https://www.lavanguardia.com/lacontra/20200723/482471796474/somos-vibraciones-fugaces-entre-billones-de-estrellas.html

Carlo Rovelli, que concibió la física cuántica de bucles, publica el libro ‘¿Y si el tiempo no existiera?’.

“Somos vibraciones fugaces entre billones de estrellas”.

Querer saber o creer saber

  • Doctor Rovelli: ¿cree saber y envejece o quiere usted saber y rejuvenece?
  • Para empezar, con los años tengo menos ganas de romperlo todo. Pero yo creo que es al revés: son los jóvenes quienes creen que ya lo saben todo. Porque los mayores hemos ido descubriendo que no sabíamos nada. Cuando era joven, estaba mucho más seguro de mis opiniones. Pero no pierdo la curiosidad. Tengo el problema opuesto: debo esforzarme para contenerla; porque si no, leería todo, iría a todas partes y hablaría con todo el mundo y no acabaría nada. Por eso, a menudo, me sorprendo a mí mismo leyendo un libro que no tiene nada que ver con lo mío y me regaño: “Carlo, para ya, no puedes aprenderlo todo. Deja estar el librito”.

Describa el universo en cinco líneas.

Gran reto. El universo es un lugar inmenso y misterioso, lleno de maravillas insólitas y de una rara belleza. En él hay explosiones gigantescas, arabescos primorosos y arco iris con billones y billones de galaxias y billones y billones de estrellas. Cerca de una de esas estrellas se emiten unas vibraciones fugaces entre tantas: nosotros. Somos nosotros con nuestras ideas, sueños, alegrías y penas y nuestra contemplación atónita de la inmensidad. Somos apenas un destello.

Pero somos.

Somos y queremos saber.

¿Y si el universo fuera un caos del que no podemos saber más de lo que sabemos?

Todo es posible. Pero tendría guasa que fuera precisamente ahora el momento en que ya hemos comprendido todo lo que puede ser comprendido y que nos hubiéramos dado cuenta de que no podemos comprender más. Parece más probable que estemos en la misma situación de siempre: hay cosas que ya hemos entendido y otras que son difíciles de entender, pero las entenderemos.

¿Cuándo?

Es una pregunta que en puridad científica quiere decir también ¿dónde?

¿Por qué?

Mire: ahora tengo dos relojes: uno arriba y otro abajo. Son relojes que cuestan miles de euros por su exactitud. Pues bien, en el reloj de arriba el tiempo pasa más lento que en el de abajo. Y eso es una constatación de lo que observo ahora mismo; no es ninguna teoría.

¿El reloj de arriba está atrasado?

No. Está en otro lugar, es decir, otro tiempo. Otro lugar es otro tiempo. Si ahora pasáramos cerca de una estrella muy densa, el tiempo transcurriría más despacio hasta detenerse; y si nos acercáramos a un agujero negro, tan denso que lo absorbe todo, incluso la luz, el tiempo se detendría; el tiempo dejaría de transcurrir. El “ahora” es una dimensión tan local como el “aquí”; no es global.

¿Por qué nos cuesta tanto entenderlo?

También costó mucho a los clásicos entender que la Tierra giraba, porque sus ojos les decían que estaba quieta. Y hoy, desde cualquier satélite, la vemos girar en el espacio.

Hoy solo hay que creer a tus ojos.

Y, cuando un padre coja una nave espacial y cuando vuelva tras toda una vida de viajes, vea que su hijo es más viejo que él, nos daremos cuenta de que el tiempo es diferente en cada lugar. Y nos lo dirán nuestros ojos.

¿Estamos inmersos en espacio-tiempo?

Piense en una medusa hecha de espacio-tiempo que tiembla y se agita: nosotros estamos dentro. Si nos movemos, cambiamos de espacio y tiempo. Los militares que enviaron los primeros satélites GPS no se lo creían. Y pusieron en ellos dos medidores. El suyo, aún newtoniano; y el otro, con las correcciones de la relatividad de Einstein.

Menos mal.

Sí, porque ahora puede saber dónde está en su móvil gracias a los cálculos de Einstein.

¿Podría entonces ahora estar muerto arriba y vivo abajo?

Eso ya es cuántico. La mecánica cuántica demuestra que las partículas elementales no están aquí, sino que pueden estar aquí y allá.

¿Lo que es está en dos sitios a la vez?

Porque las partículas de la materia que también nos forma a nosotros no están quietas en un sitio, sino que son saltos de una interacción a otra.

¿Pero por qué la realidad parece fija?

Es otra ilusión, como la de ver a la Tierra plana y quieta cuando gira. Es como un lago, que nos parece quieto, pero al microscopio veremos que está hecho de moléculas en constante agitación.

Eso suena muy hippy.

Es que el universo no está hecho de materiales sólidos regidos por leyes invariables, sino de ondas, vibraciones, energías que interactúan constantemente. Hoy intentamos aunar la relatividad y la cuántica. Y yo participé en la teoría de bucles que lo explica.

¿El universo es tan feo como en el modelo estándar con docenas de partículas?

A mí ya me parece armónico que cuanto vemos sea la combinación de solo unas docenas de partículas. Pero, sí, tal vez alguien un día encuentre un orden en ellas. Yo trabajo ahora en la comprensión de las propiedades cuánticas de espacio y tiempo. Aunque es cierto que la teoría general de la relatividad es más bella que el modelo estándar y es una de mis razones para trabajar en ella.

¿Se le ha hecho largo el confinarse?

No confundamos el tiempo de nuestra percepción con el de la física.

¿El dinero público para buscar vida extraterrestre mejor gastarlo en otra cosas?

Nuestra galaxia es tan inmensa que es muy improbable que la vida en la Tierra sea algo único o siquiera especial. Encontrar vida extraterrestre sería tan relevante, al menos, como los descubrimientos de Copérnico o Darwin. Invertir en descubrirla es mucho más rentable que la mayoría de investigaciones científicas en curso.


Libros de Carlo Rovelli:

  • Siete breves lecciones de física.
  • La realidad no es lo que parece. La estructura elemental de las cosas.
  • El orden del tiempo.

¿CREER?

Domingo II de Pascua

11 abril 2021

Jn 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de sus clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomas: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”. Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

¿CREER?

 Los relatos de apariciones tienen por objeto alimentar y sostener la fe de los discípulos en la presencia de Jesús resucitado. Son, por tanto, construcciones catequéticas, adaptadas a cada comunidad, elaboradas con aquel objetivo. En ese sentido, constituyen textos fundacionales que habrían de marcar el recorrido de las comunidades.

 El hecho de que sean catequesis obliga a hacer una lectura de las mismas en clave simbólica. No tratan de narrar una crónica histórica, sino de transmitir un contenido de fe o creencias.

 Lo que ocurre es que, en nuestra cultura, las creencias no gozan de mucha credibilidad. Hemos aprendido que todas ellas son construcciones mentales y que tienden a absolutizarse con demasiada facilidad, con el peligro que ello comporta.

 A través de ellas, los humanos han tratado de alcanzar seguridad, aliviar sus miedos y fortalecer su sentido de pertenencia a un grupo. Cumplían, por tanto, una función psico-social de primer orden. Pero los riesgos no eran menores: separación, enfrentamiento, cerrazón, dogmatismo, fanatismo, proselitismo…

 Al reconocer que son solo constructos mentales, quedan automáticamente relativizadas. Dejamos de “poner la fe” en ellas y, como mucho, las entendemos como “mapas mentales” que apuntan a algo que trasciende la mente y que habremos de verificar en nuestra experiencia. Porque, si contienen verdad, necesariamente están hablando de todos nosotros. Y eso es precisamente lo que nos invitan a buscar: la verdad de lo que somos…, más allá de las ideas o creencias que tenemos. Con lo cual, no es extraño que a lo largo del camino veamos cómo van cayendo todas ellas. Y, al caer, nos queda una única certeza: la certeza de ser.

 Se produce entonces un fenómeno paradójico y sumamente ilustrativo: al caer las creencias, crece la libertad interior y la lucidez. Como si hubiera caído un corsé que nos constreñía y eso nos hubiera permitido iniciar un camino de autoindagación.

¿Qué valor doy a las creencias?