VER LO QUE SOMOS

Fiesta del Bautismo de Jesús

7 enero 2024

Mc 1, 7-11

En aquel tiempo proclamaba Juan: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, mi predilecto”.

VER LO QUE SOMOS

En el marco de la religión teísta, la mejor noticia que un ser humano puede escuchar es la de ser proclamado por Dios mismo como “su hijo amado”. Recuerdo que, cuando mi marco era ese, podía orar durante días, centrando toda mi atención en esa expresión, que dejaba reverberar dentro de mí: “tú eres mi hijo amado”, en la convicción de que esas palabras estaban definiendo mi identidad más profunda. Porque, en tal marco, ¿podría haber algo que superara esa afirmación?

Al superar el teísmo, no he perdido nada de aquella vivencia. No solo no he perdido, sino que, en mi experiencia personal, sé que todo se ha enriquecido. Lo único que ha cambiado ha sido el paradigma o, si se prefiere, el mapa mental con el que leo la realidad.

Si antes me veía “hijo amado de Dios”, ahora veo que la divinidad no es algo o alguien separado, sino justamente Eso -plenitud de vida y de amor- que nos constituye en nuestra verdadera identidad.

No somos un yo amado por Dios -aunque nuestra mente tienda a leerlo de ese modo-, sino la misma divinidad expresándose o experimentándose en un ser humano particular.

El Maestro Eckhart, uno de los más grandes místicos de la tradición cristiana, distinguía entre “Deus” (Dios) y “Deitas” (Deidad). El primero es el dios pensado, “personal”, aquel a quien el fiel se dirige, a quien le habla, a quien ora, en quien confía… Pero tal dios no puede sino poseer muchos rasgos antropomórficos ya que, en cierto modo, está siendo creado a imagen de quien se dirige a él. Por el contrario, el término “Deitas” hace referencia a Eso que no puede ser pensado: “El único Dios verdadero -decía Margarita Porete, otra mística, contemporánea del Mestro Eckhart- es aquel del que nada puede pensarse”. Eso que no puede ser pensado, porque no es objeto, es justamente lo que somos, el Fondo último de todo lo que es. Y lo “vemos”, nos vemos, al acallar la mente.

PARA ESTAR SIN LÍMITES // Esther Fernández Lorente

(Gracias, Esther, por tus palabras inspiradas y tu cercanía amorosa).

Pensé que te habías ido
al ver rotos los barrotes de la jaula
donde te guardaba la vida.
Pensé que habías volado
a otro lado, a otro espacio
y que al decir tu nombre
solo quedaría el eco de mi voz
vibrando en el viento sin respuesta.
Pensé que no te vería
ya más, nunca más entre los árboles
cansados y firmes de la tarde
ni entre las flores luminosas del alba.

Pensé que te habías ido
y lloré tu vuelo, tu silencio,
la oscuridad de tu rostro.

Pero hay pájaros que te cantan
en cada ventana, batiendo
sus alas hacia lo alto,
donde han anidado,
más allá de nuestra pena.
Hay voces que te dicen y te repiten
como cantos de sirena
que nos recuerdan el camino a casa.
Y una gran luz traspasa
las simas de nuestros pozos,
excavados con paciencia y verdad,
la luz de la ternura
en la que te vemos,
acompañando nuestros pasos.

Pensé que te habías ido.
¡Qué ingenuidad!
Se rompió la jaula y alzaste el vuelo
para estar más alto, más hondo,
sin límites,
vibrando con la vida,
en lo que sentimos, oímos y miramos.

                                         Esther Fernández Lorente.

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«ESTO TAMBIÉN PASARÁ» (Cuento sufí)

(El cambio de año nos hace caer en la cuenta de que todo pasa).

“Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte: – Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total… Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada. El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:
-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación y estés al límite.
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino…
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARA”.
Mientras leía “esto también pasará”, sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.
El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes… y él se sentía muy orgulloso de sí mismo, de su reconquista y de salir airoso, paseando altivo y satisfecho en su carro ante sus súbditos y tropas.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: -Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
-Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero. El rey abrió el anillo y leyó otra vez el mensaje: “ESTO TAMBIÉN PASARÁ, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero entonces el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.
Otra vez volvió a hablar el anciano y le dijo al rey:
-”Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas…”

IRSE EN PAZ

Fiesta de la «Sagrada Familia»

31 diciembre 2023

Lc 2, 22-40

Cuando llegó el tiempo de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor (de acuerdo con lo escrito en la Ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor») y para entregar la oblación (como dice la Ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones»). Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres (para cumplir con él lo previsto por la Ley), Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel”. José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: “Mira: Este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma”. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana: de jovencita había vivido siete años casada, y llevaba ochenta y cuatro de viuda; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

IRSE EN PAZ

El anciano Simeón, en este relato, es la representación del hombre sabio que, porque ha “visto”, puede decir con toda serenidad: “Ya me puedo ir en paz”. En un lenguaje teísta, el evangelista Lucas pone en boca de ese anciano que “mis ojos han visto a tu Salvador”, luz y gloria del pueblo.

Pero, ¿qué es el salvador, la luz y la gloria, sino aquello mismo que somos en nuestra verdadera identidad? Dejándonos llevar por el mecanismo de la mente y por lo que es posible plantear desde un nivel mítico de consciencia, creímos que podíamos ser salvados “desde fuera” por obra de alguien todopoderoso.

Pero la salvación no viene de fuera. Salvación, en latín, se dice salus y significa la salud plena, en todos los niveles: físico, mental, emocional, espiritual, planetario, universal. Es otro nombre de la plenitud que define lo realmente real, lo que es y lo que somos.

Entendida como viniendo desde fuera, la salvación sería fuente de alienación, en tanto en cuanto dependerías de otro para tu propia realización. Ese es el modo infantil de ver la realidad: el niño, en cuanto pura necesidad e impotencia, sabe que tiene que ser “salvado”, socorrido, desde fuera, absolutamente para todo.

Afirmar que no podemos ser salvados desde fuera no significa apostar por una actitud de orgullo o de autosuficiencia, como suelen pensar teólogos y personas religiosas. Porque en ningún momento se afirma que el sujeto de la salvación sea el pequeño yo. Dicho con más claridad: la salvación no es “algo” que el yo consiga; justamente al revés, es lo que somos, más allá del yo. Y lo descubrimos y lo vivimos solo en tanto en cuanto dejamos de identificarnos con nuestro yo. Es entonces cuando vemos la “salvación” y sentimos que podemos “irnos (vivir siempre) en paz”.

LA REALIDAD MATERIAL NO EXISTE // José Manuel Nieves

Demuestran por primera vez en laboratorio que la realidad no existe.
Se trata de la primera vez que un laboratorio real pone a prueba las extrañas teorías de la Mecánica Cuántica sobre el mundo que nos rodea.

José Manuel Nieves, en ABC, 06.03.2019.
https://www.abc.es/ciencia/abci-demuestran-laboratorio-realidad-objetiva-no-existe-201903041518_noticia.html

En nuestro mundo, la realidad es algo mucho más complejo y lleno de matices de lo que parece. De hecho, podríamos decir sin miedo a equivocarnos que los hechos objetivos no existen. La afirmación puede parecer extraña, pero un reciente experimento de Física Cuántica acaba de demostrar que la naturaleza misma de la realidad no es objetiva, sino que depende de quién esté mirando.

Bajo la dirección de Alessandro Fedrizzi, de la Universidad británica de Heriot-Watt, un equipo de investigadores ha conseguido, por primera vez, llevar a un laboratorio las viejas ideas teóricas sobre la esquiva naturaleza del universo cuántico, que constituye la base misma de todo lo que nos rodea pero que se rige por una serie de leyes muy diferentes de las que gobiernan el mundo a escala macroscópica. Los resultados, recién publicados en Arxiv.org, tienen profundas implicaciones sobre nuestra percepción de «lo que es real».

«El método científico -escriben los autores en su artículo- se basa en hechos, establecidos mediante mediciones repetidas y acordados universalmente, independientemente de quién los haya observado. Pero en la mecánica cuántica, la objetividad de esas observaciones no resulta tan clara».

El experimento involucra a cuatro observadores diferentes: Alice, su amiga AmyBob y su amigo Brian. La cosa empieza con Amy y Brian dentro de sus respectivos laboratorios. Una fuente externa, que no se encuentra en ninguno de los dos laboratorios, genera un par de fotones entrelazados. (El entrelazamiento cuántico es una suerte de «comunicación instantánea» según la cual, si dos partículas están entrelazadas, lo que le suceda a una será inmediatamente conocido por la otra, independientemente de la distancia a la que se encuentren).

La fuente externa, pues, envía uno de los dos fotones entrelazados a Amy y el otro a Brian. A continuación, Amy crea en su laboratorio un segundo par de fotones entrelazados: uno de sistema y otro de prueba. Amy utiliza el fotón de prueba para medir el estado del fotón que recibió de fuera del laboratorio, e imprime el resultado en el fotón de sistema a través de entrelazamiento cuántico. En los anteriores experimentos teóricos, la medición de Amy solo se almacena en su memoria. Pero en el experimento real de los investigadores, el resultado se almacena en el fotón de sistema, lo que le convierte en «el observador».

Una vez que Amy ha llevado a cabo sus mediciones, envía tanto el fotón original (el que recibió de fuera) como el de sistema a su amiga Alice. En este punto, Alice puede hacer dos cosas: O bien medir por su cuenta el fotón que llegó de fuera, (medición A0) que sería algo similar a preguntarle a Amy por sus resultados, o bien dejar que los dos fotones recibidos interfieran entre sí y hacer sus propias mediciones sin preguntar nada a Amy (medición A1).

Mientras tanto, Brian está haciendo exactamente lo mismo con el otro fotón original, y Bob, que está en su propio laboratorio, tiene las mismas opciones que Alice para conocer los resultados de Brian: o bien preguntarle (B0), o bien medirlos por sí mismo (B1).

Si todo esto parece confuso, la lógica subyacente puede parecerlo aún más. De hecho, según la Mecánica Cuántica, los resultados A1 y B1 (los establecidos por su cuenta por Alice y Bob en sus laboratorios) podrían estar en desacuerdo con A0 y A1 (los establecidos por Amy y Alice). Y esto, que parece una locura, se puede verificar fácilmente ejecutando una y otra vez el experimento, con Alice y Bob haciendo sus elecciones al azar y calculando después las probabilidades promedio de los resultados.

¿Existen los hechos objetivos?

Según explican los investigadores, el proceso implica hacer tres suposiciones diferentes. La primera es que Alice y Bob tienen completa libertad para elegir cómo hacen sus mediciones. La segunda es que la elección de Alice no influye en los resultados de Bob y viceversa. Y la tercera, que en el mundo existen hechos que son independientes del observador. En palabras de Fedrizzi, «los datos que se obtienen tras una medición concreta deberían ser objetivos, un hecho en el que todos los observadores deberían ponerse de acuerdo».

Si las tres suposiciones fueran correctas, el cálculo de probabilidades no debería ser superior a 2. Pero el experimento real arrojó un valor de 2,47. Lo cual implica que los tres supuestos anteriores, o por lo menos alguno de ellos, son erróneos.

Según los experimentos teóricos anteriores, incluso si asumimos como correctos los dos primeros supuestos, los resultados contradictorios pueden seguir produciéndose. Por eso, según Fedrizzi, «una forma natural de resolver la cuestión es considerar que no existen hechos objetivos». En decir, que el tercer supuesto es falso.

El experimento podría tener inmensas implicaciones en nuestra comprensión de la auténtica naturaleza de la «realidad cuántica», que depende en gran medida de cómo interpretemos las teorías. Según Fedrizzi y sus colegas, su trabajo favorece las interpretaciones que sostienen que los resultados de todos los experimentos son subjetivos.

Al mismo tiempo, el experimento cuestiona también los principios generales de la famosa interpretación de Copenhague, según la cual las propiedades de un sistema cuántico no existen hasta que son observadas, momento en el que se convierten en realidades objetivas, iguales para todo el mundo. El trabajo de Fesdrizzi y sus colegas niega incluso la interpretación de los universos paralelos, según la que todos los resultados posibles de una medición concreta son reales y objetivos, pero cada uno en un Universo diferente.

Se trata, como se ha dicho, de la primera vez que los trabajos teóricos del pasado sobre la naturaleza de todo lo que existe se llevan a un laboratorio real. ¿Existe una realidad objetiva? El experimento sugiere con fuerza que no. Ahora, saque sus propias conclusiones…

«NO TEMAS»

Domingo IV de Adviento

24 diciembre 2023

Lc 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando a su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracias, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres”. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”. María contestó: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y la dejó el ángel.

“NO TEMAS”

En un mundo en el que parece que las amenazas se multiplican y el miedo se propaga y amplifica, es bueno volver al silencio de la mente para escuchar en nuestro interior la voz que dice: “No temas”.

En otro tiempo, las personas pensaban que esa voz provenía de un dios separado que, como buen “padre”, cuidaba de nosotros e iba dirigiendo la barca de nuestra existencia. Era una forma de expresarlo. Sin embargo, el cambio cultural y, en particular, la revolución cognitiva que caracteriza a nuestro tiempo, va haciendo caer aquellas imágenes, potentes en otro tiempo, pero disonantes en el nuestro.

La voz que nos invita a no tener miedo -a confiar- no viene de ningún dios ni se dirige a alguna persona «elegida». Es una voz que nos habita y que se halla disponible para nosotros en todo momento. Solo precisamos estar atentos a ella, acallando el ruido mental y permaneciendo en silencio.

No tienes que creer nada, puedes experimentarlo por ti mismo. Si en este mismo momento, tu mente entra en silencio, ¿queda algún miedo? Claro que existen amenazas objetivas de las que necesitamos protegernos. Y el miedo es una alarma valiosa que nos avisa y previene. Pero no estoy hablando de esas amenazas objetivas ni de esos miedos saludables. Me refiero al miedo enfermizo que nos hace vivir asustados y temerosos. Este miedo es creado por la mente, se alimenta a sí mismo y construye escenarios fantasmagóricos que nos terminamos creyendo y que envenenan toda nuestra existencia y nuestras relaciones.

Frente a este tipo de miedos, nuestro maestro o maestra interior nos sigue repitiendo: “No temas”. No temas, porque lo que realmente eres se halla siempre a salvo.