¿QUÉ ES LA REALIDAD? // Eduardo Martínez de la Fe

Eduardo Martínez de la Fe, en Levante, 2 de enero de 2023.
https://www.levante-emv.com/tendencias21/2023/01/02/cientificos-abren-nueva-mentalidad-comprension-80602111.html

Los científicos se abren a una nueva mentalidad para la comprensión del universo.
Asumen que la realidad es demasiado compleja y aceptan conocerla sin llegar a entenderla completamente.

 

La ciencia está alcanzando un nuevo momento en su exploración del mundo: asume que la realidad es ajena a la comprensión humana y se propone abordar el conocimiento del universo renunciando a la pretensión de conocerla en toda su complejidad.

Estrenamos un nuevo año y todavía no sabemos lo que es la realidad, entendida como la base material de todo lo que existe.

Después de un siglo de deliberaciones, ahora estamos pensando que lo mejor es no solo abandonar la pretensión de conocer a fondo lo que llamamos realidad, sino también que debemos abordar el estudio de los mayores misterios del universo desde otra perspectiva.

En ese sentido, podemos decir que estamos reviviendo un momento parecido al que vivimos a comienzos del siglo XX, cuando la mecánica cuántica revolucionó nuestra manera de conocer y de comprender al mundo. Esa otra perspectiva es la clave del nuevo momento científico.

Cambio de paradigma

Hasta comienzos del siglo pasado, pensábamos que el universo era real, es decir, que existía por sí mismo, sin depender de ningún observador, y que al mismo tiempo era determinista y completamente predecible: podemos saber con precisión matemática cuándo y cómo será el próximo eclipse solar, por ejemplo.

Sin embargo, la mecánica cuántica alteró profundamente esa visión del mundo: los ladrillos del universo real (los átomos) fueron sustituidos por ondas de realidad que resultaban etéreas e inalcanzables.

Nos demostraron que las leyes físicas que las gobiernan no son locales, reales ni deterministas. Las ondas de realidad también tienen leyes, pero no tienen mucho que ver con las leyes de la física clásica.

Incluso en ocasiones las leyes cuánticas son contradictorias, como que el gato imaginario de Schrödinger puede estar vivo y muerto a la vez, hasta que abrimos la caja en la que lo habíamos encerrado con leche y veneno.

Cien años de dudas

Esto nos ha llevado a plantearnos qué es lo verdaderamente real, pero un siglo después de que el físico francés Louis-Victor de Broglie planteara la naturaleza ondulatoria de la materia, todavía no tenemos una respuesta clara.

Hemos formulado algunas hipótesis, pero sin poder alcanzar una conclusión clara. Según la hipótesis más famosa, conocida como la interpretación de Copenhague, la realidad es indeterminista y en ocasiones ha considerado incluso que es producto del observador: el gato estará vivo o muerto según lo que determine Schrödinger al abrir la caja.

La interpretación de Everett propone que todos los posibles resultados de las mediciones cuánticas se realizan físicamente en algún otro «mundo» o universo. Por lo tanto, la realidad es determinista, pero no se puede describir si no incluimos en la ecuación un mundo infinito de universos paralelos, en los que la realidad prolonga su pluralidad de versiones más allá de la percepción humana.

Una tercera interpretación propone también que la realidad es determinista y realista, y explica las paradojas no resueltas con la teoría de las variables ocultas, cuya defenestración fue galardonada en 2022 con el Premio Nobel de Física otorgado a Alain Aspect, John Clauser y Anton Zeilinger.

Resignación científica

Pero, a pesar de estas sofisticadas teorías, seguimos sin saber lo que es la realidad: solo podemos conformarnos con considerarla no como algo objetivo (realista), sino como la descripción posible que podemos obtener de la observación de lo que pasa en el mundo.

Das Sarma, que figura entre los físicos más citados de este siglo, nos recordaba al respecto hace unos días que las leyes físicas son solo descripciones matemáticas que reflejan lo que sabemos, no necesariamente cómo es en realidad el mundo.

Lee Smolin, fundador del Perimeter Institute for Theoretical Physics de Ontario, plantea en un reciente libro (Penguin Press, 2019), que la idea de que existe una realidad fundamental, objetiva e independiente del observador, es una suposición sin evidencia consistente, basada solo en nuestra intuición. Es lo que sugiere también en su último libro (De Laetoli a la Luna, Barcelona 2022) el neurocientífico Javier de Felipe.

Paradoja normalizada

Suponemos incluso, como plantea el astrofísico Ethan Siegel en Big Think, que el Universo podría ser intrínsicamente paradójico, es decir, podría por una parte ser real y al mismo tiempo estar estrechamente vinculado a la percepción humana.

Una investigación del año 2020, desarrollada en la Universidad Griffith, en Australia, parece confirmarlo porque ha determinado que la realidad puede fragmentarse en diferentes partes y ofrecer una perspectiva única para cada observador, sin perder por ello su validez universal.

Siegel concluye que no es necesario optar por una u otra aproximación, sino asumir que la realidad es así de paradójica, un planteamiento que evoca a su vez al filósofo Bertrand Russell (1872-1970), capaz de encontrar lo relativo en lo que parecía absoluto.

En consecuencia, según este planteamiento, debemos continuar en nuestra exploración del universo asumiendo que no tiene por qué responder a nuestras expectativas humanas.

Nueva perspectiva

Siegel considera que lo único que hacen nuestras expectativas es otorgar una perspectiva estética a la realidad: objetivamente no hay necesidad de ninguna interpretación sobre su naturaleza.

Puede que esta nueva perspectiva sea la clave del nuevo momento con el que la ciencia básica arranca ahora un nuevo año, que promete novedades interesantes sobre los orígenes del universo, como presagia el telescopio James Webb, y tal vez también sobre la nueva física, tal como prometen el CERN y las perspectivas abiertas por la fusión nuclear controlada.

Esa nueva física está llamada a replantear o ampliar el Modelo Estándar de la física de partículas que describe la estructura fundamental de la materia, asumida más como ondas de probabilidad que como mosaicos del universo.

Resulta paradójico que el Modelo Estándar en el que tanto hemos confiado desde los años 70 del siglo pasado para comprender el universo, sea al mismo tiempo el origen de nuestras mayores dudas sobre la naturaleza última de la realidad.

Unas dudas que, según Descartes, serían el principio de la sabiduría.

LA SAL DA SABOR SIN SABERLO

V Domingo del Tiempo Ordinario

5 febrero 2023

Mt 5, 13-16

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”.

LA SAL DA SABOR SIN SABERLO

La sabiduría que contienen las metáforas de la sal y de la luz radica en que ponen el acento en la desapropiación: la sal da sabor y la luz ilumina sin hacer ningún esfuerzo, sin proponérselo y sin presumir de ello. Y, sin embargo, son eficaces: si está en buen estado, la sal no puede sino dar sabor; si está encendida, la luz no puede sino alumbrar.

Todo se tergiversa cuando las palabras de Jesús se leen -como en tantas otras ocasiones- en clave moralista y voluntarista. Tal lectura da lugar a proclamas del tipo: “tenemos que ser sal, tenemos que ser luz”… El voluntarismo y la apropiación, incluso cuando nacen de la mejor voluntad, constituyen un alimento jugoso para el ego, que se fortalece así incluso con lo más sagrado.

¿Qué da sabor a nuestras vidas?, ¿qué las ilumina? Tal vez nos ayude a descubrirlo volver la vista hacia atrás y preguntarnos qué ha sido aquello que ha aportado sabor y luz a nuestra existencia. Seguramente nos aparecerán rostros con calidad de presencia amorosa que, sin aspavientos, supieron vernos, acogernos, escucharnos, ayudarnos, hablarnos…, sin ni siquiera ser conscientes de todo lo que nos estaban aportando en ese momento.

Si bien es cierto que no pueden separarse -de la misma manera que no puede separarse la sal del sabor-, parece claro que el acento no está en el hacer, sino en el ser. Y cuando es así, todo lo demás “se nos dará por añadidura”, diría el mismo Jesús.

Todo consiste en ser: en vivir en conexión y en coherencia con lo que somos en profundidad. Acallando los ruidos de la mente y las apetencias del ego, nos dejamos escuchar la voz del anhelo que clama en nuestro interior. Silencio del ego, aceptación, gratitud, paz, unidad: esas son las señales que nos permiten ver si estamos en el “buen lugar”, en el lugar donde -aunque no lo sepamos- somos sal y luz.  

¿Desde dónde me vivo?

PARA VIVIR CON SABIDURÍA

IV Domingo del Tiempo Ordinario

29 enero 2023

Mt 5, 1-12

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.   

 PARA VIVIR CON SABIDURÍA

Si en el evangelio de Lucas (6,20-23) las bienaventuranzas se referían a situaciones -de pobreza, de hambre, de llanto-, Mateo las transforma en actitudes, es decir, en opciones sabias que garantizan vivir con acierto y sentido.

En concreto, cada una de las ocho bienaventuranzas recogidas en este evangelio aborda y responde a un cuestionamiento humano fundamental: seguridad, dolor, fuerza, deseos, amor, paz, coherencia, fidelidad. Siguiendo el orden de las mismas, podrían enumerarse, de modo sintético, tanto los cuestionamientos como las respuestas que proponen:

1ª      ¿Dónde pones tu seguridad? Serás feliz cuando comprendas que no eres el yo; cuando no te identifiques ni te reduzcas a él.

2ª      ¿Qué haces con el dolor, el tuyo y el de los demás? Serás feliz cuando te reconcilies con la realidad del dolor y lo vivas con sabiduría.

3ª      ¿Dónde sitúas la fuerza? Serás feliz cuando no pretendas controlar todo.

4ª      ¿Qué haces con los deseos? Serás feliz cuando te liberes del apego.

5ª      ¿Para qué vives? ¿Para el amor o para tu propio gusto y tu propia imagen? Serás feliz cuando vivas el amor y la entrega.

6ª      ¿Dónde encuentras la paz?, ¿cómo la construyes? Serás feliz cuando encuentres en ti el lugar de la paz.

7ª      ¿Eres coherente con tu vida?, ¿eres una persona íntegra? Serás feliz cuando vivas en transparencia.

8ª      ¿Qué guía tu vida: la fidelidad o la conveniencia? Serás feliz cuando seas fiel a ti mismo/a.

Es significativa la convergencia de las personas sabias a la hora de formular sus propuestas. Hasta el punto de llegar a utilizar las mismas palabras. No es extraño: toda propuesta sabia nace de la comprensión. No de un mero “entender” mental o conceptual, sino del “comprender” experiencial o vivencial que nace del silencio de la mente y, gracias a él, del saboreo de lo que somos.

Solo la comprensión puede orientar nuestra vida. Por cierto, el término “orientar” significa guiar hacia oriente, hacia el este, es decir, al lugar de la luz. Por eso es el camino que nos permite “volver a casa”.

¿Cuáles son las claves que orientan mi vida?

DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ

III Domingo del Tiempo Ordinario

22 enero 2023

Mt 4, 12-17

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el Profeta Isaías: “País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”. Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”.  

 

DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ

El profeta y poeta Isaías anhelaba la luz que disipara las tinieblas de su pueblo. Y los seguidores de Jesús identifican esa luz con la persona de su Maestro.

Durante mucho tiempo, los humanos pensaban que la luz, como la salvación, habría de llegarnos desde “fuera”. Lo cual casa bien con el nivel mítico de consciencia e incluso con nuestras primeras experiencias infantiles: al niño no le cabe otra cosa que esperar todo de los demás.

Sin embargo, ni la luz ni la salvación nos llegarán desde fuera. Esto no niega que haya personas, del presente y del pasado, que nos ayuden a “abrir los ojos”, gracias a la verdad, bondad y belleza que supieron encarnar en sus personas. Pero la luz no se halla fuera, por cuanto constituye la esencia última de todo lo que es. El fondo de lo real y nuestro propio fondo es luz. Acertaron, por tanto, aquellos sabios que designaron lo realmente real como “Dios” (de “dev” = luz o luminosidad). Y lo expresa admirablemente el Jesús del cuarto evangelio cuando proclama: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12).

Porque la luz no es “algo” que tengamos; es lo que somos, o mejor aún, aquello que nos está haciendo ser, aquello que se despliega en nosotros. Lo que ocurre es que, con demasiada frecuencia, la luz se ve cegada para nosotros mismos, como consecuencia de nuestro sufrimiento no resuelto -que nos encierra en nosotros mismos- y de nuestra ignorancia -que nos impide ver-.

Ignorancia no es falta de inteligencia. Ignorancia es no saber qué somos. Por eso, equivale a oscuridad, confusión y sufrimiento. Solo la comprensión -el comprender vivencialmente, no el mero entender- hace posible que podamos “ver”. No habrá cambiado nada, pero todo se ve de modo nuevo.

Por más que nos resulte paradójico, el camino hacia la comprensión no pasa por el pensamiento ni por las creencias, sino por el silencio de la mente. Necesitamos entrenarnos en acallar la mente para poder ver más allá de ella, en definitiva, para percibir la luz que somos y así caminar dejándonos iluminar por ella.

Tenía razón el profeta Isaías: tal vez no exista experiencia más gratificante y plena que la de pasar de las tinieblas a la luz.

¿Qué luz hay en mi vida?

CÓMO CONSTRUIR UN MESÍAS

II Domingo del Tiempo Ordinario

15 enero 2023

Jn 1, 29-34

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí porque existía antes que yo». Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”. Y Juan dio testimonio diciendo: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo». Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.

 

CÓMO CONSTRUIR UN MESÍAS

Aunque escasos, existen testimonios que parecen apuntar al enfrentamiento que vivieron los discípulos de dos maestros contemporáneos entre sí: Juan el Bautista y Jesús de Nazaret. Los textos evangélicos muestran la habilidad de estos últimos, no solo para presentar a Juan como mero “precursor”, sino para poner en su boca afirmaciones que, en realidad, pertenecían al credo de los seguidores de Jesús.

Se produce así lo que constituye la trampa teísta, en virtud de la cual, una comunidad da por probados contenidos de fe que ella misma creó y a los que concedió el carácter de “revelados”. La conclusión es fácil de ver: “Jesús es el Mesías e Hijo de Dios, porque así lo testificó el propio Juan”. La realidad, sin embargo, es bien diferente, por cuanto fue esa misma comunidad la que puso tales declaraciones solemnes en boca de Juan.

La trampa teísta consiste precisamente en eso: en considerar el texto revelado -Dios, en definitiva- como la fuente que garantiza la verdad absoluta de las propias creencias, sin advertir -u ocultando- el círculo vicioso -o petición de principio- en que se incurre, tal como queda plasmado en el conocido cuento judío:

“Todos en la comunidad sabían que Dios hablaba al rabino todos los viernes, hasta que llegó un extraño que preguntó: —¿Y cómo lo sabéis? —Porque nos lo ha dicho el rabino. —¿Y si el rabino miente? —¿Cómo podría mentir alguien a quien Dios habla todas las semanas?”.

En síntesis, la trampa puede resumirse de este modo: “Lo que yo creo es la verdad. ¿Cómo sabes que es verdad? Porque lo dice mi creencia (o religión)”.

Cada cual es libre de construir sus propias creencias -toda creencia es un constructo mental-, siempre que no hagan daño ni sean impuestas por la fuerza. Pero no parece honesto presentarlas como recibidas directamente de Dios y, por tanto, identificadas con la verdad misma.

Conocemos bien los estragos que puede llegar a hacer una creencia a partir del momento mismo en que es absolutizada. No es de extrañar que aquel exceso de absolutización haya conducido, por revancha, según la “ley del péndulo”, a la era de la posverdad, que produce igualmente estragos no menores.

Todo ello nos habla de la importancia de aprender a vivir en la incertidumbre y en el no-saber, conscientes de que la mente no puede atrapar nunca la verdad. Paradójicamente, es esta actitud humilde la que -por ser verdadera- podrá abrirnos la puerta de la comprensión.

¿Tiendo a absolutizar mis creencias? ¿Por qué?