Semana 2 de julio: EL ÁTOMO Y EL SUEÑO

Luis RACIONERO, en La Vanguardia, 2 junio 2017, p.24.

 

 

         El contenido filosófico y moral de los descubrimientos científicos que nos han llevado a la Luna aún no ha penetrado en la mentalidad de la gente, ni siquiera en la de muchos científicos, políticos y profesores. Se funciona aún con la mentalidad científica del siglo XIX, mecánica y materialista, cuando la física cuántica subatómica y la física relativista astronómica señalan claramente la caducidad de los esquemas mentales establecidos hace tres siglos por Newton y Descartes.

    La teoría cuántica, iniciada en 1900 por Max Planck, demuestra que la energía no se transmite de modo continuo, sino a saltos, en paquetes llamados quanta; en desarrollos sucesivos, el príncipe Louis de Broglie establece que un corpúsculo subatómico como el electrón es, a la vez, partícula y onda, cosa imposible para la lógica aristotélica con que aún nos movemos. Poco después, también en los años veinte, Heisenberg establecía el principio de indeterminación que señala la imposibilidad de determinar la trayectoria de una partícula subatómica. Con ello, el principio de causalidad, en que se asienta la mecánica newtoniana y nuestra manera de pensar actual, se tambalea y es preciso dar entrada a leyes de probabilidad. Pero hay más.

         El concepto de ondas de materia o partículas que son ondas, formalizado por Schrödinger siguiendo a De Broglie, ha completado el proceso de desmaterialización de la materia. Al refinarse los aparatos para penetrar más allá de donde alcanza la vista, hacia los pequeñísimos fenómenos subatómicos, se ha descubierto que la materia no está hecha de bolitas sólidas, duras y tangibles, sino que esto es una mera ilusión debida al limitado poder de discernimiento de los conos y bastones en la pupila o de las células y neuronas táctiles. La realidad es mucho más fina, compleja y fugitiva que la filtrada imagen que nos dan de ella los sentidos. La sustancia de que están hechos protones, electrones y demás partículas es algo parecido a la tela con que se tejen los sueños.

       Se cumple, pues, cómo no, la genial premonición del poeta, en aquellas líneas de Shakespeare, al final de La tempestad, cuando Próspero disuelve con su varita mágica el encanto del escenario y advierte a los hechizados espectadores: “Nuestras peripecias terminan aquí: estos, nuestros actores, como ya os advertí, eran espíritus y se funden en el aire, en el sutil aire, y como la fábrica de esta visión se disolverán, no dejando tras de sí ni las trazas: estamos hechos de la materia de los sueños y nuestra minúscula vida envuelta en ellos”. Y Píndaro: “La sombra de un sueño es el hombre”.

         Curiosamente, si nos fijamos en la estructura formal del inconsciente, tal como Freud la ha tipificado por su análisis de sueños, alucinaciones y fenómenos parecidos, no podemos evitar sorprendernos ante la increíble semejanza entre ciertos aspectos de la psicología del subconsciente y la estructura del mundo subatómico. La disolución del principio de causalidad es común en el sueño y en los átomos. En el sueño volamos fuera de espacio, tiempo, causa y efecto, y lo absurdo parece plausible. Exactamente lo mismo sucede con las partículas en el mundo subatómico: hay electrones con tiempo negativo, es decir, que vienen del futuro, según dedujo Feynman, y hay partículas mellizas, según comprobó Alain Aspect, que quedan afectadas inmediatamente y a distancia por lo que le sucede a la otra. Los experimentos de Thomson hicieron pasar, aparentemente, un electrón por dos agujeros al mismo tiempo (sobre lo cual comentó Cyril Burt: “Es más de lo que puede hacer un espíritu”).

        En esa segunda mitad del siglo, la evolución de la física toma un giro todavía más surrealista: John A. Wheeler, de Princeton, propone la existencia de “agujeros negros”, hipotéticos pozos en el espacio intergaláctico donde la masa de una estrella apagada, que ha sufrido colapso gravitacional, se precipita a la velocidad de la luz, desapareciendo de nuestro universo. En estos apocalípticos sumideros del espacio, las ecuaciones de la teoría de la relatividad generalizada deducen que la curvatura del espacio se hace infinita, el tiempo se para y las leyes de la física se invalidan. La malla de incompatibilidades a la razón aristotélica que se da en los sueños resulta ser la más pura normalidad en los procesos subatómicos y galácticos.

      Lo que la física moderna ha revelado, pero la sociedad aún no ha mentalizado, es que en el nivel microscópico, los criterios de realidad son fundamentalmente diferentes de los que aplicamos en nuestro nivel; dentro del átomo nuestros conceptos de espacio, tiempo, materia y causa no son válidos y la física se convierte en metafísica con un inesperado sabor a misticismo.

       La dicotomía cuerpo/espíritu es exactamente tan real y verosímil, o irreal y absurda, como la dicotomía, observada en el laboratorio, materia/onda. La física subatómica se mueve hacia el mismo sistema de categorías no espaciales, no temporales y no causales que el psicoanálisis descubre en el estudio del subconsciente. El modelo del universo que se tenía en el siglo XIX está anticuado y, dado que la mismísima materia ha sido desmaterializada, el materialismo ya no puede considerarse como una filosofía científica. Creo que por esta confluencia del átomo con el sueño puede hacerse real el mundo de la inteligencia artificial y del robot humano.

Semana 25 de junio: RELACIONES Y APRENDIZAJE

Las relaciones interpersonales, en todos sus niveles –de vecindad, de parentesco, de amistad, de pareja-, pueden ser fuente de gozo o bien constituir un campo minado de dificultades.

         Un elemento fundamental que genera sufrimiento en las relaciones es el “guion” con el que el ego se maneja. Según él, los otros están ahí para complacerme. En consecuencia, resulta inevitable que, cada vez que tal expectativa no se cumple, aparezca la frustración y, con ella, el enfado, la ira o el abatimiento.

         Solo podremos salir del sufrimiento abandonando aquella expectativa o creencia errónea, gracias a la comprensión, la cual nos ofrece dos claves decisivas en toda esta cuestión:

  1. Los otros no están para complacerme, sino para ayudarme a aprender.
  2. Los otros –como yo- hacen siempre lo mejor que saben y pueden, por lo que carece de sentido la culpabilización.

¿Qué es lo que necesito aprender a partir de lo vivido en las relaciones?

Tal vez, tres cuestiones básicas:

  1. Conocerme y aceptarme tal como soy, integrando la sombra que había reprimido, ocultado o negado. En las relaciones se me hace patente que todo aquello que me altera de los otros se encuentra en mí sin aceptar y, con frecuencia, sin ni siquiera conocerlo.
  2. Crecer en amor incondicional hacia mí. Todos mis enfados y frustraciones que nacen en el campo relacional son, en realidad, expresión de un grito que pide amor. Sin ser consciente de ello, estoy pidiendo a los otros el amor –aprecio, reconocimiento, comprensión…- que yo mismo soy incapaz de darme. El hecho de no recibir lo que espero puede constituir una oportunidad preciosa para desarrollar en mí aquel amor incondicional que reclamo de los otros y que, aun sin darme cuenta de ello, me hace vivir mendigando afecto.
  3. Crecer en comprensión de mi verdadera identidad. De un modo u otro, todo aprendizaje culmina en este, que me permite contestar adecuadamente a la pregunta primera: ¿quién soy yo? Porque no hallaré luz ni paz hasta que no halle, por experiencia propia, la respuesta adecuada: soy no-separado de los otros. Más allá de las formas diferentes –o “disfraces” en que se expresa- todos compartimos la misma y única identidad; la nuestra es una identidad compartida, Eso que sostiene todas las formas y que en todas se expresa.

Semana 25 de junio: NO ERES UN MENDIGO DEL AMOR

Todos en tu vida te están amando en este momento, de la mejor manera que pueden.

Sus corazones están tan cerrados o tan abiertos como les es posible ahora mismo.

Todos están enfrentando tristezas, miedos y alegrías que quizás nunca conocerás.

Están buscando amor a su manera.

Cuando tratas de conseguir amor de los demás, realmente importa lo abiertos o cerrados que están sus corazones hoy.

Cuando intentas abrirlos, te pones en guerra con ellos.

Cuando no buscas amor, y en su lugar reconoces al amor como tu propia verdadera naturaleza, sintiendo la fuente de amor en tu propio corazón, eres libre, y la batalla por el amor termina.

Ahora puedes dejar que los demás te amen en su propia y única manera. Sin importar lo “limitado” que pueda parecerle a la mente.

Porque a través de los ojos de la abundancia, incluso el amor limitado es una bendición.

Un corazón abierto es un milagro, sí, pero un corazón cerrado también debe ser honrado.

Así que puedes dejar que los demás te amen en la medida que lo hacen.

Ya no eres un mendigo del amor.

Porque reconoces la verdadera fuente del amor: TÚ.

Jeff Foster

Semana 18 de junio: SOMOS PLENITUD

No somos el yo separado (persona) que nuestra mente piensa, sino plenitud de presencia que se expresa, manifiesta y experimenta en esta forma concreta –sumamente frágil y vulnerable- que llamamos “yo”.

         ¿Cómo pasar de esa creencia errónea –por más arraigada que esté- a la comprensión de nuestra verdadera identidad? En este “paso” se ventila la liberación de la ignorancia y del sufrimiento. Pedagógicamente, podría plantearse en las siguientes etapas:

  1. La creencia: Desde niños hemos crecido pensando que éramos el “yo” que nuestra mente pensaba; creencia que es sostenida y alimentada de manera constante por nuestro entorno familiar, educacional y cultural. Tal creencia hace que nos veamos radicalmente como carencia, que necesita ser “completada” por “algo” exterior de lo que todavía carecemos. Aquella misma creencia nos lleva a pensar que “somos malos” o, al menos, que “podemos ser mejores”. Y ahí nos pasamos la vida en una ansiedad más o menos intensa, entre la autoexigencia perfeccionista y la decepción o frustración inevitable.

 

  1. La realidad: No somos el yo carente que pensamos ser, sino Plenitud que se expresa en esta forma (persona) débil, frágil y sumamente limitada y vulnerable. Lo que llamamos “yo” es solo una construcción mental, que es fruto de la naturaleza apropiadora y separadora de la mente. Por eso, mientras nos pensamos, nos vemos como “yo”; sin embargo, en cuanto acallamos el pensamiento y atendemos, nos percibimos como Plenitud, una con todo lo que es. Así se explica que cuando no hay pensamiento ni memoria, no existe ningún yo; nunca había existido, salvo en la creencia mental de la que nació.

 

  1. La consecuencia: No necesitamos “mejorar”, porque no nos falta nada; todo es perfecto tal como es; todo está bien. Cuando has comprendido que eres uno con todo lo que es…, cuando eres consciente de ser Plenitud, ¿qué podrías desear?

 

  1. La trampa: La mente se apropia también de esta comprensión en beneficio propio, dando lugar a mecanismos de justificación y endiosamiento del yo, utilizando aquella certeza como pretexto para la indolencia y el narcisismo, que perpetúan la “zona de confort” donde el yo se refugia.

 

  1. La comprensión: Somos pura Presencia –Eso que queda cuando no ponemos pensamiento-. Pero la Presencia no es “algo” que tenemos o un “objeto” del que pueda apropiarse el yo; es, sencillamente, nuestra verdadera identidad, Eso que somos en lo más profundo; una identidad compartida con todos los seres, dado que todo es Presencia o Consciencia que se despliega a través de infinitas formas.

Solo esta comprensión permite sortear las trampas de la mente y del ego. En ella se disuelve también la paradoja entre lo que somos –plenitud de presencia- y la forma (persona) que tenemos o en la que nos experimentamos.

Cuando eso se ha percibido, se comprende que todo consiste en poner consciencia, es decir, en vivir conscientemente en conexión con lo que realmente somos. De esa vivencia –que en realidad es un “fluir” en la Vida que somos- brotará la acción adecuada en cada momento.

Semana 18 de junio: TÚ ERES LO QUE NO CAMBIA

Maharaj: ¿Qué le hace creer que usted es un individuo separado?

Interlocutor: Yo me comporto como un individuo. Funciono a mi propia manera. Me considero primero a mí mismo, y a los demás solo en relación a mí mismo. En pocas palabras, me ocupo de mí mismo.

Mah: Bien, continúe ocupándose de usted mismo. ¿Para qué asunto ha venido usted aquí?

Int: Para mi viejo asunto de ponerme a salvo y de hacerme feliz. Confieso que no he tenido demasiado éxito. No estoy a salvo ni soy feliz. Por lo tanto, heme aquí. Este lugar es nuevo para mí, pero mi razón para venir aquí es vieja: la búsqueda de una felicidad segura, y de una seguridad feliz. Hasta ahora no la he encontrado. ¿Puede usted ayudarme?

Mah: Lo que nunca se ha perdido jamás se puede encontrar. Su búsqueda misma de seguridad y de goce le mantiene alejado de ellos. Detenida la búsqueda, cesa la pérdida. La enfermedad es simple y el remedio igualmente simple. Es su mente solo la que le hace inseguro e infeliz. La anticipación le hace inseguro; la memoria, infeliz. Deje de usar mal su mente y todo estará bien en usted. Usted no necesita enderezarla, se enderezará por sí misma, tan pronto como abandone todo interés en el pasado y en el futuro y viva enteramente en el ahora.

Int: Pero el ahora no tiene ninguna dimensión. ¡Devendré un nadie, una nada!

Mah: Exactamente. Como nada y nadie usted está a salvo y feliz. Usted puede tener la experiencia preguntando. Inténtelo.

Pero volvamos a lo que es accidental y a lo que es espontáneo, o natural. Usted ha dicho que la naturaleza es ordenada mientras que el accidente es un signo de caos. Yo he negado la diferencia y he dicho que nosotros llamamos «accidental» a un acontecimiento cuando sus causas no pueden ser rastreadas. No hay ningún lugar para el caos en la naturaleza. Solo en la mente del hombre hay caos. La mente no abarca el todo, su foco es muy estrecho. Ve solo fragmentos y no llega a percibir el cuadro. Lo mismo que un hombre que oye sonidos, pero que no comprende el lenguaje, puede acusar al orador de cháchara sin sentido, y de estar enteramente equivocado. Lo que para uno es una corriente de sonidos caótica, es un bello poema para otro.

El rey Janaka soñó una vez que era un mendigo. Al despertar preguntó a su Gurú Vasishta: «¿Soy un rey que sueña que es un mendigo o un mendigo que sueña que es un rey?» El Gurú respondió: «Tú no eres ni uno ni otro, eres ambos. Tú eres, y no obstante no eres lo que piensas que eres. Eres debido a que te comportas como si lo fueras; no eres debido a que ello no dura. ¿Puedes ser siempre un rey o un mendigo? Todo está sujeto al cambio. Tú eres lo que no cambia. ¿Qué eres tú?»

Janaka dijo: «Sí, yo no soy ni un rey ni un mendigo, yo soy el presenciador desapasionado».

El Gurú dijo: «Esta es tu última ilusión, la de que tú eres un jnani, la de que eres diferente y superior al hombre común. De nuevo te identificas a ti mismo con tu mente, en este caso una mente de buen comportamiento y en todo modo ejemplar. Mientras que veas la más mínima diferencia, eres un extraño para la realidad. Estás en el nivel de la mente».

De NISARGADATTA Maharaj, Yo soy Eso, Sirio, Málaga 2000 (ed. orig. 1981). Tomado de www.grego.es

Se puede descargar gratis en: http://www.formarse.com.ar/libros/libros_gratis/inspiradores/yo-soy-eso.PDF

Semana 11 de junio: «NOSOTROS» Y «ELLOS» (y III)

“NOSOTROS” Y “ELLOS”.

EL ESQUEMA DE LA INTOLERANCIA Y EL FANATISMO

“La intolerancia es la angustia de no tener razón”
(Andréi Sajarov, físico nuclear y Premio Nobel de la Paz 1975).

III

          La intolerancia cae en trampas tan elementales que son fácilmente perceptibles, excepto para la propia personalidad intolerante. Esta –a veces sin ser consciente- proyecta constantemente en otros sus propios “demonios interiores” o sombra no reconocida; se escuda cómodamente en la supuesta culpabilidad ajena y, de ese modo, evita asumir las propias responsabilidades frente a todo lo que le sucede; ignora que el sufrimiento –no hablamos de “dolor”- nace siempre de uno mismo y, en concreto, de la propia mente no observada; permanece en la creencia errónea que le hace pensar que somos “yoes separados” y que esa separación pertenece a nuestra identidad…

      Si tenemos en cuenta que la intolerancia y el fanatismo son hijos de la inseguridad afectiva y de la ignorancia original acerca de quienes somos, parece que solo podremos superarlos si damos pasos en estas cuatro direcciones: crecimiento en autonomía y seguridad personal, gracias a un trabajo psicológico hecho de autoacogida y autoaceptación; comprensión adecuada de la verdadera identidad, que trasciende por completo nuestra “personalidad” o la idea del “yo” que se ha hecho nuestra mente; vivencia de la no-separación radical –no dualidad es amor-, más allá de las diferencias, en la certeza de que no somos iguales, pero somos lo mismo, lo cual implica pasar de la consciencia mítica a la consciencia transpersonal; capacidad para comprender los errores propios y ajenos, como frutos de la ignorancia y, en último término, de la inconsciencia.

         Hace unos años, en un pequeño libro en el que trataba de plantear la relación entre “religión” y “espiritualidad”, escribía: “La intolerancia –que es directamente proporcional al sufrimiento psíquico no elaborado, a la inflación del ego y a un estadio de consciencia mítico- se nutre de la necesidad de tener razón y de la voluntad de poder, y se manifiesta como descalificación del otro”[i].

         Si esto es así, el camino de liberación pasa por la vivencia de la espiritualidad en su sentido más genuino. Porque, como ha escrito el estudioso Jorge Ferrer, “la espiritualidad consiste principalmente en un proceso transformador básico en el que descubrimos y nos desprendemos de nuestro narcisismo para entregarnos al Misterio a partir del cual todo se está manifestando constantemente… [Toda transformación espiritual auténtica] implica despojarse del narcisismo, del egocentrismo, del estar aislado en uno mismo, del interés por uno mismo[ii].

          Así entendida, la espiritualidad es abierta, flexible, pluralista, dialogante, incluyente, universal. No conoce el juicio, la condena ni la intolerancia. Nos sitúa en el camino de la experiencia y la búsqueda. Es coherente con nuestra condición humana, respetuosa con los otros y humilde ante el Misterio inefable. Y nos coloca en la actitud adecuada, porque nos capacita para acceder a nuestra verdadera identidad, que supera y transciende tanto el mito –entendido literalmente- como la inseguridad. Aquella identidad una y compartida, donde se revela la falsedad de la dicotomía básica –“nosotros” frente a “ellos”-, que, aunque sea inconsciente, es el origen de todo enfrentamiento. La dicotomía remite a una visión tribal de la vida –los “nuestros” son siempre los de la propia tribu-; la sabiduría, por el contrario, nos hace ver que lo único que hay es “nosotros”, ya que todos compartimos, no solo la misma suerte, sino la misma identidad profunda.

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[i] E. MARTÍNEZ LOZANO, La botella en el océano. De la intolerancia religiosa a la liberación espiritual, Desclée De Brouwer, Bilbao 2009, p. 41.

[ii] J.N. FERRER, Espiritualidad creativa. Una visión participativa de lo transpersonal, Kairós, Barcelona 2007.