Semana 4 de febrero: ETNOCENTRISMO Y TALANTE SUPREMACISTA

Creo no exagerar al afirmar que todo etnocentrismo es supremacista, por cuanto coloca lo propio por encima de los demás. Sin duda, caben grados e intensidades diferentes, pero ese talante se halla siempre presente.

          En el caso de las religiones, se expresa en la afirmación de que la propia es “la única verdadera”, con lo cual se está descalificando y degradando automáticamente a todas las demás. Desde esa perspectiva, se tilda de herejes a los discrepantes y se asumen actitudes victimistas cuando quienes se creen en posesión de la verdad se sienten criticados.

          En el caso de los nacionalismos radicalizados o patriotismos trasnochados, se mantiene permanente la idea de algún tipo de “superioridad” sobre otros pueblos. Se estigmatiza con descalificaciones a quienes no lo reconocen y se recurre al victimismo con el que se tiende a justificar todo. ¿No se encuadraría aquí, tanto el triunfo de Trump con su “America first”, como el resultado del Brexit o cierta propaganda del nacionalismo, sea catalanista o españolista, que incluye mensajes explícitos de desprecio hacia el que no es de los “nuestros”?

          La pretendida “superioridad” (moral) da lugar a un tipo de discurso que, con frecuencia, no solo constituye un insulto a la inteligencia, sino un atropello de la verdad de los hechos. Visto desde fuera, resulta patético; sin embargo, como suele ocurrir en el trastorno narcisista, queda oculto al propio interesado.

          David Foster Wallace describió esta trampa con lucidez: “El problema de los dogmáticos [de aquellos que, en cualquier campo, absolutizan su creencia confundiéndola con “la verdad”] es la certidumbre ciega, una mente cerrada que equivale a un aprisionamiento tan absoluto donde el mismo prisionero ignora que está encerrado”.

          El narcisismo es contagioso, tal vez porque despierta al pequeño narcisista que todos llevamos dentro. Pero, como acabo de decir, se trata de un rasgo que se suele ocultar a los ojos de quien lo padece. Con todo, desde un mínimo de distancia, no es difícil advertir cómo, detrás de proclamas solemnes y de afirmaciones rimbombantes, hay una personalidad narcisista que no ve más allá de sus propios intereses (si bien, previamente, los ha identificado con los de “su” pueblo, “su” iglesia o “su” partido).      

          El supremacismo, en cualquiera de sus manifestaciones, es la expresión cumbre del narcisismo y revela, de manera nítida, lo que es el funcionamiento egoico. Es el ego quien ha tomado el mando: desde él se hacen las lecturas de la realidad –de ahí que suelan resultar tan dolorosamente deformadas y tan alejadas de la unidad- y de él nacen también los comportamientos y las conductas que generan enfrentamiento y fractura, hasta extremos insoportables, en particular cuando son igualmente egoicas las dos partes en conflicto.

          Donde hay identificación con el ego –que se plasmará siempre en narcisismo (religioso, político, cultural…)–, habrá confusión y sufrimiento. Todas las tradiciones sapienciales, de todo tiempo y latitud, han mostrado que la liberación viene de la mano de la comprensión de quienes realmente somos. Son ellas las que han advertido que la causa de todo el mal que nos hacemos y hacemos a otros nace de la ignorancia, entendida como inconsciencia acerca de nuestra verdadera identidad. El problema original del narcisismo es la ignorancia –que se traduce rápidamente en ceguera–: ha quedado amarrado en un nivel egoico de consciencia y, con ello, en un estado hipnótico, que le lleva a tomar como real la perspectiva limitada que ese mismo nivel permite ver. Y como de cualquier otro problema, no será posible salir de él nada más que gracias a la comprensión de lo que realmente somos.

Semana 4 de febrero: ESPIRITUALIDAD Y CAMBIO SOCIAL

“No hay que divorciar el aspecto espiritual del revolucionario. El mindfulness puede ayudar a cambiar el mundo”.
 Entrevista a Michael Schwammberger.

Chan Phap Son, nombre espiritual de Michael Schwammberger, fue durante 15 años monje en Plum Village -Francia-, la sede y comunidad del Maestro zen Thich Nhat Hanh. Ahora se dedica a enseñar libremente en Inglaterra y España.

¿Qué es el mindfulness? ¿En qué nos beneficia el estar presentes? ¿Cómo podemos mejorar nuestra vida y el mundo?

¿Qué es el mindfulness y qué nos puede aportar a los ciudadanos con vidas ocupadas?

Mindfulness es la cualidad de estar presente, de ser más conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor. Con mindfulness tenemos unas referencias mucho más positivas. Al ser más consciente de mi mismo esa conciencia me ayuda a esclarecerme, a tener claridad de mi experiencia, a saber dónde tengo que poner energía y saber cómo responder a los retos.

¿Es más fácil practicar el mindfulness en un monasterio que en el día a día trabajando?

Para entender la función de mindfulness es bueno hacer un curso o equivalente, así sabremos lo que es exactamente. Una vez tenemos esa experiencia ya podemos aplicarla a la vida cotidiana. La finalidad del monasterio es apoyar primero la “estructura mindfulness”, para poder después introducirla en vida cotidiana.

Con “la que está cayendo”, ¿el mundo necesita más mindfulness o más revolución activa?

La imagen que me viene a la cabeza es de Gandhi. Sin su componente espiritual difícilmente hubiera podido emprender cambios con la repercusión y profundidad que tuvo. No hay que divorciar el aspecto espiritual del revolucionario. La cuestión es qué clase de revolución queremos. No es necesariamente suficiente ser consciente de una injusticia. Tenemos que tener una perspectiva mucho más amplia en la que se basa nuestra acción.

La plena conciencia nos ayuda a saber cómo está todo esto conectado. Nos ayuda a saber que hay una injusticia pero que está conectada a una estructura mucho más amplia. Esa es la finalidad de la plena conciencia: quizá hay una injusticia particular, pero la causa de esa injusticia es mucho más amplia. Todo llega al mismo sitio. Mindfulness no es lineal, no es “voy a hacer una acción para cambiar algo”, sino que se identifican todas las causas. El aspecto espiritual es importante que esté vivo cuando hablamos de una revolución, de una acción social más expresiva, porque es el contexto general el que quieres arreglar, no una cosa particular.

Para que nos entendamos, propongo este ejemplo: las acciones de Greenpeace ayudaron años atrás a concienciar sobre los problemas de los vertidos en el mar del norte, y eso es muy importante. Pero todavía más importante es saber porqué consumimos tanto.

¿Cómo sería la sociedad si casi todos practicásemos esta conciencia plena?

No sería perfecta, pero habría más condiciones para crear armonía. Para mejorar lo que se puede mejorar, para nuestro crecimiento personal a un nivel más profundo. Ese conocimiento ya nos hace sentir mucho más felices. A veces la infelicidad viene porque no sabemos quiénes somos. Nos dejamos llevar por estructuras mentales superficiales, como la rabia.

¿Desde qué edad podemos inculcar esto a nuestros hijos?

Cualquier edad. Pero no se trata de inculcar, es más bien una cualidad que incluye amor, paciencia, benevolencia, compasión, cualidades que automáticamente podemos sentir. Cualquier niño puede sentirse conectado con esas cualidades. No son un adoctrinamiento, son estar en contacto con cualidades que nutren nuestro espíritu.

¿Es optimista Thich Nhat Hanh sobre el futuro? Porque en sus últimas declaraciones augura una extinción.

Un buen maestro siempre nos va a decir cuáles son los problemas que tenemos que afrontar, va a definir la situación de peligro. Él siente que si no cambiamos pronto, el futuro no es predecible, y como lo siente lo tiene que decir. No para causar pánico, sino para que podamos asumir responsabilidades. Para que no dejemos que la situación empeore y nos veamos forzados a actuar.

Thay dice que lo peor es la desesperanza. Hay una frase que me gusta mucho de Martin Luther, y que viene a decir: “Aunque yo supiese que el mundo se acabará acaba mañana, aun así hoy plantearía un árbol”. Si emprendo una acción positiva, va a tener una resonancia. Si tengo en mi cualidades de “no miedo”, hay una resonancia que va a ayudar a no crear pánico, miedo, etc. Debemos cultivar cualidades de “no miedo” para no caer en la depresión.

¿Cuáles serían tus 10 consejos para mejorar nuestras vidas?

  1. Parar y descansar más.Necesitamos saber parar para saber cómo actuar desde un sitio de mayor claridad y amor. Parar y descansar son cruciales.
  2. Debemos simplificar nuestras vidas. Llenarlas tanto crea un vacío interior en el que sentimos el impulso de querer llenar; cuanto más lo intentamos llenar (este vacío) más vacíos nos sentiremos. La simplicidad nos ayuda a reconocer lo que ya está presente en nuestras vidas…y siempre ha estado presente, simplemente no lo vemos.
  3. Nutrir nuestras mentes de cosas positivas.
  4. Evitar consumir cosas negativas: ideas, alimentos, conversaciones, ambientes, etc. No es cuestión de evitar, es cuestión de usar nuestra inteligencia para saber lo que nos hace bien y lo que no nos ayuda.
  5. Practicar la generosidad. Esto ayuda a los demás y nos ayuda a estar en contacto con los demás.
  6. Pasar más tiempo con personas sanas y que nos hacen sentir bien tanto intelectual como emocionalmente e incluso espiritualmente.
  7. Practicar una disciplina mental: yoga, meditación, etc.
  8. Cuidar nuestra nutrición.
  9. Contribuir a una concienciación social positiva. No nos quedemos en casa, salgamos a expresar nuestros sentimientos. No dejemos que sean los políticos, economistas, etc., los únicos que dicten qué clase de sociedad queremos.
  10. No destruir, minimizar todo acto que cause daño, que cause destrucción.

Semana 28 de enero: FUNDAMENTALISMO Y MANIQUEÍSMO

Toda creencia fundamentalista -propia de quien se cree en posesión de la verdad- conlleva la descalificación de quienes discrepan, y se plasma en una visión maniquea que divide a los humanos en dos bloques radicalmente diferenciados: “nosotros” frente a “ellos”. “Nuestros” son todos aquellos que afirman y sostienen lo propio; “ellos” son quienes no alcanzan ni siquiera a verlo. Con “nosotros” están la bondad y la verdad; con “ellos”, la maldad y la mentira; de nuestra lado, la honradez, frente a la falsedad de los otros…

          La misma creencia fundamentalista, que lleva a una visión maniquea de la realidad y a la descalificación de todos aquellos que no la comparten, se plasma en dos actitudes características: el victimismo y el simplismo de los análisis.

          Quien se cree en posesión de la verdad vive la discrepancia como una ofensa. Por ello, fácilmente se sentirá víctima ante cualquier posicionamiento que no contemple sus propios postulados: la lectura victimista brota de manera automática ante el hecho simple de actuaciones que cuestionan la “verdad” que dan por supuesta e incuestionable.

          Del mismo modo, las creencias fundamentalistas no admiten matices y, mucho menos, análisis críticos. Para todo fundamentalista, las cosas son simplemente como él las ve, o quizás mejor, como el filtro de su creencia le permite verlas. Lo cual casa con el maniqueísmo al que hacía referencia. El “con  nosotros o con ellos” se traduce aquí en “la verdad contra la mentira”. ¿Para qué habrían de ser necesarios análisis críticos? Es la creencia la que ya ha decidido la verdad o el error de las cosas: “verdadero” es aquello que la sostiene; “error”, lo que la cuestiona.

          En este sentido, es significativamente reveladora la anécdota según la cual, cuando Galileo pidió al cardenal que presidía la comisión que lo estaba juzgando que observara el firmamento a través del telescopio para comprobar el movimiento de los planetas, este respondió: “No necesito mirar por ningún sitio; yo sé bien cómo son las cosas”.

          Si se observa con cuidado, no es difícil advertir, detrás de ello, un sentimiento etnocéntrico, Característico de la consciencia mítica, el etnocentrismo conlleva la creencia de que solo su grupo es portador de la verdad (y de la salvación). Pero es justamente ese lema –“Estamos en la verdad”– el que, explícito o latente, constituye el postulado básico del fundamentalismo, de donde se derivan el conjunto de actitudes y comportamientos que son asumidos acríticamente y justificados apriorísticamente por el propio grupo.

          Por lo que, en ningún contexto como en este, se muestra especialmente sabia la advertencia de Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla, la tuya guárdatela”.

Semana 28 de enero: LA NATURALEZA DEL PENSAMIENTO

Nuestra verdadera naturaleza es quietud. Es presencia sin devenir. En la ausencia de devenir hay integridad y absoluta tranquilidad. Esta tranquilidad es el terreno propio de toda actividad. La actividad de pensar, como toda actividad, está fundada en la totalidad. La tranquilidad es el continuo en el que el pensar aparece y desaparece. Lo que aparece y desaparece está en movimiento. Es energía extendida en el espacio y el tiempo. El pensar, la energía, se representa a sí mismo en discontinuidad pero, dado que surge y muere en la quietud, fundamentalmente no es otra cosa que esta presencia más allá del pasado, presente y futuro.

            Lo que generalmente llamamos «pensar» es un proceso de la memoria. Es proyección construida sobre lo ya conocido. Todo cuanto existe, todo cuanto se percibe, es representación para la mente. El pensar secuencial, el pensar racional o científico, por tanto, comienza con una fracción, una representación. Este pensar fraccionario nace de la idea condicionada de que somos entidades independientes, «yos», «personas». La noción de ser alguien condiciona todo otro pensar porque la persona solo puede existir en la repetición de la representación, en la confirmación de lo ya conocido. El cerebro tiende aquí hacia la constante representación. La memoria es la originadora de la idea de ser una entidad continua. En última instancia, pensar es defensa contra la muerte del ego. ¿Quién eres tú cuando no piensas? ¿Dónde estás cuando apartas tu mirada del pensar? Pensar es generalmente un modo de escapar de tu totalidad, en la que no hay ningún sujeto pensador.

            Cuando la profundamente arraigada idea de una entidad personal, un pensador, alguien que intenta o hace, está ausente, el pensar tiene lugar todavía, como antes, en sucesión utilizando la memoria, pero ahora este funcionamiento está firmemente arraigado en el fondo global: totalidad, esencia, no dualidad. En la ausencia de un pensador, el pensar se libera de todo lo que es personal. No hay objetivo, ni motivo, ni anticipación, ni intención, ni voluntad, ni deseo de concluir, etc. No hay interferencia psicológica alguna ni referencia a un centro. El pensar liberado de esta memoria surge del momento mismo; es siempre nuevo, siempre original. El pensar aquí no provoca la situación; la situación provoca el pensar y aporta su propia conclusión. Todo movimiento intencional, fragmentario, debe cesar antes de que el todo pueda operar. En tanto que haya movimiento en una dirección, la totalidad no podrá encontrar su propio camino. Cuando el pensamiento científico o racional está fundado en la presencia, tiene un resultado completamente distinto. Nunca puede ser monstruoso.

         El pensamiento liberado de la memoria es verdaderamente creativo. Todo pensamiento es una explosión que se manifiesta y una implosión que es reabsorbida en el silencio. El deseo de ser revelado y de ser ocultado es la Danza Cósmica, juego sin motivo por el placer de jugar. El verdadero deseo no es otra cosa que esto. Cualquier otro deseo es sólo una deformación, y un anhelo inconsciente, de este deseo fundamental. La esencia del pensar es este divino juego. El pensamiento creativo jamás empieza con lo ya conocido, con una representación. Nace y muere en apertura y utiliza la mera memoria funcional para su expresión. Allí donde no hay ningún pensador, solamente hay un canal para la función de pensar. En este funcionamiento, toda representación está conscientemente fundada. Cuando la presencia se mantiene en el pensar, el nombre no está divorciado de la forma como sucede en el pensamiento mecánico, que es conceptual y abstracto. El «pensamiento» creativo es un júbilo de ser.

              Al tomarnos a nosotros mismos por entidades separadas hemos olvidado nuestro propio terreno y nos hemos identificado con una idea, una proyección de individualidad. No son las infinitas expresiones de silencio las que constituyen el problema o causan complicaciones, sino nuestro olvido de la fuente de toda expresión. Esta separación de nuestra verdadera naturaleza nos lleva a un falso vivir. No permitimos que la expresión se disuelva sino que la cristalizamos y, después, nos identificamos con ―y nos perdemos en― esta cristalización. A través de esta objetivización se crea lo que nosotros llamamos «el mundo». Tomamos la existencia por la vida misma. Pero la vida no tiene principio ni fin. El verdadero vivir es juego, gozo sin objeto.

Jean Klein, ¿Quién soy yo? La búsqueda sagrada.

 

Semana 21 de enero: NARCISISMO, CONTRASTE Y REACTIVIDAD

El yo –y quien se halla identificado con él–, al percibirse como separado, necesita del contraste y de la reactividad para afirmarse. El contraste, la comparación, el afán competitivo y la reactividad forman parte de sus señas de identidad.

      Al carecer de sustancia –el yo no es sino un pensamiento, mero producto de la mente, sin consistencia propia–, necesita autoafirmarse constantemente, generar una “sensación” de existencia, para lo cual es imprescindible el  contraste: siente que existe porque se compara –contrasta– con otro.

          Es justamente esa necesidad egoica la que lleva a la creación de enemigos. “Tener un enemigo –escribía con acierto Umberto Eco– es importante, no solo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo”. Porque, como afirma Ignacio Morgado, director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona, “la hostilidad hacia un grupo diferente incrementa la solidaridad y cohesión en el propio grupo”.

          El psiquiatra Enrique Baca va todavía más allá al explicar que “la construcción del enemigo consiste en un proceso de despojamiento del otro –potencial objetivo de la agresión– de toda característica humana. Eso supone la eliminación de cualquier rasgo personal que lo haga aparecer como otro-yo, que pueda despertar rasgos de piedad, solidaridad o identificación”. En otras palabras, el enemigo construido debe ser algo a eliminar.

    De la misma manera, es la necesidad de autoafirmación la que establece la dinámica reactiva. El yo es incapaz de responder a las circunstancias desde la desapropiación, porque en ese movimiento quedaría diluido; lo único que le resulta posible es reaccionar: es su propia inconsistencia la que lo lleva a buscar sostenerse reaccionando contra la realidad, sean personas o circunstancias. Y cuanto más fuerte la reacción, más siente que existe. (Esto explicaría también que la personalidad más insegura y la más narcisista sea la más reactiva, la que tenga reacciones más exageradas).

          Esta constatación básica acerca de la naturaleza de la mente y del nacimiento del yo permite comprender no pocos mecanismos que caracterizan el comportamiento humano y el funcionamiento de colectivos de todo tipo.

          La identificación con el yo lleva de la mano, entre otras, las siguientes actitudes: narcisismo, egocentrismo, apropiación y absolutización de lo propio, descalificación del otro –que llega hasta la xenofobia–, victimismo…, todo lo cual queda sintetizado en una expresión que, reconocida o no, se cuela siempre como trasfondo en personas y grupos que permanecen anclados en la identificación con el yo: “Quien no está conmigo, está contra mí”. Expresión que define con precisión el modo de funcionar del ego y que no es difícil encontrar en grupos religiosos y políticos de todo tipo.

        Desde ahí, es inevitable que se hagan lecturas erradas de la realidad. Porque, como escribiera Erich Fromm, “en la orientación narcisista se experimenta como real solo lo que existe en nuestro interior”. Lo exterior se evalúa únicamente desde el punto de vista de su utilidad o peligro para uno mismo. Para el perfil narcisista, lo importante es siempre lo propio, por lo que se descalifica sin contemplaciones a quien no lo reconozca o simplemente discrepe.

          Encontramos aquí un criterio (o síntoma, según se mire) capaz de cuestionarnos dónde nos encontramos: a mayor ignorancia acerca de quienes somos, mayor necesidad de crearnos enemigos o de descalificar a otros, para de ese modo –a través del contraste o contraposición– sostener el yo y su sensación de existir; por el contrario, a mayor comprensión, más libertad interior, más ecuanimidad y más compasión: hemos comprendido que “el que no está conmigo” forma también parte de “mí” (de lo que somos realmente, más allá del personaje que pensamos ser).

Semana 21 de enero: VE DESPACIO (Juan Ramón JIMÉNEZ)

Ve despacio,
no corras,
que adonde tienes que ir
es a ti mismo.

No corras,
ve despacio,
que el niño de tu Yo,
recién nacido eterno,
no puede seguirte

… … …

 Si vas deprisa,
el tiempo correrá delante de ti
como una mariposilla loca

… … …

 Si vas despacio,
el tiempo te seguirá
como un buey manso

Juan Ramón Jiménez.