LA VERDAD PLENA
Comentario al evangelio del domingo 15 junio 2025
Jn 16, 12-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”.
LA VERDAD PLENA
El ser humano se halla habitado por un anhelo irrenunciable de verdad. Sin embargo, con enorme facilidad, tiende a confundir la verdad con su propia opinión o creencia. Olvida que la verdad no puede ser nunca un concepto o una creación de la mente. La verdad es una con la realidad.
La mente construye mapas y elabora criterios de autenticidad, que son válidos para el mundo fenoménico, de las formas u objetos. Pero no es herramienta adecuada para alcanzar la verdad de la que hablamos aquí. Por eso, cuando pretende alcanzarla o definirla, cuando presume de poseerla, convierte a la misma verdad en un objeto más, en una mera creencia.
La verdad se revela en el silencio de la mente. Y se verifica en la propia práctica de ese silencio. Al iniciarte en él, lo primero que emerge es la riqueza del no-pensamiento y la sabiduría del no-saber. Y, con ellos, una radical apertura, admiración, gratitud, sorpresa y respeto.
Poco a poco, al mantener la atención en el silencio, descubres que no es “algo” -un objeto más junto a otros-, sino eso que sostiene todos los sonidos y todos los ruidos, materiales, mentales y emocionales. Todos estos cambian constantemente; el silencio es lo único que permanece.
Al perseverar en la práctica, se te regala ver que el silencio tampoco es “algo” que tú haces o puedes dejar de hacer. Le prestes o no atención, el silencio es lo que es, lo que siempre permanece. Y, con más admiración aún, se te hace evidente que tu yo se hace a un lado, como si dejara de existir, y que tu verdadera identidad es, precisamente, silencio consciente. Eso es lo que eres, y sabes que esa es la verdad plena…, por más que, al darle forma de pensamiento o de palabra, ya la has convertido en otro mapa más.
VIVIR EN EL GOZO
Comentario al evangelio del domingo 8 junio 2025
Jn 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
VIVIR EN EL GOZO
La tradición cristiana afirma que el gozo es el gran don del Espíritu. De hecho, algunos de los primeros escritores cristianos nombraban al Espíritu como “El gozo de Dios”. Lo que no queda tan claro es el modo como llegar a vivirlo o las condiciones que se requieren para estar disponibles al mismo.
De entrada, me parece que la condición básica para acceder al gozo es el silencio de la mente. Sin estar acallada, la mente nos sitúa de manera automática en el modo hacer. Pero el gozo no se halla en lo que hacemos, sino en lo que somos. Y únicamente vivimos en modo ser en la medida en que nuestra mente permanece silenciada.
No es difícil comprobar que la mente se halla habitualmente en conflicto con la realidad, porque nunca termina de estar satisfecha. Desearía más bien que las cosas fueran de otro modo. Siempre gira con la idea de que tendría que añadir o quitar algo a cualquier circunstancia que le toca vivir. Por ese motivo, no puede nunca parar: el no-gusto con lo real la lleva a estar todo el tiempo deseando modificarlo. Lo que consigue con ello no es sino aumentar la ansiedad, la insatisfacción y, finalmente, el estrés, que la aleja de la paz y del gozo.
Sin embargo, todos podemos también experimentar que, en nosotros, por debajo de toda esa hiperactividad mental, hay un “lugar” al que le basta con, simplemente, ser. No necesita estar haciendo constantemente, porque no está en conflicto con nada. Sencillamente, es.
Y se descubre entonces una paradoja admirable. Cuando vivimos en modo ser, no se cae en la inactividad. Desde ahí, constatas que aumenta el dinamismo y la creatividad. Pero constatas también que no nacen ya de la ansiedad y del conflicto con la realidad, sino desde la fuente misma de la vida que se despliega armoniosamente.
«HAY EN MÍ UNA IRA QUE NO CEDE» // Esther Fernández Lorente
¿TESTIGOS DE LA VERDAD… O DE LA PROPIA CREENCIA?
Comentario al evangelio del domingo 1 junio 2025
Lc 24, 46-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto”. Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.
¿TESTIGOS DE LA VERDAD… O DE LA PROPIA CREENCIA?
Pareciera como si, por defecto, el ser humano tendiera a ser proselitista. Detrás de esa tendencia, parecen apreciarse dos hechos significativos: una necesidad básica de seguridad y un anhelo noble de hacer el bien. Lo que sucede es que, con frecuencia, el modo como ambos se han articulado ha producido efectos muy perjudiciales.
La necesidad de seguridad lleva a identificar la propia creencia con la verdad. Lo que solo era un mapa mental se confunde con el territorio definitivo. Al instante, la persona cree estar en posesión de la verdad, a la vez que crece en ella la sensación de seguridad. No cabe duda de que esa creencia parece otorgarle algo que desea constantemente: llevar el control.
Pero hay también un anhelo noble: ayudar a los otros a vivir, ofreciéndoles aquello que a uno mismo le ha hecho bien. Esto explica que muchas veces el propio sujeto haya visto y vivido su proselitismo como un acto de amor y de servicio.
Y, sin embargo, el proselitismo siempre encierra una trampa, por lo que, antes o después, termina pasando factura. La trampa consiste en pensar que la verdad puede encerrarse en una fórmula, un concepto o una creencia, que más tarde podría “exportar” a otros. Lo cierto, sin embargo, es que la mente solo puede tener creencias o mapas, nunca la verdad.
La verdad no es “algo” que se tenga y pueda expresarse verbalmente. La verdad no puede tenerla nadie, únicamente la podemos ser. Pero, en cuanto reconoces eso, sabes que toca acallar la mente y permanecer en silencio, porque comprendes que todo otro es también verdad. Y cuando comprendes que el otro, por más que tenga una mente confusa, es verdad, como tú, habrás modificado de manera radical tu modo de verlo. No lo verás más como alguien a quien “convertir” a tu verdad, sino como la misma verdad que se está desplegando en esa persona mientras busca reconocerla.