MÁS ALLÁ DEL PROSELITISMO RELIGIOSO

Fiesta de la Ascensión

21 mayo 2023

Mt 28, 16-20

En aquel tiempo, los Once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

MÁS ALLÁ DEL PROSELITISMO RELIGIOSO

No se entiende que el autor del evangelio ponga en boca de Jesús un mensaje de este tipo, cuando el mismo autor le hizo decir en unos capítulos anteriores: “No vayáis a regiones de paganos ni entréis en los pueblos de Samaría. Id más bien a las ovejas perdidas de Israel” (Mt 10.5-6).

No solo eso. Parece igualmente claro que el bautismo “en el nombre” de la Trinidad no provino de Jesús, sino que nació más tarde en el contexto de las primeras comunidades.

Todo parece indicar que aquel “envío misionero”, aunque puesto en boca de Jesús, es claramente posterior. Para el año 80 -fecha en que se escribe este evangelio-, las comunidades habían conocido una notable expansión y la teología de Pablo se había extendido, constituyendo ya un “cuerpo doctrinal” que influyó de manera decisiva en los propios evangelios, que se escribieron posteriormente.

Según el parecer de los estudiosos, Jesús no buscó fundar una religión nueva, ni tampoco pretendió crear ninguna iglesia. Todo ello fue surgiendo más tarde, de la mano del ya citado Pablo, cuyos escritos llegaron a conformar un primer cuerpo dogmático, caracterizado -como ocurre en toda secta que nace- por el mesianismo y la rigidez.

Es precisamente en ese marco sectario -en el sentido original del término-, donde encuentra un favorable caldo de cultivo el proselitismo: quienes se consideran portadores de la verdad pretenden atraer a ella a toda la humanidad (“todos los pueblos”).

Sin embargo, el mensaje genuino de Jesús no fue proselitista, sino que destaca, más bien, como llamada a una fraternidad universal, basada en actitudes de confianza radical y amor incondicional.

El proselitismo distingue entre “los nuestros” -que están en la verdad- y “los otros”, que deben ser convertidos a la misma. La comprensión de lo que somos sabe ver la verdad profunda de todo ser humano y, aunque de manera lúcida y crítica, se inclina respetuosamente ante el camino de cada cual.

¿Cómo veo a los otros?

NUNCA ESTAMOS SOLOS

Domingo VI de Pascua

14 mayo 2023

Jn 14, 15-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con el Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él”.

NUNCA ESTAMOS SOLOS

La comprensión de lo que somos aleja definitivamente la soledad, porque lo que somos es uno con todo lo que es. Es cierto que pueden seguir existiendo sentimientos-recuerdos de la soledad vivida, con su mayor o menor carga psicológica. Podrán seguir igualmente activos nuestros condicionamientos psicológicos. Sin embargo, la comprensión nos permitirá resituarnos y conectar con la unidad de fondo.

No se trata de un ser divino que nos acompañaría en todo momento, y en quien podríamos depositar nuestra necesidad de seguridad y de confianza, tal como tiende a pensarse desde un nivel mítico de consciencia.

Los textos evangélicos siguen expresándose en esa dualidad, que percibe el Fondo de lo real como un Dios separado o un Espíritu que nos guía desde fuera. Porque es así como tiende a leerlo la mente y es así como se ha transmitido.

Sin embargo, Dios o el Espíritu no es algo (alguien) separado. Esos términos aluden a nuestra mismidad más profunda, a nuestra identidad más íntima.

No hay soledad posible, porque todo es uno: Entonces sabréis que yo estoy con el Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros”.

La práctica meditativa o el cultivo del silencio mental es un camino privilegiado para, más allá del pensamiento, conectar esa realidad profunda, saborearla y vivirnos desde ella.

¿Frecuento la profundidad en la que me reconozco uno con todo lo que es?

ESPIRITUALIDAD, GNOSTICISMO Y COMPRENSIÓN (I)

Suele ser habitual entre los humanos recurrir a etiquetas simplistas para descalificar, de manera rápida y tajante, aquellas posturas que discrepan de las propias. Las etiquetas denotan pereza intelectual, pero resultan eficaces, porque evitan el trabajo riguroso que supone estudiar a fondo una propuesta, analizarla en profundidad y entrar en diálogo con ella. Es mucho más fácil y más cómodo “cargarse de razón” y descalificar aquello con lo que no comulgo.

          Una de las etiquetas más recurrentes que se aplican a la espiritualidad no religiosa -liberada de la tutela de la religión- es la de “gnosticismo”. Tal espiritualidad -vienen a decir- no aporta nada nuevo -el gnosticismo es muy antiguo- ni nada valioso -se da por supuesto que ya se demostró la mentira gnóstica-, por lo que ni siquiera vale la pena detenerse en ello.

          Algún autor ha pretendido ir más lejos todavía: en un primer momento, etiqueta a la espiritualidad no religiosa como “gnóstica” y, a continuación, hace lo mismo con el gnosticismo, calificándolo de “filosofía parásita”. Uno puede entender que se trate de un desahogo del autor, que a él le aporte tranquilidad, pero ciertamente no da razón de lo que es el gnosticismo y, menos aún, de la relación que guarda con la espiritualidad. La búsqueda de la verdad -y no la de “tener razón”- requiere un trabajo más honesto y riguroso que el recurso a la etiqueta fácil.

          Para empezar, el gnosticismo no fue una filosofía uniforme, por lo que resulta imposible reducir todas sus variantes a una sola. El gnosticismo –del griego gnosis: conocimiento– alude a todo un conjunto de corrientes filosófico-religiosas, de origen oriental o asiático, en auge en los primeros siglos del cristianismo, hasta el punto de que, en cierto modo, llegó a constituir una especie de atmósfera cultural que coloreaba todo el pensamiento de la época. Prometía un conocimiento misterioso y secreto que conduciría a la salvación. Tras una etapa de cierto prestigio entre los intelectuales cristianos, fue declarado herético. Contenía posturas filosóficas muy diversas; sus ideas tenían un carácter panteísta, sincretista, hermético, elitista y dualista. Hoy en día, se asocia habitualmente, de manera despectiva, al mundo de lo oculto, e incluso a la pura elucubración mental.   

          Toda etiqueta ha de contener alguna referencia adecuada ya que, de lo contrario, quedaría invalidada. Pues bien, si el gnosticismo y la espiritualidad tienen un punto en común, sería este: no llegamos a la plenitud a través de creencias, sino gracias a la comprensión.

          Este sería el único punto de contacto, por lo que cualquier otra atribución -dualismo, esoterismo, hermetismo, ocultismo, elitismo, espiritualismo, desprecio del cuerpo y de la materia, etc.- resulta claramente fuera de lugar y no busca sino confundir.

          En realidad, con todos los errores en que pudo incurrir, el gnosticismo, lejos de ser una “filosofía parásita”, pretendía un acceso a la verdad más allá de ideas filosóficas y de creencias religiosas, un conocimiento (gnosis) que pudiera experimentarse por uno mismo.

          Por ello, dejando de lado tantísimas variantes, así como sus abundantes y exageradas elucubraciones mentales -y sin negar que, incluso en la actualidad, existan grupos que se autodenominan “gnósticos”, que sostienen ideas extravagantes y funcionan en la práctica como sectas destructivas-, en una síntesis escueta, el núcleo del gnosticismo podría resumirse en esta afirmación: La persona tiene acceso directo a la “salvación” personal o liberación y el camino es la comprensión (gnosis) de lo que somos. Afirmación que, así planteada, parece incuestionable. Porque si no se admite el camino de la comprensión, solo quedaría otro: el de la creencia (por la que creemos que lo que nos salva es…); creencias que suelen incluir mitos, como el de una salvación concedida por un ser celeste. Sin embargo, por más que durante mucho tiempo haya ocupado un lugar preeminente, cada vez vemos con más claridad que toda creencia no es más que un constructo mental y, en consecuencia, nada fiable. La comprensión, por el contrario, no se apoya en creencias, sino en la experiencia o en la indagación. Todo lo cual puede resumirse en esta frase: donde hay creencias, no hay comprensión, y donde hay comprensión, no hay creencias.    

VER AL «PADRE», VIVIR EN PAZ

Domingo V de Pascua

7 mayo 2023

Jn 14, 1-12

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no, os lo habría dicho, y me voy a prepararos el sitio. Cuando vaya y os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino”. Tomás le dice: “Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?”. Jesús le respondió: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto”. Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Jesús le replica: “Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ve a mí, ve al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre?». ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, Él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre”.

VER AL “PADRE”, VIVIR EN PAZ

El autor (autores) del cuarto evangelio construye(n) un extenso “discurso de despedida” (o “testamento espiritual”) de Jesús, que abarca los capítulos 13 al 17, en el que insiste(n) en temas que al propio autor le resultan particularmente queridos, y entre los que destaca el referido a la unidad.

Si en un capitulo anterior había puesto en boca de Jesús la expresión: “El Padre y yo somos uno” (Jn 10,30), ahora vuelve sobre ello, haciéndole afirmar que “quien me ve a mí, ve al Padre”.

En el cuarto evangelio, Jesús se vive en la consciencia clara de ser uno con el Padre. Y esa es la fuente de su amor, su confianza, su paz y su alegría.

Ser uno con el Padre -ser uno con el Fondo de lo que es- no es una creencia, ni es fruto de la voluntad. No es algo que pudiéramos alcanzar tras haber cumplido determinados requisitos. Es lo que ya somos, aunque con frecuencia vivamos ignorándolo en la práctica. Es justamente esa ignorancia la que impide vivir los rasgos que acabo de enumerar.

“Quien me ve a mí, ve al Padre”: ¿qué significan esas palabras? Aplicadas a Jesús por el autor del evangelio, son válidas para todos nosotros. Si sabemos mirar, podremos ver al Padre en todos los seres, y lo veremos también en nosotros mismos. Porque lo que el evangelio llama “Padre” no es sino lo realmente real, el Fondo que sostiene y del que están brotando en permanencia todas las formas, nosotros incluidos.

El “Padre” es nuestra identidad última, Aquello que es consciencia, vida, amor… La experiencia y la palabra de Jesús constituyen una invitación para que sepamos descubrirlo y, más allá de las inercias que nos hacen vivir en la superficie de lo que somos, con sus secuelas de hastío y vacío, nos reencontremos con la verdad más profunda de nosotros mismos. Solo ahí es posible experimentar la plenitud.

¿Llego a descubrir lo que somos en profundidad?