EL BUEN LUGAR DE LA GRATITUD

Domingo XIV del Tiempo Ordinario

9 julio 2023

Mt 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre; y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis agobiados y cansados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

EL BUEN LUGAR DE LA GRATITUD

Cuando hay comprensión experiencial o profunda, la gratitud fluye. En ausencia de comprensión, únicamente podrá vivirse, en el mejor de los casos, cuando lo que acontezca resulte favorable a los intereses del yo o ego. Porque este no puede dar gracias por nada que lo frustre o que lo ponga en peligro.

La comprensión se traduce en dos certezas, que van de la mano: no somos el yo que nuestra mente piensa -con lo cual nos liberamos de su tiranía, así como de la lectura que hace de las cosas-, sino que somos uno con la totalidad, con la consciencia o la vida -con lo cual, somos situados en la aceptación profunda que culmina en la rendición a lo que es y en la gratitud incondicional-.

El yo -la mente- no solo no puede dar gracias por aquello que lo frustra; ni siquiera puede entender la gratitud en tales circunstancias. ¿Cómo dar gracias por algo que me hace mal?, ¿cómo dar gracias en una situación de injusticia flagrante?

Lo que ocurre es que, tal como se vive desde la comprensión, la gratitud no se parece en nada a lo que la mente entiende con ese nombre. Y aquí aparece una paradoja exquisita: la gratitud nace de la comprensión -solo es posible vivirla desde ahí- y, al mismo tiempo, al activarse, nos conduce precisamente a ese mismo lugar. Este es precisamente el poder de la gratitud: nos transforma por dentro, transportándonos al “lugar” de la comprensión; nos libera de la errónea consciencia de separatividad y nos sitúa en la consciencia de unidad.  

Y lo que sucede en ese lugar es que se agranda nuestra mirada para poder ver en profundidad. La mente solo alcanza a ver la “superficie” de lo real, por lo que hace una lectura indefectiblemente reduccionista. La comprensión permite ver más allá, en una paradoja siempre presente.

No se da gracias por la injusticia ni por lo que hace daño. Se ve desde otro lugar, en una mirada que tiene en cuenta, no solo datos aislados -como hace la mente-, sino el tapiz completo, la totalidad en su conjunto. Visto desde ahí, caes en la cuenta de que “todo es como tiene que ser” y “todo será como tenga que ser”, aunque sin olvidar nunca la paradoja de que, en el nivel de las formas, todo es mejorable.

Pero no será la mente -la mirada mental– quien se percate de ello. La paradoja únicamente se resuelve en la comprensión no-dual, es decir, desde una mirada transpersonal o espiritual capaz de captar y de abrazar los dos polos de lo real, el plano profundo y el plano de las formas.

UNA EXPERIENCIA CERCANA A LA MUERTE // Álex Gómez-Marín

Entrevista de Emilio Martínez a Álex Gómez-Marín, científico del CSIC, físico teórico del Instituto de Neurociencias de Alicante, tras participar en las XVI Jornadas ‘La muerte y el morir’, en El Español, 30 de abril de 2023.

https://www.elespanol.com/alicante/vivir/salud/20230430/experiencia-muerte-alex-gomez-marin-cientifico-csic-no/759674353_0.html

Gómez-Marín (Barcelona, 1981) es un físico teórico atípico. Investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), desde 2016 dirige el laboratorio de Comportamiento de Organismos en el Instituto de Neurociencias de Alicante. Últimamente anda integrando la física fundamental con la biología computacional y la filosofía continental para intentar averiguar más sobre la consciencia humana. Se trata de una etapa en la que ha coincidido con una experiencia vital que considera «un regalo», todo lo que vio en su experiencia cercana a la muerte. De todo esto habló el pasado viernes en las XVI jornadas “La Muerte y el Morir” de Elche, que este año se centraron en la conciencia en el proceso de morir. 

Cómo nos cuesta hablar de la muerte en Occidente.

Sí, parece que sea un tema que, con solo decirlo no apetece. Cuando hablo en unas jornadas como las de Elche, lo hago desde la ciencia, pero también de mi experiencia personal. Como el Martini de James Bond, ‘agitado, pero no mezclado’, hablo como neurocientífico y como persona con una experiencia propia que no es muy larga ni la voy a dramatizar, pero que, como estudioso de la mente humana, me provocó una pequeña crisis.

Una experiencia que puede ser un regalo, porque puede abrir puertas hasta preguntarse si la mente es más allá; si la mente es más que el cerebro o la actividad cerebral; esas son cuestiones que parecen filosóficas, pero no lo son. Y cuando hablo de la muerte, suelo relacionarlo con otros fenómenos, que a mí me gusta llamar fenómenos que están a los márgenes de la conciencia, que tienen que ver con las experiencias cercanas a la muerte; los psicodélicos, que no solo se están poniendo de moda ahora, sino que se están estudiando mucho sobre ellos; o los sueños lúcidos.

En este momento, diría, estamos empezando a estudiar científicamente todo esto y, de alguna forma, saliendo del armario.  

¿Qué te pasó cuando casi mueres?

Pues, aparentemente, algo no muy problemático. No lo sabía entonces, ¿no? Pero perdí mucha sangre durante muchos días por unas venitas en el estómago, casi cuatro litros me tuvieron que reponer. Yo entonces me fui quedando muy débil hasta que me tuvieron que intervenir para cerrar esa herida. Por eso estuve al borde de la muerte, no por un accidente de tráfico gravísimo, ni estuve en coma ni nada, es lo que me pasó; es un incidente que hace 50 años me habría muerto, ahora si te lo encuentran, en media hora te lo resuelven. En mi caso, pues, estuvo entre una cosa y otra.

¿Y qué fue lo que viste?

Me vi a mí mismo, pero no en un túnel, que es horizontal, yo estaba en un pozo y miraba hacia arriba, donde entraba mucha luz y se asomaban tres figuras que venían como a recibirme. Entonces yo sentí que, si les pedía ayuda para salir del pozo, pues que me iba al otro barrio, al otro mundo, y que si no, pero que si les decía ‘no gracias, ahora no, todavía no’, pues me quedaba. Y eso fue lo que pasó, dicho así, a lo mejor fueron 10 segundos aunque, como en los sueños, no sabes si fueron 10 segundos o una hora, pero sí tuve esa sensación de estar en un umbral.

¿Lo notaste claramente o fue como un sueño borroso?

Sí, sí, claramente, y eso también depende de cada uno como sueña, hay gente que tiene sueños muy vívidos y los describe con mucho detalle y yo no, normalmente, no, pero a mí me estaba claro dónde estaba y lo que estaba haciendo. Y, aunque ya te digo que no sucedieron cosas mucho más estrambóticas, ni se me aparecieron ángeles ni miles de colores, ni un viaje por el universo con mucho detalle, pero lo que estaba pasando estaba bastante claro para mí en aquel momento, estaba en ese pozo y había luz al otro lado, y si salía no volvía y si me quedaba, sí.

¿Y eras consciente en esos 10 segundos de que te estabas muriendo?  

No sé, ahora yo te lo cuento con mi recuerdo y mi interpretación es un poco inevitable, pero no, no creo que fuera consciente de que me estuviera muriendo, pero sí que tuve la lucidez de saber, que luego podemos discutir qué fue eso realmente, pero en mi experiencia fue la lucidez de saber que si salía de ese túnel, de ese pozo, me moría, eso sí. No era algo que pensaba, era algo que sabía con seguridad. Sabía que si salía me moría.

Esas tres personas que afirmas haber visto en este proceso, ¿quiénes eran? ¿Quizás los sanitarios que te atendieron? 

Sé quiénes son esas personas, pero nunca lo he contado porque he preferido preservarme algo de privacidad. Te avanzo que no eran sanitarios ni eran familiares, podríamos decir que eran figuras, guías, yo les llamo guías. Figuras a las que yo tengo un apego particular mío, yo les llamaría guías.

¿Cómo se toman sus compañeros científicos en un campo como el de la ciencia, basado en la demostración, su experiencia tan singular cuando se la cuentas? 

Cuando les he contado mi experiencia me escuchan con atención y con cariño incluso, te diría. Algunos de mis compañeros, quizás la mayoría, me dicen ‘qué bonito viaje’, pero añaden, ‘pero esto de realidad, poca, será más bien una ilusión, ‘será tu cerebro cuando te está dejando de funcionar bien’, ‘¿qué otra cosa puede ser? ¿verdad?’ Claro.  ¿Qué podría ser, si no? Una alucinación, una ilusión, es que le faltaría oxígeno a tu cerebro, todo lo que tú quieras, menos atreverte a sugerir una hipótesis que nos mueve los cimientos de nuestra visión del mundo.

Y nos incomoda, ¿no? 

Sí, claro, incomoda porque estamos acostumbrados a lo familiar, y lo familiar es en neurociencia, y la ciencia en general, que la mente no es nada más que la actividad del cerebro, que todo está hecho de materia, y además ahí yo me río, siendo físico, me río con cariño también, porque siendo físico sé que los físicos sabemos que no sabemos muy bien qué es la materia. Entonces, cuando yo escucho a un neurobiólogo compañero mío, y digo, pero Alex, ya sabemos que en el fondo todo está hecho de materia, y que estas cosas que tú cuentas no es nada más que materia, y yo me río, digo que si los físicos ya hemos dejado esta idea de materia, ya hace 100 años que la hemos dejado atrás, porque nos hemos dado cuenta que no es tan fácil, no es tan sencillo, ¿no?

Entonces, bueno, ahí hay algunos compañeros que igual les interesan seguir discutiendo, y otros dicen, bueno, ‘me tengo que ir, tengo cosas urgentes’.

¿QUIÉN ES EL «MÍ», DEL QUE HABLA JESÚS?

Domingo XIII del Tiempo Ordinario

2 julio 2023

Mt 10, 37-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta, y quien reciba a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo. Y todo aquel que dé de beber tan solo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa”.

¿QUIÉN ES EL “MÍ”, DEL QUE HABLA JESÚS?

Entendidas en su literalidad, las expresiones que aparecen en el texto, con matices comparativos (“más que a mí”) y carga autorreferencial (“por mí”) chirrían con razón a la conciencia moderna, testigo de tantos gurús que han demandado a sus fieles una incondicionalidad incuestionable.

¿Qué sentido tiene que un maestro pida ser amado más que los propios padres o los propios hijos? ¿Quién es el maestro que exige perder la vida por él? Todo ello suena más a una catequesis elaborada por la comunidad primitiva que a dichos auténticos de Jesús. Una comunidad que ya ha “divinizado” a Jesús y que lo presenta como referente absoluto, a cuya luz todo lo demás palidece en un segundo plano. Hoy conocemos también que se trata de un movimiento típicamente sectario, que enaltece hasta el infinito al propio líder.

Sin embargo, aun dejando de lado la cuestión de la autoría de esos dichos, cabe otra lectura de los mismos, no literal, sino espiritual o simbólica. ¿Quién o qué es ese “mí” del que se habla en términos absolutos, como lo único realmente real y lo único por lo que merece postergar todo lo demás?

Cuando se sale de la creencia dogmática y se vive un proceso experiencial de autoindagación, la respuesta se abre paso de manera luminosa: ese “mí” no es la persona del Maestro de Nazaret, ni tampoco otro yo particular. Ese “mí” alude a una realidad transpersonal -más allá de todos los yoes o personas-, a Aquello que constituye el Fondo de todo lo real, la identidad última, única y compartida, que somos.    

Ese es el “tesoro escondido” -del que hablará el propio Jesús-, Aquello que somos en profundidad. Por tanto, en cuanto realidad transpersonal, no cabe la apropiación y carece de sentido la comparación. No se pide que ames a uno más que a otros, ni que mueras por alguien en particular, sino que vivas anclado en la verdad de lo que eres. Esta es la clave, válida para toda persona, cualquiera que sea su creencia. Cuando se vive así -dice Jesús en otro lugar-, “todo lo demás se os dará por añadidura”.  

NI LIBRES NI MARIONETAS

Domingo XII del Tiempo Ordinario

25 junio 2023

Mt 10, 26-33

En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: “No tengáis miedo a los hombres porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo”.

NI LIBRES NI MARIONETAS

Al releer las rotundas palabras de Jesús –“ni un solo [gorrión] cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre”-, me ha venido a la memoria Ramana Maharshi y sus no menos contundentes expresiones: “El hombre cree ser el que hace, pero esto es un error. Es el poder supremo el que hace todo, y el ser humano es tan solo una herramienta. Si acepta esa posición, está libre de problemas”.

Ambos sabios, desde tradiciones bien diferentes, hacen una afirmación tan contraintuitiva que despierta habitualmente resistencias e incluso rechazo: ¿Acaso no tenemos todos una percepción inmediata y autoevidente de ser libres y, aun con límites, llevar el control de nuestra existencia?

Lo que sucede es que la percepción subjetiva de algo no avala que sea real. Por eso es bueno no asumirla de manera acrítica, sino avanzar en un trabajo de indagación que nos abra a la verdad.

Tal indagación pasa por preguntarse qué es lo realmente real. Es claro que solo puede serlo aquello que permanece estable en medio de todo lo que cambia. Eso que permanece -que no muta- es el único sujeto real; todo lo demás son objetos, formas que cambian constantemente. Llamamos “objeto” a aquello que puede ser observado y “sujeto” a aquello que observa y es consciente.

Pues bien, todo lo que podemos observar en nosotros es un objeto: nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro psiquismo, nuestro yo (o persona). Por tanto, nada de eso es realmente real. Y el único sujeto es Eso que es consciente, “Eso que no tiene nombre” -como diría José Saramago- y al que, sin embargo, apuntan tantos nombres, como el de “Padre” -en el caso de Jesús- o “Poder supremo” -en palabras de Ramana-, Vida, Totalidad, Consciencia…

En el plano de las formas, funcionamos como si fuéramos libres, creyendo que todo depende de nuestras decisiones. Y así es como puede desplegarse nuestro mundo. Pero visto desde el plano profundo, todo es una representación que brota de ese Fondo -lo único realmente real-, del que depende en todo momento. Por lo que puede decirse que, hablando con rigor, no existe el libre albedrío, pero que, sin embargo, nuestra identidad profunda es libertad. O dicho de otro modo: la libertad no es una cualidad del (ilusorio) yo, sino una realidad transpersonal que es una con todo lo que es. Por ese motivo, como ha escrito con acierto José Díez Faixat, «la presunta libertad del yo individual es, paradójicamente, su esclavitud, ya que es precisamente la creencia de ser una entidad personal lo que impide reconocer al Sí mismo real, eternamente libre. Nadie que crea ser alguien puede descubrir esa libertad originaria».

La analogía del sueño resulta iluminadora. Mientras estamos dormidos, asumimos el contenido de los sueños como absolutamente reales. Sin embargo, al despertar, todo aquello se desvanece. El único sujeto realmente real es la mente de la persona que elabora todos los contenidos del sueño. Los personajes del sueño creen que hacen y llevan el control, pero todo es obra de la mente. De la misma manera, creemos ser libres, pero todo es obra del “poder supremo”. Ahora bien, esa realidad, cualquiera que sea el nombre que se le dé, no es algo separado -tal como las religiones teístas han imaginado y hablado de “Dios”-, sino que constituye el Fondo último y único de todo lo real, nosotros incluidos. Ese Fondo es nuestro fondo, como diría el Maestro Eckhart, en el siglo XIII, el Fondo que no muta y que se halla siempre a salvo. Por eso, tenía toda la razón Jesús cuando invitaba a no tener miedo y a vivir en confianza.

EL PROYECTO DE JESÚS

Domingo XI del Tiempo Ordinario

18 junio 2023

Mt 9,36-10,8

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”.

Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”.

EL PROYECTO DE JESÚS

La creencia ortodoxa cristiana afirmó durante siglos que “el cristianismo es la única religión verdadera” o que “fuera de la iglesia no hay salvación”, sobre la base de que el uno y la otra habían nacido directamente de Jesús, materializando con ello la “voluntad salvífica” de Dios.

Fue particularmente en el siglo XX cuando, en el campo teológico, se puso sobre la mesa esa cuestión: ¿Realmente Jesús fundó la iglesia? ¿O no fue, más bien -como afirmara en 1902 Alfred Loisy-, que “Jesús predicó el Reino y lo que vino fue la iglesia?”.

El texto del evangelio de Mateo que se lee este domingo no deja lugar a dudas, al afirmar enfáticamente que no vayan a “tierra de gentiles”, sino solo a las “ovejas descarriadas de Israel”.

Esas palabras, como el hecho simbólico de la elección de los Doce -alusión clara a las doce tribus que conformaban el pueblo judío-, parecen mostrar claramente que el proyecto de Jesús se concentraba en lo que podría denominarse la “reconstrucción” de Israel.

Su propuesta parece reflejar su anhelo de reconstruir de nuevo el pueblo, sobre una doble base que quiere ir hasta la raíz misma de la fe bíblica, en consonancia con la mejor tradición profética: la entrega radical a Dios (“Abba”) y el amor servicial a los hermanos. Así se explica que, tanto en su propia existencia cotidiana como en su mensaje, Jesús enfatizara una confianza absoluta y un amor compasivo e incondicional “hasta el extremo”.

Jesús no fundó la iglesia ni quiso iniciar ninguna religión nueva -en cuyo nacimiento tuvo mucho que ver el “genio” religioso de Saulo de Tarso-, sino renovar a su propio pueblo, sobre los fundamentos de la filiación divina y la fraternidad que habría de derivarse de la misma.

Esto no significa, sin embargo, que el mensaje y la misma práctica de Jesús queden encerrados en los límites del judaísmo. Su mensaje -piénsese en las parábolas, el sermón de la montaña y tantos otros dichos- contiene y expresa una sabiduría atemporal, en línea con las más nobles tradiciones sapienciales o espirituales. Y su vida entera es una manifestación nítida de coherencia y autenticidad hasta el final. Todo esto es lo que me hace ver a Jesús como un hombre excepcionalmente sabio, en el sentido más hondo del término: por lo que dice, por lo que vive y porque no hay distancia en él entre lo uno y lo otro.

TRANSITAR LO QUE HAY // Esther Fernández Lorente

Transitar lo que hay en el instante
en que el deseo dibuja bocetos
de lo que, sin duda, debería ser.
Transitar lo que hay, lo que se muestra,
sin tapar o escapar de lo que duele,
lo que da miedo o nos llena de tristeza.

Transitar lo que hay, caminar lento
contemplando cada olor, cada caricia
de la vida, desde el sí a lo que trae.
Transitar lo que hay, jugando al juego
de controlar algo de lo que sucede,
en esa “libre” intención de nuestros pasos.

Transitar lo que hay, humildemente,
sabiendo todo lo que no sabemos
transitados, sin más, por la confianza.
Transitar lo que hay y bucearlo,
rastreando los fondos donde hallamos
la perla del amor que brilla en todo.

Transitar lo que hay sin otro anhelo,
que transitar, al fin, estar presentes
a la verdad que nos libera, simplemente,
cuando nos abandonamos en su abrazo.

                                        Esther Fernández Lorente