Semana 19 de agosto: CUIDAR LA INTELIGENCIA ESPIRITUAL

¿CRISIS DE VALORES O CRISIS DEL MODELO DUAL?
OTRO MODO DE VER, PARA VIVIR DE OTRO MODO

y V. El cuidado de la inteligencia espiritual, para una visión integral. 

       Es indudable que “espiritualidad” es una palabra gastada. La visión dualista que contraponía lo “espiritual” a lo “material”, en detrimento de este último, así como su apropiación indebida por parte de la religión, explican que, apenas se nombre, ese término provoque reacciones de rechazo.

        Debido a ello, se empiezan a usar otras palabras no contaminadas que, sin embargo, rescaten el contenido valioso que con aquella se quería expresar. Así, por ejemplo, en el campo educativo, se habla de “educación de la interioridad”, mientras que en otros ámbitos se prefiere hablar de “cualidad humana profunda”, “dimensión de profundidad”, “nivel transpersonal” o, sencillamente, “no-dualidad”[1].

          Con todo ello, se quiere aludir a aquella capacidad del ser humano que, trascendiendo lo mental, nos sitúa en condiciones de experimentar la respuesta adecuada a la pregunta fundamental, de la que depende todo lo demás: “¿quién soy yo?”.

          Hemos visto que, para la mente, no somos sino el yo individual, una estructura psicosomática, definida y delimitada. Una vez asumida esa identidad, lo que de ella nace es individualismo, egocentrismo y constricción (sufrimiento).

          Si queremos superar ese engaño, es necesario ir más allá de la mente; utilizar el otro modelo de cognición, el no-dual, único capaz de operar fuera del mundo de los objetos. A eso es a lo que nos referimos con la expresión “inteligencia espiritual”.

          Entendemos por ella la capacidad –toda inteligencia es una capacidad- de responder adecuadamente a las necesidades espirituales (necesidad de sentido, de armonía, de libertad, de paz, de plenitud, de felicidad, de amor, de unidad, de compasión, de verdad, de bondad, de belleza…); capacidad de separar la consciencia de los pensamientos, reconociendo que somos más que la mente; capacidad de percibir la unidad profunda de lo Real y la Unidad que somos.

          Sobra decir que la espiritualidad de la que aquí hablamos no tiene nada que ver con la religión. Esta sería, en el mejor de los casos, un “mapa” que apunta hacia aquel “Territorio”, que no es otro que nuestra verdadera condición humana. De ahí que “espiritualidad” sea equivalente a “plenitud humana”.

          Pero parece evidente que hasta que no transitemos ese “territorio” de nuestra verdadera identidad, será imposible superar la crisis adecuadamente. Porque de ella no se sale a fuerza de voluntarismo, sino gracias a la comprensión de quienes somos y, en consecuencia, desapropiados de nuestro ego. Pues, como ha escrito John R. Price, “hasta que no trasciendas el ego, no podrás sino contribuir a la locura del mundo”.

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[1] Sobre toda esta cuestión, E. MARTÍNEZ LOZANO, Vida en plenitud. Apuntes para una espiritualidad transreligiosa, PPC, Madrid 32013.

Semana 19 de agosto: INTERIORIDAD Y MINDFULNESS

LA INTERIORIDAD,
UNA PROPUESTA MÁS ALLÁ DEL MINDFULNESS

Natalia Tirador (Ixileku) y Marta Digón (Camí Endins)
en camiendins 19 octubre 2016.

      La búsqueda de la trascendencia es connatural al ser humano; no se conoce época histórica en el que este anhelo profundo no haya acontecido. Durante siglos este anhelo ha tenido lugar en el marco de las religiones, donde se ofrecían los mapas para vehicular este acceso.

       Hoy vivimos en un momento de cambio de paradigma en la vivencia espiritual, o por lo menos muchos de nosotros lo sentimos así. Esto quiere decir que vivimos, más allá de las religiones, una posibilidad de acceso a las profundidades de nuestro ser, un marco que nos ha dejado de contener, el lenguaje religioso ya no nos expresa, la experiencia de vida interior ha desbordado el continente, y el contenido ha encontrado otras vías de acceso para entrar en nuestro interior. Es como si los zapatos de hace un tiempo, que nos servían para caminar en su momento, nos aprietan y necesitamos cambiar de calzado, aunque el recorrido sea el mismo. Las categorías religiosas de antaño ya no nos expresan, están obsoletas, y  necesitamos otras vías para acceder a nuestro interior.

     El mindfulness, como vía de acceso, posibilita este adentramiento desde el vivir con una actitud de atención plena y consciente en cada instante del día. Con la atención plena sacralizamos la vida ordinaria. En otro tiempo habría que retirarse del mundo para acceder a lo sagrado; en la dualidad el mundo estaba lleno de ruido y repleto de mensajes morales para llegar a un perfeccionamiento. Ahora entendemos que es todo uno, y que lo sagrado es la vida misma, que todo está contenido por lo que es, y que nada puede quedar fuera. No hay que salir al exterior de nosotros mismos para encontrar aquello que ya tenemos dentro. Este matiz sutil conduce a una praxis radicalmente diferente, nuestra vida entera pasa a ser toda ella sagrada, la presencia activada con la atención consciente del devenir de cada instante, nos conduce a ese espacio de paz que llamamos conciencia, o la vida  que nos vive, que sería la misma única cosa.

      La física cuántica, como otra vía de acceso, nos dice que creamos la realidad con la observación y la atención consciente nos permite acceder a ese instante con todo nuestro ser, y entonces el instante se transforma en plenitud.

      Al vivir en una realidad fractal sabemos que la parte contiene el todo, y entonces entendemos que en la minúscula porción del instante se juega la totalidad de nuestra existencia; cada instante empieza y acaba en una realidad única; ya no hay que esperar en consecuencia, al futuro para realizarse. Todo acontece en lo que ya está aconteciendo de manera perfecta en la totalidad de nuestra presencia activada.

     El mindfulness nos invita al cuidado de cada minúscula porción: estoy donde estoy en el instante mismo que está ocurriendo, y lo manifiesto en la manera de comer, andar, acariciar, escuchar, lavarme, mirar y amar…

       Pero el mindfulness no es un atender por atender, no se trata de estar atento porque estamos distraídos y tampoco recurrimos a ello para estar más relajados o ser más eficientes. Se trata de acceder a ese espacio diáfano, abierto, inmenso, innombrable, inabarcable que nos vive y nos contiene a todos, que es el Amor.

      Con la atención constante observamos aquellos obstáculos, apegos, heridas…, que tiene el psicocuerpo y que a menudo interfieren en la expresión de ese amor. La observación y autoindagación sutil de lo que nos acontece por dentro, nos permiten explorar e investigar constantemente qué es eso de ser humanos, que no sabemos…. Es ir respondiendo a la pregunta: ¿quién soy yo? En esta autoindagación no se trata de realizar ningún tipo de análisis; al contrario, es ir desprendiéndose de capas e identidades que hemos ido creando y que ocultan nuestra esencia amorosa.

      La observación es transformadora en sí misma, no hay que hacer nada con lo observado, ni terapeutizarlo, ni trabajarlo, ni rechazarlo, ni juzgarlo, ni compararlo, ni psicologizarlo…. Es más bien un “no hacer”, solo observar, porque la alquimia se produce en otro plano, y ese otro plano es transpersonal, transracional, transmental….

      La verdadera transformación la opera la conciencia, la vida que nos vive. Ella sabe qué ir haciendo en nosotros para que vayamos siendo; solo nos tenemos que dejar. Es en esa rendición activa donde se produce todo lo que necesitamos para ser. Se da de forma natural, porque en realidad no hay separación alguna, podemos pelearnos constantemente con lo que es, o sencillamente fluir con lo que ya está siendo.

      La rendición no es un acto cobarde –al contrario, es el paso consciente más valiente que podemos dar- y tampoco es resignación o pereza. Es sencillamente quitarse de en medio para que surja la sabiduría que posee todo ser humano en lo más hondo de sí mismo; es dejar que la vida campee a sus anchas, sin interferencias, cada vez más  ella en nosotros, para que al final no quede nada de nosotros, y quede solo ella siendo, que es nuestro verdadero ser.

       El oleaje de la vida, si no ponemos atención en ello, nos puede llevar a lugares revueltos y a veces indeseados. Contemplar ese oleaje puede ser un ejercicio de mindfulness, de observación consciente y de profunda transformación para nuestro ego. Pero si queremos ir al fondo del mar, hemos de cambiar de nivel, y ese está más allá… Ese lugar es la interioridad y carece de ego, es lo que llamamos la Conciencia. Y en ese lugar reposa el Ser.

Semana 12 de agosto: MÁS ALLÁ DE LA MENTE

¿CRISIS DE VALORES O CRISIS DEL MODELO DUAL?
OTRO MODO DE VER, PARA VIVIR DE OTRO MODO

IV. Consecuencias de la absolutización de la mente

     Las consecuencias probablemente más nefastas, derivadas del hecho de haber absolutizado el modelo mental, han sido el cientificismo y el individualismo. Por el primero, la realidad se reduce simplemente a lo que se puede tocar: caemos en una visión materialista y pragmática. Por el segundo, nos identificamos con nuestra estructura psico-somática, viviendo en función del “yo” al que hemos asignado nuestra identidad: caemos en una visión egocentrada en todos los ámbitos de la existencia; economía, política, religión…, se convierten en dominios en los que el yo busca fortalecerse a costa de cualquier otra cosa.

     Es claro que tal visión tenía que entrar necesariamente en crisis. Y que la crisis, a su vez, puede servir de catalizador para encontrar la salida.

       Pero la salida no vendrá por el lado del voluntarismo, sino de la comprensión. Es decir, solo superaremos positivamente la crisis si somos capaces de crecer en consciencia.

    En el modelo mental, la consciencia parece identificarse con la mente. No es raro, por tanto, que la persona se perciba a sí misma como un islote separado del resto. La realidad, sin embargo, es que la mente no es sino una herramienta de la consciencia: mente es lo que tenemos; consciencia es lo que somos. Es esto lo que necesitamos ver para poder implementar los medios operativos que nos lleven a vivir en coherencia con este nuevo modelo. Es decir, solo accediendo a “otro modo” de ver, podremos aprender a vivir de “otro modo”.

        Y aquí es donde entra en juego la puesta en práctica de aquellos medios que favorezcan el paso de un modelo al otro, de un modo particularmente especial en el ámbito educativo. Se hace necesario abandonar la rigidez del estrecho modelo mental para, integrándolo, plantear una educación integral, que atienda a todas las dimensiones de la persona. Es lo que, en la última década, aunque con diferentes nombres, se conoce como “inteligencia espiritual”.

Semana 12 de agosto: TOMAR DISTANCIA DE LA MENTE

Entrevista de Ima Sanchís a Jenny Moix, doctora en psicología, en La Contra de La Vanguardia, 31 de julio de 2018.

 “Lo único que falta en tu vida eres tú”.

 Tengo 54 años. Soy de Sabadell. Divorciada, tengo dos hijos, Ingrid (23) y Éric (20). Soy profesora titular de Psicología de la UAB. No creo en la actual democracia, el voto es demasiado manipulable. Abogo por un comité de sabios. Creo que hay algo más que nuestro limitado cerebro no alcanza a comprender.

 Jenny y su mono

Locuaz y cálida, sabe explicarse con sencillez, con ejemplos cotidianos, por eso ha inventado un personaje que define nuestros pensamientos incontrolados artífices de nuestras emociones y que son en definitiva los que controlan nuestra vida. Ha dotado de personalidad a ese loco parloteo, se trata de un pequeño mono que salta de rama en rama, de pensamiento en pensamiento, y que lleva con ella a todas partes, porque sabe que ni siquiera los psicólogos se libran de él, así que hay que observarlo de cerca y sobre todo creerle poco. Al convertir la mente en un monito de peluche consigue que no sea el enemigo invencible sino un aliado que hay que domesticar. Lo explica en su último libro, Mi mente sin mí (Aguilar).

 ¿Somos prisioneros de nuestra propia mente?

Sí, entre la realidad y nosotros se interponen los pensamientos. Ellos condicionan nuestro estado de ánimo. Por muy perfecto que sea el entorno, si tú piensas que es malo, es malo.

Ya.

La mente es como un mono loco que va de rama en rama, de pensamiento en pensamiento, sin ton ni son, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.

Tenemos pensamientos absurdos.

A veces el mono nos dice cosas raras, sin sentido. Puedes estar esperando el metro y que te pase por la cabeza “¿qué pasaría si me tiro?”.

Pensamientos inconfesables.

No es que estés deprimido, simplemente es un pensamiento que cruza tu cerebro sin más. Hay que saber que eso le pasa a todo el mundo.

Es tranquilizador.

Pero puedes percibir que hay una parte de ti que no es mente, el yo observador, y es lo que debemos potenciar. Hay que estar atento. Tenga, quiero regalarle esto.

Una chapa con un mono.

Sí, y con una frase crucial: “Obsérvame mucho y créeme poco”. No se crea al mono.

Si quitamos la mente, ¿qué nos queda?

Se trata de distanciarse de la mente que juzga, que critica, que nos menosprecia, que nos desconcentra. A la mente hay que utilizarla.

¿El mono miente?

Estamos llenos de emociones, y el mono no es lúcido, nos hace tomar decisiones en caliente, justificar actitudes erróneas.

¿Los pensamientos son nuestro peor ­enemigo?

Esa frase de Buda a mí no me convence, porque sí tú crees que tus pensamientos son tu peor enemigo, te sentirás culpable, te enfadarás contigo mismo. Por eso yo utilizo un monito travieso, porque si vemos la mente como algo tierno podremos educarla y guiarla con más facilidad.

Con dulzura.

Tampoco me gusta la expresión “controlar la mente”. La mente no es un Excel, mejor observarla, decidir creerla más o menos, alimentarla de manera positiva… generar autocompasión.

¿Usted sabe hacerlo?

No hace mucho me hundí, no le encontraba sentido a nada. Un día llorando desconsolada me repetí: “Todo esto te lo estás haciendo tú”, y después de mucho insistir mi mente cambió. Lo que nos repetimos tiene mucho poder.

¿Y ya está? Mi mono no se lo cree.

Mejoré, pero cuando el mono volvía a susurrarme pensamientos torturantes como “todo va a salir mal”, me tambaleaba. A la mente le encanta hacer suposiciones, y la mayoría son falsas. Debemos suavizar nuestra rigidez mental si queremos ser felices. Pero la vida está llena de trampas.

Nos pone a prueba con insistencia.

Tú puedes acabar de meditar, sentirte en paz, recibir un e-mail incendiario y se acabó la paz.

Sí, y encima te sientes imbécil.

Necesitamos apuntalarnos, y yo lo hago dándole una frase al mono que le pido que me repita sin descanso, algo que le encanta.

Póngame otro ejemplo.

Quedé con una amiga que me había ofendido y temí no ser capaz de mantener la paz, así que le dí un mantra al mono: “Escúchala, respira y calla”. El mono me traicionó y me puse a la defensiva, pero me agarré al mantra, me centré y no caí en la trampa. Hay que mantener el centro.

Entonces tenemos que luchar contra nuestra propia naturaleza.

El otro día vi un chiste: caminan en fila el Homo sapiens, el neandertal, el erectus y el australopithecus. El Homo sapiens se gira y les dice a los demás: “Chicos, volvamos a empezar que nos hemos equivocado en todo”.

Un chiste muy lúcido.

Todos estamos locos, la cuestión es el grado de cada cual. No estamos relajados, decimos “descansa en paz” cuando la gente se muere. El estado basal debería ser estar tranquilos, y no lo estamos. Pero la palabra luchar tampoco me gusta, hay que observar mucho y saber adónde nos está llevando el mono. Estamos despistados.

Si no somos la mente, ¿qué somos?

Lo que quedas cuando sacas todo lo demás, la conciencia de ser. Mucha gente, y eso lo está estudiando la ciencia, cuando tiene un accidente puede verse desde fuera, dando las vueltas de campana. El cerebro siempre nos da una perspectiva, pero puede darnos otra.

¿Qué pasa con el mono cuando dormimos?

Se quita el gorro de la lógica y sigue hablándonos a través de los sueños. Nuestros pensamientos son repetitivos, los de hoy y los de ayer se parecen mucho.

Somos obsesivos.

Sí, obsérvese y verá que tiene muy pocos pensamientos originales. En cambio, por la noche puede saltar a ideas más inconexas y crear cosas nuevas, otros puntos de vista.

¿Cómo guiar la mente en el día a día?

Aprender a nadar en un maremoto es complicado. Hay que hacer silencio y simplificar, vivir sin tanto reto ni autoexigencia, sólo así puedes observar al mono y detectar los pensamientos automáticos que nos dejan huellas emocionales. Porque también llevamos un sabio dentro.

Muy calladito.

Solemos conectar con él cuando nos hemos salvado de una gorda, pero luego volvemos a olvidarlo y a vivir con el piloto automático, por eso digo que lo único que falta en tu vida eres tú.