LO REALMENTE REAL

Domingo II de Navidad

2 enero 2022

Jn 1, 1-18

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Este es de quien dije: «El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo»”. Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia: porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

 LO REALMENTE REAL

El himno-prólogo del cuarto evangelio constituye un canto a lo realmente real, que es nombrado con el término Logos (luego traducido como Verbum en latín y Palabra en castellano, con lo que, en cierto sentido, perdió la fuerza de su significado original).

Se trata de un texto que intenta armonizar “mapas” diferentes para hacerlos “confluir” en la creencia en Jesús como “Hijo único” de Dios. Tal intento hace que, por momentos, el texto resulte confuso: si bien afirma que el “Logos” es distinto de Dios, añade, sin embargo, que es Dios. No resulta difícil entender que la fe cristiana leyera el texto en clave trinitaria.

Sin embargo, es posible una lectura previa, no teísta, en la que Logos sería el término para referirse a lo realmente real, Aquello que está más allá de todo nombre. En este sentido, sería un término equiparable a estos otros: Tao, Ser, Consciencia, Vida, Totalidad… Y todos ellos apuntan -no pueden hacer más- a Aquello que es la fuente y el “núcleo” último de todo lo real, Lo que es, Plenitud de vida, de luz y de amor.

El evangelio y la creencia cristiana atribuyen esta plenitud a Jesús, en lo que consistió la más grave herejía para el judaísmo: atribuir a un hombre naturaleza divina. Para el estricto monoteísmo judío resultaba algo aberrante.

De manera similar, el cristianismo considera herética la afirmación según la cual, lo que su creencia afirma sobre la persona de Jesús es válido para todos los seres humanos. Por decirlo de modo más preciso: en todos nosotros se cumple lo que este prólogo afirma de Jesús.

Como en él, nuestra identidad última es el Logos, Plenitud de vida, de luz y de amor. No decimos que nuestro “yo” sea todo eso -el yo es solo una “forma” temporal en la que se está experimentando el Logos-, sino que, más allá de la personalidad particular, nuestra identidad es una con todo lo que es. Solo nos queda caer en la cuenta y vivirnos desde ella.

Con lo cual, se hace manifiesta de modo inmediato una primera “moraleja”: siendo plenitud, ¿cómo nos vivimos habitualmente perdidos en la confusión y el sufrimiento que nacen de su “olvido”?

¿Qué es para mí lo realmente real?

VIVIR EN CASA

Domingo I de Navidad: Fiesta de la Sagrada Familia

26 diciembre 2021

Lc 2, 41-52

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que lo oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Él les contestó: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en la casa de mi Padre?”. Pero ellos no comprendieron qué quería decir: Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

VIVIR EN CASA

Parece probable que Lucas construyera este relato con un objetivo preciso: presentar a Jesús como alguien que vivía permanentemente “en el Padre” , en una actitud marcada por la confianza y la docilidad completa. Lo cual se percibe nítidamente en las últimas palabras que el propio Lucas pone en boca del Crucificado: “Padre, a tus manos confío mi espíritu” (Lc 23,46). De ese modo, el evangelista hace que “Padre” sea la primera y la última palabra que pronuncia el Jesús de su evangelio.

¿Qué significa exactamente la expresión “estar en casa de mi Padre”? Una es la lectura teísta, según la cual la persona religiosa se entrega a la divinidad, pensada como un Ser separado, en quien cree encontrar fuerza, apoyo y confianza.

Pero, superado el teísmo, cabe también otra lectura -simbólica, mística y laica a la vez-, según la cual, el término “Padre” es una metáfora para referirse al Fondo último de lo real y, por tanto, a nuestra verdadera identidad. “Padre” alude a la Realidad transpersonal -lo realmente real-, fuente, fundamento y “sustancia” última de todo lo que es, que se despliega constantemente en infinidad de “formas” que pueblan nuestra experiencia.

Ahí queda expresada la paradoja de lo real -también nuestra-: somos esa misma y única Realidad (“Padre”) expresándose en una forma concreta (yo). Y Eso que somos no puede ser pensado ni nombrado; únicamente podemos serlo y es entonces cuando lo conocemos de manera experiencial. No solo no se halla al alcance de la razón -siendo totalmente “razonable”, es transracional-, sino que el camino para experimentarlo pasa por el silencio de la mente. Silencio que nos introduce en lo que los místicos llamaron la “sabiduría del no saber” y nos pone en contacto con “Aquello” que es previo a todo pensamiento, el “Fondo lúcido”, un saber previo a la razón, que se verifica en la propia persona del buscador.

Desde esta lectura, “estar en casa del Padre” significa vivir anclados, en conexión consciente, con “Eso” que somos en profundidad, fuente de vida, de amor, de creatividad y de acción, en una actitud sostenida de confianza y de docilidad a la vida. “Estar en la casa del Padre” es vivir diciendo sí a lo que la vida nos trae y en la dirección que la vida nos mueve.

¿Vivo, de manera consciente, en casa?

SOBRE EL FUTURO DE LA HUMANIDAD // Yuval Noah HARARI

Entrevista de Carlos Manuel Sánchez a Yuval Noah Harari, en El Correo, XLSemanal, 14 noviembre 2021.
https://www.elcorreo.com/xlsemanal/personajes/yuval-noah-harari-tecnologia-riesgos-sapiens-pilares-civilizacion.html

 «Las grandes corporaciones quieren ‘hackear’ a la humanidad».

Este historiador y filósofo levanta expectación. Ha conseguido algo nunca visto. Vender 35 millones de libros, traducidos a 65 idiomas, con sesudas reflexiones sobre el ser humano y su papel en el mundo. Hablamos con él en busca de respuestas ante una explosión tecnológica plagada de promesas… y peligros.

«Si tengo algún superpoder, es el de ver las cosas como son en realidad», dice Yuval Noah Harari (Israel, 45 años), que ha afinado esa visión de rayos X con años de meditación para no distraerse con el ruido mental y centrarse en lo importante. Este historiador y filósofo social que se atrevió a contar el pasado de la humanidad en Sapiens, el futuro en Homo Deus y el presente en 21 lecciones para el siglo 21 se ha convertido en un fenómeno editorial. Ahora publica Los pilares de la civilización, el segundo volumen de Sapiens. Una historia gráfica (Debate), una adaptación al cómic de su texto más ambicioso, que sigue batiendo récords. «Estamos en la década más crítica de la historia», asegura Harari, quien considera que el destino del ser humano está en juego.

Entre la exposición de una ‘celebritie’ y el retiro monacal. Harari vive en Israel y lo hace al margen de las redes sociales y ‘desaparece’ dos meses al año en un retiro espiritual. No obstante, confiesa que conoció a su marido, Itzik, gracias a una aplicación para citas. Eso sí, allá por 2010.

XLSemanal. Durante la crisis, escuchábamos a los economistas y, ahora, los filósofos se han puesto de moda. ¿Son ustedes los nuevos gurús?

Yuval Noah Harari. ¡Espero que sí! Necesitamos a los filósofos más que nunca porque muchas de las preguntas filosóficas, que antes eran puramente teóricas, ahora se han convertido en cuestiones de ingeniería práctica. Un coche autónomo debe tomar decisiones éticas. El famoso dilema de si atropellas a un niño o te estrellas contra un camión que viene de frente…

XL. ¿Y estamos por la labor de reflexionar?

Y.N.H. La mayoría de la gente no se embarca en un viaje serio de autoexploración porque descubres muchas cosas que no te gustan sobre ti mismo. Pero, ahora, la tecnología nos está obligando a hacer esta búsqueda espiritual. Pagaremos caro si no la hacemos.

«Es peor sentirse inútil que estar explotado. En el siglo XX, un obrero podía ir a la huelga. Ahora, con la automatización, los obreros son prescindibles. Ir a la huelga, ¿para qué? Si nadie te necesita…»

XL. ¿Por qué?

Y.N.H. Porque estamos inmersos en una carrera por ‘hackear‘ a la humanidad en general y a ti en particular. Y debes hacer el esfuerzo de estar un paso por delante de tus competidores: de las grandes corporaciones, de los gobiernos. Para ganar, debes conocerte a ti mismo mejor que ellos a ti.

XL. La biotecnología también nos plantea cuestiones peliagudas…

Y.N.H. Sin duda. ¿Hasta qué punto podemos modificar el cuerpo y la mente con ingeniería genética, o con cirugía, o con una interfaz cerebro-computadora? Pero las preguntas de fondo son las de siempre: ¿qué significa ser una persona?, ¿qué cualidades humanas son valiosas? Los filósofos han reflexionado sobre estas cuestiones durante miles de años, sin demasiada repercusión en la práctica, porque nadie tenía la tecnología para reinventar al ser humano. Ahora empezamos a tenerla.

XL. ¿Les haremos caso a los filósofos?

Y.N.H. Espero que las compañías y los gobiernos les presten atención, pero también a los poetas, a los artistas… Porque los ingenieros, a veces, pueden ser muy ingenuos o estar desinformados sobre las consecuencias de lo que hacen. Si dejas que una compañía o un ejército decida cómo rediseñar al ser humano, lo más probable es que potencien las cualidades que a ellos les vienen bien, como la productividad o la disciplina, y desprecien otras, como la sensibilidad y la compasión. Y el resultado será que tendremos gente muy inteligente y disciplinada, pero superficial y espiritualmente pobre. Y esto no va a mejorar al ser humano, sino a degradarlo.

XL. ¿Cree que existe un alto riesgo de que la tecnología nos haga miserables?

Y.N.H. Sí. Estamos viendo como surgen nuevas maneras de organizar el mundo a través de la tecnología de vigilancia. Los chinos están probando herramientas para algo que podría convertirse en el peor sistema que ha existido jamás en la historia. Y, además, puede ser exportado a todo el mundo, como un pack. Incluso países que no tienen la tecnología para crear un sistema de vigilancia pueden comprarla a China. Así que el peligro es global.

XL. Pero en Occidente ya se ejerce ese espionaje de nuestros datos, aunque sea para vendernos productos y servicios…

Y.N.H. Sí, es verdad, lo mismo se puede decir del capitalismo de vigilancia que vemos en Estados Unidos y que también se exporta al resto del mundo. Espero que encontremos una tercera vía porque ambos sistemas son muy dañinos no solo para la supervivencia de la democracia, sino para los valores humanos y el desarrollo mismo de las personas.

KL. ¿Puede describir el proceso por el que la tecnología devalúa al ser humano?

Y.N.H. Le pondré un ejemplo. Cuando pensamos en las posibilidades actuales de la ingeniería genética, deberíamos recordar que hemos estado criando vacas y cerdos durante miles de años. Los hemos domesticado buscando las cualidades que nos interesaban: que den más leche, que sean más obedientes… Y el resultado es que los animales domésticos no son una mejora de sus ancestros salvajes, sino un pálido reflejo de lo que eran. Y lo mismo puede sucederles a los humanos.

«El poder y la riqueza se concentran en China y Estados Unidos. Europa unida debería convertirse en un contrapoder. Ningún país europeo solo puede competir con Google, Baidu, Tencent, Facebook…»

XL. Ya, pero que intenten domesticarnos no es nuevo…

Y.N.H. Sí que hay algo nuevo. Antes casi toda la información que se reunía sobre ti estaba fuera de tu piel: qué compras, dónde vas, lo que ves… Ahora hay herramientas que pueden recopilar lo que sucede en tu corazón y en tu cerebro. Y no hablo de tecnologías invasivas, como implantes. Una pulsera que mide tu ritmo cardíaco o cámaras que observan tu cara son muy buenas ya para inferir tu estado emocional. Y, en manos de un estado totalitario, pueden ser muy peligrosas. Imagine que Corea del Norte obliga a sus ciudadanos a llevar una pulsera biométrica. Entras en una habitación y hay una foto de Kim Jong-un y el brazalete capta los signos de ira porque tiene acceso a tu cerebro. Son muy malas noticias para ti.

XL. ¿Somos fáciles de manipular?

Y.N.H. No es tan sencillo. Los gobiernos siempre han querido hacerlo, pero no podían porque no solo necesitan información, sino capacidad para analizarla. Si un país tiene cien millones de habitantes, hacían falta cien millones de espías para seguir sus pasos. Y, aunque los tuvieran y alguien anotase todo lo que digo, se producirían cien millones de informes diarios. Nadie podría leerlos. Pero ahora es posible seguir a todas las personas durante las 24 horas. Tenemos al espía en la mano: el móvil… Y, por primera vez en la historia, se puede analizar esa información con inteligencia artificial. Ni tu madre te conoce mejor que el algoritmo.

XL. Usted afirma que somos muy malos tomando decisiones. Si el algoritmo nos conoce tan bien como para sugerirnos una serie o elegirnos pareja y, además, acierta más que nosotros, ¿qué hay de malo?

Y.N.H. En principio, nada. Es una cuestión de qué tipo de decisiones les dejamos a las máquinas. Y quién controla a estas. Por ejemplo, meto mi dinero en un fondo de pensiones, pero no quiero que ese dinero vaya a parar a empresas que contribuyan al cambio climático. No tengo tiempo para estar mirando dónde invierte ese fondo, pero la inteligencia artificial sí que puede. Me parece bien, porque me está ayudando a cumplir mis objetivos. El potencial para lo bueno está ahí y la tecnología puede mejorar la atención sanitaria, psicológica… El problema es que la mayoría de los datos que se recopilan de cada uno de nosotros se usan para manipularnos. Por ejemplo, se entrena al algoritmo para que identifique a jóvenes con baja autoestima y enviarles anuncios de dietas.

«La economía global es compleja; resulta difícil entender que un magnate del otro lado del mundo sea responsable de lo que te está pasando a ti. Es más fácil culpar a los inmigrantes»

XL. ¿Nos está robando el algoritmo nuestro derecho a equivocarnos y aprender de nuestros errores?

Y.N.H. No necesariamente. Un algoritmo que recomienda música aprenderá las canciones que nos gustan, pero también se puede ajustar para que nos sugiera nuevos estilos. Depende de cómo se diseñe. Un cuchillo puede tener forma de daga o de bisturí. Uno sirve para matar y otro para salvar vidas. Si no tiene otra cosa, un cirujano también puede usar una daga, pero le va a resultar más difícil operar con ella. Una de las elecciones más importantes a la hora de diseñar algoritmos es si se crean para que gobiernos y compañías vigilen a la gente o viceversa, para que nosotros los vigilemos. Hoy solo se hace en una dirección. Ellos saben mucho de nosotros y nosotros, casi nada de ellos.

XL. En resumen, el algoritmo quiere saber cómo somos, pero nosotros somos poco dados a reflexionar.

Y.N.H. Muchas veces la verdad es dolorosa y complicada y preferimos ignorarla. Eso sucede a nivel individual. Se ha demostrado que la mayoría piensa que conduce mejor que la media, lo cual es matemáticamente imposible. Pero también sucede a nivel colectivo: los políticos que le cuentan a la gente la verdad sobre su país pierden las elecciones. Sucede en Israel, en España, en Estados Unidos…

XL. Si te sientes abandonado por el sistema, votas a quien te da esperanzas, no a quien te dice que te va a ser muy difícil encontrar trabajo.

Y.N.H. Además, es peor sentirse inútil que explotado. En el siglo XX, si eras un obrero en una fábrica, había una gran compañía que intentaba que trabajases más horas. La lucha de los movimientos sociales se organiza para contrarrestar esto. Si ibas a la huelga, la economía colapsaba. Tenías cierto poder porque eras necesario.

XL. ¿Y ahora no?

Y.N.H. Lo que estamos viendo con la nueva economía del siglo XXI es que la automatización destruye un montón de empleos y crea otros nuevos, pero esos nuevos empleos demandan altos niveles de destreza y mucha gente no va a poder hacer esa transición. No le puedes pedir a un conductor que se recicle en diseñador de videojuegos. No estará explotado, pero será prescindible. Y esto es mucho más peligroso. No te sirve de nada ir a la huelga, ¿para qué? Si nadie te necesita…

«La verdad es dolorosa y complicada y preferimos ignorarla. Los políticos que cuentan la verdad pierden las elecciones. Pasa en Estados Unidos, en España…»

XL. Usted señala que esa frustración se proyecta sobre las minorías y no sobre las élites que se han enriquecido hasta niveles nunca vistos. ¿Por qué no le pedimos cuentas a Jeff Bezos o Elon Musk?

Y.N.H. Porque la economía global es compleja. Es muy difícil entender cómo funciona el sistema, las relaciones de causa y efecto. Durante la Revolución francesa, los campesinos sabían que el aristócrata del castillo cercano los estaba explotando, así que pedían su cabeza. Pero era fácil ver la conexión. Ahora es muy difícil hacer responsable a un magnate del otro extremo del mundo de lo que te está pasando a ti. Es más fácil culpar a los inmigrantes.

XL. ¿Es inevitable que una parte importante de la humanidad acabe siendo ‘clase inútil’?

Y.N.H. No creo. Antes aprendías una profesión de joven y ya te valía. Pero hará falta reeducar a los trabajadores cada década, más o menos. Esto va a requerir enormes inversiones en educación. Algunos países tendrán recursos; otros no. ¿Y qué va a pasar cuando ni siquiera puedan ofrecer mano de obra barata porque será más barato volver a producir en Estados Unidos? Colapsarán.

XL. ¿Podemos escapar de ese futuro?

Y.N.H. No es algo que esté determinado, pero existe un gran riesgo. Además, vamos hacia un nuevo colonialismo. Durante la mayor parte de la historia hemos tenido esta clase de relación entre la metrópolis y sus provincias. Estas proporcionaban las materias primas como algodón, cobre y caucho que las potencias convertían en tejidos, electrónica y coches, y los vendían a la periferia. Ahora, la materia prima son los datos. Se necesitan enormes cantidades de datos para entrenar a la inteligencia artificial. Y estos datos fluyen hacia el centro del imperio, que los convierten en aplicaciones y productos tecnológicos que luego venden al resto del mundo, cerrando el círculo.

«Tenemos al espía en la mano: el móvil… Ni tu madre te conoce mejor que el algoritmo. La tecnología devalúa al ser humano. Lo domestica»

XL. ¿Dónde está ese centro en la actualidad?

Y.N.H. Hay dos: Estados Unidos y China. Las diez compañías más importantes son americanas o chinas. Y esto es malo porque, de nuevo, la mayor parte de la riqueza y el poder se concentra en muy pocos lugares. Una Europa unida debería intentar convertirse en un contrapeso. No hay ningún país europeo que por sí solo pueda competir con Google, Baidu, Tencent, Facebook…

XL. Estamos saliendo de una pandemia y ahora dicen que se avecina una época de escasez. ¿Podemos aspirar a ser felices o solo a sobrevivir?

Y.N.H. No deberíamos pensar en términos binarios. En tener lo uno o lo otro. Para resistir a una pandemia, hace falta un buen sistema de salud, y la salud mental es esencial y el bienestar social también lo es. Hemos visto que no solo es el virus el que amenaza a la gente, también la depresión, la ansiedad, la soledad, la desconfianza… Podemos ser felices, pero tenemos que escoger bien nuestras prioridades.

XL. En su libroSapiens. Una historia gráfica. Volumen 2: los pilares de la civilización(Debate) cuenta que el trigo nos domesticó, cuando creíamos que había sido al revés. Esta hierba silvestre se las arregló para extenderse por el mundo a nuestro lado.

Y.N.H. Sí. Y creíamos que íbamos a vivir mejor, pero nuestras existencias empeoraron… La Revolución Agrícola fue un fraude. Hace unos diez mil años llevábamos una vida bastante cómoda y, en un par de milenios, no hacíamos otra cosa que cuidar de la cosecha de sol a sol.

XL. La agricultura también trajo hambre, lo que resulta paradójico.

Y.N.H. Lo que sucedió fue que la agricultura llevó a una explosión demográfica. Y cada vez hubo más campesinos no porque la gente lo eligiera, sino porque ese excedente de población arrinconó a los cazadores recolectores. Pero nadie se podía imaginar las consecuencias de esta transición. Nadie sospechaba que las epidemias también eran la consecuencia de la Revolución Agrícola, que propició el hacinamiento.

XL. Hablemos de los pilares de la civilización: gobiernos y escritura también aparecieron con la Revolución Agrícola.

Y.N.H. Los reyes y la burocracia son recientes, en términos de evolución. Los humanos han existido desde hace dos millones de años y se las apañaron sin gobernantes la mayoría de ese tiempo.

XL. ¿Pero no es mejor ser civilizado que un salvaje?

Y.N.H. Nos gusta imaginar que en las sociedades de la Edad de Piedra había un jefe. Pero es un error. Fueron las sociedades más igualitarias de la historia. No había dictadores en esa época. Si alguien intentaba someter a los demás, podían matarlo por la noche. O marcharse… Con la agricultura no te puedes mover. Todos dependen de sus campos. Y si un gobernante los oprime no pueden huir.

GOZO

Domingo IV de Adviento

19 diciembre 2021

Lc 1, 39-45

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

GOZO

Parece claro que Lucas construye este relato -los llamados “relatos de la infancia” son construcciones teológicas- con el objetivo de subrayar, desde el inicio mismo, uno de sus temas preferidos: el gozo. Y lo hace desde una doble perspectiva: Jesús como causa de gozo -incluso antes de nacer, ya hace saltar de alegría a Juan todavía en el vientre de su madre- y la fe como fuente de dicha permanente, según las palabras que Isabel dirige a María.

Al hablar de gozo, en el lenguaje habitual, podemos referirnos a una cualidad relativa a nuestro estado de ánimo, que tiene su polo opuesto en la pena o la tristeza. Y en ese nivel psicológico, es normal que ambos sentimientos se alternen, debido a la impermanencia que caracteriza de modo inexorable el mundo de las formas, donde todo es polar.

Sin embargo, ese mismo término apunta también a otra realidad que trasciende la impermanencia y, por tanto, es transpersonal, estable y no conoce opuesto: es el Gozo-sin-objeto o incondicionado, que experimentamos en nuestra dimensión profunda o espiritual.

Este Gozo no es ya una cualidad que tengamos o podamos perder, así como tampoco depende de alguna circunstancia que pudiera acontecer. Se trata de una realidad transpersonal: no somos, por tanto, sujetos del mismo, sino que es él la realidad que nos sostiene.

En cuanto realidad transpersonal, no conoce opuesto, sino que abraza en su seno tanto el gozo como la pena o tristeza: es no-dual. Y en cuanto tal, trasciende el mundo de las formas y la le ley de polaridad y de la impermanencia.

El Gozo no se apoya en ningún objeto, material o inmaterial -bienes, poder, prestigio, salud, relaciones de diverso tipo, creencias religiosas…-; porque todo objeto es impermanente y, por tanto, incapaz de sostener nada de manera estable.

Más aún, como realidad transpersonal, el Gozo no necesita ser sostenido por otra cosa. Él mismo es autoconsistente. Es uno con el fondo de lo real. Constituye, por tanto, nuestra verdadera identidad. En el nivel profundo, somos Gozo. No tenemos, por tanto, que “fabricarlo” ni sostenerlo, sino únicamente reconocerlo. Eso es lo que nos otorga la comprensión profunda.

En ese camino de reconocimiento ocupa un lugar destacado adiestrarnos a acallar la mente pensante, ya que ella, alejándonos de la comprensión de nuestra verdadera identidad, es la fuente de preocupaciones y de sufrimientos. Silenciada la mente pensante, ¿qué puede quitarnos el Gozo que somos?

En mi día a día, ¿dónde busco la fuente del gozo?

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Al hablar del Gozo-sin-motivo, ¿cómo no recordar las palabras de Francisco de Asís sobre la “verdadera alegría” o la “alegría perfecta”? Tras descartar que la alegría perfecta se halle vinculada al reconocimiento ni al éxito, Francisco cuenta esta narración:

“Vuelvo de Perusa y, en medio de una noche cerrada, llego aquí; es tiempo de invierno, está todo embarrado y hace tanto frío, que en los bordes de la túnica se forman carámbanos de agua fría congelada que golpean continuamente las piernas, y brota sangre de las heridas. Y todo embarrado, aterido y helado, llego a la puerta; y, después de golpear y llamar un buen rato, acude el hermano y pregunta:

– ¿Quién es?
Yo respondo:
– El hermano Francisco.
Y él dice:
– Largo de aquí. No es hora decente para andar de camino; no entrarás.
Y, al insistir yo de nuevo, responde:
– Largo de aquí. Tú eres un simple y un inculto. Ya no vienes con nosotros.   Nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos.
Y yo vuelvo a la puerta y digo:
– Por amor de Dios, acogedme por esta noche.
Y él responde:
– No lo haré. Vete al lugar de los crucíferos y pide allí.

Te digo que, si hubiere tenido paciencia y no me hubiere turbado, en esto
está la verdadera alegría, y la verdadera virtud y salud del alma”.