Semana 25 de septiembre: TRES PRÁCTICAS PARA TERMINAR

cieloCUANDO CAEN LAS CREENCIAS: ¿VACÍO O LIBERACIÓN?

11 (y último). Tres prácticas breves para terminar 

Me parece oportuno terminar este trabajo sobre el “paso” de las creencias (o construcciones mentales) a la certeza de ser proponiendo tres prácticas meditativas, que tienen como objetivo ejercitarnos o adiestrarnos en trascender la mente, para evitar la trampa primera que consiste en identificarnos con ella.

La clave de ese entrenamiento radica en desarrollar la capacidad de tomar distancia y, de ese modo, observar todos los contenidos mentales y/o emocionales que puedan aparecer.  

  • Observar la mente

Observa tus pensamientos y sentimientos, todos los contenidos que aparecen en tu campo de consciencia.

No los pienses, obsérvalos desde la distancia. Como si fueras un foco de luz que ilumina todo, no rechaza nada, pero no puede verse a sí misma.

Y nota la diferencia entre los objetos observados y la consciencia que los observa.

Cae en la cuenta de que tú no eres ningún objeto (ningún contenido) de tu consciencia, sino la consciencia misma.

Nota cómo, al observarlos –al poner consciencia-, los pensamientos se disuelven. Son como “nubes” que aparecen y desaparecen, sin más “sustancia” que la que tu propia creencia les da.

Tú eres Eso que está “más allá” de los pensamientos, lo que  no puede ser pensado. Descansa ahí, en la Presencia consciente.

  • Soltar los pensamientos

Adopta una postura adecuada, lleva la atención a tu cuerpo y a tu respiración.

Y, voluntariamente, suelta todos los pensamientos; simplemente, déjalos caer.

Observa: ¿qué queda cuando “sueltas” (dejas caer) todo eso?

Percíbelo; no quieras pensarlo ni entenderlo (lo convertirías en otro objeto mental más). Simplemente, constátalo. Y saboréalo. Eso que queda es lo que eres, atención desnuda, pura consciencia de ser.

Permanece en esa pura consciencia de ser, solo ser, solo estar.

  • ¿Qué hay “más allá” de los pensamientos?

Cierra los ojos y deja que tu mente divague en la dirección que quiera.

Ahora toma conciencia de lo que estás pensando. El contenido en sí no tiene importancia, basta con que te des cuenta de que existen esos pensamientos. Obsérvalos relajadamente, igual que si estuvieras viendo una película. Deja que vayan pasando por la pantalla de tu mente. Estás mirando tus pensamientos…

Ahora, con calma, pregúntate: ¿qué hay “más allá” de los pensamientos? Te darás cuenta de que la respuesta es simple (cualquier otra respuesta sería solo un pensamiento más): Nada.

Continúa siendo consciente de esa Nada.

Cuando regresen los pensamientos, obsérvalos y luego vuelve a mirar más allá de ellos, detrás de ellos, a la Nada…

(La consciencia pura es “nada”. Para la mente, ni siquiera existe, porque no tiene forma. Y, sin embargo, como siempre han enseñado los sabios y como la práctica permite experimentar, esa Nada es Plenitud: lo único Real, frente al mundo aparente de los objetos).

Semana 25 de septiembre: CANTO AL SER (fragmento)

Camera 360

TE SALUDO, ¡OH SER!

 Te saludo, ¡oh Ser!, que resides en el loto del corazón y cuyas dos alas son la conciencia y su reflexión. Te saludo, ¡oh Ser!, sol que despeja la oscuridad de la ignorancia. Te saludo, ¡oh Ser!, promotor del amor supremo que mantiene todas las cosas del universo.

¡Oh, Ser!, brillas en el sol con luminosidad y pureza, y resplandeces fríamente en la luna. La pesadez de las montañas y la velocidad del viento surgen de ti mismo. Por tu causa la tierra es firme y el espacio vacío. Afortunadamente te he comprendido. Por suerte, ya no hay diferencia entre tú y yo: tú eres yo, yo soy tú. ¡Saludo a mi Ser infinito y sin ego, saludo al Ser sin forma!

¡Te saludo a ti, mi propio Ser, que lo eres todo! El Ser es todo en todo y existe en todas las cosas, como la fragancia existe en las flores y el aceite en la semilla de sésamo. ¡Saludo a mi Ser infinito y sin ego, saludo al Ser sin forma!

         Resides en mí en estado de equilibrio, como la consciencia testigo, sin forma y sin divisiones. Eres el fundamento de la verdad en el que todo reposa. Los mundos están siempre potencialmente presentes en ti y por ti se hacen manifiestos. ¡Tú eres su realidad!

La felicidad y la desgracia se disuelven  cuando tú te aproximas, como la oscuridad se desvanece en presencia de la luz. A pesar de ello, la experiencia de felicidad solo es posible a causa de la luz de la consciencia que emana de ti.

Yo te saludo Ser y te celebro, porque has manifestado este universo sin límites. Te saludo, Ser de la paz suprema. Te saludo, Ser que eres el origen y la meta de estas escrituras y estás más allá de las mismas. Te saludo, Ser que naces y resides en todas las criaturas. Te saludo, Ser no nacido. Te saludo, Ser que permaneces debajo de todo cambio y toda destrucción, inmutable. Te saludo, Ser que eres la existencia y la no existencia. Te saludo, Ser que puedes Ser alcanzado y conquistado.

Vivo para conquistarte. Te saludo ¡oh, Ser! y te celebro. Mientras existes como la realidad pura, ¿dónde está la esclavitud, dónde la desgracia, dónde la fortuna, dónde el nacimiento y la muerte? Permaneceré para siempre en la paz suprema.

(Selección del Canto al Ser, que se encuentra en el Yoga Vâsishtha).

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El Yoga Vashista, se atribuye al sabio (semi legendario) Valmiki, situado entre los s. XI-XIII. Valmiki expone a su discípulo Bharadvâja las conversaciones del sabio Vâsishta con el príncipe Râma. Es la segunda obra más extensa en sánscrito, después del Mahabharata.

Versión castellana (síntesis): Yoga Vasishtha, un compendio. Etnos, 2008. 690 p. El Canto, en las pgs. 245-248)

O también: Valmiki. Yoga Vasishta: El mundo está en el alma. J.J. de Olañeta, 1994. 132 p. (es la traducción de una versión resumida que se publicó en la India en el siglo XIX)

Semana 18 de septiembre: Y SER REALMENTE LIBRES

libertad-4CUANDO CAEN LAS CREENCIAS: ¿VACÍO O LIBERACIÓN?

10. Y ser realmente libres

“La verdad os hará libres”, dijo Jesús de Nazaret. Pero la verdad no es ninguna creencia, como tienden a creer sus seguidores. No nos libera ningún credo, sino el reconocimiento de nuestra propia verdad. Como suele ocurrirnos a los humanos, sus discípulos pensaron que la verdad consistía en la adhesión mental a la persona y al mensaje de su Maestro y redujeron la palabra sabia de Jesús a una creencia más, dentro del panteón de los credos.

         Sin embargo, de la misma manera que ninguna creencia puede encerrar la verdad, tampoco ninguna de ellas puede ofrecer libertad. Esta –que tampoco conoce opuesto- es una con la verdad y, en último término, una con la realidad. Todo es un fluir libre en despliegue incesante.

         Ahora bien, así como la mente tiende a apropiarse de la verdad y la reduce a una creencia, del mismo modo tiende a apropiarse de la libertad para atribuírsela al ser humano individual, haciéndole creer que es él quien lleva el control de los acontecimientos.

         Como resultado de esa apropiación –otra creencia más-, se introduce la confusión y, con ella, el sufrimiento, en forma de tensión, con las secuelas de orgullo y de culpabilidad. Si soy “yo” quien lleva el control, merezco ser reconocido por mis logros o me sentiré culpable de mis errores. En cualquier caso, remaré habitualmente en contra del despliegue armonioso de la misma Vida, manejándome por los “debería” o “no debería” mentales, que nada tienen que ver con la verdad de lo que es.

         No hay ningún “yo” libre –porque el supuesto “yo” es solo una ficción, otra creencia más- y, sin embargo, somos Libertad. Se trata, sencillamente, de no perder la conexión con nuestra Verdad más profunda, donde nos experimentamos uno con lo que es, para verificar que no hay sino Libertad ilimitada.

         José Díez Faixat lo ha expresado con acierto: “La presunta libertad del yo individual es, paradójicamente, su esclavitud, ya que es precisamente la creencia de ser una entidad personal lo que impide reconocer al Sí mismo real, eternamente libre. Nadie que crea ser alguien puede descubrir esa libertad originaria”.

         También aquí son precisamente las creencias las que nos alejan de, sencillamente, reconocernos en la Libertad que somos. Tanto las creencias que sostienen que el “yo” es un sujeto libre como aquellas contrarias que lo niegan. Porque todas ellas nos mantienen en el “nivel aparente”, en el que se da por sentada justamente la existencia de aquel “yo” que es solo un pensamiento más.

         Por eso es necesario soltar todas las creencias, para trascender ese nivel aparente o mental. Al tomar distancia de ese nivel, cesa la identificación con el pensamiento. Y, al mismo tiempo, dejamos de creer los mensajes mentales relativos a la supuesta libertad individual que nos habían confundido y con frecuencia atormentado.

         Reconocer que no existe ningún “yo” libre, no significa negar lo que denominamos “progreso” en el mundo de lo relativo. Todo se seguirá haciendo como antes, pero sin la creencia de que existe un “yo” que lo hace. Porque, en efecto, esto último era solo una interpretación mental, una idea. Por poner un ejemplo, es como cuando nuestros antepasados suponían la existencia de un dios del mar que agitaba las aguas los días de tempestad. Hoy, los océanos continúan embraveciéndose, pero ya no hay nadie detrás enfurecido. Nunca lo hubo.

La sutileza de la manifestación es la apariencia de que todo depende de nosotros. En ese sentido, se trata de una representación magníficamente “armada”. Pero solo es apariencia. No se niega nada de lo que se despliega en el mundo de lo manifiesto; lo que se niega es, simplemente, que exista un hacedor individual que fuera sujeto del mismo.

No hay ningún “yo”. Es la consciencia la que va actuando en todo, a través de todos los medios que operan en ese nivel, tanto orgánicos y neurológicos como “intelectuales”. Y esa consciencia es nuestra identidad última: verlo es Verdad y vivirlo, Libertad. En una no-dualidad exquisita que abraza todo. En ese punto han caído ya todas las creencias, sin excepción.

Semana 18 de septiembre: El SILENCIO (Isaac de Nínive)

caminar-en-la-oscuridadEl silencio te iluminará en Dios

y te librará de las fantasías de la ignorancia.

Te unirá a Dios

y te dará un fruto que la lengua no puede describir.

Al principio tenemos que esforzarnos

para estar en silencio.

Pero después,

desde el seno de nuestro mismo silencio,

nace algo que nos atrae

a un silencio aún más profundo.

Que Dios te dé una experiencia de este “ALGO”

que nace del silencio.

Si lo practicas,

amanecerá en ti

UNA LUZ INDESCRIPTIBLE.

Isaac de Nínive (monje cristiano, Siria, siglo VII).

«LA DICHA DE SER». Prólogo e Introducción

cubiertaPRESENTACIÓN

          Sepámoslo o no, consciente o inconscientemente, en todo lo que hacemos y en todo lo que dejamos de hacer, los seres humanos vamos buscando la felicidad. Estamos programados para ello. A su vez, nuestra tarea más noble consiste en liberar del sufrimiento a los demás y ayudarles a ser felices.

            Sin embargo, con demasiada frecuencia, lo que nos ocurre es que erramos el camino, con lo que, no solo nos alejamos de la meta anhelada, sino que prolongamos e intensificamos el sufrimiento propio y ajeno.

La única salida pasa por la sabiduría, que no tiene que ver necesariamente con la erudición, sino con aquel saber sabroso que nace de saborear el secreto de la Vida y que nos regala la comprensión de nuestra verdadera identidad. Eso requiere, por nuestra parte, aprender a pasar de la razón al “conocimiento silencioso” (o trans-racional), de las creencias a la certeza, de la idea de separación a la experiencia de no-dualidad, de la confusión mental a la luminosidad consciente. En definitiva, se trata de acallar la mente y poner consciencia en todo lo que nos ocurre.

Eso es vivir con sabiduría. Y ahí se encuentra la clave de nuestra liberación y de nuestra felicidad: la dicha de ser. Porque, en último término, sabiduría y felicidad son la misma cosa.

Editorial Desclée De Brouwer

A Ana, por ser.

 “Los hombres despiertos no tienen más que un mundo,
pero los hombres dormidos tienen cada uno su mundo” (Heráclito).
“Si entiendes, las cosas son tal como son.
Si no entiendes, las cosas son tal como son” (Proverbio zen).
“Nadie se emborracha con la palabra vino. Nadie se quema con la palabra fuego”
(Dichos sufíes).
“Hay más cosas entre el cielo y la tierra, Horacio, que las que sospecha tu filosofía”
(William Shakespeare).
“Toda verdad pasa por tres fases: primero es ridiculizada; luego, recibe una violenta oposición; finalmente, es aceptada como evidente”
(Arthur Schopenhauer).
“Los labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender” (Kybalion).
“Si las personas definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias” (William Thomas).
“Cuando yo era Yolande, no veía el mundo, sino que veía mis pensamientos” (Yolande Duran-Serrano).
“No hay otro Dios que aquel de quien nada puede conocerse [pensarse]« (Margarita Porete).
“Aprenderéis que todo era nada. Que todo se pasa. Y que solo Dios basta” (Palabras atribuidas a Teresa de Jesús).
“Deja de buscar… Déjate encontrar” (Nisargadatta).
La identificación con las creencias constituye el mayor obstáculo para abrirse a la verdad, porque toda creencia, del tipo que sea, nace de la idea (creencia) errónea de la separación.
En cualquier circunstancia, aquieta la mente y pon consciencia.

ÍNDICE

 Prólogo, de Vicente Gallego: Del pensamiento a la atención: vivir amando.

Introducción.

1. Resistencias ilustradas a la no-dualidad
Una constatación que me parece elocuente
Las resistencias más frecuentes
Los límites de la razón ilustrada
Trascender la mente: el despertar espontáneo y la práctica meditativa

2. Más allá de la razón valorada e integrada
El carácter multidimensional de lo Real
La pregunta básica y la única certeza
Integrar y trascender la Modernidad
Prepararse para ver

3. Conocer y vivir. ¿Para qué sirve el conocimiento?
Tres “tipos” de conocimiento
Conocer, una dimensión básica del ser humano
Conocer y vivir
Conocer para ser libres
Conocer para ser (conocer es ser)
Del conocimiento por análisis y reflexión al conocimiento por identidad. El modelo no-dual: solo conocemos cuando somos

4. Pensar, separa; atender, une. Cuidar la atención para vivir la unidad que somos
El funcionamiento de la mente y el nacimiento del yo
Riqueza y límites de la mente
Cuando el pensamiento ahoga la atención
Cuando se ve más allá de la mente
Sabiduría: quitar pensamiento, poner consciencia
El “secreto” de la vida: vivir en la consciencia de ser

5. Soltar para ser. La entrega que transforma y conduce a la plenitud
Una constatación inicial
Comprender el mecanismo de la apropiación
La sabiduría pasa por “soltar”
Vivir es aprender a soltar: el lugar de las crisis y del trabajo psicológico
Soltar, camino que transforma y conduce a la plenitud

6. La dicha de ser uno más
“Nadie” es dichoso
La compulsión por ser “alguien” o la necesidad de ser “especial”
Consecuencias de la pretensión de ser “especial”
¿Cómo salir de la trampa?
La resistencia a ser “uno más”
El camino de la dicha: soltar, entregarse.

aquello-que-somos

PRÓLOGO

DEL PENSAMIENTO A LA ATENCIÓN: VIVIR AMANDO

La primera vez que lo vi -coincidimos en unas jornadas sobre la aplicación de la no-dualidad a la vida cotidiana- no había leído nada suyo; sin embargo, me bastó con eso, con verlo ser y estar, y partirse de la risa porque sí, para entender cuál era toda su doctrina. Gratitud, confianza, con qué poca cosa tiene uno de sobra para pasárselo en grande en esta vida. Enrique no es un hombre cordial, es la cordialidad misma tomando forma humana, respondiendo en carne y hueso. Lo escuché luego hablar, compartir, ofrecerse. Hay quienes dan explicaciones, y los hay que funcionan por contagio. No es que le falte a Enrique claridad expositiva, pues argumenta con contundencia meridiana; es que sus argumentos verdean de júbilo, resultan infecciosos, ya que son pronunciados desde la vivencia de la gratitud sin causa. ¿Quién no sabe -así sea en ese fondo donde nunca se atrevió a mirar- que no hay nada de lo que preocuparse en realidad, que nada se gana ni se pierde realmente, y que todo viene dado? La palabra certera de Enrique Martínez -pero aún más su manera de decir, de celebrar, su continua acción de gracias- no cesa de recordarnos esa verdad de Perogrullo. En cuanto vemos claramente lo obvio: que el saco está roto, que no hay manera de sacar tajada ni en la tierra ni en el cielo, solo entonces la duración se extingue en la profundidad y, desde lo más profundo de la vida, surge un vivirse en el ser y no en el tiempo, en el amor y no en los intereses, que es como hemos aprendido a llamarles a nuestros demonios. Enrique, que nos quiere bien, lleva años sugiriéndonos que hallemos oído franco, que echemos un vistazo a ese fondo donde todo es nada, donde el yugo es suave y la carga ligera.

            Este libro que tienes entre las manos, querido lector, expone la falacia implícita en el uso de la razón cuando esta -pretendiéndose razonable y alzándose, sin embargo, como último criterio de verdad- niega todo aquello que queda fuera de su dominio. El asunto no es baladí, pues llevamos ya demasiados siglos padeciendo ese secuestro del corazón, que es donde reside el único entendimiento posible. La modernidad, al decretar la muerte de Dios -y por tanto de cualquier Dios conocido, creado por la razón propia de grupo-, estaba abriéndole la puerta -tras muchos siglos de dogmatismo y autoritarismo- al auténtico misterio del ser; pero en esa apertura venía agazapada una nueva cerrazón, una nueva creencia, que podríamos resumir de este modo: “todo aquello que no pueda reducirse a palabra y pensamiento es pura fantasía y resulta inoperante”. Se produjo así, inadvertidamente, el endiosamiento de la razón, y con él, no solo el paulatino olvido de la realidad, sino el olvido de ese olvido, como advirtió Heidegger. No es posible desde ahí entrar en contacto con lo real, puesto que, obviamente, las palabras y pensamientos no conducen sino a más y más de lo mismo. Y esto, aunque parezca mentira, es lo que hemos preterido por entero en cuanto intentamos discutir acerca de lo real. Lo real está aquí para ser encarnado, no para prestarse a vanas discusiones. El que no da con ello de inmediato, puesto que se trata de lo único que no está separado de nada ni de nadie, es porque ni siquiera se toma la molestia de mirar lo que tiene delante -y detrás- de los ojos, pues ha sido convencido de que ver consiste en percibir las cosas tal y como las presentan los hábitos y patrones heredados de pensamiento. No será el pensamiento, sino la atención, la que nos revele la naturaleza original de todo lo manifestado; este es el punto sobre el que Enrique insiste de muy varias maneras a lo largo de estas páginas. Así pues, hecho el diagnóstico: una hipertrofia ya secular de la razón en su torpe afán de encoger la realidad para meterla en la estrechez que caracteriza a todo lo inteligible, se nos receta la cura, que pasa por invertir el foco de la atención, de modo que se desplace desde su apego hacia los diversos objetos y contenidos psíquicos a un auténtico interés por sí misma, es decir, por la naturaleza del principio que entiende, que sabe que sabe, y que, por tanto, es uno y el mismo en todos, ya que esa capacidad simple de entendernos precede a todo lo inteligible como condición de base, como piedra angular.

            ¿Por qué no sincerarse, ceñirse los lomos y atenerse al principio consciente, allí donde todos somos uno en el ser y el comprender? ¿Por qué no contentarnos con “ser uno más”, en definitiva, pues no existe verdadera alegría fuera de esa humildad que, por otro lado, no es un logro de nadie, sino la naturaleza original de la conciencia? Esta es la invitación que encontraremos en la penúltima sección del libro, porque solo el “hombre verdadero sin ubicación ni rango” del que habla el maestro Lin-chi -que habita en cada uno de nosotros sin perder su identidad- es garantía de toda bienaventuranza. La mente, que padece la atávica ansiedad de darse forma -es decir, de afirmarse en la distinción y pasar por alto que ninguna acumulación de caracteres implica una diferencia esencial en el ser de todas las cosas- no querrá oír una sola palabra acerca de “ser uno más”, porque cree ver una limitación, una merma de sus capacidades expansivas, donde justamente se hace presente la total ausencia de límites. Mientras uno no es capaz de sentir el derroche de plenitud y piedad de este eterno instante, es fácil que sucumba una y otra vez a la tentación de perseguir metas: la realización personal, el prestigio, el yate, el placer, la consideración social, la paparrucha, en fin. Ahora bien, lo que tiene de bueno cualquier persecución es que pone muy pronto de manifiesto la futilidad de los objetivos que la ponen en marcha y alimentan, pues no existe logro capaz de saciar la sed que produce vivir entre falsedades. “Ser uno más”, parece sencillo, y lo es, tanto que no hay manera de serlo mientras ese uno siga empeñado en ser alguien en particular.

            Enrique habla en este libro de lo único concreto, que no es nunca lo visto y oído -ya que ahí nos condenamos a movernos en círculo sobre el terreno de la abstracción, el condicionamiento y las conjeturas-, sino el ver y el oír. Por poner un ejemplo, cuando hablamos acerca de una persona en concreto, ¿a quién nos referimos?, puesto que no hay manera de fabularla sin recurrir a un cúmulo de abstracciones. Pero, para hallar en nosotros lo concreto, ese principio uno que ve y oye -en una palabra, que entiende y es aquí y ahora-, es preciso “soltar” -como nos recuerda el autor constantemente-, soltar todo aquello de lo que nos hemos ido apropiando como parte de nosotros llevados por la inercia, por la credulidad, que equivale siempre a una falta de auténtica indagación. El que mira con profundidad en lo profundo ya no puede convivir con ninguna creencia; de la misma manera, aquel que ha cavado su propio pozo y ha probado el agua se negará a beber vinagre, aunque todos le aseguren que se trata de un vinagre muy aguado.

            Amigo, si sientes la necesidad de cavar tu propio pozo, de sincerarte, en este libro encontrarás las herramientas que te están haciendo falta. Lástima que no podamos meter en él a Enrique con su cordialidad arrasadora, o al menos una de esas carcajadas suyas que, respetando a todo el mundo, hacen temblar los moños del más crecido en sus engaños. Aquel que no está dispuesto a reírse de sí mismo y de sus cosillas en toda circunstancia es porque no ama de veras, ni siquiera a sí mismo, ya que se empeña en procurarse tan malos ratos. Todo esto, en realidad, es muy sencillo, nos está recordando Enrique bajo la apariencia filosófica de su discurso: en cuanto uno se siente amado por la vida que él mismo es, en cuanto llega a amar sin condiciones, todo queda resuelto antes de plantearse. “Que el amor es lo único real, / eso es cuanto sabemos del amor”, cantaba Emily Dickinson. He aquí, pues, el principio y el fin de toda doctrina.

Vicente Gallego.

certeza-de-ser

INTRODUCCIÓN

Todo se ventila en ser capaces de conocer y vivir lo que somos. A quien lo logra se le llama “sabio”. La sabiduría emerge en la persona que saborea el fondo último de lo Real, que es a la vez su propio fondo, y que únicamente puede conocerse cuando se vive.

Pero, en realidad, la sabiduría no es diferente de lo que llamamos habitualmente “consciencia”, que es el saber-que-sabe y que constituye aquel mismo substrato que se halla en el origen de todo lo que es. “Todo es consciencia; consciencia es todo lo que hay”, proclamaba Ramesh Balsekar. Y eso mismo es lo que manifiesta toda persona que ha vivido un “despertar espontáneo”.

            Solo la sabiduría –la consciencia o inteligencia creativa-, no la mente, es capaz de responder adecuadamente a la única pregunta que realmente merece la pena: ¿quién soy yo? Y solo la respuesta adecuada a esta pregunta, al situarnos en la verdad acerca de nosotros mismos, permite una comprensión de todo lo demás. Tenía razón la sentencia grabada en el templo de Delfos: “Hombre, conócete a ti mismo, y conocerás al Universo y a los dioses”

            Lo que pretendo con estas páginas es ofrecer pistas para responder más adecuadamente a aquella pregunta primera –¿quién soy yo?-, y avanzar así en el conocimiento de lo que somos, más allá de la idea que la mente ha elaborado acerca de ello. Es una invitación a vivir con sabiduría y, por tanto, a ser dichosos, bien consciente de que, para conocer y vivir lo que somos, necesitamos pasar de la mente a la atención. Solo desde la atención despierta –poniendo consciencia en todo lo que hacemos y sentimos- podremos percibir y vivir la no-dualidad en el trajín de la vida cotidiana.

El título evoca aquel otro del primer libro que escribí en 2003: “El gozo de ser persona”. Y el cambio en el título pone de manifiesto todo un proceso: desde una filosofía (y teología) personalista hasta la experiencia transpersonal. Sin renegar de los contenidos allí expresados, lo que se ha modificado de manera radical ha sido el “mapa” utilizado. Sin haberlo pretendido y ni siquiera imaginado, he sido conducido de la búsqueda del “gozo de ser persona” a la “dicha de ser”, de la identificación con la mente personalista a la experiencia transpersonal, de la creencia teísta a la espiritualidad no-dual.

Hoy es claro para mí –aunque comprendo que resulte incomprensible para quien se halla identificado con la mente y las construcciones mentales- que la “persona” es solo una forma concreta en la que se hace manifiesto “Lo que es”, y que nos engañamos peligrosamente cuando reducimos a ella nuestra identidad. Persona es lo que tenemos, pero lo que somos es Consciencia. No se trata, por tanto, si se entiende bien, de ser persona, sino sencillamente de solo ser, tal como lo expresaba de manera hermosa el poeta Jorge Guillén: “Solo ser. Nada más. Y basta. Es la absoluta dicha”.

            Solo ser; todo lo demás “se  nos dará por añadidura”. Esa y no otra es la sabiduría espiritual o sabiduría de la no-dualidad. Porque la experiencia transpersonal va de la mano de la no-dualidad: hay diferencias en todo lo que percibimos, pero no separación. Si bien la mente está diseñada para la separación, lo real no se halla separado. Todo es no-dos.

Para hablar, pues, de la dicha de ser, necesitaba empezar con una referencia expresa a la no-dualidad y, en particular, a las resistencias que percibo. Me habita la certeza de que, mientras sigamos absolutizando lo “personal”, seremos incapaces de abrirnos a la experiencia luminosa de lo que es (lo que realmente somos).

Creeremos incluso amar y entregarnos a los otros, pero al hacerlo desde el error de base que nos hace creernos separados de ellos, no conseguiremos sino prolongar la inconsciencia (ignorancia) y, con ella, el sufrimiento. Si amo, si quiero que todos sean felices, si quiero el despertar de los demás, el primer paso –imprescindible- es que despierte yo a la verdad de lo que soy: todos somos uno, y no existen otros fuera de mí. Porque no soy el yo separado frente a otros yoes –eso es solo parte del sueño-, sino la consciencia que todo lo constituye.

Mi presunta identidad individual o mi separación del resto de la humanidad (o del universo) es tan solo una falacia de mi mente. La persona –por decirlo con palabras de la doctora Ana María Oliva- es “únicamente un cruce entre informaciones del universo…, nada más que una acumulación temporal de energía”. Por lo que, si me identifico con ella, sufriré las consecuencias inevitables de la impermanencia. Cuando por el contrario despierto a lo que soy (somos), descubro que todo es luminosidad, libertad y plenitud.

            En torno a ese objetivo –contribuir al despertar para conocer y vivir lo que somos- se desarrolla todo el texto. Pero, antes de referirme expresamente a cada uno de los capítulos, me parece adecuado decir una palabra sobre su origen. En esta ocasión existe una doble génesis: por una parte, algunos capítulos -especialmente los dos primeros- tratan de recoger lo que surgió en mí, con una intención dialogante, como “respuesta” a las resistencias que percibo en sectores académicos y religiosos frente a la no-dualidad. Los otros, sin embargo, están más inspirados en el trabajo realizado con grupos en diferentes contextos. En cualquier caso, en este libro, puede que a diferencia de otros, cada capítulo tiene un grado de autonomía en sí mismo y contiene, de algún modo, la esencia del conjunto. Ello puede explicar que existan algunos ecos en ciertos contenidos que, debido a su importancia, he preferido mantener en los diferentes capítulos, dado que lo que se pone de manifiesto, una vez más, es que aunque los caminos y las formas de acercarnos a lo Real sean diversos, la experiencia genuina de Lo que Es –nuestra naturaleza original- tiene siempre un mismo sabor. 

Empiezo –como decía más arriba- haciendo referencia a las resistencias que encuentra el modelo no-dual, en especial por parte de quienes pueden hallarse más identificados con la mente, para mostrar el camino que nos conduce más allá de la razón integrada. Integrada, porque de ningún modo se trata de descalificarla, sino de reconocer su valor, asumir su riqueza y caer en la cuenta de que es trascendida en otro modo de conocer previo y no fragmentador. De esta manera, abordando las resistencias más frecuentes a la no-dualidad y colocando en su lugar a la razón ilustrada, he querido clarificar las bases sobre las que se asienta todo el desarrollo posterior.

A continuación, me detendré en la relación entre conocer y vivir (¿qué es el conocimiento?), para mostrar después cómo es la propia naturaleza separadora de la mente la que, en última instancia, hace imposible avanzar en el conocimiento de lo real. En el quinto capítulo, me detengo en una actitud que, aunque de entrada no lo pareciera, resulta fundamental para avanzar en el conocimiento y la vivencia de lo que somos: tanto para conocernos en nuestra verdadera identidad como para vivirla, necesitamos soltar –desidentificarnos de- todo aquello que no somos, en la certeza de que no somos nada de ello. La sabiduría del soltar nos muestra nuestro verdadero rostro, nos conduce a casa y permite, sin los bloqueos que supone la apropiación, que la Vida fluya en libertad. Y el capítulo final quiere expresar una conclusión que surge por sí sola al conectar con nuestra verdadera identidad: cuando eso se produce, cae toda pretensión –algo impensable para el yo separado- y se experimenta la dicha de ser uno más.

            Lo aquí escrito no tiene otra pretensión que la de invitar, a quien así lo desee, a ejercitarse en el paso del pensamiento a la atención, no porque se descuide el primero, sino porque, de ese modo, se lo va a situar en su lugar adecuado. Lo que tenemos es mente; lo que somos es consciencia. Tenemos la capacidad preciosa de pensar, pero somos atención. No es casual que sea esta la que nos conduzca a “casa”, la que nos revele nuestra verdadera identidad.

            Mientras, terminado ya el libro, estoy dando forma a esta introducción, me siento habitado por una profunda y gozosa gratitud. En primer lugar, hacia tantas personas implicadas en el desarrollo de diferentes “Foros de espiritualidad” –las asociaciones Daat de Alcoy, Aletheia de Zaragoza, Universidad Popular de Logroño, Viento del Sur de Andalucía y Extremadura-, porque ha sido en ellos donde he compartido gran parte de lo que aquí recojo por escrito, y porque están llevando a cabo una tarea valiosísima al servicio de la sabiduría que nos hace reconocernos en la consciencia que somos. 

            La gratitud necesita nombrar también a tres personas concretas: a Clara Iváñez, por su entrega servicial en la organización y el desarrollo de encuentros y talleres; a Luisa Melero, por su aportación siempre lúcida, valiosa e incondicional, en la elaboración y corrección del texto; y a Vicente Gallego, por el regalo de un Prólogo, cuya hondura y belleza –está todo dicho en él- rivaliza con el cariño que derrocha. Gracias a los tres por tanto amor.

Semana 4 de septiembre: MEDICINA ENERGÉTICA

LIPTON, Bruce

Entrevista a Bruce Lipton, doctor en biología molecular.

Reclama una nueva medicina, la que tenga en cuenta la capacidad de curar de la energía, mucho más eficaz que los medicamentos. Bruce Lipton (Estados Unidos, 1944) ha conseguido aunar ciencia y espíritu. No es poco mérito el suyo si tenemos en cuenta lo “alérgicos” que son los científicos a los temas trascendentales. Es doctor en Biología Celular y fue pionero en la investigación con células madre. Sus estudios sobre la membrana celular y las modificaciones de las células según el entorno sentaron las bases de la nueva epigenética. Sus descubrimientos (que iban en contra de la opinión científica establecida de que la vida es controlada por los genes) y el estudio de la física cuántica le han llevado a criticar duramente la medicina convencional. Es autor de libros como La biología de la creencia y La biología de la transformación.

 Usted asegura que la medicina convencional va por muy mal camino. ¿Tan peligrosos son los medicamentos que nos recetan?

Nos dan medicamentos para la enfermedad, pero esto causa muchos problemas en el cuerpo. Porque esta medicina basada en la farmacología no entiende cómo está interrelacionada toda la bioquímica del organismo. Cuando tomo una pastilla química y la introduzco en mi cuerpo, no solo afecta a aquel lugar donde tengo el problema, sino que afecta a muchas otras cosas a la vez. Son los llamados “efectos secundarios”. Pero, en realidad, no son secundarios sino directos. No entienden que el efecto de las drogas no solo crea un efecto sino múltiples. Según las estadísticas en EEUU, ¡los fármacos matan allí a más de 300.000 personas cada año! Y esas personas son muchas más que las que mueren por tomar drogas ilegales. Hay algo que no funciona en la ciencia médica. Hace algunas cosas bien, como la traumatología, pero está matando a mucha más gente de la que ayuda. Tiene que aprender cómo funcionan las células.

 ¿Y qué ha descubierto sobre las células pero que no tiene en cuenta la medicina?

Yo ya trabajaba con ellas en los años 60. Fui un pionero porque en esa época había muy poca gente trabajando en ello. Y un experimento que hice en esa época cambió la idea que tenía del mundo. Puse una célula madre en un plato petri y, como cada diez horas se divide en dos, al cabo de dos semanas, tenía miles de células, todas idénticas. Luego cogí algunas de ellas, las coloqué en otro plato y cambié el entorno celular (son más como peces porque viven en un entorno fluido). Cambié la química en ese plato y ahí formaron músculo. Después, cogí otras del primer plato y las puse en un entorno diferente, y se formó hueso, y otras se convirtieron en grasa al volver a cambiar el entorno. Entonces, la pregunta es muy sencilla, ¿qué controla el destino de las células? Todas eran idénticas, lo único que era diferente era el entorno. Cuando cojo células sanas y las coloco en un entorno nocivo, las células enferman y mueren. Si un médico las mirara, diría: “¿Qué medicina hay que darles?”. ¡Pero no hace falta ninguna medicina! Les cambias el entorno nocivo, las colocas en uno sano y saludable y las células sanan. Los humanos somos una comunidad de 50 trillones de células, por tanto, la célula es el ser viviente y la persona es una comunidad. ¡El humano es un plato petri cubierto de piel!

 ¿Cuál es el entorno de la célula que hay que cuidar?

Dentro de mí hay 50 trillones de células y el entorno celular para nosotros es la sangre, por ello la composición de la sangre cambia el destino de la célula. ¿Y qué controla la sangre? Pues el sistema nervioso, que crea una química diferente según el sistema exterior. La célula y el ser humano son la misma cosa. Por ello, si pongo al ser humano en un entorno nocivo, igual que la célula, también enferma. Si lo trasladas a un entorno sano, entonces sana. Por tanto, la medicina culpa a las células por la enfermedad y trata de cambiar la química de las células, pero ese no es el problema, el problema es el entorno. Y si cambias a la persona de entorno, sin medicamentos, el cerebro cambia la química. El cerebro de la célula y el de la persona leen y entienden el entorno.

 En un entorno sano, ¿nos curamos automáticamente? ¿Así de fácil?

 No es tan fácil, porque la mente interpreta. Puede suceder que estemos en un entorno muy sano y que la mente lo lea como un entorno negativo o perjudicial. Entonces crea una química que hará a mi cuerpo enfermar. La diferencia entre la célula y el ser humano es que este tiene una mente que hace una interpretación y la célula lee el entorno directamente. Si metes un programa con errores en la mente, entonces la química que genera no está en armonía con la vida. Y esto nos sirve para entender cómo funciona un placebo. Cambio mi creencia y pienso que esto me va a sanar, tomo una píldora porque creo que esto me va a traer salud, y me mejora y me sana, pero la píldora podría ser de azúcar, en realidad no ha hecho nada, han sido mis creencias. Y a eso lo llamamos pensamientos positivos y efecto placebo.

 ¿Está diciendo que el efecto placebo –creer que algo nos sanará– es más curativo que un medicamento? Pero no hay casi investigaciones sobre eso.

Sí, tienes razón. ¿Eres consciente de que hay más de una manera de hacer energía sin tener que depender del petróleo? Pero seguimos dependiendo del petróleo porque no interesa el cambio a los que controlan la energía. Lo mismo pasa con las empresas farmacéuticas. Venden fármacos y ¿poder sanar sin fármacos es bueno o malo para la industria farmacéutica? No quieren que sanes sin comprar sus fármacos. ¿Se puede poner energía en una cápsula? Si fuera así, las farmacéuticas intentarían vendértela. Si puedo sanar sin usar medicamentos, la industria que los produce no gana dinero. Deberíamos poder decir que la ciencia está separada de la industria farmacéutica, pero no es así, porque con el dinero de esta se paga el desarrollo de la ciencia, y ese dinero solo va esos estudios que dicen que las drogas funcionan. El dinero controla la ciencia.

Explíquenos cómo funciona ese poder que dice que tiene la mente para la autocuración.

He hablado de que la mente controla: si piensa de una manera, se va en una dirección y, si piensa de otra, se va en otra. Por ejemplo, cierro los ojos, los abro y veo a alguien a quien amo. Entonces mi cerebro segrega dopamina, oxitocina, etc. Lo puedo sentir en mi cuerpo, puedo sentir el amor, y esa química trae salud a las células. Por eso, quien se enamora se siente tan bien. Pero si abro los ojos y veo algo que me asusta, segrego hormonas del estrés. Y estas hacen dos cosas. La primera es que frenan el crecimiento del cuerpo. Porque si me está persiguiendo un león, necesito toda la energía para poder escaparme, y mi organismo apaga todo lo que no sea imprescindible para correr más rápido, así que se paraliza todo lo que tiene que ver con el crecimiento. La gente no lo sabe, pero tienes que crecer todos los días, porque, si no, te mueres. Cada día cientos de billones de células mueren y tienes que ir produciendo nuevas. Cada tres días, el sistema digestivo renueva sus células, pero si se intefiere con ese crecimiento, entonces no puedo estar sano porque estoy perdiendo demasiadas células al día, por eso la quimioterapia hace que se caiga el pelo y crea problemas de digestión, porque mata todas las células, no solo las del cáncer. La segunda consecuencia de las hormonas del estrés es que se cierra todo aquello que usa energía, y el sistema inmunitario usa muchísima energía: cuando estás enfermo, te sientes muy cansado porque tu energía la está usando el sistema inmunitario.

Eso significa que el estrés nos hace enfermar, ¿no?

Las hormonas del estrés apagan el sistema inmunitario, incluso la medicina usa este efecto en algunas ocasiones. Por ejemplo, si me trasplantaran un corazón, mi sistema inmunitario lo rechazaría. En esos casos, los médicos dan hormonas del estrés y eso impide que funcione el sistema inmunitario. Es tan claro que suprime el sistema inmunitario que lo usamos como un medicamento. Cuando la persona está bajo estrés, afecta de dos maneras: la primera es que deja de haber crecimiento y la segunda es que se apaga el sistema inmunitario. De esta forma, virus nocivos pueden atacarme fácilmente. Cuando estás bajo mucho estrés, te enfermas. Y debo decir que, si tomamos una muestra de sangre de cada persona, descubrimos que todos tenemos células cancerígenas. Las tenemos siempre, pero si está funcionando el sistema inmunitario, no pueden crecer. Una vez que se apaga el sistema  inmunitario, proliferan. Es como el catarro: no tienes que coger el virus, ya lo tienes dentro. Son organismos oportunistas. El 90 por ciento de la gente que va al médico es debido al estrés, y también el cáncer funciona igual.

Explíquenos qué es la medicina cuántica o medicina de la energía.

Como decía, la primera razón por la que la medicina de hoy es cuestionable es porque los médicos no saben cómo funcionan las células. La segunda es que la medicina está basada en la física de Newton. No reconoce la energía, esa parte invisible, las señales electromagnéticas. Pero, a principios del siglo XX, apareció la física cuántica, que dice que todo es energía, lo que podemos ver y también lo invisible. Si miras dentro del átomo, hay electrones, protones, neutrones. ¿Y qué hay dentro? Energía. La ciencia más reciente indica que el cuerpo responde a la física cuántica, no a la newtoniania. La medicina dice que quiere cambiar la química del organismo con drogas y la nueva medicina dice que hay que cambiar la energía. Y esta nueva medicina, la cuántica, es mucho más poderosa, porque responde primero el campo energético que el físico.

Si todo es energía, ¿los pensamientos también? ¿Cómo influyen en nuestra salud?

La mente es energía. Cuando piensas, transmites energía, y los pensamientos son más poderosos que la química. Así que esto es peor para las empresas farmacéuticas porque no lo pueden vender. Por tanto, no les interesa una conexión entre la mente y el cuerpo. Pero es cierto que las propias creencias se convierten en un campo energético, una transmisión, y esta se transforma en una señal que es capaz de cambiar el organismo. Y así es como funcionaba la sanación antes del desarrollo de la medicina. La gente sanaba con los chamanes, con las manos…, pero eso no puede vender y por eso la medicina no quiere ir por ese camino. Y es la razón por la que yo cambié mi carrera. Estaba enseñando en la universidad que hay que seguir con drogas y sabía que eso no era verdad. La medicina lo conoce, pero no habla de ello. Sabe que el pensamiento positivo, el placebo, puede sanar, y también que el pensamiento negativo puede matar. Uno se llama placebo y el otro nocebo. En realidad, no es que sea positivo o negativo, es la manera de pensar. Si el médico te dice que tienes cáncer, aunque no tengas cáncer, si lo crees, crearás la química que generará cáncer. Por tanto, el problema no es tanto el entorno real sino el que tú interpretas.

Y eso enlaza con la física cuántica.

Totalmente. Por eso no funciona la medicina, porque no reconoce la ciencia cuántica. No mira hacia ahí porque el dinero está en otro lado.

Usted ha explicado que, en la mente, quien realmente tiene el poder es el subconsciente. ¿Por eso es tan difícil cambiar hábitos de pensamiento?

Es millones de veces más poderoso y más importante que la mente consciente. Utilizamos el subconsciente el 95 por ciento del tiempo.

Pero no lo podemos controlar.

Lo puedes reprogramar. La información del subconsciente se recibe en los primeros seis años de vida. Eso que aprendiste en esos años se convierte en el conocimiento fundamental de tu vida. Por tanto, hay muchos estudios que demuestran que las enfermedades que tenemos de adultos, como el cáncer, tienen que ver con la programación y el entorno que vivimos en los primeros seis años de vida.

Es decir, los niños absorben también sus enfermedades o sus actitudes negativas, y así se ‘programa’ su subconsciente. ¡Qué gran responsabilidad para los padres!

La gente, cuando oye esto, se preocupa, se culpa. Pero no eres culpable si tú no sabes que el subconsciente funciona así. No lo sabían nuestros padres, ni nuestros abuelos ni bisabuelos. Ahora bien, cuando lo entiendes, tienes que cambiar tu manera de vivir, porque entonces sí eres responsable. Está demostrado que si un niño adoptado vive en su familia casos de cáncer, en su madurez puede padecer cáncer aunque su genética sea diferente. Sería algo así como conducir un coche: si te enseñaron a conducir mal y has automatizado esa forma de conducir, pues lo más probable es que tengas accidentes. Si te enseñaron a maltratar tu cuerpo con mala información, destruirás el vehículo de tu cuerpo, cuyo conductor es la mente. El futuro es una mejor educación para los niños, incluso en la etapa prenatal.

¿Podemos reprogramar el subconsciente para estar más sanos o ser más felices con nuestra vida?

Los comportamientos que vienen del subconsciente no los percibes y pueden estar haciéndote daño. Quizás te sientes enfermo y echas la culpa a otra cosa. Al cambiar estos programas erróneos en el subconsciente, puedes recrear toda tu vida. Hay varias maneras de hacerlo. Se piensa que, cuando la mente consciente registra algo, la subconsciente también filtra esa información, pero no es así. La mente consciente es creativa y la subconsciente trata de todos los hábitos. Si le enseñas al subconsciente algo diferente, se lo enseñas también a la consciente, pero no al revés. Por ello, la manera de reprogramar es repetir y repetir hasta que se crea un hábito. Si leo un libro de autoayuda, mi mente consciente dice: “Sé todo lo que hay en el libro y lo aplico”, pero la subconsciente no se entera de nada. Entonces, piensas: “¿Por qué sé tanto y todavía mi cuerpo no funciona?”. Los pensamientos positivos, el conocimiento… solo funcionan el 5% del tiempo, pero el 95% son los hábitos que tengo desde mi niñez. Y esa es la razón por la que los pensamientos positivos no son suficientes. Ayudan, pero no ves muchos resultados. Todo sigue igual hasta que no cambias el subconsciente. Técnicas de psicología basadas en la energía como la hipnosis o el Psych-K son una manera de cambiar el subconsciente, es como un aprendizaje rápido.

Con su investigación, ha aunado ciencia y creencia, un binomio que evita la mayoría de los científicos. ¿Usted cree en la eternidad?

Absolutamente, sí. No hay dos personas iguales, y lo digo desde el punto vista biológico. Si cojo mis células y las traslado a tu cuerpo, no soy yo, el sistema inmunitario las rechaza. En las células hay como una especie de antenas en miniatura. Son receptores y algunos son autorreceptores. Tú tienes diferentes autorreceptores a los míos. Pero los receptores reciben las señales del entorno. Si corto esos receptores, la célula no tiene ninguna identidad, porque no le viene de dentro sino de fuera. Para explicarlo de forma gráfica, diría que el cuerpo es como un televisor: mis antenas captan y reproducen el programa televisivo de Bruce. Esos receptores recogen esa transmisión. Si estoy viendo la tele y se estropea el tubo de la imagen, ha muerto el televisor, pero sigue la transmisión. Así que cojo otra, la enciendo, conecto el canal y vuelvo a ver el programa de Bruce, pero en otra tele, o lo que es lo mismo, en otro ser. Si ese ser tiene los mismos receptores que tienes tú, volverás a estar trasmitiendo lo mismo, pero en otro cuerpo. Esto explica la reencarnación y quiere decir que el cuerpo puede ir y venir, pero la transmisión siempre está ahí.

 ¿Eso le hizo creer que tenemos espíritu?

Nunca había creído en el espíritu, pero cuando comprobé esto en la célula, me cambió la vida entera. La pregunta que me planteé es: ¿por qué esa duplicidad?, ¿por qué tener un espíritu y un cuerpo? Y la respuesta vino de mis células: si solo existiera el espíritu, ¿a qué sabe el chocolate?  Solo con la parte espiritual, ¿cómo vivir una puesta de sol? ¿Qué se siente cuando se está enamorado? Todas esas sensaciones vienen de las células del cuerpo, que puede oler, sentir, tener experiencias. Recoge todo eso, lo transmite al cerebro. Se convierte en vibraciones y lo transmite a la fuente del ser. Si se muere mi cuerpo, mi fuente de ser y mi espíritu tienen la memoria hasta que tenga otro cuerpo. La lección más importante es que estar vivo es un regalo, una alegría por todo lo que podemos sentir. Cuando hagamos eso, todo el mundo estará sano.