Para no pocos de nuestros contemporáneos, el término “espiritualidad” suena a algo caduco. Su desgaste parece deberse a un doble motivo: por un lado, a aquel dualismo trasnochado y dañino que contraponía “lo espiritual” a “lo material”, con la consiguiente devaluación o demonización de este último; por otro, a una indebida identificación entre “espiritualidad” y “religión”, por lo que el rechazo de la segunda arrastró consigo el menosprecio de la primera.
Paradójicamente, sin embargo, estamos siendo testigos de un resurgir espiritual, llamativo tanto en su extensión como en su intensidad. Un resurgir, ciertamente, no exento de ambigüedades y, en gran medida, al margen de las instituciones religiosas. Pero preñado de promesas y esperanzas: según no pocos estudiosos, podemos jugarnos en ello el futuro de la humanidad y del planeta.
Desearía que esta sección, que inicio hoy, en torno al tema de la «espiritualidad», pudiera ofrecer claves y recursos para:
- entender el por qué de la situación (religiosa y espiritual) en la que nos encontramos, así como sus consecuencias en nuestras vidas;
- comprender y vivir lo que entendemos por “espiritualidad”;
- familiarizarnos con la llamada “inteligencia espiritual”, haciéndonos conscientes de la importancia de potenciar su cuidado, también en el proceso educativo de niños y jóvenes.
Aliento la esperanza de que el trabajo en este campo nos haga crecer en lucidez y en profundidad. Una mirada más clara y un corazón más abierto son signos inequívocos de una vida espiritual; justo lo opuesto a la cerrazón fanática y a la egocentración estéril.
Y termino esta primera entrega con unas palabras del Dalai Lama, que nos sitúan ante el horizonte genuino y amplio de lo espiritual: “Transformar la mente: ese es mi concepto de la espiritualidad. Ahora bien, la mejor manera de transformarla es acostumbrarla a pensar de manera más altruista. Por eso, la ética es la base de la espiritualidad laica para todos, sin limitarse al grupo de creyentes de una u otra religión”.
Porque, de entrada, la espiritualidad no remite directamente a la religión, sino a la vida. Por eso no habla de creencias, sino de certezas; no habla de fe, sino de comprensión. En su sentido más genuino, espiritualidad es sinónimo de sabiduría y, en último término, de vida en plenitud. La “dimensión espiritual” no es algo que tengamos los seres humanos, sino más bien lo que somos en nuestra verdad más profunda.
Zizur Mayor, 3 enero 2016.