Semana 24 de abril: LAS PALABRAS, LAS CREENCIAS Y LA VERDAD

Vemos como somosAl querer aproximarnos a la verdad –a la no dualidad- a través de la mente, me parece importante atender a un doble principio:

  • No podemos prescindir de los conceptos y las palabras (aunque el simple hecho de usarlas provoque su desgaste).
  • Su absolutización es engañosa y peligrosa, precisamente porque la palabra es siempre relativa. 

La trampa, por tanto, no reside en el uso de la mente, sino en la absolutización de los conceptos (creencias) y palabras. Me parece que la mente humana tiende a absolutizar lo que ella ve, porque eso le aporta seguridad. Pero el resultado es muy peligroso: las palabras terminan dividiéndonos, separándonos y confundiéndonos. Y eso vale, sobre todo, para las palabras más «sagradas» («Dios», «amor», felicidad»…): porque han sido las más usadas, o porque es en ellas donde proyectamos más lo que son nuestros puntos de vista, y porque al usarlas creemos estar en la verdad.

¿Hay algún antídoto frente a ese riesgo? Tal como yo lo veo, la clave radica en no absolutizar las palabras ni los conceptos (la palabra no es la realidad a la que se refiere, sino solo un «mapa» particular que apunta al «territorio» que está más allá de las palabras). Hasta percibir que la verdad no puede ser pensada ni nombrada, sino solo reconocida y vivida. Lo que nuestra mente tiene son solo creencias (opiniones); la verdad es «lo que es» (la verdad es una con la Realidad). 

Pongamos un ejemplo: “Dios” es un término fundamental entre los humanos. Pero cuando se confunde a Dios con la propia creencia, aparecen el fundamentalismo y el fanatismo, que han llegado hasta las guerras de religión o a la violencia terrorista. 

Por eso, como han dicho siempre los místicos, tiene que llegar un momento en que acallemos nuestras palabras y nuestras creencias para quedamos en aquel Silencio que es, en realidad, un estado de consciencia (o de presencia), en el que se nos regala «ver» lo que transciende toda palabra. 

Soy consciente de que todo lo que he dicho son palabras limitadas y relativas. Lo visto y lo vivido, aun siendo lo más real, es siempre inefable: no se puede nombrar ni decir. ¿Por qué seguir entonces hablando y escribiendo? Por si alguno de estos «mapas» hace clic en alguna persona y le sirve para ver más allá de lo que las palabras digan.