Domingo XIV del Tiempo Ordinario
3 julio 2022
Lc 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias, y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que hay, y decid: «está cerca de vosotros el Reino de Dios»”.
PROSELITISMO Y BÚSQUEDA DE LA VERDAD
La consciencia mítica identifica la verdad con la propia creencia. A partir de ahí, considera que el mejor servicio que puede hacer a la humanidad es “traerla” a la verdad, de la que el propio grupo se considera depositario: ha nacido el proselitismo.
Al trascender la consciencia mítica e incluso la identificación con la mente, caemos en la cuenta de que la verdad no puede ser nunca un concepto, una creencia, un dogma o una doctrina. Ni cabe en la mente ni puede ser “poseída” por nadie. La verdad es lo que es; la verdad es lo que somos.
No se trata, por tanto, de transmitir “creencias”, sino de favorecer que la persona descubra la verdad que es. Somos verdad, o mejor, la verdad nos sostiene y nos constituye. Aun velada e incluso oscurecida por múltiples factores, sigue ahí en toda su luminosidad. Solo necesitamos desearla apasionadamente y asumir una actitud de indagación y experimentación.
Las creencias buscan imponerse; la verdad se muestra. Aquellas separan; esta une. Las creencias dividen a las personas -entre creyentes y no creyentes-; la verdad hace que nos encontremos más allá de ideas, más allá del ego.
Este modo de entender la búsqueda de la verdad recuerda a Sócrates y su método mayéutico. Cesa el proselitismo y uno se vive como “partera” que, a través de preguntas, ayuda a “dar a luz” la verdad que yace ya en cada persona.
¿Qué es para mí la verdad?