Comentario al evangelio del domingo 2 noviembre 2025
Lc 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: “Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Él bajó enseguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le contestó: “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
NADA SE PIERDE
Las religiones teístas parten del presupuesto de que el ser humano necesita ser salvado desde fuera, por un Dios que establece las condiciones. No es raro, por tanto, que la institución religiosa considere que toda aquella persona que no comparte sus creencias esté “perdida” o incluso -como se ha proclamado con frecuencia en el pasado- condenada al “castigo eterno”.
Una creencia de ese tipo se apoya en una antropología esencialmente pesimista -que ve al ser humano como pecador- y una teología fundamentalmente dualista -que se mueve en la cosmovisión premoderna de los “dos pisos” (humano y divino) de la realidad-.
La mirada que nace de esa visión antropológica y teológica habla, dentro de su propia lógica, de buenos y malos, justos y pecadores, salvados y condenados…, de donde se deriva toda una cascada de consecuencias que afectan a la vida cotidiana de las personas.
Pero, ¿y si fuera precisamente aquella visión de base la que tuviera que someterse a crítica? ¿Y si el error consistiera en el dualismo, creado por el modo de funcionar de la mente, que falsea nuestra percepción de lo real?
Más allá de planteamientos míticos que todavía hoy sostienen las religiones teístas, la salvación consiste en llegar a la comprensión de lo que realmente somos. Tal comprensión nos hará ver que nada se pierde -lo que somos en profundidad se halla siempre a salvo- y nos movilizará -como le ocurre a Zaqueo al encontrarse con Jesús- para vivir el amor que brota de ella. Por más que nos cueste verlo, el origen del sufrimiento y del daño que hacemos es la ignorancia; lo que nos “salva” es la comprensión.
