LO QUE ESPERAMOS YA ESTÁ AQUÍ

Domingo III de Adviento 

15 diciembre 2019

Mt 11, 2-11

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!”. Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis, a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta: él es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti». Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”.

 LO QUE ESPERAMOS YA ESTÁ AQUÍ

         Los relatos evangélicos transmiten hechos concretos de la vida de Jesús, desde el filtro de la experiencia de aquellas primeras comunidades en las que nacieron, y con un objetivo catequético. Lo que buscan no es tanto fidelidad histórica –tal como la entendemos hoy–, cuanto sostener la fe de los discípulos y leer todo lo acontecido desde su propia experiencia creyente.

       Todo ello es patente en numerosas páginas del evangelio y, entre ellas, en lo que se refiere a la figura de Juan el Bautista. Carecemos de datos mínimos que nos permitan conjeturar qué papel jugó en la vida de Jesús, así como de la relación que mantuvieron. Sin embargo, los textos evangélicos fueron “adornando” progresivamente su figura hasta convertirlo, no solo en discípulo del Maestro de Nazaret, sino en “el más grande de los nacidos de mujer”.

         La catequesis de Mateo que leemos hoy arranca con una pregunta decisiva: “¿Eres tú o tenemos que esperar a otro?”. Decisiva porque toca una fibra muy sensible del ser humano, de la que brota una de las grandes preguntas kantianas: “¿Qué me cabe esperar?”.

         La respuesta de Jesús remite a “lo que estáis viendo y oyendo”. De ese modo, la catequesis cristiana lo presenta como el Mesías esperado o, mejor aún, como aquel en quien se realiza la plenitud de los tiempos, tal como había escrito Pablo –no olvidemos que los escritos paulinos son anteriores a los evangelios– en la carta a los Gálatas (4,4): “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo”. Lo que encontramos, por tanto, en el texto de Mateo es una confesión de fe de aquella primera comunidad.

         Sin embargo, y sin negar la legitimidad de esa lectura, la comprensión transpersonal ahonda más, al hacernos ver que lo que esperamos ya está aquí. En profundidad, somos ya todo aquello que buscamos. Es una trampa situar la plenitud “fuera” o en el “futuro”. Se trata solo de despertar, caer en la cuenta, comprender… y vivir anclados y en conexión con lo que somos. De esa conexión brotará en todo momento la acción adecuada, más creativa y más eficaz que nunca.

¿Vivo en la esperanza o en la comprensión?