Semana 16 de septiembre: DE PARADOJAS Y MALENTENDIDOS

NO-DUALIDAD: ¿UNA MODA?

Primera Clave: La Realidad es no-dual (2).

De paradojas y malentendidos

  Los malentendidos –si bien sostenidos, inconscientemente, por la necesidad de defender el propio posicionamiento– surgen cuando se leen desde el estado mental afirmaciones nacidas del estado de presencia. Se olvida entonces –porque no se ha experimentado– que comprender no es justificar, aceptar no es resignarse y no-decidir no es indolencia ni inacción.

         Más allá de las trampas de las que nadie estamos a salvo, el sabio comprende todo pero no todo le da igual; acepta y vive alineado con lo real, pero no resignado, sino siempre creativo desde aquella aceptación de base; sabe que “no decide” y vive una docilidad exquisita a lo que la Vida (“Dios”) quiere en todo momento, gracias a la desapropiación de su propio yo. Y se realiza entonces la sabiduría que proclama el Tao Te King: “Nadie hace nada y, sin embargo, nada queda sin hacer”, que explicita el sabio Chuang Tzú: «Es el Tao quien actúa en los diez mil seres», y que aparece también bellamente formulada en un aforismo zen: “En todo lo que hagas, no hagas nada”. Si eres “tú” el que (cree que) lo hace, la acción nacerá contaminada por la apropiación y, lo que es más grave, por la ignorancia que sostiene la creencia errónea de que hay un “yo” hacedor.

              Y es aquella misma sabiduría la que trasluce en las palabras de Jesús de Nazaret: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”. Palabras que no inducen a ningún tipo de falsa humildad –que suele esconder un orgullo soterrado–, sino que invitan a la comprensión de que “tú” no has hecho nada, que no hay “nadie” que haga nada; todo, sencillamente, se hace y, cuando no caemos en la trampa primera de identificarnos con el ego, fluye a través de nosotros.

         El sabio se comprende como cauce desapropiado y humilde que no presume de “sus” logros ni de “su” compromiso. Pero esto únicamente es posible cuando se vive, no desde el estado mental (o del ego), sino desde la Presencia consciente que somos.

          Todo lo profundo lleva el sello de la paradoja, y el ser humano también. Ello significa que nos movemos constantemente en “dos niveles” –el de la “personalidad” y el de la “identidad”–, por lo que es inevitable recurrir a un lenguaje paradójico. Leídas desde la mente, esas expresiones podrían descalificarse como “contradictorias”; sin embargo, la contradicción es solo aparente. En lo más hondo ocurre que, como dijera el físico Niels Bohr, “lo contrario de una verdad profunda es otra verdad profunda”.   

         Lo real es de tal complejidad que expresiones en apariencia contradictorias son ambas verdaderas. Solo la estrechez de la mente las ve como irreductiblemente opuestas. Los sabios se han expresado con frecuencia de ese modo. Por ejemplo, el mismo Jesús que dijo: “¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división” (Lc 12,51), es el que aseguraba: “La paz os dejo, mi paz os doy (Jn 14,27). Si tomamos distancia de la mente lineal y acertamos a comprender desde dónde está dicha cada una de esas afirmaciones, advertiremos la verdad de ambas; la contradicción es solo aparente.  

Semana 16 de septiembre: ARCILLA (J.L. Borges)

Un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para un fin, y esto tiene que ser más fuerte en el caso del artista.

          Todo lo que le pasa, incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras, todo eso le ha sido dado como arcilla, como material para su arte; tiene que aprovecharlo.

          Por eso yo hablé en un poema del antiguo alimento de los héroes: la humillación, la desdicha, la discordia.

          Esas cosas nos fueron dadas para que las transmutemos, para que hagamos, de la miserable circunstancia de nuestra vida, cosas eternas o que aspiran a serlo.

Jorge Luis BORGES.

Semana 2 de septiembre: LA REALIDAD ES NO-DUAL

NO-DUALIDAD: ¿UNA MODA?

Primera Clave: La Realidad es no-dual (1)

La Realidad es solo una, como una es la fuente de todo lo existente. La dualidad –la idea o creencia de la separación– aparece con la mente que, debido a su naturaleza separadora, entiende lo real como una “suma” de objetos separados.

          Esa única Realidad tiene dos “polos”: el inmanifiesto y el manifestado, la vacuidad y las formas. Pero polaridad no significa dualidad: ambos polos se hallan profunda y secretamente abrazados en una unidad mayor. Esto es lo que se denomina como no-dualidad: unidad-en-la-polaridad o unidad-en-la-diferencia.

          La comprensión no-dual no descuida ni desvaloriza nada porque sabe ver todo como “expresión” o despliegue de la Realidad una, que constituye el sustrato y la identidad última de todas las formas.

          Los “dos polos” o niveles, sin embargo, no son simétricos: el de las formas es relativo, temporal o transitorio, lo cual permite hablar de “sueño” o “representación”.

          La comprensión no-dual nos muestra nuestra verdadera identidad –somos Consciencia o Vida–, que momentáneamente experimentamos en la forma de una persona concreta. Desde la mente –desde la no-dualidad pensada, en cuyo caso es el “yo” quien habla–, esto podría inducir a la pasividad y al descompromiso, pero no así desde la comprensión. En concreto, esto significa que afirmaciones del tipo “No hay nada que hacer” son ciertas; el error radica en pensar que el sujeto de las mismas es el “yo”. En este caso, lo que ocurre es que el yo se apropia –en su beneficio, por ejemplo para autojustificarse– de expresiones que son verdaderas en el nivel profundo. Más brevemente: quien dice “no hay nada que hacer” no es el yo particular, sino la Sabiduría o la Vida donde todo es ya plenitud.

          Me parece que esto puede ocurrir prácticamente con cualquier afirmación, cuando se pronuncia desde un nivel de consciencia y se lee desde otro. Por lo que puede darse que, citando literalmente una frase, al hacerlo desde el estado mental, se esté pervirtiendo su significado y, por tanto, induciendo a error.

          Veámoslo con otra afirmación, aquella según la cual “lo que viene, conviene”. Alguien ha reaccionado ante ella diciendo que equivalía a “justificar todos los horrores históricos”. Sin duda, desde el nivel mental no puede leerse de otro modo. Sin embargo, leída desde la comprensión no-dual, se descubre la sabiduría que la alienta.

          En efecto, tal afirmación invita sencillamente a alinearse con lo real. Pero, a diferencia de lo que la mente pueda pensar, tal alineamiento no solo no tiene nada de resignación o claudicación, sino que se halla dotado de un dinamismo interno que impulsará a la acción adecuada en cada momento. Y será adecuada precisamente porque brota de la actitud sabia de la aceptación. Lo contrario –situarse en un “no” a la vida– es resistencia estéril, generadora de sufrimiento.

          La mente busca siempre la resistencia –porque es la forma que tiene el yo de mantener su sensación de existir– y huye de la aceptación –porque en esta el yo se diluye–. Sin embargo, la sabiduría es un camino de aceptación, actitud adecuada entre la resistencia y la resignación.

          Sirvan estos dos ejemplos para mostrar que afirmaciones de este tipo únicamente tienen sentido –solo pueden producirse y entenderse– cuando vivimos en la comprensión no-dual, más allá de la mente. ¿Cuándo serían “falsas” tales expresiones? Cuando se leen desde la mente o, como decía más arriba, cuando el yo se las apropia para autojustificarse.

Semana 26 de agosto: NO-DUALIDAD: ¿UNA MODA?

NO-DUALIDAD: ¿UNA MODA?

Introducción

Con frecuencia, se recurre a ese calificativo –“es una moda”– para descalificar todo aquello que, extendiéndose en sectores sociales cada vez más amplios, se mira con recelo, desaprobación o rechazo. El término evoca automáticamente algo pasajero, superficial, inconsistente e incluso, en algunos casos, peligroso o dañino.

     De la no-dualidad se dice, en algunos ámbitos –generalmente religiosos–, que “es una moda” y que constituye nada menos que “una enfermedad espiritual”.

          En síntesis, quienes así se expresan suelen utilizar dos argumentos: por una parte, según ellos, lo que actualmente se llama “no-dualidad” no sería sino un “monismo” vulgar que negaría valor a todo el mundo de las formas (lo personal, lo relacional, lo social…); por otra –se dice– abocaría a una actitud de indiferencia descomprometida, potenciando un “espiritualismo narcisista” engañoso y deshumanizador.

        Se trata, sin duda, de trampas que acechan a ciertos planteamientos que se autodenominan “no-duales”, pero no a la genuina comprensión no-dual. Esta es siempre cuidado amoroso, que valora toda forma –¿cómo no lo haría si la reconoce como expresión particular de “lo que es”?– y se expresa como amor compasivo. De hecho –y este es el modo menos inadecuado de nombrarla– no-dualidad es amor.

          Es de apreciar la crítica que brota de la búsqueda de la verdad y del amor –verdad y amor no pueden caminar separados–, pero la descalificación suele nacer de la inseguridad afectiva y de la necesidad neurótica de autoafirmación.

        Suelo callar ante quienes, expresamente o no, se erigen en guardianes de supuestas “esencias” –en este caso, guardianes de la “auténtica espiritualidad”– porque sospecho que en toda descalificación, aun recurriendo a “nobles” declaraciones, suele esconderse un afán de autoafirmación narcisista y defensa de la propia sensación de seguridad, que se siente amenazada ante opiniones discrepantes.

     Solo desde ahí cabe entender a quien juzga y descalifica como «falsa espiritualidad» aquella que no coincide con la idea que él tiene de la misma; y llama «inacción» a todo lo que no sea actuar en la línea que él considera adecuada.  

          Tal como lo veo, “espiritualidad” es sinónimo de “no-dualidad”. Y me parece que la imagen menos inadecuada para referirnos a ella sea probablemente la del “Abrazo”. Lo que llamamos Realidad es un inmenso “abrazo” y, al alinearnos conscientemente con ella, somos transformados por la comprensión y la compasión hacia todos los seres.

          Con todo ello, sin negar las ambigüedades que acompañan nuestra forma de expresarnos, me parece que pueden hacerse, con rigor, estas tres afirmaciones: 1) la realidad es no-dual; 2) la no-dualidad pertenece al núcleo mismo de la llamada “sabiduría perenne”; y 3) la llamada “revolución de la no-dualidad” –en cuanto que está alcanzando una notable dimensión colectiva– constituye una de las mayores aportaciones de este momento histórico.

          En las entregas próximas abordaré cada una de estas tres cuestiones.