Conferencia de Yayo HERRERO, organizada por el FORO GOGOA,
en PAMPLONA, el día 12 de febrero de 2020.
Conferencia de Yayo HERRERO, organizada por el FORO GOGOA,
en PAMPLONA, el día 12 de febrero de 2020.
Domingo VI del Tiempo Ordinario
16 febrero 2020
Mt 5, 17-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero al Abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al Abismo. Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio». Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer –excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se casa con la divorciada comete adulterio. Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios, ni por la tierra, que es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por su cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”.
VIVIR DESDE EL CORAZÓN
En medio de la tensión que vive su comunidad, en la que conviven discípulos procedentes del judaísmo –que reclaman el cumplimiento de la ley judía– y los que provienen del paganismo –que subrayan la “ruptura” que ha supuesto Jesús–, Mateo trata de buscar un equilibrio no siempre fácil. Así hay que entender la afirmación, favorable a los judeocristianos, según la cual Jesús no ha venido a “abolir la ley, sino a dar plenitud”. Pero a continuación, para resaltar la “novedad” del mensaje, tal como reclamaban quienes procedían del mundo helénico, remarca que “si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos”.
Más allá de esas muestras de “inestable equilibrio” con el que intenta mantener la paz en su propia comunidad, el texto apunta a algo de mucha mayor hondura y que toca una cuestión básica del camino espiritual: ¿Desde dónde vivo?
Los códigos morales insisten en las acciones: “no matar”, “no cometer adulterio”, “no jurar”. Pero probablemente todos tenemos experiencia de que es posible no hacer nada de ello y, sin embargo, vivir con el corazón endurecido, desconectado de lo realmente importante.
El mensaje de Jesús es radical, por cuanto quiere llegar a la raíz. Y por eso nos confronta con nuestra propia verdad: ¿Me vivo desde la norma o desde el corazón?
Vivir desde el “corazón” significa vivir desde el amor que nace de la comprensión de la unidad que somos, y que se plasma en la “regla de oro”: trata a los demás como te gustaría que ellos te trataran a ti.
¿He interiorizado, desde la comprensión, la llamada “regla de oro”?
Amelia VALCÁRCEL, en El País, 12 de octubre de 2019.
https://elpais.com/elpais/2019/10/10/ideas/1570727420_366150.html
Si vemos cómo se golpea a un niño, sentimos algo parecido al vértigo. Es el “sentido moral”, tal que la vista o los oídos.
Cuando la Modernidad alboreó, allá por los finales del siglo barroco, hubo que volver a hacerse las viejas preguntas y las respuestas cambiaron. Por ejemplo, esta: “¿Por qué debemos ser morales?”. La respuesta admitida había estado clara más de un milenio: porque así lo quiere Dios Nuestro Señor y serlo evita las penas del infierno. Dios ha dado su ley, de una vez para siempre. Se debe cumplir y no hay más que contar. Si alguien duda de las llamas infernales, tenemos previstas llamas terrenales para que pierda cuidado.
Pero ahora es distinto. Vamos a sacar del matraz a Dios, dada su enorme masa, y dejemos fuera también el temor a los fuegos infernales y quizás a los de aquí. Vamos a buscar otras respuestas. ¿Por qué debemos ser morales? Bueno… porque… ¿para evitar líos? ¿Porque somos seres racionales y la razón nos exige que lo seamos? Quizá somos morales para no contravenir a nuestra racionalidad. Descartes, el primer y mayor de los racionalistas, no lo apoyó. Fue más bien partidario de no buscarse problemas. Esto tardó su tiempo. Sin ir más lejos, un tipo tan evidentemente genial como Hume, un escocés, se permitió bromear de esta manera: del hecho de que yo prefiera que estalle el mundo siempre que a mí no se me estropee un dedo, no se sigue ninguna falta de lógica. Va a ser que el universalismo moral no depende de la calidad de nuestra razón.
Las mejores respuestas a una pregunta tan compleja vinieron de Inglaterra y de Escocia. Se macizaron así: debemos ser morales porque… no tenemos más remedio que serlo. Estamos diseñados para ello. Somos morales porque tenemos un sexto sentido. Cuando vemos una acción directamente contraria a lo que es bueno, se nos levanta un asco, un horror, se nos despierta algo en el fondo de nuestro cuerpo que nos dice que aquello no está bien. Es nuestro sexto sentido, el sentido moral. Si vemos cómo se golpea a un niño, a un animal indefenso, se viola, se calumnia con gusto…, sentimos algo parecido al vértigo. Eso es el “sentido moral”. Con tan buena guía es difícil equivocarse. Es tal que la vista o los oídos. Y, como ellos, puede muy bien suceder que alguien lo tenga flojo o carezca por completo de él. Pero eso no lo invalida. La mayoría lo poseemos en su modo corriente. A quien lo tenga deficiente difícilmente se lo podemos mejorar. Lo mejor es precaverse de ese tipo de gente… o gentuza.
Estas cosas, en filosofía, nunca se afirman sin que se desate una polémica, pero dejémosla ahora callada. Hutcheson lo bordó: los sentimientos benévolos son parte inalienable de la condición natural humana. Están ahí. Antes de hablar ya sonreímos. No somos buenos por naturaleza, pero somos morales por destino. Para hacer desaparecer a ese nuestro sexto sentido hay que trabajar bastante. Porque es más fuerte que la voz de la conciencia. Es terror y vómito a un tiempo.
¿Y qué pasa con la crueldad? Pues que resultaría ser un aprendizaje. Poco a poco, mediante sucesivas y al principio pequeñas crueldades, aprenderíamos a orillar y evitar ese sentimiento innato. Iríamos subiendo la dosis. Ensayaríamos a distanciarnos con los objetos, los animales, los débiles, subiendo y alargando la distancia hasta ensordecer a nuestra naturaleza. Practicaríamos la crueldad en gustos y espectáculos. Distancia, risa, chacota del dolor ajeno. Gusto por la crueldad o incluso el ensañamiento. Lo llevaríamos a término con ciertas excepciones… con cualquiera que no pudiera devolvérnosla. Porque esa precaución siempre, quien no fuera definitivamente idiota, la guardaría. Así que desde el siglo ilustrado la humanidad supo que tenía un sentido que añadir a los cinco corrientes. Cierto problema había en que nunca antes hubiéramos sabido nada de él. Pero no seamos gente puntillosa. Reconocemos lo que se nos quiere decir.
Ahora le solemos llamar “inteligencia emocional”, esto es, la capacidad de ponerse en el lugar de otro o de casi poder sentir lo que siente si a ello nos afanamos. Goleman, cuyos libros fueron tan visitados a principios de milenio, es lo que cuenta. Que hay gente más o menos lista en ver y captar la emoción base de los demás. Percibimos que en esas intuiciones brilla una chispa de verdad. Por lo mismo sabemos cómo se educa en la falta de compasión. Sabemos que muchas culturas definitivamente han hecho de esa senda cruel su fundamento de existencia. Nos basta con ver su pedagogía de presentación. Las reconocemos. Todavía las usamos.
Domingo V del Tiempo Ordinario
9 febrero 2020
Mt 5, 13-16
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”.
SOMOS LUZ Y SAL
La lectura moralista –“tienes que…”, “debes…”– introduce en un voluntarismo, no solo peligroso en sus consecuencias, sino profundamente engañoso en su origen.
Es peligroso porque, en la práctica, se desliza fácilmente hacia el fariseísmo y termina inflando el ego, que se apropia de la acción y de su esfuerzo: creo que soy “yo” el que hago, y hago “más” que otros que no se exigen tanto como yo.
Y es engañoso porque parte de la creencia errónea de que somos carencia. Tal creencia aflora de manera espontánea en cuanto se produce la identificación con el yo. Al reducirnos a él, no podemos percibir sino su fragilidad, debilidad, necesidad y carencia. Todo ello es cierto –esa es nuestra “personalidad”–, pero no lo es que esa sea nuestra identidad.
No somos la “forma” –carenciada– en la que se expresa; somos “Eso” que se expresa temporalmente en toda forma. Y “Eso” es plenitud atemporal e ilimitada, pura Consciencia, una con todo lo que es.
“Eso” es luz y sal, si queremos utilizar estas metáforas. La llama no necesita hacer un “esfuerzo” para iluminar; basta –como apunta la parábola de Jesús– con no ponerle encima un celemín. Ya somos luz: solo se requiere no bloquearla. Lo cual implica actitudes de autenticidad y de transparencia.
Así como la llama ilumina por sí misma, la luz brota en nosotros en cuanto nos vivimos con limpieza, siendo canales transparentes por los que fluye. A nosotros, como a la llama, nos basta ser lo que somos y vivirnos en coherencia con ello. Lo notaremos porque crecerá en nosotros una actitud de desapropiación y de libertad interior: dejaremos que la Vida fluya, dando luz y sabor en cada momento.
¿Desde dónde me vivo habitualmente?
Diario La Nación, de Buenos Aires, 13 noviembre 2019.
Es lo que forma la mayor parte del universo, pero sigue siendo un enigma. Será estudiada por primera vez con un instrumento, que observará 35 millones de galaxias. BBC Mundo habló con uno de los científicos encargados de ello, el astrónomo argentino Ariel Sánchez.
La aceleración de la expansión del universo no puede explicarse, en el contexto de la relatividad general de Einstein, sin la existencia de una forma de energía desconocida.
El mayor componente del universo en el que vivimos es un enigma.
Y es que los átomos que componen todo lo conocido, los planetas, las estrellas y a nosotros mismos, constituyen sólo el 5% del mismo.
El resto es lo que los científicos llaman energía oscura (la vasta mayoría) y materia oscura.
Los astrónomos tienen ahora un nuevo y potente instrumento para estudiar la primera, el Instrumento Espectroscópico de la Energía Oscura (DESI, por siglas en inglés).
Este permitirá realizar el mapa más detallado del universo tras observar unos 35 millones de galaxias en cinco años.
Pero ¿qué se sabe hasta ahora sobre la energía oscura y cómo logrará el DESI estudiarla?
BBC Mundo habló con uno de los expertos que llevarán a cabo la tarea, el astrónomo argentino Ariel Sánchez, investigador científico del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre con sede en Garching, Alemania.
La predicción inicial era que la expansión del universo que comenzó después del Big Bang se volvería más lenta debido a la gravedad. Pero se está acelerando. ¿Cómo se explica?
La evolución del universo en sus escalas más grandes está controlada por la gravedad.
Actualmente, nuestra mejor descripción de la gravedad está dada por la teoría de la relatividad general de Einstein.
Aplicando las ecuaciones de Einstein al universo como un todo se encuentran soluciones de universos dinámicos, es decir, que se expanden o contraen.
Desde que Edwin Hubble realizó sus observaciones alrededor de 1930, sabemos que nuestro universo está en expansión.
De acuerdo a las ecuaciones de Einstein, la materia contenida en el universo tiende a desacelerar esa expansión.
Esto se debe a que la expansión del universo, que intenta aumentar la distancia entre dos puntos cualquiera en el espacio, debe luchar contra el efecto de la atracción gravitacional de la materia que contiene, que tiende a acercarlos.
A finales del siglo XX los astrónomos intentaron medir esta tasa de desaceleración de la expansión utilizando observaciones de supernovas en galaxias distantes y el resultado fue sorprendente.
La expansión del universo no está disminuyendo su ritmo, se está acelerando. Las distancias a galaxias lejanas aumentan a una tasa cada vez mayor.
¿Y eso indica la presencia de la energía oscura?
Ese resultado cambió drásticamente nuestra comprensión del universo.
En el contexto de la relatividad general de Einstein, esto no es posible si el universo sólo contiene materia.
Eso indica la existencia de una componente adicional, una forma de energía desconocida que posee presión negativa y contrarresta el efecto atractivo de la gravedad, impulsando la expansión acelerada del universo.
Descifrar la naturaleza de esta componente, que denominamos energía oscura, es uno de los problemas abiertos más importantes de la física actual.
Uno de los objetivos de la cosmología es realizar un detallado inventario de la energía que contiene el universo, listando todas sus componentes y la fracción del total de energía que cada una representa.
Para lograrlo, utilizamos observaciones astronómicas de la distribución de materia y luz a través del espacio.
Gracias a estas observaciones sabemos que la edad del universo es cercana a los 14.000 millones de años, y que hace aproximadamente unos 4.000 millones de años su expansión comenzó a acelerarse.
Este punto corresponde al momento en la historia del universo en el que la energía oscura comenzó a dominar sobre la materia.
Esto indica que la energía oscura es actualmente el principal componente en este inventario cósmico y que constituye aproximadamente el 70% del total de la energía en el universo.
En el inventario, el siguiente componente en importancia es la materia oscura, ya que constituye alrededor del 25% del total de energía del universo.
La materia oscura es una forma de materia que no interactúa con la luz.
Su presencia solo es detectable por sus efectos gravitacionales en la formación y evolución de estructuras en el universo, tales como galaxias y cúmulos de galaxias.
Hay numerosas evidencias observaciones de la existencia de la materia oscura.
La materia común, hecha de átomos, constituye menos del 5% del total de la energía del universo.
Y otros componentes como los neutrinos o los fotones tienen contribuciones mucho más pequeñas.
Aunque no se conoce exactamente la naturaleza de la materia oscura, las observaciones astronómicas nos permiten tener una buena idea de sus propiedades.
Al igual que la materia común, la materia oscura contribuye a desacelerar la expansión del universo; es decir, el efecto contrario al de la energía oscura.
Otra diferencia importante entre estos componentes es su distribución en el espacio.
La materia oscura exhibe fluctuaciones en su densidad que crecen con el tiempo, con zonas más densas adquiriendo cada vez más materia debido a su atracción gravitatoria.
La energía oscura, en cambio, parece seguir una distribución uniforme, con la misma densidad a través del espacio.
El Instrumento Espectroscópico de la Energía Oscura contiene un conjunto de 5.000 fibras ópticas, cada una de las cuales es controlada por un pequeño brazo robótico que las coloca en la posición correcta para recibir la luz de una galaxia.
Está instalado en el telescopio Mayall del observatorio de Kitt Peak en Arizona, en Estados Unidos, y tiene cuatro metros de diámetro.
Su diseño permite cubrir en cada observación un gran campo en el cielo.
Y eso, junto con la posibilidad de observar 5.000 galaxias simultáneamente, lo convierte en una máquina perfecta para construir un gran catálogo en poco tiempo.
Proyectos anteriores han construido catálogos de galaxias similares, pero el DESI llevará estos esfuerzos a un nuevo nivel al observar unas 35 millones de galaxias en cinco años.
Cuando observamos una galaxia en el cielo no sabemos a qué distancia se encuentra de nosotros. Pero la expansión cósmica nos ayuda a inferirla.
Cuando las ondas de luz se propagan a través del espacio, la expansión del universo las «estira», cambiando su longitud de onda y volviéndola más roja.
Esto se conoce como «corrimiento al rojo».
Si descomponemos la luz de las galaxias distantes en los colores que las componen, de forma similar a lo que puede hacerse con un prisma, podemos reconocer el efecto del corrimiento al rojo.
Mientras más lejana sea la galaxia, mayor será su corrimiento al rojo. De esta manera, podemos estimar la distancia a las galaxias.
El DESI observará alrededor de 35 millones de galaxias para medir sus corrimientos al rojo.
Junto con sus posiciones en el cielo, estas distancias nos permitirán construir un mapa tridimensional de la distribución de galaxias sobre un enorme volumen del universo
Un detalle importante es que mientras más lejana es una galaxia, más tiempo ha estado viajando su luz hacia nosotros.
Por lo tanto, al observar galaxias a distintas distancias de nosotros, podemos estudiar la evolución del universo a través del tiempo.
Los datos del DESI nos permitirán reconstruir con precisión la historia de expansión del universo y la tasa de formación de estructuras a lo largo de un período de 11.000 millones de años.
Estos datos nos permitirán caracterizar las propiedades de la energía oscura con gran precisión.
Todos los datos de los que disponemos en la actualidad son coherentes con el modelo cosmológico estándar, en el cual la energía oscura corresponde a la «energía de vacío».
Esta es una energía de origen cuántico, pequeña pero irreducible, que es una propiedad del espacio mismo incluso en ausencia de materia.
Dicho componente estira continuamente el espacio, impulsando la expansión acelerada del universo.
De todas formas, podemos esperar una caracterización mucho más precisa de la energía oscura una vez que tengamos los datos del DESI, que nos acercarán un poco más a las respuestas a las grandes preguntas abiertas en cosmología.
En el contexto de la relatividad general, la expansión acelerada del universo implica la existencia de la energía oscura.
Alternativamente, esto podría interpretarse como el indicio de un problema en la teoría de Einstein, una evidencia de que no describe correctamente la forma en que la gravedad se comporta en escalas cosmológicas.
La distribución de galaxias en el universo que será observada por el DESI nos permitirá poner a prueba las predicciones de la relatividad general en escalas cosmológicas, mucho mayores que las utilizadas en otras pruebas.
Los datos del DESI nos ayudarán a distinguir entre los dos posibles escenarios para el origen de la expansión acelerada del universo: la existencia de la energía oscura o la necesidad de modificar la relatividad general de Einstein.
Desde mi adolescencia supe que quería dedicarme a la cosmología.
El descubrimiento de la aceleración cósmica tuvo lugar poco después de que empezara mis estudios de grado.
La importancia de este descubrimiento, que fue reconocida con el Premio Nobel de Física de 2011, revolucionó el campo de la cosmología para convertirla en una de las áreas más dinámicas de la física.
Tuve la suerte de comenzar mi carrera a tiempo para ser parte de este desarrollo.
Me considero muy afortunado de poder contribuir con mi trabajo a la tarea de comprender nuestro universo en más detalle.
¿Qué siente cuando piensa en que vivimos en un universo del que solo conocemos el 5%?
Me genera una gran curiosidad. El deseo de conocer nuestro universo y las leyes que lo controlan en más detalle es la principal motivación de mi trabajo y el de muchos de mis colegas.
Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo
2 febrero 2020
Lc 2, 22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la Ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la Ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”, y para entregar la oblación, como dice la Ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones”. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la Ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Su padre y su madre estaban admirados por lo que decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Mira, este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma”. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
SABER VER
El evangelista Lucas ve a Jesús como “luz de las naciones” y, con el objetivo de presentarlo como tal, construye esta escena, en la que pondrá aquella afirmación en boca de un anciano venerable.
Pero, más allá del objetivo catequético de Lucas, una lectura simbólica del texto resulta profundamente rica: para quien sabe ver, en todo es posible descubrir la “luz”. Simeón y Ana la ven en un bebé. Y cuando se ve, lo que brilla en el corazón de las personas es paz: Simeón abandona su ansiedad y se entrega confiado –“Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz”–, en la certeza de que todo tiene un sentido.
Con frecuencia, buscamos el sentido “fuera”, en algún acontecimiento, circunstancia o persona que pudiera “salvarnos” de una situación que percibimos “incompleta” o “defectuosa”. Sin embargo, lo adecuado no es mantener la esperanza en “algo” que transformaría nuestra vida, sino modificar nuestra mirada para ser capaces de ver en profundidad. Todo es ya ahora; lo único que necesitamos es verlo.
Ahora bien, para verlo, es preciso acallar la mente, tal como insistía Krishnamurti: “Solo una mente en silencio puede ver la verdad, no una mente que se esfuerza por verla”. Lo cual implica un entrenamiento perseverante en la práctica meditativa para, más allá de los vaivenes mentales y emocionales, más allá también de la inercia mental que busca en todo momento el protagonismo, ejercitarnos en saborear el Silencio…, hasta reconocernos en él.
Somos Silencio consciente, que se expresa y despliega en la “persona” que nuestra mente percibe. Cuando nos anclamos en el Silencio, todo se hace luminoso ante nuestros ojos. Y es entonces cuando podemos hacer nuestro el canto del anciano Simeón: “Ahora puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto”. Porque el Silencio -que somos y que se manifiesta en la práctica meditativa de «solo ser / solo estar»- es Paz y es Gozo, «Perfecta Brillante Quietud».
¿Me abro a ver lo que hay “más allá” de la mente, cuando esta se silencia?