GRACIA Y COMPRENSIÓN

Domingo XXV del Tiempo Ordinario

20 septiembre 2020

Mt 20, 1-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para la viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: «Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido». Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: «¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?». Le respondieron: «Nadie nos ha contratado». Él les dijo: «Id también vosotros a mi viña». Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: «Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros». Vinieron los del atardecer, y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: «Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno». Él replicó a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injuria. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?». Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”.

GRACIA Y COMPRENSIÓN

    Cuando se contrasta esta parábola con otra rabínica anterior, salta a la vista la novedad del mensaje de Jesús, una novedad que puede resumirse en una palabra: gratuidad.

    La parábola anterior –seguramente conocida por el propio Jesús y sus oyentes– era similar en todo a esta evangélica, salvo en el final. Cuando “los primeros” protestan, el amo les replica: “Es cierto, vosotros habéis aguantado toda la jornada, pero estos últimos han trabajado con tanto empeño que en solo una hora han hecho el mismo trabajo que vosotros en todo el día”.

     Esta respuesta “deja las cosas en su sitio” y “salva” nuestro sentido habitual de la “justicia”: cada uno debe recibir según su esfuerzo o sus méritos. Porque no es “justo” que “los últimos sean los primeros”.

    La idea del mérito colorea todos los ámbitos de la existencia, incluido el religioso, donde ha dado lugar a una “religión mercantilista”, que conduce fácilmente al fariseísmo: el creyente no solo presume de sus buenas obras, sino que se considera “justo” –por encima de los demás, según otra lúcida, elocuente y conocida parábola (Lc 18,9-14)– y merecedor de los favores divinos (o con “derechos” ante Dios). Es la “religión del ego”.

      El ego se entiende a sí mismo como “hacedor” y actúa en función del beneficio que piensa obtener. No solo se percibe, de manera insensata, como separado de la vida –de la realidad–, sino que se adjudica la autoría de todo lo que hace y se apropia del resultado.

    Mientras persiste la identificación con el yo no pueden verse las cosas de otro modo. Más aún, se juzgará como indebido o incluso “injusto” el hecho de que todos perciban el mismo “premio”.

   La sabiduría, sin embargo, muestra una perspectiva radicalmente diferente, que tal vez pueda resumirse en estos puntos:

  • cada persona hace todo lo que sabe y puede en cada momento, de acuerdo a su nivel de consciencia y a su “mapa” mental; a partir de aquí, ¿cómo juzgar y compararme con los otros, cuyos condicionamientos de todo tipo desconozco por completo?;
  • todo lo que soy y tengo, en último término, lo he recibido; todo ha sido y es gracia; como se lee en una de las cartas de Pablo, “¿qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido?” (1 Cor 4,7). El hecho mismo de “ir a la viña en la primera hora” –por volver a la parábola–, ¿no es ya un regalo?;
  • lo que llamamos “yo” es solo una “identidad pensada” –la “identidad” que nace de la mente–, pero no lo que realmente somos; el yo se percibe a sí mismo como carencia, en busca de “denarios” con los que conseguir seguridad; pero realmente somos plenitud: ¿por qué pelearnos por “un denario”? (o por “un cabrito”, como hace el hermano mayor de la parábola del “hijo pródigo”, mientras el padre le está asegurando que “todo lo mío es tuyo”: Lc 15,29.31);
  • el yo se considera a sí mismo el “hacedor”, porque la mente se apropia de la acción y considera el resultado un mérito propio; sin embargo, hablando desde el nivel profundo, el único sujeto real de toda acción es la misma y única vida; visto desde ese plano, no soy el hacedor, sino el “canal” a través del cual la acción ha pasado o está pasando; y si no soy el hacedor en el plano profundo –aunque en el nivel relativo o de las formas “funcionemos” con esa creencia–, ¿por qué me apropio del resultado, como si realmente fuera obra mía?

Cuando comprendemos la verdad de lo que somos –plenitud de vida experimentándose en una forma o persona concreta–:

  • dejamos de apropiarnos de los resultados;
  • actuamos sin apetencia de fruto;
  • nuestras acciones nacen y fluyen desde la comprensión de lo que somos;
  • cesan el orgullo en el éxito y la culpa en el fracaso;
  • acaba la comparación, el juicio y la descalificación de los otros.

¿Vivo más en la apropiación o en la gratuidad? ¿A qué se debe?

Semana 13 de septiembre: EL DIÁLOGO CONSTRUCTIVO // Estrella MONTOLÍO

“Vivir entre conversaciones superficiales crea malestar físico”.
Entrevista de Ima Sanchís a Estrella Montolío, catedrática de Lengua Española y experta en comunicación, en La Contra, de La Vanguardia, 10 de marzo de 2020.
https://www.lavanguardia.com/lacontra/20200310/474070766771/vivir-entre-conversaciones-superficiales-crea-malestar-fisico.html

“He superado la peligrosa cifra para la visibilidad femenina: los 50. Barcelonesa. Tengo dos hijos. Catedrática en la UB. Reivindico la necesidad de la conversación y del diálogo entre personas que puedan tener ideas distintas. Siento que todos los seres vivos del planeta estamos ligados de algún modo”.

Lo que decimos nos moldea

El hecho de que hablar con nuestros congéneres nos proporciona salud y felicidad es una verdad científica, por eso Montolío insiste en que es tan importante el cómo conversamos como el cómo nos alimentamos o respiramos, pero de lo primero no somos ni conscientes y engullimos y expelemos toneladas de basura: “La conversación nos configura, nuestras palabras nos representan. Lo que decimos modela quienes somos socialmente”. Publica trabajos especializados y asesora sobre diferentes aspectos de la comunicación, desde cómo escribir sentencias de modo claro hasta como llevar a cabo una comunicación más igualitaria, a organizaciones de la administración: Ministerio de Justicia, CGPJ y diversas empresas. Publica Cosas que pasan cuando conversamos (Ariel).

¿Qué pasa cuando conversamos?

Cuando es cara a cara ocurren muchos fenómenos neurológicos, emocionales y físicos de los que deberíamos ser más conscientes. Necesitamos reivindicar la importancia de la conversación en nuestro bienestar cotidiano.

¿Cuál es la relación?

Hemos podido observar que cuando una conversación es fluida los gestos de los hablantes se sincronizan. Los cerebros más empáticos aprenden más y mejor palabras nuevas.

¿Su cerebro y el mío se están sincronizando?

Sí, con el ritmo de la voz del otro, con la expresión y el movimiento del otro. Una conversación es un ejemplo perfecto de sincronización.

Como una danza.

Exacto. Las conversaciones cotidianas son una danza en la que los hablantes parecemos conocer los pasos del baile, sabemos cómo y cuándo intervenir, y lo advertimos cuando alguien entra en la conversación de manera desacompasada, con un comentario que no viene al caso, a una velocidad o volumen excesivos.

Entonces, existen unas normas implícitas de cómo se conversa.

Sí, y hay estudios fascinantes, por ejemplo: tomamos decisiones más emocionales en nuestra lengua materna y más racionales en una lengua aprendida.

¿Hasta qué punto los diálogos afectan a nuestra felicidad?

Tras una tensa conversación o ante una voz desagradable nuestro ritmo cardiaco se altera y aumenta nuestro nivel de estrés. La conversación tiene implicaciones directas en nuestra salud psíquica porque afecta a variables biológicas.

¿Y cuando nos hablamos mal nosotros ­mismos?

Los hablantes que usan en todo momento frases cargadas de negatividad no solo emponzoñan su entorno, sino que también perjudican su propio equilibrio hormonal y emocional.

Mejor convertir la queja en una petición.

En lugar de quejarme porque nunca me llamas, es más constructivo, y sano, decir “me hace mucha ilusión que me llames”. Pero como pedir es un riesgo, la mayoría se instala en la queja, que acaba convirtiéndose en rutina.

A veces lo que sale por la boca no es lo mismo que dicen nuestra cara y nuestros ojos.

Cuando hay discrepancia entre lo que alguien nos comunica con sus palabras y con su cuerpo –incluida la voz–, siempre creemos al cuerpo, porque la comunicación no verbal del otro conecta directamente con nuestro sistema emocional, no pasa por el análisis racional.

¿Qué dicen los estudios de la comunicación banal, la comunicación basura?

Sherry Turkle, investigadora del MIT, ha compilado gran cantidad de estudios que muestran que las personas que se relacionan mayormente a través de dispositivos desarrollan menos patrones de empatía.

¿No han aprendido a conversar?

No haber recibido el número suficiente de horas de conversaciones fluidas y alimenticias ­hace que esas personas tengan menos patrones de sociabilidad. Existe una correlación probada entre el número de horas de conversación que los niños comparten con su familia y su éxito posterior en la vida.

¿Y si la conversación es insustancial?

Los estudios demuestran que quienes viven entre conversaciones superficiales y quienes no reflexionan sobre cómo van a ser recibidas sus palabras y las sueltan sin más acaban desarrollando malestares físicos.

Pues la mayoría de las conversaciones suelen versar sobre otros y en forma crítica.

El cotilleo es uno de los temas estrella en casi todas las culturas, nos encanta hablar mal de los demás, pero crea desconfianza. Las personas carismáticas no suelen ser criticonas, pero sí los delincuentes conversacionales.

¿Quiénes son esos?

Los incontinentes verbales; o los agresores verbales, que suelen atacar en público… El silencio es una buena estrategia defensiva muy infravalorado en una cultura del desparrame verbal. Pero los comentarios malvados se hacen más evidentes cuando no encuentran eco. Las audien­cias de todo tipo gratifican al que no pierde la calma. También están los nonoístas.

¿Los que siempre se arrancan con un no?

Y los siperistas, los del “sí, pero…”. Ambos actúan así por rutina expresiva. Discrepar es enriquecedor, pero siempre es mejor un “sin embargo”.

Entonces tiene remedio.

La base de una conversación es escuchar de verdad al otro, lo que permite que desactivemos la tendencia a responder de manera rápida y poco reflexiva. ¿Sabía que a las mujeres se las interrumpe mucho más que a los hombres?

Sigamos sentando bases.

Hay que decir las cosas de manera amable y clara. Y ser claro significa ser específico, no lanzar generalizaciones.

¿Cómo detectar la mentira?

Cuando el otro nos jura y perjura, nos promete o nos asegura, es que no está muy seguro de lo que dice; el que repite la pregunta en la respuesta es que necesita tiempo para contestar. Y un recurso que utilizan los peritos forenses es pedir a los sospechosos que vuelvan a contar la historia empezando por el final.

PERDÓN

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario

13 septiembre 2020

Mt 18, 21-35

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contesta: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Y les propuso esta parábola: “Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: «Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo». El señor tuvo lástima con aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y agarrándolo lo estrangulaba diciendo: «Págame lo que me debes». El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: «Ten paciencia conmigo y te lo pagaré». Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: «¡Siervo malvado!, toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste, ¿no debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?». Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

 PERDÓN

     La parábola es un recurso pedagógico que intenta transmitir un mensaje. En el caso de esta, su objetivo es insistir en la necesidad de perdonar, a partir de la experiencia de haber sido perdonados.

   Sin embargo, leída literalmente, conduce a una contradicción, ya que el rey del relato pasa rápidamente del perdón a la venganza. Basta con que su deudor actúe mal ante un compañero para que su “perdón” primero, nacido de la compasión, se transforme en castigo que nace de la ira.

     Tal lectura literal conecta fácilmente con nuestro ánimo justiciero –e incluso lo exacerba–, pero traiciona el mensaje, ya que parece dejar claro que no todo puede ser perdonado. Pero, ¿qué clase de “perdón” sería ese que marca límites? El perdón es gratuito e incondicional. Si no podemos vivirlo hasta el final, lo acertado es reconocerlo y aceptar nuestro límite de hoy, pero no negar su incondicionalidad.

     El perdón es hijo de la sabiduría y encuentra su mayor obstáculo en el narcisismo.

    Decir que es hijo de la sabiduría significa afirmar que nace de la comprensión: solo cuando comprendemos que cada persona hace en cada momento lo mejor que sabe y puede, de acuerdo con su nivel de consciencia y su mundo representacional, somos capaces de perdonar.

     No se trata de justificar todo, ni de aprobarlo, ni de negar el dolor que las acciones de los otros provocan –de hecho, habrá que emprender acciones para impedirlo–…, sino de comprender. Pero, para ello, es imprescindible situarse en el “mapa mental” de la otra persona. Y eso es algo que no se puede hacer desde el narcisismo.

     El narcisismo es auto-referencial: todo gira en torno al propio yo y todo se ve y se analiza desde las propias ideas. Eso explica que una de sus características básicas sea la incapacidad para la empatía y la compasión y, con ello, la imposibilidad de “ponerse en la piel” del otro.

    Desde esa posición, cuando se siente herida o frustrada por alguien que no actúa según sus expectativas, la personalidad narcisista es propensa al juicio, la condena y la descalificación del otro. Asumiendo el papel de víctima, es muy probable que alimente acritud, resentimiento e incluso deseos de venganza. Su narcisismo no soporta la ofensa ni lo que percibe como desvalorización.

    La personalidad narcisista tiene un sentido tan frágil del propio yo que necesita muestras constantes y crecientes de reconocimiento por parte de los otros para sentir algo de alivio. Detrás de su caparazón de (falsa) autosuficiencia, se esconde en realidad un niño afectivamente inseguro y necesitado de aprecio. Y ese niño no puede perdonar lo que percibe como ofensa. Será necesario que vaya sanando la relación consigo mismo para ir superando la tendencia narcisista.

  A diferencia del narcisismo, la comprensión se caracteriza por la empatía y la compasión hacia todos. Eso no significa que no sienta dolor ante determinados comportamientos o actitudes, pero es capaz de no reducirse a él, porque “sabe ver” a las personas más allá de lo que hacen. Y porque vive la seguridad de que su propio valor no depende de los que otros puedan o no hacerle. Es esa misma sensación de seguridad afectiva la que le permite abandonar el papel de víctima y acoger todo como oportunidad de aprendizaje.

     La sabiduría hace ver finalmente que, en su forma más sublime, el perdón auténtico consiste en comprender que no hay nada que perdonar

¿Cómo me sitúo cuando me siento ofendido/a?

GRACIAS POR DOBLAR MI PARACAÍDAS

Juan era piloto de un cazabombardero en la guerra de las Malvinas. Después de muchas misiones en combate, su avión fue derribado por un misil. Juan se lanzó en paracaídas. Fue capturado y llevado a prisión. A su regreso a Argentina, daba conferencias relatando su odisea y lo que había aprendido en prisión.

Un día estaba en un restaurante y un hombre lo saludó y le dijo:

─ Hola. ¿Es usted Juan, el que era piloto en las Malvinas y fue derribado?

─ ¿Cómo sabe usted eso?, le preguntó Juan.

─ Porque yo doblaba su paracaídas y al parecer funcionó bien, ¿verdad?

Juan casi se ahogó de la sorpresa y con mucha gratitud le respondió:

─ ¡Claro que funcionó! Si no hubiera funcionado no estaría hoy aquí.

Esa noche Juan no pudo dormir. Se preguntaba cuántas veces vio en la base a ese hombre y nunca le dijo ni tan solo “buenos días”. Él era un arrogante piloto y ese hombre solo era un humilde marinero. Pensó también en las horas que ese marinero pasaba enrollando los paracaídas de los pilotos, teniendo en sus manos lo que le salvaría la vida a alguien que no conocía.

Ahora Juan comienza sus conferencias preguntando a la audiencia: “¿Quién dobló hoy su paracaídas?”.

Todos tenemos a alguien cuyo trabajo es importante para que nosotros podamos salir adelante. Todos necesitamos muchos paracaídas cada día: uno físico, uno emocional, uno mental y uno espiritual. A veces, en los desafíos que la vida nos lanza a diario, perdemos de vista lo que es verdaderamente importante y las personas que nos salvan en el momento oportuno. Sin que se lo pidamos.

Y así podemos vivir sin saludar, sin dar las gracias, sin felicitar a alguien por su trabajo…

Hoy, esta semana, este año, cada día, trata de darte cuenta… ¿Quién dobla tu paracaídas? En tu casa, en tu familia, con tus amigos, recuerda reforzar en positivo a quienes doblan nuestros paracaídas en el día a día.

Y atrévete a decir: “¡Gracias por doblar mi paracaídas!”.

CÓMO VIVIR LAS TENSIONES EN LOS GRUPOS

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

6 septiembre 2020

Mt 18, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro además que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

CÓMO VIVIR LAS TENSIONES EN LOS GRUPOS

      El relato de Mateo parece recoger las “normas” que se fue dando aquella comunidad para regular la convivencia entre sus miembros, particularmente en casos de conflicto doctrinal.

    Toda comunidad necesita normas o referencias, no solo para tratar de armonizar las relaciones entre las personas, sino para evitar arbitrariedades por parte de la autoridad. Aunque, con frecuencia, este segundo objetivo suele quedar en entredicho al reservarse la propia autoridad la interpretación de la norma.

   Por ello, aun siendo necesaria, la regulación se convierte fácilmente en manipulación, en cuanto hay absolutización de la norma y apropiación de su interpretación por parte de algún grupo. Cuando eso ocurre, es ese grupo de poder quien maneja la norma en beneficio propio, juzgando y condenando fácilmente a quienes discrepan.

     No solo eso. Cuando la norma –o una interpretación de la misma– se absolutiza, suele utilizarse como pretexto para juzgar y condenar al otro –que será “considerado como pagano o publicano”–, al mismo tiempo que para justificarse uno mismo, en cuanto “cumplidor” de la ley. Es la trampa del legalismo, tan frecuente en grupos rígidos, también religiosos.

  En todo grupo o comunidad, las tensiones son inevitables. Son resultado de la diferencia de necesidades y de aspiraciones que vive cada uno de los miembros. La clave está en el modo de gestionarlas. Cuando su gestión no es adecuada, desembocan en conflicto abierto; cuando es acertada, se convierten en oportunidad de aprendizaje y de crecimiento para las personas y para la propia comunidad.

   La gestión adecuada de las tensiones parece requerir la capacidad de conjugar con acierto la autenticidad con la flexibilidad: ser fiel a sí mismo –eso es ser auténtico–, al mismo tiempo que flexible ante las demandas de los otros. Lo cual a su vez implica un grado notable de humildad y de libertad interior, como condiciones de un diálogo honesto, en el que no se busca tener razón ni favorecer el propio interés, sino la verdad de la relación y el bien de las personas.

¿Cómo vivo las tensiones en cualquier grupo?

Semana 30 de agosto: «ESCÚCHATE» // Prem RAWAT

Entrevista de Cristina Galafate a Prem Rawat, publicada en Telva, 2 de marzo de 2020.

«La felicidad que estamos buscando por ahí está en nuestro interior» (Prem Rawat).

https://www.telva.com/estilo-vida/libros/2020/03/02/5e4d3e0d02136ecb4d8b45f4.html

Más de mil personas han abarrotado el Teatro Calderón de Madrid para escuchar el mensaje pacífico de Prem Rawat. Nacido en la India y convencido de que la felicidad está en el autoconocimiento, este admirado y reconocido escritor y conferenciante ha hecho enloquecer al público en la presentación de su nuevo libro. Anne Igartiburu le acompañó en el escenario.

Todo un influencer de paz. El maestro y orador de fama mundial Prem Rawat (Haridwar, al norte de India, 10 de diciembre de 1957) y sus técnicas introspectivas para alcanzar la felicidad conquistan corazones, pero no en forma de like, sino en vivo y en directo. «Nos vamos llenos de divinidad humana, así que a propagarla ahora en la calle», afirmaba con brillo en los ojos y una gran sonrisa la presentadora Anne Igartiburu sobre el escenario del Teatro Calderón, el lugar escogido para recibir al escritor en España.

El cálido aplauso de un público expectante, que apenas había tardado tres minutos en agotar las entradas para poder verle propagar su mensaje, emocionó a la vasca, que confesó haber estado nerviosa en su entrevista ante el auditorio. «Pese a la experiencia, una no está acostumbrada a estar delante de una persona tan inspiradora. No he visto nada igual, en las presentaciones de los libros suele haber 12 personas incluyendo periodistas», bromeaba en el acto dedicado a Escúchate (Ed. Aguilar, 360 páginas, 17 euros), su segundo libro tras la publicación de Cuando el desierto florece, que reunió a 3.000 personas en la Caja Mágica en 2018.

En su nueva obra, el autor trata la comprensión de la paz interior y lo que significa en nuestra vida la conexión con ella. Breve pero intensa, en esta visita a la capital, TELVA ha aprovechado la ocasión para charlar con este hombre con metáforas para cada situación, que no se sitúa en ningún partido político ni religión. «Soy un ser humano que habla desde el corazón. La paz reside en nosotros, no en las cosas. Quien hace la guerra son las personas. Practica la paz y la paz será el logro culminante de la humanidad».

Pregunta.- Tu talento como orador fue muy precoz. Empezaste a dar conferencias sobre la paz con solo cuatro años alentado por tu padre [Sri Hans Ji Maharaj]. ¿Qué recuerdas de él y cuál es el mensaje más importante que te transmitió?

Respuesta.- Era tan pequeñito que muchas veces me quedaba dormido escuchándole [ríe], pero creo que su legado más importante es que la paz está dentro de las personas y siempre decía que todos debemos mirarnos dentro. Esos recuerdos los he plasmado en este libro.

P.- En la actualidad, la activista medioambiental sueca Greta Thunberg es una de las líderes más jóvenes. ¿Conoces su mensaje y qué te parece como referencia y ejemplo para la sociedad?

R.- Es fantástica, tiene mucho poder y fuerza. He escuchado su mensaje en televisión y definitivamente creo que necesitamos más líderes en el mundo que no tengan miedo a decir la verdad. Hay que despertarse del sueño de la avaricia y dejar de comprar y comprar sin tener en cuenta las consecuencias nefastas para el medioambiente. Es esencial para el futuro.

P.- Participas en conferencias traducidas hasta a 75 idiomas, te invitan a universidades, acudes a prisiones, foros en empresas, viajas por todo el mundo, escribes y además eres piloto con más de 14.000 horas de vuelo. ¿Cómo es un día en la vida de un embajador de la paz tan internacional?

R.- Cuando me despierto cada mañana espero que sea un día bonito y eficiente porque este día ya no va a volver. Ese es el mensaje que quiero compartir. Hoy es importante porque no sabemos cuántos más «hoy» vamos a tener. Quizás no vuelva y hay que disfrutarlo.

P.- En apenas minutos se han agotado todas las entradas para la presentación de tu libro. ¿Cuál es el secreto para que tu mensaje cale tanto en el público?

R.- Hablo de mi corazón a su corazón. Intento no entrar en política, sino hacer que aprovechen su existencia. Que el tiempo que estemos aquí sea de calidad.

P.- Eres un ídolo para mucha gente. ¿Te incomoda ser gurú? ¿A quién admiras tú y en qué mensajes te inspiras?

R.- Los ídolos, filósofos o héroes nos pueden equivocar o desviarnos. Lo importante es que tú seas tu propio líder. Debemos movernos en el mundo por nosotros mismos. Mi padre me decía siempre que yo tenía que poner el foco en mí y ser mi propia inspiración. Somos el ángel que siempre hemos estado esperando.

P.- Tu libro se titula «Escúchate». ¿Nos puedes dar las herramientas clave para hacerlo?

R.- El primer paso para abrir esa puerta es vernos como la posibilidad para conseguir esta paz. Si no nos incluimos como actores de la ecuación, podemos ir a una montaña o a un monasterio para encontrar la felicidad, pero en realidad tenemos que darnos cuenta de que esa felicidad que tanto estamos buscando por ahí está dentro de nosotros, en nuestro interior.

P.- ¿Qué quieres decir con eso de que estamos en guerra con nosotros mismos?

R.- Parece que las guerras se libran de persona a persona, pero la primera es nuestra, entre uno consigo mismo. Si no la paramos, estaremos en guerra con el resto. Es como un fuego, que se aviva si no se llega a apagar por completo. Es lo que sucede en el mundo. Mi programa de Educación para la paz, que llevamos a cabo en las prisiones y centros penitenciarios, lo demuestra. Hablas con un preso y echa la culpa al resto: al juez, al sistema, a la policía… Lo que hacemos es intentar que se miren a sí mismos. Ese es nuestro poder, si consigues cambiar eso, es un poder maravilloso.

P.- Utilizas las redes sociales para difundir tu mensaje, y eso tiene un lado muy positivo, porque eres capaz de llegar a millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, por otro lado, ¿no está la tecnología deshumanizándonos? Vivimos más preocupados de compartir una fotografía del momento en lugar de disfrutarlo…

R.- Lo positivo es cuando nosotros controlamos la tecnología y no al revés. Si la tecnología te domina no hay forma de gestionarlo. Debemos utilizarla en nuestro beneficio. De hecho, internet se concibió con el buen propósito de compartir información, para difundir estudios, no para criticar, incitar a la gente al suicidio u otro tipo de propósitos negativos.

P.- ¿Qué mensaje quieres trasladar a la gente?

R.- Todo lo bueno lo tenemos ya dentro de nosotros y ese mensaje se repite todo el tiempo en el libro. Tenemos un gran regalo que es la vida y eso nos debe llenar el corazón de gratitud. Lo importante es amar a nuestra familia y disfrutar de las pequeñas cosas.

P.- ¿Qué es lo más bonito que te ha dicho una persona en un auditorio tras escucharte o tras leer tus libros?

R.- Cuando visito las prisiones me dan las gracias y me dicen que les he puesto en contacto consigo mismos.

P.- No entras en temas políticos. Sin embargo, ¿qué te parece que una gran potencia mundial como Estados Unidos destine cerca de 750.000 millones de su nuevo presupuesto recién presentado para defensa?

R.- Es tan simple como que nosotros fabricamos un vaso y queremos que se venda. Queremos que haya muerte para vender armas. Si nos centramos en eso, dejamos de atender a los seres humanos y sus necesidades básicas. Lo que los gobiernos deben hacer es representar a las personas, pero los países no se centran en invertir el dinero en que no haya muertes por hambre. Estamos dispuestos a viajar a la Luna, y con esto no quiero decir que la tecnología no sea buena, pero se nos olvida cuidar a las personas y sus necesidades básicas. Hay que cambiar la mentalidad para que no dediquemos más presupuesto a las armas y esto sea un círculo vicioso. Es importante que se nos recuerde esto. En Estados Unidos hay presupuesto para crear muros que separan a familias y se nos olvida quiénes somos.

P.- ¿Existe la maldad o la toxicidad? ¿Hemos dejado de empatizar?

R.- Se nos olvida una y otra vez nuestra humanidad. Cuando un niño se cae, su madre le regaña y le dice que no haga el bruto pero le da amor. Esa parte de la comprensión y atención se nos ha olvidado y solo amedrentamos y asustamos. Necesitamos la empatía, entender a los demás es absolutamente necesario.

P.- Ese deseo de ser mejores que todos tenemos el 1 de enero, ¿por qué lo dejamos a los dos días?

R.- ¿Quieres conquistar el mundo? La fuerza que estás buscando está en tu interior. La bondad que estás buscando está en tu interior. La felicidad que estás buscando está en tu interior.

P.- En España asistimos a un boom de literatura de autoayuda. Millones de euros facturados y estanterías repletas de bestsellers. ¿No estaremos creando una nueva religión con ese mensaje del «quiérete» por todas partes, olvidándonos del resto y alimentando el ego?

R.- Lo que dices es cierto y muy interesante. Si te fijas en el uso del agua embotellada, que ahora bebemos todos, empezó a ponerse de moda porque salía en los anuncios y beber en estas botellas era cool. Los libros de autoayuda son tan guays ahora como tener un teléfono de última generación. Los compramos porque así somos más molones pero no sabemos qué hacer con ellos. Casi que los ponemos en la estantería sin sacarles utilidad. Yo no catalogo de autoayuda mi libro. Quiero que sea una guía para que llegues a tu corazón porque lo que estás buscando está dentro de ti. Ya lo dijo Sócrates. ¡Cuánto tiempo llevamos intentando conocernos a nosotros mismos!

P.- ¿Por qué calan ahora los discursos de odio si existe tanta información disponible?

R.- ¡Las personas no sufren las consecuencias de sus actos! Antes, si insultabas a una persona te podías llevar un puñetazo. Ahora, con la tecnología y las redes sociales tienes una herramienta para insultar a miles de personas sin que te lleguen las consecuencias directas. Es un mal uso. Si no puedes aportar nada positivo, por lo menos, deja de hacer daño y mantente al margen. Hay que empatizar y volver a escuchar a los demás.

P.- Sucede que no sabemos quiénes son nuestros vecinos, no cedemos el sitio a la embarazada en el Metro o pasamos al lado de un indigente sin siquiera mirarlo. ¿Por qué se han convertido las ciudades en un territorio tan inhóspito?

R.- Por desgracia, el ser humano se está convirtiendo en un robot. Tenemos dos ojos para mirar antes de cruzar la calle, pero los llevamos puestos en el smartphone y nos tropezamos con una farola. O utilizamos los oídos para escuchar la música en lugar de analizar de dónde viene el coche que nos puede atropellar. Nos estamos distanciando cada vez más de nosotros mismos. Ya no nos centramos en el amor ni en ayudar al vecino. Esta distancia nos hace inhumanos y tiene consecuencias fatales.

P.- ¿Por qué es tan importante el autoconocimiento?

R.- Para que todos estos problemas se solucionen.