¿PAZ O DIVISIÓN?

Comentario al evangelio del domingo 17 agosto 2025

Lc 12, 49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

¿PAZ O DIVISIÓN?

La existencia humana -como la realidad en su conjunto- se halla atravesada por la paradoja. Porque la naturaleza de lo manifestado -de las formas- es polar. De hecho, sin tal aparente contraste, nos resultaría imposible pensar las cosas. Sabemos de la salud por la enfermedad, del frío por el calor, de la noche por el día, de la alegría por la tristeza…

Pero sucede que, al leer los polos como opuestos irreductibles, la mente se ve perdida en la paradoja, porque le resulta incoherente con lo que suele llamar el “principio de no contradicción”: si algo es “A” no puede ser “B”. Y así lo hemos asumido, hasta que ha llegado la física cuántica y nos ha hecho ver que tal principio, en el campo subatómico, salta por los aires, como se comprueba en la polaridad simultánea onda-partícula.

Los dos polos de todo lo real no son contradictorios, sino complementarios. No puede existir el uno sin el otro. Por eso, la paradoja es una contradicción solo aparente.

La mente no entiende que, si Jesús proclama la paz, aparezca en otra ocasión hablando de división. Y sus comentaristas tratan de justificar sus palabras, dando mil rodeos, sosteniendo cada cual la postura que previamente ha adoptado y aduciendo para ello razones de todo tipo.

La realidad, sin embargo, no es lineal, sino compleja en su sencillez. La paz convive con la división, con el fuego e incluso con la angustia, por decirlo con las imágenes que aparecen en el texto.

¿Cómo vivir la paradoja? Situándonos en aquel “lugar” donde es abrazada y trascendida. Si la paradoja afecta ineludiblemente al mundo de las formas, solo anclándonos en el Fondo que las trasciende, es posible la ecuanimidad o la Paz -ahora con mayúscula- que, al decir de Pablo, “trasciende todo lo que podemos pensar” (Carta a los Filipenses 4,7).

CANTO DE JÚBILO DE LOS INDIOS NAVAJOS

¡Maravilloso, todo esto es maravilloso!

Yo soy el espíritu de la tierra.

Los pies de la tierra son mis pies,

las piernas de la tierra son mis piernas.

La fuerza de la tierra es mi fuerza,

los pensamientos de la tierra son mis pensamientos.

La voz de la tierra es mi voz,

la pluma de la tierra es mi pluma.

Todo lo que pertenece a la tierra me pertenece,

y todo lo que rodea a la tierra me rodea.

Yo soy las palabras sagradas de la tierra.

¡Maravilloso, todo esto es maravilloso!

BUSCADORES/AS DEL TESORO

Comentario al evangelio del domingo 10 agosto 2025

Lc 12, 32-48

Dijo Jesús a sus discípulos: “No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentra en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre”. Pedro le preguntó: “Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?”. El Señor le respondió: “¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentra portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse; llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra, recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”.

BUSCADORES/AS DEL TESORO

La del buscador es una parábola sobre la existencia humana que se ha repetido en diversas tradiciones sapienciales. En síntesis, viene a decir que “algo” en nosotros sabe que hemos perdido o ignorado un tesoro -el tesoro por excelencia, que contiene nuestra plenitud-, por lo que todo nuestro recorrido vital no es sino un viaje para descubrirlo o recordarlo. “Conoce quién eres”, “recuerda quién eres”, repiten una y otra vez aquellas tradiciones.

De entrada, la aventura humana empieza como una búsqueda, en cuyo origen es posible rastrear una doble motivación, lo cual nos alerta del riesgo que encierra. Por un lado, nace de la necesidad; por otro, del Anhelo.

Al percibirnos como seres sumamente necesitados, frágiles y carenciados, se pone en marcha en nosotros un impulso que nos lanza a buscar algo que nos complete y nos sacie. Porque la experiencia de carencia nos resulta insoportable.

Pero ese no es el único motor que nos pone en marcha. En otro nivel más profundo, se activa un Anhelo, que nace del “recuerdo” (inconsciente) antes mencionado, y que tiene un sabor diferente al de la necesidad.

La necesidad termina confundiéndonos, al hacernos creer que aquello que habría de completarnos se encuentra fuera y en el futuro. De ese modo, no solo erramos el camino, sino que incrementamos la ansiedad, al no encontrar nunca aquello que habría de saciarnos.

El Anhelo, por el contrario, es la voz de nuestra profundidad, que nos llama a casa. Lo que anhelamos no se halla fuera ni un futuro lejano; es más íntimo que nuestra propia intimidad: es lo que somos. Únicamente lo habíamos olvidado.

Por ese motivo, en el camino de búsqueda, acertamos al comprender que no hay nada que buscar; hay, más bien, que dejarse encontrar. Cesamos de ser buscadores; en cuanto lo comprendemos, somos, sencillamente, “reconocedores”.

ESPIRITUALIDAD ES… // Anónimo

Espiritualidad es mirar a tu vecino y comprender que su mal humor es causa de su dolor, y no sentirte ofendido.

Espiritualidad es que las cosas no salgan como tú deseas, y aceptar que así ha de ser para tu aprendizaje.

Espiritualidad es hacerte responsable de tus circunstancias, no creerte la víctima, no culpar a nadie de lo que te sucede.

Espiritualidad es vivir en la alegría, o en el silencio, o en el bullicio, o en la tormenta, o en la luz, o en la oscuridad, vivir lo que la vida te propone, sin pretender que sea otra cosa.

Espiritualidad es comprender que, si te enfermas, no solo hay que atender los síntomas físicos, sino también ver qué emociones no estás gestionando, y atender que lo que hace tu cuerpo es mandarte un mensaje.

Espiritualidad es caminar disfrutando de cada paso del camino, independientemente de lo que te suceda. Es atender las emociones sin identificarte con ellas. Es cuidar tus pensamientos y tus palabras. Es ser coherente y mantener la autenticidad en todos los ambientes y en todas las circunstancias.

Espiritualidad es abrazarlo todo.

Espiritualidad es amar el mundo tal y como es, con todo lo que contiene. Sin juzgarlo, sin quejarte, sin poseer.

Espiritualidad es compartir, es estar en paz. Es dejar que cada uno viva como le plazca.

Espiritualidad es comprender que nada es real y que, a la vez, hay que ser impecables a la hora de jugar la partida de la vida.

Y no hablo de religión, no hablo de dogmas, no hablo de pecados, no hablo de creencias, no hablo del bien y del mal, no hablo de iglesias, ni de maestros, ni de normas.

Hablo de lo que late cuando consigues parar y mirar hacia dentro, y te das cuenta de que no tendría sentido la vida, si solo fuéramos materia. Si solo estuviéramos aquí para pasar el rato. Si solo fuéramos un puñado de carne, de vísceras, de arterias. Si solo fuéramos un deseo atrapado en un cuerpo, sin un alma que anhela sentir de nuevo el Amor del que sin duda forma parte.

CUANDO SOMOS NECIOS

Comentario al evangelio del domingo 3 agosto 2025

Lc 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno del pueblo a Jesús: “Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia”. Él contestó: “Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?”. Y dijo a la gente: “Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. Y les propuso una parábola: “Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Y se dijo: «Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe, y date buena vida». Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado ¿de quién será?». Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico ante Dios”. 

CUANDO SOMOS NECIOS

Habitualmente, se utiliza el término “necio” como sinónimo de “estúpido”. De hecho, esa es una de las acepciones que presenta el Diccionario de la RAE. Sin embargo, en su etimología, alude directamente a la ignorancia más radical.

En latín, “nescio” es la primera persona del indicativo del verbo “nescire”, que significa no saber o ignorar. En consecuencia, el significado del término, en la parábola de Jesús, es obvio: quien se hace daño a sí mismo o hace daño a los demás es necio –“nescius”, en latín-, es decir, profundamente ignorante.

En nuestro medio cultural, por diferentes motivos, han terminado instalándose varias creencias completamente erróneas y de consecuencias funestas. Entre ellas, pueden destacarse tres: la creencia en la culpa, en la necesidad del castigo y en la maldad connatural al ser humano. Esta última -que hunde sus raíces también en otra creencia, nefasta en sus consecuencias: la del llamado “pecado original”- ha culminado en la extendida convención cultural de que el ser humano obra el mal porque es malo. De ese modo, se viene a concluir que el mal que percibimos a diario, en nosotros mismos y en los demás, y que llega a ser literalmente monstruoso en ocasiones, es fruto de la maldad humana.

Frente a esta creencia, las tradiciones sapienciales han afirmado que el ser humano se halla constitutivamente orientado hacia el bien. Y que cada persona, en todo momento, hace lo mejor que sabe y puede, de acuerdo con su mapa mental. El mal, por más grave que sea, es siempre hijo de la ignorancia, entendida esta en su sentido más radical y profundo, que hace referencia, no solo a no saber lo que se hace, sino a no saber lo que somos. De ahí que aquellas conocidas palabras que el evangelista Lucas pone en boca de Jesús crucificado, refiriéndose a sus verdugos -“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”-, significan, en realidad, “perdónalos porque no saben lo que son”. Esta es la ignorancia que nos hace vivir de manera necia, generando daño y sufrimiento, en nuestras relaciones interpersonales y en las relaciones entre países y pueblos, con tomas de decisiones crueles, inhumanas e incluso genocidas.

QUIEN BUSCA, ENCUENTRA

Comentario al evangelio del domingo 27 julio 2025

Lc 11, 1-13

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”. Él les dijo: “Cuando oréis, decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación»”. Y les dijo: “Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: «Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle». Y, desde dentro, el otro le responde: «No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos». Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”.

 QUIEN BUSCA, ENCUENTRA

Existe un dicho oriental, según el cual, “cuando el alumno está preparado, el maestro aparece”, que podría retraducirse de esta manera: Quien vive apertura y docilidad a la vida, sabe leer lo que le ocurre como oportunidad de aprendizaje y crecimiento.

En realidad, aquel dicho equivale al aforismo que el evangelio pone en boca de Jesús: “Quien busca, encuentra”, que podría expresarse también de este otro modo: el Anhelo no defrauda. 

Alguien podría pensar que la experiencia humana parece indicar justo lo contrario: la frustración constituye un elemento habitual en nuestra existencia, hasta el punto de que hay personas que terminan cayendo en la decepción, en la tristeza, en la resignación fatalista o incluso en el hundimiento. Se dan, sin duda, experiencias dolorosas, más o menos traumáticas, que, unidas a otros factores, pueden conducir a ese estado.

No niego la realidad de la frustración, pero tampoco equiparo el deseo con el Anhelo, ni lo que me gusta con lo que necesito.

El deseo nace del yo y busca, prioritariamente, el bien del propio yo (tiene la forma de una flecha curva, que vuelve sobre sí misma). Se halla íntimamente emparentado con la expectativa. Y la expectativa es la madre de la frustración. Por el contrario, el Anhelo -así, con mayúscula- no nace de la mente ni del yo -por más que, luego, nos hagamos conscientes de él-, sino de la misma vida que somos. Se trata de un dinamismo caracterizado por la desapropiación y la gratuidad (tiene forma de flecha recta), que nos impulsa desde dentro. No busca, de entrada, algún bien particular para el yo; tampoco busca que se satisfagan sus deseos. Solo busca favorecer que la vida fluya a través de nuestra persona. Por eso, en la medida en que nos encuentra motivados -preparados, buscando…, por utilizar los términos de los dichos anteriores-, disponibles, dóciles y rendidos a su empuje, nunca defrauda. Es cierto que implica la “muerte” del yo, pero regala la vida.