Semana 8 de abril: PARA PRACTICAR MINDFULNESS

7 ACTITUDES MENTALES PARA PODER PRACTICAR MINDFULNESS

 El mindfulness o conciencia plena nos enseña a sentir y disfrutar de cada momento, sin poner ese piloto automático que nos hace realizar nuestras acciones cotidianas sin pensar.

Fuente: https://mejorconsalud.com/7-actitudes-mentales-poder-practicar-mindfulness/

Practicar mindfulness puede parecer algo sencillo, sin embargo puede ser todo un reto para muchas personas.

Y es que no solo es necesaria la capacidad de poder estar quieto y en silencio. También debemos aprender a apartar determinadas actitudes mentales que enturbian nuestro pensamiento.

Tendemos a vivir siempre pensando en muchas cosas al mismo tiempo. En cambio, el mindfulness te enseña a pararte y observar todos y cada uno de los pensamientos que asoman por tu mente.

Hoy descubriremos las 7 actitudes mentales necesarias para poder practicar mindfulness correctamente y así conseguir los resultados buscados.

  1. No existe un “yo”

Tendemos a utilizar los pronombres personales con relativa facilidad “yo soy así”, “esto es mío”. No obstante, en el mindfulness es necesario dejarlos a un lado. Los pronombres personales nos sugieren apego. Sin embargo, en el momento en el que empezamos a concebirnos como algo más grande, que forma parte del mundo, aquella actitud mental se tambalea, y nos entra el miedo y la ansiedad.

  1. Juzgar está prohibido

Si nos detuviésemos un momento a analizar verdaderamente nuestro día a día, nos daríamos cuenta de que juzgamos sin darnos cuenta. Es más, muchas veces justificamos bajo una “opinión” lo que en realidad es un juicio. En el mindfulness no se concibe la crítica ni hacia los demás ni hacia uno mismo. Cuando observamos nuestros pensamientos, tan solo los observamos, pero no los juzgamos. De esta manera, dejamos de posicionarnos entre lo que está bien o mal y empezamos a ver las cosas tal y como son.

  1. La paciencia es primordial

Es imprescindible practicar cada día mindfulness. No obstante, esto no quiere decir que deba hacerse deprisa, corriendo y de malas maneras, pues la paciencia es primordial. Aunque sean 5 minutos al día, tenemos que detenernos de verdad y ser conscientes del momento presente. Esto no lo haremos con el objetivo de “cumplir con ese día más de mindfulness”, sino porque en verdad estamos comprometidos con esta práctica.

  1. La curiosidad abre muchas puertas

Esta es una de las actitudes mentales que tenemos de pequeños, pero que perdemos cuando nos convertimos en adultos. La curiosidad puede abrirnos muchas puertas, sobre todo practicando mindfulness. Dejar a un lado el miedo al evadirse de todo, al no pensar en nada, al observar sin juzgar… Sentir esa sed de curiosidad que nos lleve a ir más allá, a explorar nuestros límites con respecto a esta práctica, será muy enriquecedor.

  1. Confiar en los instintos

¿En qué momento empezamos a dejarnos llevar solo por nuestra mente racional y abandonamos nuestros instintos? El equilibrio entre estos dos elementos es esencial, por eso tenemos que educarnos de nuevo para confiar otra vez en nuestro “sexto sentido.

  • Al principio puede ser complicado, pues conectaremos con nuestras emociones.
  • No obstante, no darles la espalda, mirarlas, comprenderlas e identificar el camino que nos están señalando no hará abrir los ojos ante la realidad que experimentamos.
  1. El abandono de los apegos

En la primera de las actitudes mentales para practicar mindfulness hablábamos sobre la importancia de derrocar al “yo” y al “mío”. No obstante, esto va más allá.

  • Hay que dejar de apegarse a lo material, a las personas, incluso a los pensamientos.
  • Tenemos una necesidad imperante de pertenecer a un grupo, de adquirir riquezas, de saber qué pensamos en realidad.
  • Sin embargo, es importante aprender a fluir, pues todo cambia: las relaciones, las cosas, incluso nuestras formas de pensar, con el tiempo, cambian.
  1. Mostrar gratitud

Dar las gracias no es solo una fórmula para ser dicha, sino para ser sentida. Debemos sentirnos agradecidos por ese agua caliente con la que podemos ducharnos cada mañana, esa deliciosa comida que nos espera en la mesa o ese abrazo que nos ha dado nuestra madre. Sentir verdadera gratitud por poder estar vivo, hacer lo que nos gusta, tenerlo todo… ¿Alguna vez nos hemos parado a pensar en todo esto?

Para practicar mindfulness es necesario desprendernos del piloto automático y empezar a estar agradecidos por todo en el momento presente. Hasta por aquello que consideramos más nimio.

Semana 1 de abril: IMPOTENCIA / FLUIR

EN TORNO AL «PROBLEMA DEL MAL»

7. Impotencia / Fluir

      El yo busca el “sentimiento de omnipotencia” porque lo necesita, tanto para reafirmarse en su sensación de existencia, como para mantener la creencia de que es él quien controla y dirige lo que sucede. Si a eso le añadimos que, mientras lo siente, mantiene alejada la frustración, podremos comprender el valor que representa.

      Se trata, incluso, de algo que todos hemos vivido y con lo que hemos soñado en nuestra infancia, tal como supo verlo Freud al hablar del “sentimiento infantil de omnipotencia” que, más tarde, se proyectará en la figura del padre y después, tal vez, en alguna otra persona, grupo o incluso en una deidad. El ser humano prefiere mantenerlo de cualquier manera, antes que renunciar a él.

      Sin embargo, antes o después, la vida se encargará de sacarnos del sueño o engaño –esa es la función de los des-engaños, en cualquiera de las dimensiones de nuestra existencia- y habremos de topar con la realidad, es decir, con nuestra impotencia.

     La impotencia conlleva el reconocimiento de los propios límites y carencias y la necesidad de los otros para salir adelante. Así, nos baja del pedestal que nuestra fantasía había construido, nos muestra la falacia de la idea de omnipotencia que nos habíamos forjado y nos invita a soltar las riendas y abandonar el control. Soltamos las riendas porque comprendemos que nunca habían estado conectadas a nada, excepto en nuestro sueño ilusorio; abandonamos el control, porque sabemos que no controlamos absolutamente nada. No hay un yo separado que lleve las riendas, ni que controle, ni que haga algo. No existe tal cosa como un “yo hacedor”.

     Bien leído, el sentimiento de impotencia es capaz de conducirnos a nuestra verdad: no somos el yo separado que se creía poderoso, sino la totalidad que fluye constantemente en las formas y que se manifiesta también en esto que llamamos “yo”.

     Ese reconocimiento nos hace pasar de controlar a fluir. Soltamos la tensión y nos abandonamos a la sabiduría mayor que rige todo el proceso, cuyo desarrollo nuestra mente limitada es incapaz de captar. Al comprenderlo, nos anclamos en la verdad de lo que somos y experimentamos, ahora sí, la libertad.

     La totalidad se manifiesta en la forma de una inmensa corriente que fluye con sabiduría. La persona, antes de la comprensión, es como un remolino que hubiera olvidado que es agua, y se empeñara en controlar las circunstancias para no perder su forma retorcida. La fuerza de los hechos podrá hacerle ver que no es el remolino que pensaba ser, sino la misma agua que ha tomado una forma concreta. Mientras se creía remolino, alardeaba de control y de libertad. Pero era solo un espejismo pasajero. Al reconocerse como agua, recupera la libertad.

    ¿Río o remolino? Los humanos somos paradójicos: participamos de ese “doble nivel”: totalidad y forma limitada, identidad y personalidad, consciencia y yo… ¿Cómo vivirlo con sabiduría? Los filósofos estoicos nos dejaron una clave que me parece profundamente sabia: distinguir lo que depende de nosotros y lo que no depende nosotros. En esto último no tenemos nada que hacer, pero al mismo tiempo, lo que no depende de nosotros no puede dañar lo que somos en lo más profundo, porque afectará únicamente a la forma (persona) que tenemos. Nuestra capacidad de maniobra queda limitada a lo que depende de nosotros. Y eso no es otra cosa que nuestra mente, es decir, el modo como interpretamos todo lo que nos sucede. Lo cual encierra un certero mensaje: lo decisivo –también en las crisis– no es lo que nos ocurre, sino cómo interpretamos lo que nos ocurre. Mientras crea ser un yo separado, será imposible superar la sensación de impotencia y abandonar el control; cuando, por el contrario, comprenda que soy uno con todo, mi existencia se convertirá en un canto a la Vida, en la que me dejaré fluir, consciente de ser uno con ella.

Semana 1 de abril: UN TEXTO TAOÍSTA

Hua Hu Ching, atribuido a Lao Tzé.

 Las palabras nunca pueden portar en sí mismas la belleza de un árbol; para comprenderlo, debes verlo con tus propios ojos.

El lenguaje no puede captar la melodía de una canción; para comprenderla debes oírla con tus propios oídos.

Lo mismo ocurre con el Tao: la única forma de entenderlo es experimentándolo directamente. La verdad sutil del universo es inexpresable e impensable.

Por ello, las enseñanzas supremas son sin palabras.

Mis propias palabras no son la medicina, sino una receta; no un destino, sino un mapa para que lo alcances.

Cuando llegues allí, silencia tu mente y cierra tu boca.

No analices el Tao. Esfuérzate, por el contrario, en vivirlo: en silencio, sin división, con todo tu armonioso ser.

Cualquier infelicidad es creada por la actividad de la mente.

¿Puedes abandonar palabras e ideas, actitudes y expectativas?

¿Puedes permanecer en calma y mirar dentro? En este caso, verás que la verdad está siempre disponible, siempre sensible.

Semana 25 de marzo: FRUSTRACIÓN / PAZ

EN TORNO AL «PROBLEMA DEL MAL»

6. Frustración / Paz

      Otro sentimiento que hizo acto de presencia, de manera intensa, fue la frustración, al ver saltar por los aires todos los planes programados y acariciados con tanta ilusión y cariño. Frustración que va acompañada de una sensación de “perder el control”, con todo lo que eso conlleva de inseguridad y malestar para quienes, como en mi caso, ha sido fuerte la tendencia a controlar todo, como medio de garantizar la seguridad.

          La frustración altera radicalmente al yo, que cree controlar las riendas de su existencia y que “exige” que todo se desenvuelva según su propio guion. El malestar que experimenta es tan fuerte que, de no haberse ejercitado en convivir con ella, la frustración suele desembocar en una de estas dos actitudes: agresividad o hundimiento, violencia o depresión.

          Aquí radica también la trampa más grave de lo que se conoce como “educación permisiva”. Cuando no hay firmeza en la educación de los niños, cuando siempre se dice “sí” a sus demandas, cuando –en definitiva– se les quiere ahorrar toda decepción, se les está condenando a un futuro de alto riesgo, que estará caracterizado por la baja o nula tolerancia a la frustración, con las secuelas antes mencionadas.

          La frustración es inevitable en la realidad impermanente. Pero la intensidad de la misma, en la persona adulta, revela hasta qué punto nos habíamos identificado con algo pasajero, transitorio o efímero. Y recordemos que no existe, en el mundo de las formas, nada que no lo sea.

 

          Vista así, desde la comprensión que sabe leer los acontecimientos, la frustración puede vivirse como oportunidad de aprendizaje y de crecimiento en consciencia de quienes somos.

          La comprensión me hace caer en la cuenta de que la frustración duele –e incluso puede requerir elaborar el correspondiente duelo–, pero que yo no soy nada que pueda ser frustrado: lo que somos se halla siempre a salvo, porque no es afectado negativamente por nada que pueda suceder.

          Gracias a la comprensión, terminas rindiéndote a lo que hay. Y es justo en ese momento, al dejar de dar vueltas mentales en torno a los planes que se han venido abajo, cuando se hace presente la paz. Lo que es, es. Lo que pasa, es lo que tiene que pasar. Termina la resistencia mental, emerge la serenidad. La frustración deja paso a la paz, que no es otra cosa que resultado de la aceptación o alineación con lo real.

       Y ahí venimos a experimentar que sufrimos frustraciones pero que, sin embargo, somos Paz.

Semana 25 de marzo: TODOS SOMOS GABRIEL… Y ANA JULIA

TODOS SOMOS GABRIEL, TODOS SOMOS PATRICIA Y…, LO SIENTO, TODOS SOMOS ANA JULIA

Dora Gil. 

https://www.doragil.com/single-post/2018/03/14/Todos-somos-Gabriel-todos-somos-Patricia-ylo-siento-todos-somos-Ana-Julia

Lo queramos o no, cualquier manifestación humana está incluida en nosotros. La vida es inclusiva. No hay nada separado ahí fuera sobre lo que proyectar nuestra oscuridad o nuestra virtud.

Tanto la inocencia que representa el niño Gabriel, la desgarradora violencia que se expresa a través de Ana Julia, como la heroica benevolencia que muestra Patricia, forman parte de nuestra psique como posibilidades del campo infinito que es la vida. Aquellas que nutrimos se manifiestan, simplemente.

Atacar un aspecto oscuro de la vida proyectándolo en alguien es un gesto de violencia solapada que nos sirve para no reconocer las sombras que percibimos en nuestra interioridad. Son estas, precisamente, las que al no ser aceptadas ni comprendidas, sino rechazadas, dan lugar a actos vandálicos que condenamos y que siempre protagonizan “otros”, quedando nosotros libres de pecado y prestos a lanzar la siguiente piedra.

Nos es muy fácil identificarnos con Patricia y convertirnos en “fans” de ella, claro. Su actitud la deseamos para nosotros y preferimos que su amor y su entereza nos definan. Al mismo tiempo, proyectamos sobre Ana Julia (como sobre tantos otros) todas las sombras no reconocidas de nuestra inconsciencia.

Todos somos Gabriel, sí, inocencia pura. Pero también somos todos los niños del mundo que cada día mueren en campos de refugiados o bajo las bombas asesinas que lanzan otras «Ana Julias» disfrazadas. Pero no se les dedica ni un solo telediario. Y todos ellos, todas ellas, tienen mucho que mostrarnos de nosotros mismos.

¿Por qué toma tanto relieve un hecho aislado? Para mí, esa atención desmedida expresa una utilidad velada: el acontecimiento nos ofrece el modo perfecto de proyectar en personajes muy concretos nuestro incomprendido mundo interior, usando una situación tan lamentable para posicionarnos una vez más como “buenos” condenando eso que llamamos “mal” sin asumirlo dentro  y mucho menos fuera de nosotros.

Espero que no se me malentienda, pues no estoy justificando nada ni pretendiendo que un acto así sea pasado por alto. Tampoco defiendo ni ataco la labor de la justicia bajo la forma que toma actualmente. La respeto. No me estoy enfocando en algo que no me compete ni sabría cómo manejar. No es mi ámbito.

Simplemente, expreso la posibilidad de otra perspectiva, de otra mirada más profunda sobre lo que va sucediendo.

El enemigo no está ahí. Ana Julia representa, para mí, el conjunto de todas las emociones sombrías que no comprendemos y rechazamos, sometiéndolas a presión y proyectándolas fuera. Ella las muestra en la violencia de su acción. Los que nos ensañamos contra ella, mostramos esas emociones (de forma más controlada) en nuestra condena dirigida y enfocada en ese ser humano con nombre y apellido.

Nuestro mundo interno, no comprendido ni iluminado por la consciencia, nos lleva a actuar a veces de formas dramáticas y tan dolorosas que merecen una pausa de reflexión, en vez de seguir transitando los senderos de la rabia y la condena ciega que nos dejan siempre en el mismo sitio.

Me duelen estas cosas como a cualquier ser humano. Pero me duele la totalidad, no solo Gabriel, no solo Patricia, sino también Ana Julia: en mi humanidad se albergan los tres.

Prefiero, ya que sucede, usar esta situación como un espejo en el que mirarme. Prefiero descubrir en mí todos los reflejos de esos personajes y unirlos en el abrazo de la consciencia que no juzga ni condena, sino que incluye y aprende. El dolor que siento me invita a mirar más profundo y aprovechar la lección que la vida constantemente nos está brindando. Y esta no va, con seguridad, por el camino de la separación y la condena. Ese ya lo hemos explorado bastante y el mundo sigue igual.

¿Existe otra forma de ver esto más inclusiva, más comprometida, más amplia? Para mí sí. Es la mirada de la vida. Toda una invitación a salir de los estrechos límites de nuestra mente pequeña y explorar nuevos horizontes.

Yo la acepto, pues me abre por dentro y me recuerda mi grandeza, que es la nuestra, una consciencia plena que todo lo asume y abraza.

Semana 18 de marzo: IMPERMANENCIA / CONSISTENCIA

EN TORNO AL «PROBLEMA DEL MAL»

5. Impermanencia / Consistencia 

En el mundo de las formas –el que percibimos a través de los sentidos neurobiológicos y el que elaboramos mentalmente–, todo está sometido a cambios. Por lo que puede decirse que existir es cambiar constantemente y que lo único permanente es el cambio. En el mundo fenoménico, todo existe, nada es. A diferencia del “existir”, “ser” evoca plenitud, permanencia, estabilidad, consistencia, infinitud… Lo único que no cambia es lo que es; todo lo demás aparece y desaparece. Y todo lo que nace, muere.

La impermanencia se nos hace dolorosamente evidente en las crisis, en aquellas circunstancias vitales en las que sufrimos la pérdida de algo que consideramos valioso, y que suele afectar a cualquiera de estos campos: salud, afectos y dinero.

El sufrimiento será mayor cuanto mayor sea nuestra identificación con cualquier realidad impermanente. Como recuerda, en una de sus enseñanzas claves, la sabiduría budista, la identificación con la impermanencia (annica) produce inexorablemente insatisfacción y sufrimiento (dukkha).

La insatisfacción es consecuencia de la adhesión a algo impermanente, dado que, antes o después, terminará desapareciendo. Antes o después, aquello a lo que te aferras desaparecerá; y antes o después, algo de lo que temes e intentas rechazar, se hará presente.

Si tenemos en cuenta que el yo vive gracias a la apropiación de todo aquello que le resulta apetecible, se comprende fácilmente que el sufrimiento se haga presente de manera automática en cuanto nos embarcamos en la dinámica del yo (o mental).

Con razón, cada vez más, los psicólogos previenen de lo que denominan “la noria del sufrimiento”: la búsqueda ansiosa del placer produce sufrimiento. Sin posibilidad de escaparse, el yo se ve envuelto en un círculo vicioso que empieza y acaba en la insatisfacción. La “noria hedonista” es el mecanismo por el que la búsqueda del placer resulta insatisfactoria… Por lo que la conclusión es simple: dado que la permanencia del yo es una contradicción en sí misma, identificarse con él equivale a sufrir.

La salida –la liberación– viene, como siempre, de la mano de la comprensión: cuando comprendemos que, aunque nos experimentamos ahora como “forma”, nuestra verdadera identidad trasciende las formas; es Aquello que siempre permanece. Esta comprensión nos permite anclarnos en lo que realmente somos y mantener la ecuanimidad aun en medio de los altibajos.

Decía más arriba que todo cambia. Pero eso es así porque hay Algo que siempre permanece: eso es el Fondo último de lo real, la Fuente de donde está brotando todo el despliegue que percibimos. Y Eso es lo que somos. Para caer en la cuenta, necesitamos silenciar la mente y poner atención, como medio para conectar con la sensación de presencia o certeza de ser. Ahí experimentaremos que, aunque nuestra forma existe, lo que realmente somos no existe, sino sencillamente es.