CUERPO Y CEREBRO // Nazareth Castellanos

Aldara Martitegui entrevista a Nazareth Castellanos, neurocientífica, en NIUS, 26 de noviembre de 2022.
https://www.niusdiario.es/salud-y-bienestar/coaching/20221126/entrevista-neurocientifica-nazareth-castellanos-libro-neurociencia-cuerpo-psicologo-futuro_18_08055061.html
 

“El psicólogo del futuro será el que te pregunte por tu dieta y qué ejercicio haces”.

Tal vez se sorprendan –como hice yo- al conocer que nuestro insigne científico Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906 por descubrir los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las neuronas, fue también uno de los primeros culturistas de nuestro país. Normal que en una cultura como la nuestra, en la que prima lo intelectual sobre lo corporal, no se preste demasiada atención a este detalle en los colegios. Pero el cuerpo no estaba en absoluto en segundo lugar para Ramón y Cajal. Él fue un auténtico visionario: “Dedicó un gran esfuerzo a cuidar el músculo porque decía que el músculo impactaba sobre el cerebro” explica la neurocientífica Nazareth Castellanos. Hoy sabemos que Ramón y Cajal era un visionario porque más tarde se descubrió que esa relación músculo-cerebro es clave para la generación de nuevas neuronas.

Neurociencia del cuerpo (Kairós 2022), el último libro de Castellanos -una de las más prestigiosas neurocientíficas de nuestro país- es el resultado de 11 años investigando cómo el organismo esculpe nuestro cerebro. Su mérito es enorme porque ella se empeñó en investigar algo en lo que la ciencia no estaba de acuerdo. Eso le obligó a bucear en otras disciplinas, como la meditación y la medicina oriental “para ver que decían y meterlo a cucharadas en el mundo científico”.

Gracias a la perseverancia de Nazareth Castellanos hoy podemos leer en una sola obra una recopilación de los estudios y evidencias científicas que nos permiten comprender por qué nuestra postura corporal, nuestros gestos faciales, la microbiota intestinal, el patrón de los latidos del corazón y la manera en que respiramos impactan en nuestro estado de ánimo, emociones, memoria, capacidad de atención y percepción.

En estos tiempos en los que la salud mental se ha convertido en uno de los principales motivos de consulta médica; en los que los expertos pronostican que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en 2030, resulta imprescindible valorar todos los recursos que tenemos disponibles para tener un cerebro sano. Tumbarse en el diván ya no será la única manera de cuidar nuestra salud mental. Como dice Antonio Damasio, “aquel que quiera considerar la psicología sin considerar al cuerpo, perdido va”.

Pregunta: Esta idea de que la mente está distribuida por todo el cuerpo, en realidad no es nada nueva…, es algo que, como bien explicas en tu libro, ya estaba antes en nuestra cultura, hace siglos, antes de que llegara este paradigma científico que todo lo parcela, lo separa.

Respuesta: Yo misma antes decía esto: ¿Cómo somos aquí en Europa tan petardos, tan reduccionistas, y en oriente tienen esta visión más holística? Hasta que me empecé a dar cuenta, cuando repaso la historia de nuestra medicina -¡que no lo había estudiado nunca!- y me encuentro poquísimos libros, pero empiezo a ver que nuestra base, la medicina griega, ya consideraba al cuerpo como algo integral y la mente distribuida por el cuerpo. Es verdad que ya Hipócrates le otorga una gran responsabilidad al cerebro, pero no se olvida para nada del corazón, de los intestinos. Luego entendí -cuando se me pasó el enfado- que la ciencia, hace 300 años -después de Descartes, principalmente- empezó a estudiar las cosas en más detalle y que, con el método científico, había que separar. Es verdad que esa idea del todo y la interacción era excesivamente compleja y hubo que separar, lo cual nos ha permitido una especialización maravillosa porque conocemos al cuerpo más que nunca en la historia y, en mi opinión más que cualquier otra forma de medicina. Ahora lo que toca ese conciliar las diferentes partes del cuerpo.

P: Todavía en la medicina actual se sigue tratando todo de manera aislada y el cuerpo se ve como secundario: parece que es más importante cultivar nuestra parte intelectual…

R: Lo que yo vengo defendiendo, o más bien atacando en el libro, es la falta de conocimiento sobre la historia que tenemos de la biología. Yo creo que en general la biología y en concreto el cuerpo humano, es el gran desconocido, no pertenece a la cultura básica. Siempre denuncio que si yo digo que no sé quién es Cervantes, soy la persona más inculta del mundo; pero si alguien dice que no tiene ni idea de cómo funciona el corazón, no pasa nada, porque eso no es cultura. Esto es lo que hay que cambiar. No puede ser que sepamos más de un móvil o de un cohete que de nuestro propio cuerpo. Entonces, luego ya viene otra crítica al mundo académico de la medicina. No puede ser que en las facultades de medicina no estudiemos historia de la medicina; ya no digo que sería un sueño que estudiásemos historia de las medicinas, porque hay más medicinas que la nuestra…

P: Imagino que esta conexión mente-cuerpo puede tener un gran impacto en nuestra salud mental… ¿Podemos usar el cuerpo como palanca para mejorar nuestra salud mental y bienestar psicológico?

R: Lo que nos dice ahora la literatura es que es mucho más fácil llegar a la salud mental o a la psicología a través de las vísceras que a través de la propia psicología. Nos cuesta muchos más dirigir nuestros propios pensamientos e intentar cambiarlos que hacerlo a través del cuerpo. Estamos más pegados a la tierra que al cielo, como decían Galeno y Quevedo. Un ejemplo -hablando desde fuera hacia dentro- es la importancia que tiene la postura sobre la percepción del mundo. Igual que cuando yo estoy mal el cuerpo lo refleja, si mi cuerpo tiene una postura propia de cuando yo estoy mal, el cerebro empieza a activar esos mecanismos. Por ejemplo, el cuidado que demos tener sobre cómo está nuestra cara; el cómo tengo el gesto…, ¿y por qué ahora se está estudiando esto? Fíjate, en la Universidad de Los Ángeles se está haciendo un estudio de cómo nos está impactando en el estado de ánimo general, sin llegar a casos clínicos, hacer esto: [mira el móvil de cerca y frunce el ceño] y ¿por qué? Porque son pequeños [los móviles] y normalmente tiene una luz que es impactante y normalmente lo miramos hacia abajo. Rara vez hacemos así [pone el móvil a la altura de su cara]. Hacemos así [pone el móvil más abajo y se encorva] entonces, lo que pasa, es que miramos hacia abajo y nos encorvamos. Esto lo ves muy bien en el metro o en el autobús.

P: Y eso tiene un impacto en nuestro cerebro…

R: Ya se demostró en el año 2014 que la postura de encorvamiento hace que percibamos más las cosas negativas que las positivas. Pero luego, además, ponemos así la cara [frunce el ceño] porque normalmente, otra de las cosas que nos está ocurriendo es que nos está fastidiando la visión, pero tengo que hacerlo así [frunce el ceño de nuevo] para focalizar en una cosa muy pequeña, porque estas cosas [los móviles] son muy pequeñas, y leer algo en el móvil me obliga a hacer así [frunce el ceño] y lo que pasa es que estoy poniendo una cara propia de un enfado. Cuando yo arrugo esta parte del ceño, ahí hay una activación directa en el entrecejo con la amígdala (…) Y, a más actividad de la amígdala, más tensión emocional hay. Por tanto, yo, que me paso no sé cuántas horas así, [mirando el móvil encorvada y con el ceño fruncido] ¡imagínate! Memoria: sesgando más lo negativo y la amígdala activada. El cuerpo le está mandando una información al cerebro y este entra en lo que se llama la congruencia mente-cuerpo. Y si esto [mira el móvil frunciendo el ceño y encovada] es además a lo largo del día -no es solo un segundo, sino que pasamos mucho tiempo así- pues imagínate…

P: Además de cuidando nuestra postura, ¿de qué otra manera podemos usar el cuerpo como palanca para cuidar nuestra salud mental?  

R: Una cosa es utilizar nuestro cuerpo como prevención, para no tener problemas de salud mental… Pero si ya tenemos problemas de salud mental, yo creo que el enfoque es donde tiene que ser integral: ahí sí que hay que acudir a personas que nos ayuden con diferentes protocolos, psicológicos, psiquiátricos y terapéuticos, lo que sea. Lo que tienen ellos que hacer es incorporar al cuerpo. Lo que ya no tiene sentido es aquel diván donde yo estoy sentada o tumbada y le cuento a la persona mi problemática. La psicología del futuro va a ser un psicólogo que te pregunte cómo está tu dieta, qué haces, qué ejercicio físico haces. Y ahí cuento en el libro un caso que se está extendiendo sobre todo en Inglaterra y EEUU, que espero que llegue aquí ya, que en un servicio de psiquiatra hicieron obras y en vez de tantos despachos con consultas de psiquiatras, pusieron un gimnasio y una consulta de nutrición, y las personas que asistían allí, al servicio de psiquiatría, tenía que hacer ejercicio X días a la semana y tenían que revisarse su nutrición y luego también su consulta normal. Los resultados fueron estadísticamente mejores, fue muy significativa la mejora.

P: En tu libro hablas de la importancia de la microbiota intestinal, del impacto que tiene la nutrición en el cerebro…

R: Siempre debemos tener en cuenta absolutamente qué gasolina le estoy echando a mi cuerpo. Y aquí es donde la nutrición es fundamental porque tiene un impacto directo. Si yo sé que estos días estoy más nerviosa por lo que sea, a lo mejor no me puedo permitir ese dulce que me apetece, porque se me va a hacer más cuesta arriba gestionar ese problema. Lo que dice la literatura científica, los estudios, es que comemos muy mal. Afortunadamente ahora el número de personas que tienen acceso a la alimentación ha crecido en casi todo el mundo y eso es maravilloso, pero también es verdad que ese crecimiento se debe a un abaratamiento de las cosas y a veces comemos cosas de muy, muy mala calidad…y eso impacta directamente en nuestra psicología.

P: Entonces, volviendo al tema de la salud mental, no es que la psicoterapia vaya a desaparecer, es que debería transformarse…

R: No, no va a desaparecer, al revés: tiene que incorporar todo esto, yo creo que es la disciplina que más va a tener que adaptarse, como parte de la medicina que es. Ya lo dice Damasio -que sabes que es el representante del mundo científico- en su último libro: “aquel que quiera considerar la psicología sin considerar al cuerpo, perdido va”. Esto ya lo dicen los estudios: una persona con una ansiedad que ya es clínica, que es crónica, que le está afectando en su día a día, aunque esta persona se esfuerce mucho haciendo todo lo que le propone su psicoterapeuta, si se desayuna ese donut, si se bebe no sé cuántas latas de estas bebidas que todos sabemos, si tiene una vida sedentaria…pues de todo el esfuerzo que está haciendo, pierde mucho. Yo no creo que sea solo la dieta, solo el ejercicio, solo mente: yo creo que estamos ante un enfoque completamente integral. Si das cuatro pasos adelante con tu terapeuta y luego te tomas todo eso, pues has ido marcha atrás…

P: Desde este paradigma más holístico del ser humano que quieres recuperar con tu trabajo, entiendo que la salud mental se ve como parte de la salud global, no como algo separado del cuerpo.

R: Es que yo creo que el problema es que hemos dicho que lo mental no tiene nada que ver con lo biológico, entonces ¡qué más da que me tome un donut! Yo no soy de las que piensa que la consciencia la genera el cuerpo, pero sí que vive en el cuerpo: por lo tanto, depende del cuerpo y es inseparable de la materia. Por tanto, es imposible que tú tengas un estado mental sin que tenga su parte en la biología, y al revés. Muchos problemas que se están viendo ahora, es que a lo mejor están producidas porque hay ciertas bacterias que están en el intestino en una proporción mucho más grande de lo que deberían estar. Es que, a lo mejor, el causante de un malestar psicológico era más biológico, o al revés: si yo estoy estresada, si estoy mal, eso me va a repercutir… Es esa relación inseparable ente la biología y la mente y solo ver una de las dos, es absolutamente incompleta.

P: Colocar el cuerpo en el lugar que merece requiere un cambio grande, incluso en el sistema educativo. El currículum escolar contempla la existencia de cinco sentidos, los que nos abren la puerta hacia fuera, pero nada nos enseñan en el colegio de los sentidos que nos conectan con nosotros mismos: la propiocepción y la interocepción.

R: Se nos enseña siempre a mirar hacia fuera, sí. ¿Y qué está pasando dentro de tu organismo?, ¿cómo está la postura? Eso solo lo puedes conocer, obviamente, si te observas. Ahora se está estudiando la relación entre organismo y cerebro. Hemos vivido mucho en el mundo intelectual, en la intelectualidad y es como que no hago caso al cuerpo. No entiendo por qué respetas tanto tu intelectualidad y no cuidas tu cuerpo. Creo que debemos cambiar ese chip: cuidar el músculo. Ramón y Cajal fue culturista: dedicó un gran esfuerzo a cuidar el músculo, porque decía que el músculo impactaba sobre el cerebro: era un visionario porque hoy en día ya se ha descubierto esa relación musculo-cerebro para la generación de nuevas neuronas. No reconocer eso, es como ser ciego a la mitad de tu vida.

P: ¿En qué proyectos estás trabajando ahora?, ¿siguen teniendo que ver con la relación cuerpo-mente?

R: Estoy iniciando ahora un proyecto con la Universidad de Barcelona para ver cómo se puede ayudar en la recuperación cerebral a personas que han tenido un ictus a través de la microbiota intestinal: cómo influir en la microbiota, a través del ejercicio físico, de probióticos, de mindfulness; cómo ayudar a esas personas en su recuperación con protocolos que no sean cognitivos. Por ejemplo, qué impacto tiene la microbiota intestinal para que el cerebro se recupere. Porque se ha visto que tiene un papel importantísimo en la generación de nuevas neuronas y en la recuperación del daño cerebral… cosa que antes era impensable. Antes, cuando había un daño cerebral, se le daba medicación, pero nadie le decía: “a ver qué come usted”. Y ahora se está viendo que claro, si entre todos ayudamos al cerebro, pues a lo mejor esa persona se recupera más y ya no tiene un déficit crónico. Habrá casos más graves, pero habrá casos en los que se pueda recuperar mucho antes. Fíjate qué cantidad de realidades tenemos disponibles en el cuerpo para ayudar al cerebro a recuperarse.

EL «HIJO AMADO» EN LA COLA DE LOS PECADORES

Fiesta del Bautismo de Jesús

8 enero 2023

Mt 3, 13-17

 

En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: “Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?”. Jesús le contestó: “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu Santo bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.

 

EL “HIJO AMADO” EN LA COLA DE LOS PECADORES

A las primeras comunidades cristianas les costaba explicar por qué Jesús se habría hecho bautizar, cuando en realidad tal práctica iba destinada a los “pecadores” necesitados de perdón y conversión. La incomodidad que les provocaba ese hecho dio lugar a las diferentes explicaciones con las que intentaron justificarlo, en un intento de hacer comprensible lo que rechinaba con su creencia: ¿Cómo el “Hijo de Dios” podía colocarse en la cola de los pecadores?

Más allá del dato histórico -ningún evangelista hubiera inventado algo que chocaba frontalmente con la fe de aquellas comunidades-, una lectura simbólica (espiritual) de ese hecho nos permite reconocerlo como una descripción de nuestra situación. El “Hijo de Dios” en la cola de los “pecadores” es una expresión de nuestra propia paradoja: la Plenitud experimentándose -viviéndose- en formato de carencia.

Nuestra personalidad es un agregado impermanente, inestable y carenciado: tiene fecha de nacimiento y de caducidad. Nuestra identidad es permanente, estable y plena: no ha nacido y no morirá.

La sabiduría reconoce la paradoja y valora los dos polos de la misma, aun advirtiendo que el acierto consiste en vivir las circunstancias de nuestra persona permaneciendo conscientemente conectados con nuestra verdad profunda.

La consciencia toma en cada uno de nosotros la forma de un personaje particular. La ignorancia hace que nos identifiquemos y reduzcamos al personaje que nos toca “representar”, tomando todo lo que nos sucede de manera “personal”, como si en ello se jugara la suerte de nuestro destino. De ese modo, nos vemos sometidos a una existencia de confusión y de sufrimiento. La comprensión, por el contrario, nos libera de aquella identificación, permitiéndonos descansar en la consciencia que somos. Nuestro personaje seguirá viéndose afectado por lo que ocurre y seguirá sintiendo el dolor que acompaña a la impermanencia, pero podremos acoger todo ello desde aquel “lugar” donde todo está bien, donde siempre estamos a salvo.

¿Vivo consciente de la paradoja que me constituye?

NAVIDAD: ESTAR NACIENDO A LO QUE YA SOMOS

Fiesta de María, «Madre de Dios»

1 enero 2023

Lc 2, 16-21

En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

 

NAVIDAD: ESTAR NACIENDO A LO QUE YA SOMOS

Para la tradición cristiana, Navidad evoca el nacimiento de Jesús, a quien se recibe como “el Hijo único de Dios”. Sin embargo, la comprensión profunda de lo que somos invita a dar un paso más, reconociendo que lo que es Jesús lo somos todos.

Tal comprensión constituye la clave fundamental de lectura de todos los llamados “misterios” cristianos. Todos ellos hablan de lo que somos. En concreto, Navidad es, a la vez, celebración y cuestionamiento. Celebración de nuestra verdadera identidad: somos lo no nacido. Y cuestionamiento sobre nuestro recorrido existencial: ¿vivo en coherencia con lo que soy?

En el nivel de la personalidad, somos como una persona que hubiera perdido u olvidado el mayor tesoro -nuestra verdadera identidad-, aquel capaz de liberarla de todas sus estrecheces. Ante ese hecho, puede sencillamente resignarse y seguir apenas sobreviviendo o puede ponerse en camino e iniciar la búsqueda, teniendo el anhelo como guía.

Caminar y buscar son modos concretos y operativos de “estar naciendo”, que -tal como enseñan todas las tradiciones sapienciales- no es otra cosa sino “recordar” o “despertar” a lo que ya somos (y habíamos “olvidado”).

Tal “olvido” -que alguna tradición ha nombrado como “pecado original”- se halla íntimamente relacionado con la naturaleza apropiadora de la mente. Es justamente la apropiación la que hace que, haciéndonos decir “mío” a todo lo que se halla a nuestro alcance, nuestra mente nos identifique con el yo particular -en el que nos estamos experimentando- y nos lleve a ignorar nuestra identidad real, la consciencia ilimitada.

Desde esta perspectiva, Navidad es una invitación a ponernos en camino, a iniciar la búsqueda, a dejarnos sorprender por la Totalidad que se hace manifiesta en un bebé “acostado en un pesebre”.

El bebé (el yo) es nuestra forma particular; lo que vive en él (la consciencia) es nuestra identidad.

¿Echo de menos el tesoro olvidado? ¿Estoy en actitud de búsqueda?

JESÚS DE NAZARET, MÁS ALLÁ DEL MITO

Entiendo que quienes se hallan en un paradigma dualista, personalista y teísta, más aún si profesan una fe en Jesús como “Hijo único de Dios”, experimenten fuertes resistencias frente al planteamiento aquí propuesto. Y que consideren esta aportación como “un rollo o sermón indigerible”.

Sospecho que quienes estaban convencidos de que el sol giraba alrededor de la tierra consideraban igual de “indigerible” el heliocentrismo que propugnaban Copérnico y Galileo. Y que quienes absolutizan la Biblia -entendida de manera literal- y otorgan valor absoluto a sus propias creencias -como si fueran inamovibles, olvidando que se trata solo de constructos mentales-, vean esta posición como ganas de “sembrar confusión”.

A pesar de ello, decido compartirlo porque me parece importante mostrar que caben otros paradigmas y, por tanto, otras lecturas de la figura de Jesús. Aquí está la clave: El modo como se ha presentado (se presenta) tradicionalmente la fe en Jesús -basada en los denominados «dogmas cristológicos»- es deudor de la cosmovisión predominante de aquella época, cosmovisión que resulta inasumible para la conciencia moderna.

Por mi parte, confieso que este nuevo paradigma me parece más adecuado y con más potencia explicativa. Con todo, considero que ante paradigmas diferentes -cuando los “idiomas culturales” son muy distintos- solo cabe una actitud de auténtico respeto, aun expresando cada cual lo que considera adecuado.

En lo que a mí se refiere, esta nueva comprensión de la persona de Jesús, no solo no me hace perder nada valioso vivido durante muchos años desde mi paradigma anterior, sino que me regala una “intimidad” nunca antes soñada: he descubierto que Jesús y yo -Jesús y nosotros-, siendo diferentes, somos lo mismo: compartimos la misma y única identidad. 

Donde hay comprensión, no hay creencias; donde hay creencias, no hay comprensión.

VIVIR EN LA LUZ DE LA COMPRENSIÓN

Fiesta de Navidad

25 diciembre 2022

Jn 1, 1-18

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Este es de quien dije: el que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo”. Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia: porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

VIVIR EN LA LUZ DE LA COMPRENSIÓN

Fuera de la comprensión, todo es oscuridad y, en consecuencia, confusión y sufrimiento. Por el contrario, la comprensión es luz, claridad y liberación. Por lo que no resulta exagerado afirmar que todo se ventila en ella, y que solo ella aporta plenitud de vida. 

Pero “comprender” no se reduce a “entender”.  No es, por tanto, una actividad exclusivamente mental. La mente se mueve en el mundo de los objetos –“objeto” es todo aquello que puede ser observado- y trata de entenderlos por medio del análisis y la reflexión. Es una tarea imprescindible. Sin embargo, si nos reducimos a ella, quedamos encerrados en la peor ignorancia.

Comprender equivale a “ver”. Y así lo recoge la raíz sánscrita “vid”, de donde viene el verbo latino “video” = “yo veo”. “Vid” significa, a la vez, “conocer” y “ver”. Esta es la comprensión de la que hablamos. Y no llegamos a ella a través de la mente, sino más bien al contrario, en el silencio de la mente, en una atención desnuda que transciende el plano de las formas u objetos.

Comprender significa saber de manera experiencial qué somos; permanecemos en la ignorancia mientras lo desconocemos, tomándonos por lo que no somos. Dicho brevemente: si el autoconocimiento es el principio de la sabiduría, la identificación con el yo es el principio de la ignorancia.  

Ahora bien, la comprensión no se halla al alcance de la mente, porque esta nunca podrá conducirnos más allá de ella misma. La comprensión no se conquista; se recibe. Lo que cabe hacer es desarrollar aquellas actitudes y capacidades que puedan “disponernos” a recibirla.

¿Qué hacer? Podría resumirlo en cuatro palabras: atender, indagar, experimentar y silenciarse. En concreto, se trata de desarrollar la capacidad de atender; indagar a partir de la primera pregunta “¿Qué soy yo?”, abriéndome a descubrir qué soy más allá de lo que pienso ser; experimentar en nuestra vida cotidiana qué ocurre cuando vivo las circunstancias creyendo que soy un yo particular o cuando las vivo desde la “hipótesis” de que mi identidad profunda es la consciencia una, la vida misma, la totalidad; practicar y saborear el silencio de la mente, permaneciendo en quietud, más allá de las formas.

¿Me conformo con “entender” (pensar) o estoy abierto/a a “comprender”?

MUERTE Y VIDA

EL RÍO Y EL OCÉANO

Dicen que antes de entrar en el mar, el río tiembla de miedo…
mira para atrás, para todo el día recorrido,
para las cumbres y las montañas,
para el largo y sinuoso camino que atravesó entre selvas y pueblos,
y ve hacia adelante un océano tan extenso,
que entrar en él es nada más que desaparecer para siempre.

Pero no existe otra manera.
El río no puede volver.
Nadie puede volver.
Volver es imposible en la existencia.
El río precisa arriesgarse y entrar al océano.

Solamente al entrar en él, el miedo desaparecerá,
porque apenas en ese momento,
sabrá que no se trata de desaparecer en él,
sino volverse océano”

Khalil Gilbran.

En una entrevista concedida a sus noventa y cuatro años –dos antes de morir-, al preguntarle la periodista sobre el miedo a la muerte, José Luis Sampedro afirmaba: “Frente al exterior que no podemos conocer del todo hay una actitud de inquietud e indefensión. Eso nos lleva a decir: voy a transformar el mundo, como dicen ahora. Yo no pretendo cambiarlo, sino estar en armonía con él, y eso supone una vida que cursa como un río. El río trisca montaña abajo, luego se remansa, y llega un punto, como estoy yo, en que acaba. Mi ambición es morir como un río, ya noto la sal. Piense en lo bonito de esa muerte. El río es agua dulce y ve que cambia. Pero lo acepta y muere feliz porque cuando se da cuenta ya es mar

José Luis Sampedro.

“Todo progresa y se expande… y nada se destruye, y morir es distinto de lo que todo el mundo suponía, y más afortunado. ¿Hay alguien que haya supuesto que es afortunado haber nacido? Me apresuro a informarle que es igual de afortunado morir, y yo bien lo sé”

Walt Whitman.