EL «BUEN PASTOR»: UNA IMAGEN AMBIGUA

Domingo IV de Pascua

30 abril 2023

Jn 10, 1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús: “Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les hablaba. Por eso añadió Jesús: “Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”.

EL BUEN PASTOR: UNA IMAGEN AMBIGUA

En la tradición bíblica, la imagen del pastor -que se asocia a Dios, al rey y a personas con responsabilidades en el pueblo- evoca cuidado y guía. Sin embargo, también esa misma tradición admite que, con frecuencia, ha habido “malos pastores” que, en lugar de cuidar del pueblo, se han servido de él, llegando a esquilmarlo en su propio beneficio.

Más allá del contenido que cada cual quiera asignarle, la imagen del pastor resulta radicalmente, además de ambigua, anacrónica, cuando no inasumible, para la cultura moderna. Porque “pastor” -aparte de ser una figura lejana para nuestros contemporáneos- evoca “rebaño”. Y la imagen del rebaño remite a seguidismo, sumisión, obediencia ciega…, en una palabra, borreguismo. Actitudes que chocan frontalmente con la consciencia de la propia autonomía, el valor de la libertad individual y el respeto al camino de cada persona.

Los “pastores”, por su propia condición, tienden a ver a la gente como “rebaño”. Pero el ser humano no está llamado a vivirse formando parte de un rebaño -aunque con demasiada frecuencia caiga en ese error de manera clamorosa, también en nuestras “avanzadas sociedades tecnológicas”-, sino a crecer en comprensión de lo que somos y a vivir la unidad con todos y con todo, en coherencia con aquella misma comprensión.

El mismo Jesús fue consciente de los riesgos que entraña situarse en la posición de “pastor” y previno de manera tajante contra cierta forma de ejercer el poder: “El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor. Y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos” (Mc 10,43-44).

La humanidad no se divide en pastores y rebaño. Todos sin excepción somos necesitados y todos tenemos algo que ofrecer a los demás. Nadie hay tan poderoso que no necesite ser ayudado ni nadie tan limitado que no pueda ayudar.

¿Cómo conjugo la autoafirmación con el servicio?

UNA NUEVA FORMA DE PRESENCIA

Domingo III de Pascua

23 abril 2023

Lc 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: “¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?”. Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?”. Él les preguntó: “¿Qué?”. Ellos le contestaron: “Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo e incluso vinieren diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron”. Entonces Jesús les dijo: “¡Qué necios y torpes sois para no creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?”. Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída”. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”. Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: “Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

UNA NUEVA FORMA DE PRESENCIA

En gran medida, los llamados “relatos de apariciones del resucitado” son catequesis elaboradas, que buscan suscitar la fe en Jesús y promover determinadas actitudes, como la paz, la confianza, la alegría, la misión…

Hablan, para ello, de la presencia de Jesús, pero generalmente con el añadido de que no era fácilmente “reconocible”. Afirman la realidad de su presencia, pero subrayando que esta no es equiparable a su estado anterior.

En el relato que nos ocupa, parece destacar un doble interés catequético: por un lado, ofrecer una interpretación del hecho -para ellos escandaloso- de la cruz y la muerte del Maestro. ¿Cómo Dios pudo “abandonar” a su elegido, permitiendo que muriera a manos de paganos? La respuesta se sitúa en la línea de lo que era la argumentación rabínica: “Estaba escrito», es decir, había un sentido oculto. Por tanto, no ha habido abandono, ni hay motivo para el escándalo: todo entraba dentro de los planes de Dios.         

Por otro, invita a “hacer camino” con Jesús, destacando tres lugares donde encontrar su presencia: caminar al lado de la gente, releer la sagrada Escritura y celebrar la eucaristía (“partir el pan”). Constituían, sin duda, los lugares privilegiados donde los discípulos de aquellas primeras comunidades fortalecían y compartían su fe.

El relato muestra que es precisamente ahí donde “reconocen” a Jesús, a la vez que insiste en una cuestión que considera prioritaria: la proclamación de que el Maestro sigue caminando con ellos en todo momento.

Desde una perspectiva genuinamente espiritual, respetando, pero trascendiendo las creencias religiosas y catequéticas, podemos preguntarnos: ¿qué es eso que nos “acompaña” en todo momento y “camina” siempre con nosotros? La respuesta es simple: aquello que somos en profundidad, lo que constituye nuestra identidad profunda.

Solo nos hace falta reconocerlo, o lo que es lo mismo, comprender lo que somos. Es esa comprensión profunda la que, liberándonos de engaños y de sufrimientos inútiles, nos permite estar en casa en todo momento. No es una presencia ajena la que nos sostiene; es sencillamente la presencia que es.

¿Vivo en conexión con la presencia consciente que somos?

¿RESURRECCIÓN DE LA CARNE?

Domingo II de Pascua

16 abril 2023

Jn 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”. Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

¿RESURRECCIÓN DE LA CARNE?

Hace unas semanas, en una web de contenido religioso, Leonardo Boff, citando a Rumi, escribía: “Cuando muera, mi espíritu volverá al Espíritu del que nunca se separó. Cuando desaparezca mi forma, volverá al Sin-forma, del que ninguna frontera le separaba”.

Pues bien, comentando esas palabras, un participante escribió lo siguiente: “Nuestro Señor resucitado asó pescado en la orillica con su gente y me temo que las formas disueltas en formas espectrales no son del mismo placer. Francamente igual que adoro a Dios muerto en la cruz y arrojado a la fosa de los ajusticiados malditos, adoro a Jesús disfrutando del pescaico asado (sic) al amanecer”.

(El “pescaico asado” hace referencia a un “relato de apariciones” que se narra en el apéndice añadido al evangelio de Juan (21,1-14). Pero tal relato no quiere reflejar un hecho acaecido. Se trata, más bien, de una catequesis, construida con elementos simbólicos, sobre la presencia del Resucitado y la Eucaristía, simbolizada justamente en la imagen de los peces asados que, en la narración, Jesús les ofrece).

Está bien que alguien tenga unos gustos u otros. La cuestión, sin embargo, es que no se trata de gustos, sino de atender a la verdad. Si por gustos fuera, también los niños desearían que sus papás fueran omnipotentes y que los Reyes Magos existieran realmente. Y mucho me temo que, hablando del “más allá de la muerte”, los humanos tenemos tendencia a crear paraísos a nuestra medida, acordes con nuestros gustos personales, buscando perpetuar el yo, que se vería finalmente liberado de todo sufrimiento. Ahora bien, ¿no suena esto más a ilusión que a realidad? ¿Qué ocurre cuando se ha comprendido que el yo, como tal, no existe? Si no somos el yo que pensamos ser, si ninguna forma -el yo es una forma más- es permanente, si todo lo que nace muere…, ¿tiene sentido pensar que los yoes pervivirán más allá de la muerte? ¿No es más sensato y más verdadero tener el coraje de deshacernos de ilusiones infantiles?

Sabemos que el pensamiento griego, al partir de una antropología dualista, podía defender la inmortalidad del alma, aun aceptando la descomposición del cuerpo. Por el contrario, el mundo judío, sobre la base de una concepción antropológica monista -que no concebía un “alma” separada del cuerpo- únicamente podía hablar de una vida más allá de la muerte garantizado que habría de resucitar la persona “entera”, dado que toda ella sería indivisible. Y esto fue lo que llevó a hablar de la “resurrección de la carne”. Pero, ¿realmente alguien puede creer que los cuerpos -por más que se hable de “cuerpos gloriosos”- vayan a resucitar?

Carecemos de respuesta a lo que haya de ocurrir tras la muerte. Sin embargo, no parece difícil saber lo que no puede ser. En cualquier caso, la postura de cada cual ante ese tema, dependerá de la respuesta que de a la gran cuestión: ¿qué soy yo? Si, en la línea de Rumi, lo que somos es Consciencia, Lo sin-forma, Espíritu…, esto es lo único que permanecerá, porque solo eso es eterno, no la forma del yo.

Se comprende que el yo ame perpetuarse por toda la eternidad, incluso que disfrute del “pescaico asado al amanecer”. Pero quizás necesitemos abandonar sueños y ahondar en la verdad de lo que somos. Hemos “olvidado” que el yo es solo un hijo del pensamiento -una construcción de la mente- y nos hemos apegado tanto a él que hemos terminado pensando que era nuestra identidad. ¿Dónde está ese yo al que tanto queremos, cuando la mente se silencia y no hay pensamientos? Cuando nos atrevemos a mirar con rigor, descubrimos que la “forma espectral” no es la consciencia sin forma, sino el yo, realidad virtual (pensada), que añora el disfrute de aquello a lo que nuestra mente se había apegado.

¿Puedo ver más allá de la ilusión del yo?

SEPULCRO, SILENCIO Y VIDA

Domingo de Pascua

9 abril 2023

Jn 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro, se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo como las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

SEPULCRO, SILENCIO Y VIDA

Ante el sepulcro -el dato frío, doloroso e inexorable de la muerte-, la mente calla. Tal como señala el relato simbólico del cuarto evangelio, la mente lee que nos han “robado” al ser querido y “no sabemos dónde lo han puesto”, ni cuál ha sido su destino.

¿A dónde va la persona que muere? Si no quiere decir tonterías, la mente enmudece. La fe cristiana confiesa que Jesús resucitó de entre los muertos y que esa es la esperanza que nos aguarda a todos. Sin embargo, el Jesús del cuarto evangelio proclama la resurrección en presente: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25). Lo cual significa que, ya ahora, somos resurrección y vida.

La realidad a la que apunta la metáfora de la resurrección escapa a las coordenadas espaciotemporales, es decir, no es algo que pueda suceder en el tiempo y en el espacio. Apunta a la vida, la consciencia, la dimensión profunda de lo realmente real, aquella que permanece cuando todo cambia, a la plenitud de presencia que sostiene y constituye todo este mundo de formas cambiantes. En nuestra identidad profunda, somos precisamente esa plenitud de presencia –“resurrección y vida”, en palabras del evangelio- que trasciende el espacio-tiempo, sin principio y sin final.

Lo que sucede es que el yo no se conforma con ello y se apropia de esa esperanza, erigiéndose en sujeto de la misma, hasta decir: “Yo resucitaré”. Sin embargo, lo que llamamos yo es solo una forma transitoria y fugaz. En nuestra ignorancia, soñamos con un yo eterno -al yo le encantaría perpetuarse-, sin advertir que eso es algo en sí mismo contradictorio: ninguna forma puede ser eterna.

Distintas tradiciones sapienciales invitan a aprender a “morir antes de morir”. Saben que, solo en la medida en que morimos a la identificación con el yo, encontramos nuestra verdad profunda. Lo que muere es el yo; lo que vive es la consciencia -la vida- que somos. “Morir antes de morir” significa, por tanto, reconocer que somos vida -tal como decía Jesús- y “hacer el duelo” del yo y de sus expectativas.  

¿Cómo veo el hecho de la muerte? ¿Qué vivo ante ella?

EL CEREBRO DEPRE // Anders Hansen

Entrevista de Nieves Salinas al psiquiatra Anders Hansen, en El periódico de España, 12 de marzo de 2023.
https://www.epe.es/es/sanidad/20230312/depresion-ansiedad-psiquiatra-anders-hansen-84394725

«La visión moderna de la felicidad es completamente irreal».

Médico y divulgador del Instituto Karolinska (Estocolmo, Suecia), en ‘El cerebro depre’ (Libros Cúpula) sostiene que la depresión y la ansiedad son mecanismos de defensa porque no estamos programados para estar siempre bien.

El 9% de la población tiene algún problema de salud mental y, el 25%, lo tendrá en algún momento, a lo largo de su vida, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero, ¿por qué nos sentimos tan mal si, en realidad, vivimos más tiempo y con mejor salud que nunca? A la pregunta responde el doctor Anders Hansen, especialista en psiquiatría del Instituto Karolinska (Estocolmo, Suecia) y reconocido autor de divulgación científica en su país, en su último libro (El cerebro depre, Libros Cúpula). Un texto en el que reflexiona sobre cómo funciona nuestro cerebro y advierte: no estamos preparados para ser siempre felices, así que mejor que dejemos de obsesionarnos por la búsqueda de semejante estado de gracia. En entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, Hansen sentencia: «La visión moderna de la felicidad es completamente irreal».

Autor de títulos como “La verdadera píldora de la felicidad” e “Insta-brain. Cómo nos afecta la dependencia digital en la salud y en la felicidad” -los dos publicados por RBA-, el psiquiatra plantea los mecanismos biológicos que están detrás de la depresión y la ansiedad. Defiende que son estados naturales del ser humano. Es decir, que suelen ser mecanismos de defensa desde tiempos inmemoriales. Explica que debemos ver las depresiones desde la perspectiva del cuerpo y la fisiología, no sólo desde la psicología y las relaciones con los demás. Que los genes son importantes, pero que el entorno suele serlo todavía más y que el ejercicio físico protege tanto de las depresiones como de la ansiedad. Y advierte, la soledad no deseada puede llegar a ser devastadora.

Pregunta. Arranca preguntándose por qué estamos tan mal si vivimos tan bien. La respuesta, dice, es que somos seres biológicos. ¿A qué se refiere?

Respuesta. Quiero decir que hemos olvidado que somos producto de la evolución, no sólo nuestros cuerpos, también nuestro cerebro. La psicología y los sentimientos son resultado del lento proceso de la evolución. Lo más importante que aprendí en la Facultad de Medicina es que nuestros cerebros no han cambiado durante los últimos 10.000 o, incluso, 20.000 años. El trabajo principal del cerebro no es hacernos felices, sino mantenernos vivos. Evolucionamos para comer todas las calorías que pudiéramos encontrar porque el hambre era una gran amenaza para nuestros antepasados. Hoy, tenemos tantas calorías como queremos, pero el cerebro todavía piensa que quiere que comamos todos los alimentos que encontramos, especialmente los alimentos ricos en calorías. El punto es: cuando buscamos constantemente lo que sienta bien en ese momento, eso nos tiende una trampa. Nuestros instintos nos ayudaron a sobrevivir en un mundo peligroso donde las calorías y los recursos eran escasos, pero no nos hacen felices en un mundo seguro de sobreabundancia.

P. El cerebro, asegura, está diseñado para sobrevivir y reproducirse, no para sentirse bien. ¿Somos capaces, en una sociedad como la actual, de comprender algo así?

R. Creo que sí. Por primera vez en nuestra historia, podemos mirar “debajo del capó” y ver cómo funciona la maquinaria del alma, el cerebro. Podemos seguir a miles de personas durante décadas y aprender lo que realmente nos hace felices. No a corto plazo, sino feliz como una vida significativa y gratificante. El más importante de estos hallazgos lo he presentado en el libro. El cerebro quiere permanecer en equilibrio. Como resultado, lo que fue grandioso ayer es lo que sentimos con derecho a recibir hoy y lo que no será suficiente mañana. Si realmente entiendes que el cerebro está conectado de esa manera, es una de las cosas más importantes que puedes aprender sobre ti mismo. Después de haber tratado a miles de pacientes, entiendo que para aprender cómo y por qué funcionamos, tendemos a cambiar el comportamiento y volvernos no sólo más amables con los demás, sino más amables y más indulgentes con nosotros mismos.

P. Hábleme de la ínsula (una pequeña región de la corteza cerebral). Dice que es la parte más fascinante del cerebro.

R. Es importante ya que los sentimientos no son algo que nos invada como resultado de lo que sucede a nuestro alrededor; son creados por el cerebro y lo que sucede en el cuerpo es extremadamente importante cuando eso sucede. La ínsula es una parte importante de eso, ya que es donde se combinan el mundo que nos rodea y el mundo interior. A partir de esto te das cuenta de la importancia de la actividad física para la salud mental ya que fortalece el cuerpo, y eso llevará al cerebro a crear sentimientos más positivos.

«Ver el mundo como peligroso ayudó a los humanos a sobrevivir. Ver el mundo como peligroso es lo que llamamos ansiedad».

P. Hablemos de la ansiedad. Lo llama “estrés por adelantado” y sostiene que no es peligroso. También que es inútil pensar en acabar con ella. ¿Es peor?

R. No es inútil, pero es difícil. La ansiedad es natural y un infierno al mismo tiempo. Durante el 99 % de la historia de nuestra especie, la mitad de todos los humanos murieron antes de convertirse en adultos. No morían de cáncer ni de enfermedades cardiovasculares, sino de infecciones, asesinatos, accidentes y hambre. Somos los descendientes de los sobrevivientes, y tenemos en nuestro cerebro mecanismos que nos protegen contra infecciones, asesinatos, accidentes y hambre. Ver el mundo como peligroso ayudó a los humanos a sobrevivir. Ver el mundo como peligroso es lo que llamamos ansiedad. Si lo ves desde la perspectiva del cerebro, te das cuenta de que no estás roto si tienes ansiedad. Recientemente tuve un paciente con ataques de pánico. Cuando se dio cuenta de que es una falsa alarma y que su cerebro está tratando de ayudarlo, entendió que “está bien tener un ataque de pánico”. ¡Entonces sus ataques llegaron con menos frecuencia! No hace falta decir que recibió tratamiento, medicación y terapia, pero el conocimiento en sí mismo fue curativo para él. Dejó de verse dañado.

«Alrededor del 40 % de la tendencia, tanto a la ansiedad como a la depresión, proviene de nuestros genes».

P. Dice que hay tantas formas de ansiedad como personas. Pero también hay quienes, a menudo, no sienten ansiedad. ¿Qué nos diferencia a unos de otros?

R. Una combinación de genes y medio ambiente. Alrededor del 40 % de la tendencia, tanto a la ansiedad como a la depresión, proviene de nuestros genes. Así, gran parte del riesgo de problemas de salud mental ya está fijado cuando nacemos. Sin embargo, si desarrolla depresiones y ansiedad depende del entorno. Esto se puede resumir, “los genes cargan el arma, el entorno aprieta el gatillo”, por lo que lo que hacemos para protegernos contra las depresiones y la ansiedad es extremadamente importante.

«Buscar ayuda es un signo de fortaleza y es tan normal buscar ayuda para la ansiedad como para la diabetes».

P. Para la ansiedad recomienda terapia y ejercicio físico. También, si es necesario, medicamentos. ¿Es mejor combinarlo todo o cada uno debe encontrar su camino?

R. En primer lugar: busca ayuda. Es un signo de fortaleza y es tan normal buscar ayuda para la ansiedad como buscar ayuda para la diabetes. Pero dado que la ansiedad es poderosa, es necesario tratarla de muchas maneras: terapia, ejercicio y, posiblemente también, medicación antidepresiva. El hecho de que la ansiedad sea natural no significa que debamos aceptarla.

P. Sostiene que el estrés a largo plazo desencadena la depresión. Pero no es toda la explicación. Usted pone sobre la mesa que algunas depresiones realmente pueden estar relacionadas con el sistema inmunológico.

R. Sí, alrededor de un tercio de todas las depresiones pueden estar relacionadas con el sistema inmunológico. Sólo en los últimos 20 años, hemos aprendido que puede enviar señales al cerebro. Cuando tenemos una infección, el cerebro recibe esa señal y regula a la baja el estado de ánimo y el impulso. Nos sentimos azules y queremos descansar. Esto tiene sentido porque durante una infección debes conservar energía, y cuesta energía tener un intersistema funcionando a toda velocidad. Sin embargo, nuestro actual estilo de vida -sedentario, privado de sueño, con mucho estrés y mucha comida procesada-, conduce a la inflamación. La inflamación es también lo que tenemos durante una infección. Por lo tanto, nuestro estilo de vida actual corre el riesgo de enviar la misma señal al cerebro que cuando estamos infectados. El cerebro malinterpreta esta señal: “Estoy infectado por virus y bacterias, debo esconderme debajo de la manta para ahorrar energía”. Como consecuencia, te sientes deprimido. Esto puede parecer sólo una teoría, pero varios estudios muestran que un tercio de todas las depresiones se deben a la inflamación. Esto no significa que cualquier alimento antiinflamatorio funcione contra la depresión; no es tan simple, pero creo que debemos ver las depresiones desde la perspectiva del cuerpo y la fisiología, no sólo desde la psicología y las relaciones con los demás.

«La soledad involuntaria a largo plazo es devastadora, no sólo para nuestra salud mental».

P. ¿Es esa la explicación de por qué tantos de nosotros somos vulnerables?

R. Sí, es probablemente una de varias explicaciones. Los sentimientos oscuros siempre están cerca de los humanos, y por una buena razón, el cerebro quiere que planifiquemos lo peor. Esto significa que estamos condenados a sentirnos mal, pero cuanto más sepamos sobre nuestro cerebro, mejor podremos solucionar sus “talones de Aquiles” y sus limitaciones.

P. También asocia la vida moderna con la inflamación. Y los problemas que causa. ¿Qué debemos hacer? ¿Mejorar nuestros hábitos?

R. Al aprender la conexión entre la inflamación y el estado de ánimo, comprenderá por qué el sueño, la reducción del estrés y el ejercicio son tan importantes para su estado de ánimo y luego cambiará sus hábitos. Todos sabemos que debemos periodizar el sueño, hacer ejercicio y asegurarnos de encontrarnos con amigos en la vida real. Pero cuando aprendas cómo estas cosas afectan al cerebro, estarás más motivado para hacerlas. Ha sido así para mí y para muchos de mis pacientes. Por eso quise escribir este libro. Hay un tremendo poder en este conocimiento.

P. El libro habla de la soledad. ¿Cómo afecta a nuestra salud mental?

R. La soledad involuntaria a largo plazo es devastadora, no sólo para nuestra salud mental. Somos una especie ultra social porque estar fuera del grupo era extremadamente peligroso para casi todas las generaciones de humanos que han vivido, ser parte del grupo era tan importante como tener comida. Cuando estamos solos, experimentamos un bajo nivel de estrés constante. ¿Por qué? Porque la soledad significaba que corrías el riesgo de que te mataran. Por supuesto, no corremos el riesgo de que nos maten hoy, pero nuestro cerebro no ha cambiado e interpreta el aislamiento como un peligro y enciende el sistema de estrés. No sólo está relacionada con las depresiones, sino también con un peor pronóstico para todas las formas de enfermedades cardiovasculares; de hecho, muchos investigadores creen que es tan peligrosa como fumar 15 cigarrillos al día. Las razones probables son el estrés a largo plazo que viene con la soledad. No hace falta tanto contacto para romper la soledad. Si llamas a tus padres o abuelos, envías una señal de que “perteneces al grupo”. Mejorará tu estado de ánimo y reducirá el estrés y te dará una vida más larga.

«Deberíamos sentirnos mejor en la sociedad actual, nos hemos centrado demasiado en el crecimiento económico y muy poco en el bienestar».

P. También menciona el consumo de antidepresivos, pero dice que no se puede medir si nos sentimos peor que antes sólo por ese consumo. ¿Es porque pedimos más ayuda?

R. El aumento del consumo de antidepresivos podría deberse a que las personas buscan ayuda con más frecuencia o a que los médicos recetan más. En realidad, no podemos decir con certeza que nos sentimos mucho peor ahora que hace 10, 20 o 30 años, pero yo, que he analizado esto intensamente, puedo concluir que ciertamente no nos sentimos mejor que hace 10, 20 o 30 años. Y eso es extraño dado que la economía ha crecido. Deberíamos sentirnos mejor en la sociedad actual, pero nos hemos centrado demasiado en el crecimiento económico y muy poco en el bienestar. Obviamente estamos haciendo algo mal.

«En las redes sociales se nos hace creer que debemos sentirnos bien todo el tiempo y como no es así, nos preguntamos: ¿Qué me pasa? Mi mensaje es: ‘Estás funcionando normalmente'».