Semana 7 de agosto: ¿QUÉ QUEDA CUANDO CAEN LAS CREENCIAS?

Montaña reflejadaCUANDO CAEN LAS CREENCIAS: ¿VACÍO O LIBERACIÓN?

6. ¿Qué queda cuando caen las creencias?

“No creáis por la fe que prestáis a unas tradiciones, aunque hayan estado en vigor durante muchas generaciones y en muchos lugares.
No creáis una cosa porque muchos hablen de ella.
No creáis por la fe que prestáis a los sabios del pasado.
No creáis lo que os habéis imaginado pensando que os lo ha inspirado un Dios o un ángel.
No creáis nada por la mera autoridad de vuestros maestros.
No creáis nada porque yo os lo haya enseñado.
Una vez examinado, creed lo que hayáis experimentado por vosotros mismos y hayáis reconocido que es beneficioso y útil para vuestro bien y el de los demás.
Sed la antorcha de la verdad” (Buddha).

Es comprensible que, ante el cuestionamiento de cualquiera de nuestras creencias –más de aquellas a las que habíamos atribuido más valor-, se ponga en marcha el mecanismo designado como “disonancia cognitiva”, con su carga de miedo y su tendencia a rechazar cualquier cambio, aun a costa de atrincherarse en un fundamentalismo fanático. Aquel mecanismo –bien estudiado por psicólogos y neurocientíficos- provoca un malestar, acompañado de intensa ansiedad, por el que la mente busca proteger sus creencias ante cualquier nueva afirmación que las ponga en peligro.

Con frecuencia –a tenor de cómo se haya vivido-, será necesario incluso elaborar un duelo ante la “pérdida” de aquellas creencias que, en su momento, fueron “importantes” y valiosas para nosotros. No es raro que, en el mismo, sobre todo cuando se trata de creencias religiosas, se vivan sentimientos de culpabilidad y de orfandad.

Con todo, antes o después, en un camino de crecimiento espiritual, habrá que ir soltando creencias hasta, finalmente, abandonarlas todas. No solo porque se ha descubierto que la mente es incapaz de contener la verdad –y toda creencia es solo una construcción mental, por más que luego se revista a sí misma con apariencia de cualidad sagrada-, sino porque se comprende que el aferramiento a ellas impide abrirse genuinamente a la Verdad.

A partir de ahí, habrá que recorrer necesariamente un camino que conduce de un modo de conocer a otro bien diferente: del conocimiento por reflexión al conocimiento por identidad, tal como apuntaba la cita del Buddha que encabeza estas líneas. Una es la respuesta a la pregunta: “¿Qué me han enseñado?”, y otra bien diferente: “¿Qué puedo saber por mí mismo?”. En el primer caso, nos movemos en el terreno de la mente –conocimiento por análisis y reflexión- (modelo mental); en el segundo, en aquello que podemos percibir cuando la mente se acalla: es el “conocimiento silencioso”, del que han hablado sabios y místicos. Se trata de otro modo de conocer (modelo no-dual), en el que conocemos algo únicamente cuando lo somos; de ahí que podamos llamarlo conocimiento por identidad.

¿Y qué puedo saber por mí mismo? Una sola cosa: que soy; que estoy presente y que soy consciente. Si queremos recogerlo en una expresión mental, quizás podría decirse de esta manera: lo único que sé por mí mismo es que soy presencia consciente. Esa, y no otra, es nuestra verdadera identidad. Eso, y nada más, es lo que queda cuando caen todas las creencias. Y ese es el camino de la liberación porque se ancla en la verdad de lo que es.

Lógicamente, esa misma expresión sigue siendo mental –no podemos expresarlo de otro modo-, pero el contenido de la misma no es ya una creencia, sino algo experimentado de tal manera que constituye nuestra única certeza: no soy nada que pueda observar –todo ello es solo “objeto”-, sino Eso que observa…, y que se halla siempre a salvo: la consciencia de ser.

Semana 7 de agosto: LUCIDEZ CÓSMICA

Arco iris.2El yo bien conectado no depende de que las cosas estén a su servicio, de que se convierta en el centro del universo, de que lo jaleen. El yo sano es contemplativo. Todo gira y se armoniza desde el fondo de su corazón. Pero hoy solo sabemos escuchar por los auriculares de la compra y venta, del éxito, de la belleza convencional que dictan los grandes de la moda y la cultura; de los grandes oligopolios y multinacionales de la comunicación; de lo que es “in y súper o híper o fenomenal”, de lo que renta…

Sin embargo, mi energía es solo una chispa de la hoguera del universo. Mi conciencia es solo un resplandor de todo el sol. Lumbre

Solo alcanzo lucidez si estoy conectado a esa luz superior y total.

Cuando no me limito a mí mismo por mis propias chorradas, despierto.

El silencio me hace crecer en todas direcciones, me expande, me libera.

Yo hago silencio cuando me suelto a mí mismo, y suelto ideas, esquemas, formulaciones. Perderse es encontrarse. (Lo decía Jesús de Nazaret. Lo que pasa es que lo han estropeado con ascética, cilicios y mortificaciones. Él se refería al ego, al personaje ese en el que hemos centrado todo).

De esta forma asisto desde lo que aparece a lo que no aparece, de lo visible a lo invisible, de lo particular a lo universal, de lo terrenal a lo cósmico.

Uno con el mar. Uno con el fuego. Uno con el aire. Uno con la tierra.

Cuando más allá esté, más aquí me descubriré. Mirar es renacer. Te abrirás a lo cósmico en cada brizna de la realidad.

Pedro Miguel LAMET, en Revista 21, noviembre 2015, p.53.

Semana 31 de julio: EDUCACIÓN EMOCIONAL

Educación emocionalEDUCACIÓN EMOCIONAL

Pensando en los niños: meditación y aprendizaje

 

Entrevistas de Eduard Punset con Linda Lantieri, experta en aprendizaje social y emocional, y con Mark Greenberg, psicólogo del Penn State’s College de Salud y Desarrollo Humanos.

«La facultad de traer voluntariamente de vuelta una y otra vez la atención dispersa es el origen del juicio, el carácter y la voluntad» (William James).

 Eduard Punset:

Linda, esta vez estamos en Washington. Ya habíamos coincidido en Europa y fue maravilloso. Me encanta tu libro y tu experiencia en el aprendizaje social y emocional. Y me pregunto, ¿sabes? Ahora que se celebra en Washington este congreso increíble, esta conferencia llamada Educando a los ciudadanos del mundo para el siglo XXI, ¿hay alguna primicia en relación con tu trabajo, el de Dan Goleman y los demás expertos? ¿Cuáles son las novedades respecto al sistema de educación social y emocional? ¿Qué podemos esperar de esta conferencia?

Linda Lantieri:

Ante todo, ¡es fabuloso estar de nuevo contigo!

Eduard Punset:

¡Muchas gracias!

Linda Lantieri:

Estoy muy contenta de que participes en este acto con nosotros y nos ayudes a documentar lo que está pasando. Se trata de una conferencia histórica, uesto que en ella se reúnen los neurocientíficos y los contemplativos, los que han realizado mucho trabajo interior con la comunidad educativa. Y cada grupo puede aportar información nueva para que aprendamos los unos de los otros. Es lo que esperamos que suceda en la conferencia. En cuanto a tu pregunta sobre qué novedades hay en el aprendizaje social y emocional, cabe decir, ante todo, que este trabajo con prácticas contemplativas para enseñarles a los profesores y a los jóvenes a entrenar la mente y controlar las emociones no es algo nuevo para la educación social y emocional, pero formar a las personas para que lo hagan intencionadamente sí que es nuevo y lo apasionante es que muchos de los que empezamos a realizar este tipo de trabajo con los niños tenemos la sensación de que puede acelerar su capacidad de ser más afectuosos y compasivos.

Eduard Punset:

¿Se ha podido evaluar lo poco que se ha realizado en la aplicación del pensamiento contemplativo a la educación de los niños?

Linda Lantieri:

Sí, justo ahora empezamos a hacerlo. En primer lugar, hay que decir que, en el ámbito de las prácticas contemplativas y de sus beneficios potenciales, la mayor parte del trabajo hasta la fecha se ha llevado a cabo con adultos. Sin embargo, algunos de nosotros hemos realizado pequeños estudios, como el trabajo en la ciudad de Nueva York, por ejemplo, tras el 11 de septiembre de 2001. Me pidieron que ayudara a las escuelas de la Zona 0 a recuperarse, ¡y fue una tarea enorme! Me percaté de que necesitaban mucho trabajo interior para empezar. Por eso empecé a abrirme a la idea de que tal vez necesitábamos añadirle algo al aprendizaje social y emocional que nos ayudara.

 Eduard Punset:

Cuando hablas de trabajo interior, ¿a qué te refieres? ¿A mirar en nuestro interior, a contemplar?

 Linda Lantieri:

No exactamente. Entre los componentes de la inteligencia emocional está la conciencia de uno mismo, y también el control de las emociones, la relación con los demás y la capacidad de tomar buenas decisiones. Todo eso ya está incluido. A lo que me refiero es a ayudar a las personas para que entrenen voluntariamente la mente, ya sea mediante algo como la meditación, o bien a través de lo que denominamos «el rincón de la paz» en las aulas, un sitio al que los niños puedan ir para estar en calma, apaciguar la mente y empezar a centrar la atención.

 Eduard Punset:

Y, para el futuro, ¿en qué estáis pensando?

 Linda Lantieri:

Creo que lo importante es que ahora sabemos que el cerebro tiene mucha, mucha plasticidad. Y estamos aprendiendo que nuestras experiencias lo moldean.

 Eduard Punset:

Es verdad.

 Linda Lantieri:

Así que nos planteamos lo siguiente: ¿qué pasa con las experiencias para calmar la mente y centrar la atención? ¿Qué sucedería si lo cultiváramos en los niños, si aumentáramos la repetición de esa experiencia en sus vidas mediante la práctica regular, por ejemplo? ¿Acaso cambiaría su manera de aprender, su manera de dominar las emociones durante el resto de su día a día?

Déjame explicarte brevemente un pequeño estudio que ya hemos realizado en Nueva York a través del Inner Resilience Program. El estudio contó con la participación de unos 855 estudiantes de hasta 11 años, y fue un estudio aleatorizado y controlado, con un grupo de tratamiento y un grupo de control, así como 57 profesores. Lo primero que descubrimos es que se produjeron cambios significativos en los profesores. Acabaron menos estresados… Los profesores que están menos estresados son más felices y más conscientes de los niños y de sus necesidades. ¿Y qué descubrimos con los estudiantes? Pues dos cosas: por un lado, una disminución de los niveles de frustración y, por otro, un aumento de una sensación que en este estudio llamamos «autonomía», es decir, los niños sentían que tenían voz en la clase, que el aula era una comunidad de aprendizaje democrática donde su opinión contaba y se les escuchaba. Ambas cosas, la menor frustración y la mayor autonomía, sin duda aumentan las posibilidades de que nuestros niños aprendan en general, tanto si educamos el corazón como la mente.

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 Eduard Punset:

Mark, trabajas en el campo de la prevención de problemas. Y mi primera pregunta sería la siguiente: en la educación, ¿qué intentáis prevenir?

 Mark Greenberg:

Pues bien, en la investigación preventiva con niños, lo que intentamos es evitar un conjunto de problemas comunes que pueden presentarse en los niños: la agresividad, el mal rendimiento en las aulas, la falta de atención… Cuando alguien es agresivo, no presta atención y, a menudo, no obtiene muy buenos resultados en lectura o matemáticas. Pero pensamos en la prevención no solamente como una manera de prevenir un problema, sino especialmente de reforzar el desarrollo del niño e instaurar una serie de factores protectores. Por eso, nos interesa empezar con los niños de 3 ó 4 años y ayudarles a calmarse cuando se alteren, incluso a conocer sus sentimientos, saber cuándo están disgustados y desarrollar una sensación de autoconciencia.

 Eduard Punset:

¿Y cómo se puede ayudar a un niño a que se calme cuando está alterado?

 Mark Greenberg:

Pues se puede hacer de muchas maneras, pero con los niños más pequeños, si empezamos sobre los 3 ó 4 años, lo hacemos contándoles una historia sobre una pequeña tortuga. La tortuga tiene muchísimos problemas para llevarse bien con sus amigos, tiene problemas de disciplina en clase, y a veces se pone muy nerviosa por algo que le dice su madre o su profesor. Pero aprende a meterse dentro de su caparazón y a respirar profundamente y calmarse. Utilizamos la metáfora de la tortuga y, cuando los niños se alteran, les pedimos que hagan esto. Si un alumno tiene problemas en la escuela cuando estoy allí de profesor, le puedo decir al niño que está empezando a descontrolarse «tal vez es un buen momento de hacer la tortuga». Esto significa que cruce los brazos y que respire profundamente, y que luego me diga cómo se siente. De esta manera, enseñamos a los niños cosas sobre el cuerpo, sobre cómo pueden utilizarlo junto con la respiración para aprender a calmarse.

 Eduard Punset:

¡Nadie lo ha hecho antes!

 Mark Greenberg:

No, no se ha hecho. Y hemos demostrado, mediante una serie de estudios aleatorizados durante 30 años, en Estados Unidos, Suiza, Países Bajos y varios lugares que, cuando se les enseña a los niños estas habilidades para calmarse, y se les enseña cómo identificar sus sentimientos, pero también cómo hablar adecuadamente sobre cómo se sienten, mejoran de un modo natural sus habilidades para relacionarse con los demás, y también mejoran sus habilidades académicas. Porque el niño no es más que uno, el cerebro no es más que uno, no hay un cerebro emocional y un cerebro cognitivo, y cuando la capacidad de prestar atención, calmarse y hablar eficazmente de los sentimientos se combina en el desarrollo de un niño, todo funciona mejor.

 Eduard Punset:

Hablas de la enseñanza como una manera de cambiar la manera de ser del niño, su manera de sentir sobre la agresión o la compasión. ¿Crees que todo esto evolucionará y, al final, cambiará la sociedad para siempre?

 Mark Greenberg:

Creo que sí, me parece que hay una transformación que ya está en marcha, la vemos en varios países. Por ejemplo, en algunos estados de Estados Unidos (Illinois, por poner un caso) todas las escuelas deben elaborar ahora un plan para el aprendizaje social y emocional de los niños, del mismo modo que tienen un plan para la lectura o las matemáticas.

 Eduard Punset:

¿Ya tienen que hacerlo?

 Mark Greenberg:

Tienen que hacerlo por ley. Y en la Columbia Británica, en Canadá, el objetivo de responsabilidad social se considera al mismo nivel que el objetivo de desarrollo académico. En Inglaterra, se reserva un rato cada semana (por lo menos dos veces por semana) para el desarrollo social y emocional de los niños, como parte del plan de estudios nacional.

 Eduard Punset:

¿Y disponemos de los profesores adecuados para eso?

 Mark Greenberg:

Pues sí, la siguiente pregunta es: ¿cómo podemos formar a los profesores para que lo enseñen bien? No existe ni una sola universidad en el mundo (por lo menos que yo sepa) que exija que los profesores, durante su formación, reciban clases sobre desarrollo social y emocional. Por no hablar de que muchos profesores, por lo menos según lo que sabemos en Estados Unidos e

Inglaterra. Alrededor del 50% de profesores dejan la profesión durante los primeros cinco años, y eso es porque enseñar es muy…

 Eduard Punset:

¿Cuántos?

 Mark Greenberg:

Alrededor del 50%.

 Eduard Punset:

¡¿El 50%?! La mitad…

 Mark Greenberg:

La mitad de los profesores. Tenemos ahí una gran pérdida de capital social: estamos formando a muchísimos profesores que no permanecerán en la profesión. Y, entre otras cosas, se debe a que es un trabajo muy difícil: muchos profesores se agotan emocionalmente y acaban quemándose. Creemos que uno de los motivos es que ellos mismos no aprenden muchas de las habilidades sociales y emocionales que pueden ayudar a crear el tipo de cultura en el aula que calme a los niños, les enseñe a llevarse bien entre sí y a ser más compasivos.

 Eduard Punset:

Ahora los expertos como tú nos decís que es muy importante hacer algo para impartir una clase que ayude al niño a desarrollar sus propias actitudes, sus propios puntos fuertes, su propia vida. Pero esto no es nada fácil, ¿no?

 Mark Greenberg:

Bueno, no es tan difícil como parece. Hasta ahora lo que hacíamos con los profesores era presionarlos, muchas veces, para que se centraran únicamente en lo académico, solamente en la lectura, las matemáticas y las ciencias. Y en eso se han convertido: en profesores de lectura, de matemáticas y de ciencias. Pero la mayoría de profesores eligieron la profesión porque querían llevarse bien con los niños. Les gustan los niños y quieren pasar tiempo con ellos, educarlos, prepararlos para la vida. Y conforme se lo vamos permitiendo y les brindamos más habilidades para hacerlo, descubren que disfrutan mucho más enseñando.

 Eduard Punset:

Y que quizá pueden ayudar al niño a desarrollar su propia vocación o sus cualidades.

 Mark Greenberg:

Eso es. Por ejemplo, en uno de nuestros proyectos, hemos trabajado con profesores para enseñar un plan de estudio a los niños sobre emociones y autocontrol, y hemos descubierto que los profesoras enseñan mejor en un estudio aleatorizado comparado con otros profesores, enseñan más eficazmente, pero también hemos visto que la conducta de los niños mejora… y no solamente mejora su conducta, sino también sus habilidades cognitivas. Todo esto va de la mano. Cualquier director de escuela te hablará de los niños que los profesores mandan a su despacho, y no son niños que necesariamente tengan un nivel bajo de inteligencia, pero sí son problemáticos, son un problema en el aula. Con el tiempo, estos niños se volverán más y más difíciles, y muchos de ellos dejarán los estudios sin terminar. Sin embargo, los problemas de estos niños no son cognitivos, radican en su capacidad de hacer una cosa muy simple (porque, si lo pensamos, es simple): calmarse cuando están alterados, tener buenas amistades y pensar en los sentimientos y las necesidades de los demás. Y, conforme vamos enseñando estas habilidades, descubrimos que se pueden enseñar, igual que se puede enseñar la lectura o las matemáticas, y vemos que los niños mejoran espectacularmente.

Programa “REDES”. Título: “Meditación y aprendizaje” – emisión 50 (20/12/2009, 21:00 hs) – temporada 14;
http://www.redesparalaciencia.com/1799/1/redes-50-meditacion-y-aprendizaje

Semana 24 de julio: LA PRIMERA CREENCIA ERRÓNEA

Quien soy yoCUANDO CAEN LAS CREENCIAS: ¿VACÍO O LIBERACIÓN?

5. La primera creencia errónea: la creencia sobre «mí»

¿Quién soy yo? Todo se ventila en la respuesta a esta pregunta. El modo como me vea a mí mismo –la creencia que mantenga sobre mí- condicionará definitivamente el modo como vea todo lo demás.

         Por eso, si fiándome de la mente, me tomo por lo que ella piensa acerca de mí, me reduciré forzosamente a la apariencia de lo que soy, a un “objeto” aparente que responde al nombre de “yo”. Quien soy yo.3

Decía que mi modo de verme condicionará inexorablemente el modo de ver todo lo demás: si creo ser un yo separado, los demás, el mundo y Dios mismo serán para mí igualmente entes separados. Condicionará también el modo de entender la “moral”: a partir de aquella creencia primera, tomaré como “bueno” lo que sostenga esa identidad pensada, y veré como “malo” lo que la amenace o la ponga en peligro; con lo cual, habré caído en una moral relativista, a merced de la idea que tengo de mí.

         Todo se modifica cuando salgo de la creencia errónea acerca de quien soy y accedo a mi (nuestra) verdadera identidad: al descubrirme como radicalmente no-separado, uno-con todo, cae el error (mental) de la separación, reconozco que –en ese nivel profundo- “todo es bueno”, y permito que la Vida fluya a través de mí.

¿Qué hacer, pues, para empezar a salir del sueño y responder adecuadamente a la única pregunta que merece la pena? ¿Cómo saber quién soy yo, si no puedo definirme sin caer en el error? Porque todo lo que pueda decir sobre mí, no soy yo: lo que realmente soy, no puede ser nombrado ni pensado, ya que eso serían solo “objetos” dentro de Aquello más amplio que me constituye.

En realidad, a pesar del sobresalto que ese cuestionamiento puede suponer para la mente acostumbrada a erigirse en criterio último de verdad, es muy simple: empieza por reconocer lo que no eres.

Quien soy yo.4Eso significa “dejar caer” todo aquello que puedes observar y nombrar adecuadamente: pensamientos, sentimientos, imágenes o ideas sobre ti mismo… Es claro que tú no eres ningún objeto que aparezca dentro del campo de la consciencia, porque tienes consciencia clara de ser “sujeto”, el que “está detrás” de todo aquello que es observable, el que ve, el que sabe… (¿Te has sentido alguna vez triste y has querido dar la imagen de estar alegre? ¿Cuál de los dos eras tú?…; ¿o no serías Eso que estaba “detrás”, consciente de ambos papeles?).

Lo cierto es que, poco a poco, gracias a la observación de tu yo mental (la idea o creencia sobre ti), emergerá la identidad del Testigo, e irás reconociéndote en el “Yo Soy” atemporal, aquel “centro” del que nunca habías salido, aunque tu mente se hubiera quedado enredada en cualquier concepto.

Eso es justamente lo que se advierte en el despertar: cuando eso sucede, se ve con total claridad que, no es que el yo despierte, sino que la Consciencia despierta –se libera- del yo. No existe ningún yo “iluminado”; paradójicamente, lo que sucede es que cuando la Consciencia se abre, el “yo” se disuelve: era solo un pensamiento. El emerger o “despertar” de la Consciencia significa la muerte del “yo” como entidad separada.

Quien soy yo.2Dicho con más rigor: lo que “muere” es la creencia que nos hacía identificarnos con el “yo”. En el despertar, es esa creencia la que se disuelve por completo. Continuamos teniendo un cuerpo, una mente, un psiquismo; seguiremos, lógicamente, respondiendo cuando alguien nos llame por nuestro nombre; notaremos la fuerza de la inercia que nos lleva a hábitos y reacciones anteriores; habremos de cuidar nuestro psiquismo, del mismo modo que atendemos a las necesidades del cuerpo… Pero ya no se nos ocurrirá identificarnos con nada de ello. 

Como han enseñado siempre los sabios, al acallar el pensamiento habremos superado el hechizo de la mente. Al ejercitarnos en observar la mente, habremos empezado a reconocernos en Eso que la trasciende –y que trasciende el nivel aparente-, y que constituye el Fondo último de todo lo que es.

Camino AmezketaDescubriremos con gozo que, más allá de las creencias o construcciones mentales siempre relativas y en último término inconsistentes, estamos anclados en una certeza inconmovible, la certeza de ser, que se fundamenta en la misma consciencia de ser que constituye nuestra verdadera identidad. No dependemos de las ideas; nos sostiene Aquello que somos. Pero esto requiere aprender a acallar la mente, salir de su hechizo, para poder ver con claridad.

Semana 24 de julio: ¿QUIÉN SOY: «YO»… O LA VIDA?

Confusión[La pregunta decisiva, de la que depende todo lo demás:
¿Quién soy: “yo”… o la Vida?
La respuesta inadecuada es fuente de confusión y sufrimiento;
la respuesta adecuada aporta sabiduría, comprensión y liberación del sufrimiento. Así puede leerse el siguiente texto de Jeff Foster].

 
La vida no siempre resulta «a mi manera».
Sin embargo, «yo» nunca entorpezco el camino de la vida queriéndolo hacer «a mi manera».
Entonces, la vida siempre resulta a mi manera.

Yo soy el camino de la vida.
Cualquier camino que tome la vida, lo tomo.
No existe ningún camino en el que pueda yo
separarme del camino de la vida.
La vida ES el camino.
Entonces, no hay «camino».

La vida no siempre resulta «a mi manera».
Pero «yo» nunca entorpezco ese camino.
Entonces, la vida siempre resulta a mi manera.
Incluso cuando no es así.

¿El camino de quién?
Exactamente.

Jeff Foster

 

Semana 17 de julio: SALIR DEL HECHIZO MENTAL

Bosque y lagoCUANDO CAEN LAS CREENCIAS: ¿VACÍO O LIBERACIÓN?

4. ¿Cómo salir del hechizo mental?

La realidad no es lo que parece. Y tampoco tenemos acceso a ella de un modo inmediato. Por lo que no es exagerado decir que “el cerebro nos engaña”, como indica el título de uno de los libros del profesor Francisco José Rubia. (En una entrevista, publicada hoy mismo (17.07.2016) por El Diario Vasco, el reconocido físico cuántico Juan Ignacio Cirac -premio Príncipe de Asturias de investigación científica, director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica y una de las figuras más importantes de la computación cuántica en todo el mundo- afirma que «la naturaleza es más distinta de lo que imaginamos, que lo que está más allá de nosotros tiene unas propiedades  muy extrañas… Somos las sombras ⌈en alusión al mito de la caverna, de Platón⌉ y no la realidad. Vemos algo que no es directamente lo que existe»).

El engaño de la mente es doble: por un lado, porque lo que vemos no es la realidad en sí misma, sino la interpretación que de ella hacen nuestros órganos neurobiológicos; por otro, porque las formas que llegan a través de nuestros sentidos corresponden únicamente a un solo nivel o dimensión de lo real.

Lo real no es “algo” que estuviera “ahí fuera”, que nosotros pudiéramos observar desde el “otro lado”. Nosotros mismos formamos parte de esa misma y única realidad –por más que la mente se empeñe en hacernos creer lo contrario-, a la que solo percibimos –no puede ser de otro modo- a través de la mediación de nuestros sentidos y de nuestro cerebro que, sin advertirlo, la están “creando” en la forma en que llega hasta nosotros.

Si las neurociencias nos hacen ver hasta qué punto el cerebro nos engaña, la física cuántica nos lleva a reconocer el carácter multidimensional de lo real. Es decir, no solo distorsionamos la realidad que somos capaces de percibir, sino que eso que nuestra mente llama “realidad” es solo una “apariencia”, en el sentido de que se trata únicamente del nivel aparente o más superficial.

Por debajo del mismo existe el nivel cuántico de las partículas elementales y de las corrientes electromagnéticas, donde la materia se revela a sí misma como pura energía: esta es la “sustancia” del universo. Para la física moderna es claro que aquello que nos parece sólido, no lo es en absoluto.

Y son cada vez más los científicos que, desde diferentes ámbitos del saber –mecánica cuántica, astrofísica, biología…-, empiezan a hablar de un “tercer nivel” de profundidad, al que nombran como “punto cero” o “campo unificado de conciencia”, que sería pura información o consciencia, como “código de instrucciones” de donde estaría brotando en permanencia, tanto el nivel cuántico como el aparente.

Para David Bohm, uno de los padres de la física cuántica, el universo es un sistema unificado de la naturaleza, en el que existen niveles más sutiles de realidad, que son los que dan origen a nuestro mundo físico. En su reconocida e influyente obra La totalidad y el orden implicado, habla de “dos niveles” de realidad: el implicado y el desplegado; este segundo sería “lo aparente”; el primero constituye la dimensión profunda y originante.

Ese nivel profundo constituiría el fondo común de todo lo real, la “sustancia última” de la realidad, la verdadera identidad de todo lo que es. Y resulta profundamente significativo que tal hipótesis científica converja con lo que, desde siempre, han afirmado sabios y místicos: lo verdaderamente real se halla más allá de la materia y de la mente, en un “vacío” o “nada” originarios, que sustenta lo que se muestra ante nuestros sentidos como realidad aparente.

En cualquier caso, lo que resulta claro, hoy también para la ciencia más rigurosa, es que las cosas no son lo que parecen. Por ello es necesario aprender a ver más allá de la mente, no porque reneguemos de ella, sino porque comprendemos que somos más que ella; es decir, no por irracionalidad, sino por una exigencia de trans-racionalidad.

Ahora bien, para superar el hechizo mental –que conduce a absolutizar lo que la mente puede percibir-, necesitamos salir del primer engaño, que condiciona todos los demás. Se trata, nada menos, que de la creencia acerca del yo. En efecto, la creencia (mental) sobre mí va a condicionar absolutamente mi modo de ver la realidad completa, a la que estaré contemplando desde una perspectiva errónea: no es extraño que todo lo que ocurra a partir de ahí lleve la marca de lo parcial y, en último término, sea engañoso.