SEMANA 23 DE ABRIL: YO, MÍ, ME, CONMIGO

Josean Villalabeitia, en Mundo Negro, febrero 2017

Mis alumnos no dejan de sorprenderme, aunque en asuntos de religión creo que los tengo ya un poco calados. Es sencillo. Por lo general se muestran combativos frente a las costumbres de sus abuelos, pero les seduce cualquier otra manifestación religiosa, sobre todo si es exótica, rara o desconocida por estos lares. Cuando proponemos en clase algún trabajo de grupo o exposición oral, nunca faltan las energías, chacras, karmas, reencarnaciones y temas por el estilo.

Estaba convencido de que eran más bien, cosas de jóvenes secularizados y un poco atolondrados hasta que, hace poco, en un conocido monasterio me percaté de mi error. Compartí mesa de hospedería con una persona de cierta edad que hablaba de la energía que desprendía el lugar, que parecía colocarle en una situación espiritual privilegiada. Algo iba a comentar yo al respecto cuando otro comensal confirmaba la experiencia, a la vez que citaba otros manantiales energéticos espirituales más potentes. Se trataba de gente bastante más madura que mis alumnos, y suficientemente implicada en asuntos religiosos como para frecuentar conventos y rincones parecidos. La cosa era como para preocuparse.

Casi todas las corrientes pseudomísticas coinciden en varios puntos. Si no aseguran vivencias fuertes no interesan; y tienen que garantizar sentirse bien, sin tensiones. A menudo ofrecen técnicas cuasimilagrosas, con efectos increíbles sin apenas otra condición que practicarlas al pie de la letra. Y no suelen llevar aparejado compromiso alguno hacia los demás, o para transformar el mundo. Recomiendan, sencillamente, una suerte de ‘abstinencia ética’ que las vuelve cómodas de practicar. Pero lo que mejor las caracteriza es el lugar de honor exclusivo que reservan al individuo, al yo, que se erige en el único dios que, según sus criterios, merece entrega absoluta. Nos hallaríamos así ante un ‘monoteísmo yoico’, exacerbada forma de ‘autoreferencialidad’.

Conocida es la interpretación del filósofo que entendía la religión como religación; pues bien, en este caso sería religación con uno mismo, una manifestación más del omnipresente narcisismo contemporáneo, cuya expresión más evidente quizás sean los selfies y las redes sociales. Parece novedosa esta corriente de espiritualidad, pero en realidad participa de un fenómeno muy conocido: la ‘comprensión espiritualista de la religión’. La misma que, dicen, promovía la norteamericana CIA entre las comunidades cristianas latinoamericanas para contrarrestar el compromiso social al que las empujaba la Teología de la Liberación. La misma que anima a tantas iglesias independientes africanas, entretenidas y felices con sus danzas, mientras la injusticia campa a su alrededor.

A los cristianos aficionados a estas corrientes espiritualistas, egocéntricas y moralmente aletargadas, habría que recordarles la pregunta que la Biblia lanza en sus primeras páginas: “¿Dónde está tu hermano?”, para cuya búsqueda el rey de la parábola del juicio final aporta una pista sugerente: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. De ahí la condena de Epulón, ciego ante las penurias de Lázaro; o la de los funcionarios religiosos de la parábola del Buen Samaritano, que anteponen sus deberes de culto al socorro del malherido.

La humanidad ha tratado de buscar a Dios en sitios diversos, pero nuestra fe cristiana lo ha encontrado siempre en el hermano. Los creyentes seguimos el ejemplo del Hijo de Dios, que predicó la solidaridad, el amor servicial al pobre y al necesitado, la lucha contra la injusticia y la miseria. Por eso admiramos a los que se han distinguido por su entrega generosa a los demás. Todo lo que nos distraiga de este objetivo fundamental tendría que resultarnos sospechoso, por lo menos. Y es que alejarse del prójimo, de sus necesidades y solicitudes, para enrocarnos en nuestro interior, en nuestra plenitud personal, en nuestra propia felicidad, puede que resulte agradable y hasta fascinante, pero no es cristiano.

AUDIOS Y VIDEOS: FOROS DE ESPIRITUALIDAD 2016/2017

MÁLAGA, 24-25 septiembre 2016
II Foro de Espiritualidad «Viento del Sur»

http://webvientodelsur.wixsite.com/vientodelsur/ii-foro-de-espiritualidad-del-sur

ZARAGOZA, 11-13 noviembre 2016
VI Foro de Espiritualidad «Aletheia»

http://www.aletheiazaragoza.com/viforo_ponencias/

 

LOGROÑO, 28-29 enero 2017
V Foro de Espiritualidad de Logroño

https://www.universidadpopular.es/actividades-culturales/ponencias-V-foro-espiritualidad-2017

ALCOY, 4-5 marzo 2017
VII Foro de Espiritualidad de Alcoy

http://www.foroespiritualidadalcoy.com/category/foro-2017/

 

Semana 9 de abril: «SOMOS» ENERGÍA Y QUÍMICA

Francisco Barnosell, doctor en Medicina, investiga técnicas de curación de sanadores, entrevistado por Ima Sanchís, en “La Contra”, de La Vanguardia, 10 febrero 2013.

“61 años, barcelonés, dos hijos. ¿Política? La que prioriza la verdad. Colaboro con diversas clínicas en el diagnóstico de enfermedades neurológicas. He llegado a la conclusión de que somos energía en continuo cambio y hay que aprender a modularla para evitar las enfermedades”.

En carne propia

Hace nueve años, a este médico, hijo de médico, especializado en una técnica de diagnóstico neuromuscular (la electromiografía), se le ocurrió preguntarse por qué algunos pacientes desahuciados por la medicina convencional se curan con medicinas alternativas, y decidió investigarlo. Viajó por medio mundo al encuentro de chamanes, médiums y sanadores de todo tipo, trabajó con ellos e incluso se trató con ellos, y fue volcando sus experiencias en un blog con el seudónimo Paco Lacueva que en menos de un año tenía 100.000 visitas y en la actualidad, más de 500.000. De ahí nació Entre dos aguas (Luciérnaga). «Es posible combinar esas medicinas sin que se excluyan».

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El hijo de la portera tenía cáncer de mediastino. El pronóstico eran seis meses de vida.

Sí que empezamos bien.

Al cabo de un año estaba estupendo (vivió siete años más). Me dijo que lo había curado un chamán. Le pedí su historial, se trataba de una curación sin explicación médica. Me chocó tanto, que me puse a investigar como un loco.
Eso le honra.

Llevo toda la vida inmerso en el mundo de la medicina, acumulo más de cuarenta años de experiencia, y en ese mundo de las sanaciones he visto cosas inimaginables, pacientes que mejoraban o se curaban con métodos tan raros que no sabía ni que existían.

Se ha relacionado con médiums, sanadores, chamanes…

Sí, y geobiólogos, radioestésicos, brujos y personajes inclasificables.

Entramos en terrenos resbaladizos.

Hay que investigar, no menospreciar a nadie porque consideremos que no está tan bien preparado como un médico con sus títulos y másters. No digo que nos pasemos al otro lado, sino que tratemos de sacar provecho de ambas medicinas.

Cuénteme sus experiencias.

Las he vivido y he recopilado durante nueve años. Chamanes y sanadores me han permitido estar a su lado mientras trabajaban. Yo mismo he sido conejillo de Indias en varias ocasiones: me tumbé en la mesa de operaciones del sanador filipino Álex (70) y grabé cómo me operaba con las manos de una hernia discal.

Tiene usted valor.

Introdujo las manos en mi cuerpo y sacó un coágulo rojizo. Lo increíble es que un tiempo después me operaron en España de otra vértebra (también lo filmé), y lo que me extrajo el traumatólogo era exactamente igual a lo que me había sacado el chamán. Todo está colgado en internet.

Son cosas difíciles de explicar.

Como médico, para mí lo más incomprensible son las sanaciones a distancia: éramos unas quince personas meditando y enviando energía a otra en coma por un ictus cerebral y que estaba a 10.000 km. Salió del coma durante la sanación. Lo viví también, en varias ocasiones, estando junto al paciente.

¿En qué otros campos ha investigado?

En las vibraciones y sus frecuencias, en la sanación con piedras, que funciona muy bien con enfermedades psicosomáticas porque rescinde los bloqueos emocionales.

¿Cómo se lo explica?

Somos energía que se transmite por química. Cuando una emoción transita de forma anómala en un paciente puede originar un bloqueo que si se enquista puede ser el origen de una enfermedad, una inflamación, un quiste o incluso una tumoración.

Me sorprende usted, doctor.

Tener en cuenta los chacras, los meridianos, los puntos energéticos del cuerpo, el influjo de los campos energéticos y los electromagnéticos; tener en cuenta todas esas cosas que la medicina convencional no considera puede abrir un camino para entender los mecanismos que nos enferman. Nuestra medicina solo considera el final: el tumor, pero no el recorrido.

Antes de investigarlos, ¿ya creía en estos temas?

En absoluto, pero tengo documentados más de treinta casos de sanaciones de cánceres a desahuciados por la medicina.

¿Cuál fue su experiencia con médiums?

La más espectacular la viví en mi consulta cuando una paciente nada más verme se puso a llorar: «Acabo de ver que tendrá usted un accidente muy grave; y poco después su hijo, pero no será grave». Al cabo de una semana un accidente de moto me dejó en coma, y quince días después lo tuvo mi hijo.

¿Autosugestión?

Los médiums (y he encontrado de todo tipo: gente increíble, charlatanes y mangantes) tienen capacidad para acceder a los archivos akásicos, donde se supone que está toda la información de la humanidad.

¿…?

Después de experiencias como esa no vuelves a ser el mismo. Hoy creo que el sentido de la existencia es experimentar, e incluso considero la posibilidad de la reencarnación para ir acumulando esa experiencia. Hay miles de casos documentados por médicos de pacientes que han muerto y han revivido, y han contado lo que ocurre en ese trance.

¿Qué le dicen sus colegas?

En las clínicas donde colaboro he dado conferencias ante sus gerentes y mis colegas, y he invitado a personajes como el geobiólogo Jean-Jacques para que les hiciera demostraciones.

¿Y?

A veces no sabemos qué tienen los pacientes. Jean-Jacques, con su antena de Lecher, nos decía dónde mirar. Hacíamos el análisis, la resonancia o la ecografía en ese punto y encontrábamos una patología escondida.

¿Cuáles son sus conclusiones?

Espero que a medida que pase el tiempo muchas de las cosas que he podido investigar no se vean tan anómalas, y sanadores y médicos podamos llegar a colaborar, hacer una simbiosis entre las distintas medicinas.

Semana 9 de abril: MEDICINA ALTERNATIVA: ¿FRAUDE O SABIDURÍA? (y II)

En el tema que nos ocupa, me parece que la postura obstinadamente cerrada a lo que habitualmente se nombra como “medicina o terapias alternativas” manifiesta ignorancia múltiple –y con frecuencia arrogante- en campos específicos de la ciencia, así como desprecio infundado de una sabiduría milenaria –china o india, en el caso de lo que estamos hablando-, sobre la base de un no confesado etnocentrismo que sigue sorprendente y virulentamente vivo.

         En nombre de la “ciencia” –en realidad, del paradigma científico social y oficialmente aplaudido-, se desconocen, ignoran o desprecian los avances que se han ido produciendo en los campos de la ciencia física (cuántica), de las ciencias de la vida (de un modo particular, la epigenética) y de las neurociencias.   

         Por lo demás, no es necesario ser un científico –ni siquiera un periodista dedicado a la divulgación científica- para saber que, como reza el título de un libro recomendable del físico Carlo Rovelli, “la realidad no es lo que parece”[i].

         Conscientes –y ese es su modo de avanzar- de que es la ciencia la que echa por tierra postulados “científicos”, como ha ocurrido con la emergencia de la física cuántica, sería bueno mantener despierto el espíritu crítico frente a cualquier promesa milagrosa, pero sin caer en el extremo opuesto que absolutiza nuestras “creencias” previas, por temor a que sean cuestionadas.

         Cuando, desde Einstein, es una evidencia científica que materia y energía son, en última instancia, lo mismo, ¿qué rigor científico puede exhibir quien niega la eficacia de un tratamiento “energético”? Cuando la visión holística de lo real es algo científicamente comprobado, ¿quién podría poner en duda que todo repercute en todo –los pensamientos y las emociones en la salud física-, sin caer en una arrogancia ignorante?

         Desde los experimentos de Vladimir Poponin hasta los de Konstantin Korotkov, pasando por todos los estudios acerca de la modificación del ADN –que podría ser reprogramado por palabras y frecuencias determinadas- y los campos de energía o biocampos, nos hallamos en un momento histórico de auténtica eclosión científica que, al menos, debería fortalecer nuestra apertura y nuestra humildad, sin caer en la credulidad infantil y sin cerrarnos a aquello que pueda producirnos, de entrada, “disonancia cognitiva”[ii].

         Suena a arrogancia, a la vez que insulto a la inteligencia, afirmar con rotundidad que “no hay nada más”.  Y, sin embargo, ese parece ser el presupuesto implícito de los artículos a los que estoy haciendo referencia. Lo intelectualmente honesto y riguroso solo puede adoptar esta formulación: “No sé nada más”.

         Es precisamente la reiteración de ese tipo de artículos en El País, así como el hecho de que todos ellos, sin excepción que yo conozca, adoptan ese mismo “tono” que, al tiempo que exige y presume de “rigor científico”, se mantiene anclado en un paradigma que ha empezado a quedar obsoleto en todos los campos –desde la física hasta la medicina-, lo que despierta en mí una tercera reacción: la sospecha de que, tras esas tomas de posición reiteradas, existan intereses ocultos, por parte de quienes no están dispuestos a perder las ganancias que les aporta el hecho de que todo siga como está. Me refiero, obviamente, a la poderosa red de laboratorios farmacéuticos y las tretas que utilizan para que sus mastodónticos beneficios no se vean menguados, aun a costa de la vida de multitud de seres humanos –recuérdese la película “El jardinero fiel”, basada en la novela homónima de John le Carré- y, por supuesto, frenando en todo lo posible aquellos descubrimientos científicos que cuestionan las bases “tradicionales” en que se asientan.

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[i] C. ROVELLI, La realidad no es lo que parece. La estructura elemental de las cosas, Tusquets, Barcelona 2015.

[ii] Solo a título ilustrativo, entre la gran variedad de publicaciones en este sentido, quiero citar la de Ana María OLIVA, Lo que tu luz te dice. Un viaje desde la tecnología hasta la consciencia, Sirio, Málaga 2014. Referencias a algunos de los experimentos a los que he aludido pueden encontrarse en Gregg BRADEN, La matriz divina. Un puente entre el tiempo, el espacio, las creencias y los milagros, Sirio, Málaga 2015.

 

Semana 2 de abril: MEDICINA ALTERNATIVA: ¿FRAUDE O SABIDURÍA? (I)

De manera recurrente, el diario El País trae algún artículo –no siempre firmado por el mismo periodista- en el que arremete sin contemplaciones y sin ningún tipo de matización, contra lo que, genéricamente, denomina “medicina alternativa” o, de modo aún más simple, “terapias pseudocientíficas”.

         El más reciente –publicado el día 15 de marzo de 2017- no es un artículo de opinión, pero refleja la que parece ser la línea habitual del periódico. Con el título “Críticas por un programa de promoción de pseudociencias en la radio pública”, alude a una protesta formal del partido político Ciudadanos, “por el estreno de un espacio en Radio 5 para la naturopatía, el reiki o la homeopatía”.

         De nada sirve que, desde el propio programa –En cuerpo y alma, estrenado por RNE el pasado 1 de febrero-, se explique que “el cuerpo y el alma necesitan atención y se le puede dar de diversas formas. Yoga, naturopatía, shiatsu, reiki, meditación, quiromasaje, homeopatía, reflexología, pensamiento positivo… Complementos de la ciencia más actual y tradicional con todos sus avances que no pueden ser ignorados, pero que se pueden complementar”. De nada sirve la explicación. A renglón seguido, el periodista escribe que se trata de un programa “para la difusión de pseudociencias, tratamientos y terapias que no tienen aval científico para mejorar la salud de las personas”.

         La recurrencia con la que en el citado diario se aborda toda esta cuestión referente a la llamada “medicina alternativa”, suscita en mí tres reacciones: valoración del espíritu crítico, pesar ante la ignorancia y sospecha de intereses ocultos.

         En primer lugar, me parece irrenunciable la razón crítica frente a todo tipo de ofertas que, en cualquier campo, nos quieran vender. Somos bien conscientes, tanto de la credulidad de la gente, como de la “habilidad” de charlatanes para garantizar el “éxito” de productos engañosos o, cuando menos, inútiles, que se han puesto de moda en un momento determinado. La actitud crítica ofrece un mínimo de distancia lúcida, que hace posible un discernimiento adecuado. La clave está justamente en el discernimiento lúcido, no en el rechazo por sistema de todo lo nuevo. No es lo mismo que, desde la TV pública, una periodista de moda recomiende las ventajas del consumo de limones para curar el cáncer que, desde el rigor que aportan los más recientes descubrimientos científicos, se planteen posibilidades hasta ahora inéditas, que chocan incluso por el paradigma “oficialmente” reconocido. Y no parece intelectualmente riguroso rechazar algo por la sencilla razón de que no responde a los estándares oficialmente aceptados.

    Cuando, por ese motivo, se rechazan apriorísticamente planteamientos novedosos o terapias alternativas, siento –y este es la segunda reacción- pesar por lo que percibo como cerrazón obstinada, por más que se presente apoyada por la ciencia…, sin caer en la cuenta de que esa “ciencia” a la que aluden ha quedado –o está quedando- obsoleta.

 Porque, ¿desde dónde se dice que algo no es “científico”? Indudablemente, desde un determinado paradigma científico, pero nunca desde la ciencia en sí misma. La ciencia clásica descartaba, como absurdos, los nuevos descubrimientos que iban surgiendo desde el campo de la mecánica cuántica. El propio genio de Einstein fue esclavo de su identificación con un paradigma determinado cuando, en la polémica con Niels Bohr, llegó a afirmar que “Dios no juega a los dados” (en un intento de sostener el determinismo de la física clásica frente al principio de indeterminación o de incertidumbre), o incluso a abominar de “la espeluznante acción a distancia” (frente a la teoría de la no-localidad cuántica). El desarrollo de la ciencia acabaría dando la razón al danés y mostrando, de paso, que Einstein, queriendo ser fiel a la ciencia, lo que hacía en realidad era cerrarse a la misma. De una manera similar, ¿quién nos asegura que mucho de lo que actualmente es descartado como “pseudocientífico” no será reconocido en un futuro no lejano como científicamente probado?