Semana 18 de junio: SOMOS PLENITUD

No somos el yo separado (persona) que nuestra mente piensa, sino plenitud de presencia que se expresa, manifiesta y experimenta en esta forma concreta –sumamente frágil y vulnerable- que llamamos “yo”.

         ¿Cómo pasar de esa creencia errónea –por más arraigada que esté- a la comprensión de nuestra verdadera identidad? En este “paso” se ventila la liberación de la ignorancia y del sufrimiento. Pedagógicamente, podría plantearse en las siguientes etapas:

  1. La creencia: Desde niños hemos crecido pensando que éramos el “yo” que nuestra mente pensaba; creencia que es sostenida y alimentada de manera constante por nuestro entorno familiar, educacional y cultural. Tal creencia hace que nos veamos radicalmente como carencia, que necesita ser “completada” por “algo” exterior de lo que todavía carecemos. Aquella misma creencia nos lleva a pensar que “somos malos” o, al menos, que “podemos ser mejores”. Y ahí nos pasamos la vida en una ansiedad más o menos intensa, entre la autoexigencia perfeccionista y la decepción o frustración inevitable.

 

  1. La realidad: No somos el yo carente que pensamos ser, sino Plenitud que se expresa en esta forma (persona) débil, frágil y sumamente limitada y vulnerable. Lo que llamamos “yo” es solo una construcción mental, que es fruto de la naturaleza apropiadora y separadora de la mente. Por eso, mientras nos pensamos, nos vemos como “yo”; sin embargo, en cuanto acallamos el pensamiento y atendemos, nos percibimos como Plenitud, una con todo lo que es. Así se explica que cuando no hay pensamiento ni memoria, no existe ningún yo; nunca había existido, salvo en la creencia mental de la que nació.

 

  1. La consecuencia: No necesitamos “mejorar”, porque no nos falta nada; todo es perfecto tal como es; todo está bien. Cuando has comprendido que eres uno con todo lo que es…, cuando eres consciente de ser Plenitud, ¿qué podrías desear?

 

  1. La trampa: La mente se apropia también de esta comprensión en beneficio propio, dando lugar a mecanismos de justificación y endiosamiento del yo, utilizando aquella certeza como pretexto para la indolencia y el narcisismo, que perpetúan la “zona de confort” donde el yo se refugia.

 

  1. La comprensión: Somos pura Presencia –Eso que queda cuando no ponemos pensamiento-. Pero la Presencia no es “algo” que tenemos o un “objeto” del que pueda apropiarse el yo; es, sencillamente, nuestra verdadera identidad, Eso que somos en lo más profundo; una identidad compartida con todos los seres, dado que todo es Presencia o Consciencia que se despliega a través de infinitas formas.

Solo esta comprensión permite sortear las trampas de la mente y del ego. En ella se disuelve también la paradoja entre lo que somos –plenitud de presencia- y la forma (persona) que tenemos o en la que nos experimentamos.

Cuando eso se ha percibido, se comprende que todo consiste en poner consciencia, es decir, en vivir conscientemente en conexión con lo que realmente somos. De esa vivencia –que en realidad es un “fluir” en la Vida que somos- brotará la acción adecuada en cada momento.

Semana 18 de junio: TÚ ERES LO QUE NO CAMBIA

Maharaj: ¿Qué le hace creer que usted es un individuo separado?

Interlocutor: Yo me comporto como un individuo. Funciono a mi propia manera. Me considero primero a mí mismo, y a los demás solo en relación a mí mismo. En pocas palabras, me ocupo de mí mismo.

Mah: Bien, continúe ocupándose de usted mismo. ¿Para qué asunto ha venido usted aquí?

Int: Para mi viejo asunto de ponerme a salvo y de hacerme feliz. Confieso que no he tenido demasiado éxito. No estoy a salvo ni soy feliz. Por lo tanto, heme aquí. Este lugar es nuevo para mí, pero mi razón para venir aquí es vieja: la búsqueda de una felicidad segura, y de una seguridad feliz. Hasta ahora no la he encontrado. ¿Puede usted ayudarme?

Mah: Lo que nunca se ha perdido jamás se puede encontrar. Su búsqueda misma de seguridad y de goce le mantiene alejado de ellos. Detenida la búsqueda, cesa la pérdida. La enfermedad es simple y el remedio igualmente simple. Es su mente solo la que le hace inseguro e infeliz. La anticipación le hace inseguro; la memoria, infeliz. Deje de usar mal su mente y todo estará bien en usted. Usted no necesita enderezarla, se enderezará por sí misma, tan pronto como abandone todo interés en el pasado y en el futuro y viva enteramente en el ahora.

Int: Pero el ahora no tiene ninguna dimensión. ¡Devendré un nadie, una nada!

Mah: Exactamente. Como nada y nadie usted está a salvo y feliz. Usted puede tener la experiencia preguntando. Inténtelo.

Pero volvamos a lo que es accidental y a lo que es espontáneo, o natural. Usted ha dicho que la naturaleza es ordenada mientras que el accidente es un signo de caos. Yo he negado la diferencia y he dicho que nosotros llamamos «accidental» a un acontecimiento cuando sus causas no pueden ser rastreadas. No hay ningún lugar para el caos en la naturaleza. Solo en la mente del hombre hay caos. La mente no abarca el todo, su foco es muy estrecho. Ve solo fragmentos y no llega a percibir el cuadro. Lo mismo que un hombre que oye sonidos, pero que no comprende el lenguaje, puede acusar al orador de cháchara sin sentido, y de estar enteramente equivocado. Lo que para uno es una corriente de sonidos caótica, es un bello poema para otro.

El rey Janaka soñó una vez que era un mendigo. Al despertar preguntó a su Gurú Vasishta: «¿Soy un rey que sueña que es un mendigo o un mendigo que sueña que es un rey?» El Gurú respondió: «Tú no eres ni uno ni otro, eres ambos. Tú eres, y no obstante no eres lo que piensas que eres. Eres debido a que te comportas como si lo fueras; no eres debido a que ello no dura. ¿Puedes ser siempre un rey o un mendigo? Todo está sujeto al cambio. Tú eres lo que no cambia. ¿Qué eres tú?»

Janaka dijo: «Sí, yo no soy ni un rey ni un mendigo, yo soy el presenciador desapasionado».

El Gurú dijo: «Esta es tu última ilusión, la de que tú eres un jnani, la de que eres diferente y superior al hombre común. De nuevo te identificas a ti mismo con tu mente, en este caso una mente de buen comportamiento y en todo modo ejemplar. Mientras que veas la más mínima diferencia, eres un extraño para la realidad. Estás en el nivel de la mente».

De NISARGADATTA Maharaj, Yo soy Eso, Sirio, Málaga 2000 (ed. orig. 1981). Tomado de www.grego.es

Se puede descargar gratis en: http://www.formarse.com.ar/libros/libros_gratis/inspiradores/yo-soy-eso.PDF

Semana 11 de junio: «NOSOTROS» Y «ELLOS» (y III)

“NOSOTROS” Y “ELLOS”.

EL ESQUEMA DE LA INTOLERANCIA Y EL FANATISMO

“La intolerancia es la angustia de no tener razón”
(Andréi Sajarov, físico nuclear y Premio Nobel de la Paz 1975).

III

          La intolerancia cae en trampas tan elementales que son fácilmente perceptibles, excepto para la propia personalidad intolerante. Esta –a veces sin ser consciente- proyecta constantemente en otros sus propios “demonios interiores” o sombra no reconocida; se escuda cómodamente en la supuesta culpabilidad ajena y, de ese modo, evita asumir las propias responsabilidades frente a todo lo que le sucede; ignora que el sufrimiento –no hablamos de “dolor”- nace siempre de uno mismo y, en concreto, de la propia mente no observada; permanece en la creencia errónea que le hace pensar que somos “yoes separados” y que esa separación pertenece a nuestra identidad…

      Si tenemos en cuenta que la intolerancia y el fanatismo son hijos de la inseguridad afectiva y de la ignorancia original acerca de quienes somos, parece que solo podremos superarlos si damos pasos en estas cuatro direcciones: crecimiento en autonomía y seguridad personal, gracias a un trabajo psicológico hecho de autoacogida y autoaceptación; comprensión adecuada de la verdadera identidad, que trasciende por completo nuestra “personalidad” o la idea del “yo” que se ha hecho nuestra mente; vivencia de la no-separación radical –no dualidad es amor-, más allá de las diferencias, en la certeza de que no somos iguales, pero somos lo mismo, lo cual implica pasar de la consciencia mítica a la consciencia transpersonal; capacidad para comprender los errores propios y ajenos, como frutos de la ignorancia y, en último término, de la inconsciencia.

         Hace unos años, en un pequeño libro en el que trataba de plantear la relación entre “religión” y “espiritualidad”, escribía: “La intolerancia –que es directamente proporcional al sufrimiento psíquico no elaborado, a la inflación del ego y a un estadio de consciencia mítico- se nutre de la necesidad de tener razón y de la voluntad de poder, y se manifiesta como descalificación del otro”[i].

         Si esto es así, el camino de liberación pasa por la vivencia de la espiritualidad en su sentido más genuino. Porque, como ha escrito el estudioso Jorge Ferrer, “la espiritualidad consiste principalmente en un proceso transformador básico en el que descubrimos y nos desprendemos de nuestro narcisismo para entregarnos al Misterio a partir del cual todo se está manifestando constantemente… [Toda transformación espiritual auténtica] implica despojarse del narcisismo, del egocentrismo, del estar aislado en uno mismo, del interés por uno mismo[ii].

          Así entendida, la espiritualidad es abierta, flexible, pluralista, dialogante, incluyente, universal. No conoce el juicio, la condena ni la intolerancia. Nos sitúa en el camino de la experiencia y la búsqueda. Es coherente con nuestra condición humana, respetuosa con los otros y humilde ante el Misterio inefable. Y nos coloca en la actitud adecuada, porque nos capacita para acceder a nuestra verdadera identidad, que supera y transciende tanto el mito –entendido literalmente- como la inseguridad. Aquella identidad una y compartida, donde se revela la falsedad de la dicotomía básica –“nosotros” frente a “ellos”-, que, aunque sea inconsciente, es el origen de todo enfrentamiento. La dicotomía remite a una visión tribal de la vida –los “nuestros” son siempre los de la propia tribu-; la sabiduría, por el contrario, nos hace ver que lo único que hay es “nosotros”, ya que todos compartimos, no solo la misma suerte, sino la misma identidad profunda.

————————————————

[i] E. MARTÍNEZ LOZANO, La botella en el océano. De la intolerancia religiosa a la liberación espiritual, Desclée De Brouwer, Bilbao 2009, p. 41.

[ii] J.N. FERRER, Espiritualidad creativa. Una visión participativa de lo transpersonal, Kairós, Barcelona 2007.

Semana 11 de junio: HUMANIDAD COMPARTIDA

HUMANIDAD INTERCONECTADA Y COMPARTIDA

Entrevista a NgugiwaThiong’o, escritor africano, candidato al premio Nobel de Literatura, en La Contra, de La Vanguardia 24 mayo 2017.

“Ningún ser humano es más ser humano que otro”.

“Tengo 79 años. Nací en Kenia y vivo exiliado en California. Casado, tengo 9 hijos y 6 nietos. Doctor honoris causa por una decena de universidades. ¿Mi política? El empoderamiento de todo ser humano. La vida humana aspira a la espiritualidad, pero las religiones con sus rituales se alejan de ella”.

Sabio

Todas las personas sabias que he conocido tienen tres claras características comunes: buen humor, amabilidad y un discurso universal, sirve para todos. Thiong’o es un portento, nació entre campesinos paupérrimos y vivió bajo la dominación colonial británica. Hoy tiene doce doctorados y es profesor en la Universidad de California. Su obra ha sido traducida a 30 lenguas. Su activismo social y su discurso político nacen de la digestión de una vida difícil: fue encarcelado por el dictador africano Daniel ArapMoi por escribir en su propia lengua, y sufrió tres intentos de asesinato. Ha visitado a Barcelona invitado por el CCCB y el PEN català. Parte de su obra está publicada en castellano (Debolsillo) y catalán (RaigVerd).

Una vez intenté impresionar a una chica saltando la valla de la escuela y me lesioné. Estuve seis meses inmovilizado, todavía conservo una gran cicatriz en el pie, pero la chica ni se dio cuenta de mi hazaña.

Gran lección.

Sí, sé tú mismo. He intentado ser auténtico y fiel a lo que yo concibo como verdad.

Muy pronto tuvo una verdad distinta al mundo que le rodeaba.

A mí me interesaba la calidad de vida de la gente ordinaria porque mi espiritualidad me dice que todos estamos conectados: los humanos, los otros animales, las plantas. Es algo obvio: bebemos el mismo agua, respiramos el mismo aire.

Cierto y sencillo.

Provengo de una familia campesina conectada con la tierra que los colonos británicos y a veces los terratenientes africanos nos arrebataron.

Por eso lucharon junto a los MauMau.

Sí, éramos campesinos muy pobres enfrentados al poderoso ejército británico. Contra todo pronóstico conquistamos la independencia. El poder real emana de las personas.

Hubo mucha crueldad.

Yo crecí a la sombra de la Segunda Guerra Mundial y por primera vez vi a un blanco trabajando, eran prisioneros italianos construyendo carreteras. Aquello me abrió la mirada.

También hubo traición.

El carácter moral de cada persona se desvela en tiempos de peligro. Cuando mi hermano y otros jóvenes se fueron a las montañas para luchar contra los británicos jamás hubiera dicho que él emprendería esa gesta.

¿Por qué?

Era un tranquilo carpintero. Había otros jóvenes con más empuje y palabra que, cuando llegó el momento, se posicionaron con los británicos, pero mi hermano se convirtió en el ser humano más increíble que he conocido: se fue literalmente esquivando balas y cuando lo vimos desaparecer en la montaña, se hizo legendario.

Usted ha luchado con la palabra.

Soy afortunado, tuve cuatro madres y un solo padre. Por la noche nos reunían en la casa de la madre mayor y narraban historias y noticias. Era maravilloso, pero nos decían que las historias se iban de día y no volvían hasta la noche.

Y usted quería más…

Sí, y fue fantástico que mi madre me enviara al colegio. Era analfabeta, pero supervisó mis deberes, preguntando, averiguando… Siempre me preguntaba si había dado lo mejor de mí. Un día le dije: “He dado el cien por cien, madre”, y entonces me contestó: “¿Y eso es lo máximo?”.

Qué estupenda.

Valoraba el esfuerzo, no los resultados, “hazlo lo mejor que sepas”, eso me infundió.

¿Era feliz siendo la tercera esposa?

Me explicó que se casó con mi padre precisamente porque tenía ya dos esposas. Ella quería un hogar, pero él le pegaba y lo abandonó. Así que tuve dos infancias, una en una gran casa llena de madres y hermanos; otra como miembro de un hogar monoparental.

¿Comprende a su padre?

Le he perdonado, porque el perdón es darte permiso a ti mismo de ser libre.

Tras la independencia fueron los propios africanos los que sometieron a los africanos.

Hay que descolonizar las mentes. Europa controla el 80% de los recursos del continente con el beneplácito de las clases ricas africanas.

A usted le encarceló un presidente africano por escribir en una lengua africana.

En aquella cárcel de alta seguridad entendí que a través de la imposición de la lengua mediante la humillación y la violencia demonizaron nuestra cultura. Desde entonces reproducimos los modos y maneras coloniales.

¿Qué cosas le hicieron desesperar?

“Nunca me voy a rendir, siempre me voy a esforzar”, escribí en un diario en mi época de estudiante que encontré años después. Cuando todo se va al garete, me repito eso.

Conoce el mal en propia carne.

Me han intentado asesinar tres veces. Cuando mi esposa y yo volvimos a Kenia después de 23 años de exilio nos atacaron, a mi mujer la violaron y a mí me apagaron cigarrillos en la cara y la cabeza. Escapamos de la muerte, tuve que elegir si centrarme en eso o en lo que me hicieron.

Optó por lo positivo.

La maldad está ahí, pero también la bondad. Al día siguiente en el mercado cientos de mujeres rodearon a mi esposa y le dijeron que ellas la iban a proteger. Fue una cascada de amor.

Parece que en esa guerra del bien contra el mal, el mal lleva ventaja.

Solo en el corto plazo. Ganaría si la gente abandonara toda esperanza. En medio de la oscuridad siempre hay un destello de esperanza al que hay que darle oxígeno, y ese oxígeno es el amor humano, la interconexión de la vida: recordar que dependemos los unos de los otros.

¿Cuál es su historia en torno al fuego?

Yo quiero que acojamos esa pequeña llama, que seamos capaces de seguir nuestros sueños para conseguir un mundo más humano, quiero contar la historia de nuestra conexión, decir que no podemos aceptar un mundo en el que el esplendor de pocos se basa en la miseria de muchos.

¿Sus momentos más felices?

Me gusta pasear entre flores, contemplarlas, porque todas son diferentes y ninguna es más flor que otra, son esplendorosas en su multiplicidad de colores. De la misma manera ningún ser humano es más ser humano que otro.

Semana 4 de junio: «NOSOTROS» Y «ELLOS» (II)

“NOSOTROS” Y “ELLOS”.

EL ESQUEMA DE LA INTOLERANCIA Y EL FANATISMO

“La intolerancia es la angustia de no tener razón”
(Andréi Sajarov, físico nuclear y Premio Nobel de la Paz 1975).

II

En cierto modo, la intolerancia –aunque injustificable- es “comprensible”, tanto desde el punto de vista cultural como desde el psicológico. Entre otras cosas, es un pre-juicio –en el sentido más literal del término-, y sabemos que todo prejuicio es inconsciente, lo que hace muy difícil, si no imposible, trabajar sobre él.

         Por lo que se refiere al aspecto cultural, parece innegable que uno de los estadios de la consciencia –el llamado “nivel mítico”, que abarcaría al menos 10.000 años, desde el Neolítico hasta nuestra era, y que sigue presente en nuestras neuronas- se caracteriza por el etnocentrismo.

         En su último libro, Adolf Tobeña, catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina y del Instituto de Neurociencias de la UAB, propone el recurso a la psicobiología y las neurociencias para entender los nacionalismos[i]. En esa clave señala “el gregarismo, el etnocentrismo y la xenofobia, como resortes primordiales de los nacionalismos de base identitaria, pese a que se presenten con una impecable y engañosa modernidad”. Lo que –inconscientemente- persigue todo nacionalista es el sueño de “la república perfecta habitada por individuos perfectos”, algo, según él, no difícil de explicar a partir del estudio del cerebro y de la psicobiología.

    Para quien se halla en el nivel mítico de consciencia, su propio grupo es el depositario de la verdad en todos sus aspectos. Para ellos es claro que solo existe un modo correcto de pensar. Los otros se convierten automáticamente en seres equivocados y, por tanto, “inferiores”. Quedan descalificados de raíz. Ante ellos solo cabe una de estas posturas: convencerlos –“traerlos a la verdad”: el proselitismo de todo signo se asienta en esta creencia-, ignorarlos, conquistarlos o eliminarlos. 

         Desde un punto de vista psicológico, es claro que la intolerancia y el fanatismo son hijos directos de la inseguridad afectiva. Quien padece inseguridad busca aferrarse a cualquier cosa que alivie su angustia, son frecuencia sin ser consciente de que la raíz de la misma se halla en un pasado lejano y tiene un componente esencialmente afectivo. No es exagerado afirmar que el fanatismo esconde la ausencia de vínculo seguro con la figura materna, que se halla en el origen de la inseguridad que resulta insoportable.

     La personalidad fanática o intolerante puede creerse en posesión de la verdad absoluta, como un modo de obtener una cierta sensación de seguridad. Ahora bien, como tal sensación es sumamente precaria e inestable, será incapaz de tolerar la discrepancia, porque la mera existencia de opiniones diferentes a la suya lo introducirá en una duda que no podrá afrontar. La personalidad insegura es incapaz de permanecer en la incertidumbre y de convivir en la diferencia.

   Sobre estas bases, es comprensible que la intolerancia y el fanatismo se hagan presentes en cualquier ámbito de la existencia humana: relacional, laboral, político, religioso… Hasta el punto de que, incluso en religiones que hacen del amor y de la unidad su primer mandamiento, conviven personalidades intolerantes y fanáticas que, no solo culpan de sus males a los otros, sino que en ocasiones llegan incluso a desear acabar con ellos.

    La historia sociopolítica y religiosa está llena de posturas dualistas y maniqueas que consideran a “los otros” como causantes de “nuestros” problemas. A partir de este diagnóstico no queda sino una acción hostil que trate de eliminar o, al menos, reducir y silenciar al diferente, en comportamientos xenófobos de todo tipo.

   En cierto modo, podría decirse que, en esos planteamientos dualistas, un componente básico de la identidad del “nosotros” consiste justamente en la oposición a “los otros”. Hasta el punto de que un “enemigo” común más fuerte es capaz de unir en una misma lucha a enemigos que parecían irreconciliables entre sí. A este respecto, Yuval Harari, el historiador israelí ya citado, cuenta que el día del desfile gay en Jerusalén, organizado por la comunidad LGTB, es “el único día de armonía en la ciudad”: religiosos judíos, cristianos y musulmanes se ven poderosamente unidos en una causa común; todos se enfurecen a la vez y con la misma intensidad contra dicho desfile.

     Con el grito, reiterado y cansino, de “America first”, Donald Trump no hace sino intentar construir una identidad sobre la base de la oposición o incluso el rechazo de “los otros”, a quienes se culpa de todos los males propios.

___________________________________________________________________________

[i] A. TOBEÑA, La pasión secesionista. ¿El ímpetu secesionista nació a partir de un enamoramiento colectivo?, ED Libros, Barcelona 2017.

Semana 4 de junio: TRUMP, SOMBRA DE USA

LA SOMBRA DE ESTADOS UNIDOS:
EL VERDADERO SECRETO DE DONALD J. TRUMP

 
Deepak CHOPRA, en Huffington Post
 http://www.huffingtonpost.com/deepak-chopra/americas-shadow-the-real-_b_10319848.html

“Donald Trump es la expresión de la sombra colectiva que llevamos dentro”.

Existe una manera eficaz de explicar el auge de Donald Trump que muchos analistas políticos han pasado por alto. Lo normal es que se describa a Trump como una anomalía extraña: empezó como un candidato famoso que no tenía muchas posibilidades y ha desafiado todas las reglas convencionales de la política, algo que debería haber tenido consecuencias desastrosas. En su lugar, Trump ha barrido a todos los que estaban delante de él en la carrera del Partido Republicano estadounidense. Posee un don para ser siempre el protagonista y continúa dominando de una forma que ningún político ha conseguido lograr en la actualidad.

Pero, en realidad, Trump no es ni extraño ni anómalo. Representa algo universal, algo que tenemos delante de nosotros. Es un aspecto de la psique humana del que nos avergonzamos, eso hace que sea un secreto colectivo. Si retrocedemos un siglo en el tiempo y nos centramos en el ámbito de la psicología profunda, el lado secreto de la naturaleza humana adquirió un hombre: la sombra.

La sombra se compone de todos los impulsos oscuros -el odio, la agresión, el sadismo, el egoísmo, los celos, el resentimiento, la transgresión sexual…- que no vemos. El nombre se lo otorgó Carl Jung, pero tiene su origen en la concepción de Freud de que nuestras psiques son dualistas, se dividen entre lo consciente y lo inconsciente. El auge de la civilización es un homenaje a lo bien que obedecemos a nuestro lado consciente y lo bien que suprimimos a nuestro lado inconsciente. Pero lo que se esconde entre las sombras acabará saliendo.

Cuando eso ocurre, las sociedades aparentemente ordenadas, racionales, justas, cultas y refinadas empiezan a dar horribles muestras de comportamientos que no son propios de ellas: la violencia, los prejuicios, el caos y la irracionalidad imposible de tratar. De hecho, la trágica ironía reside en que las peores muestras de la sombra se dan en sociedades que, aparentemente, no tienen nada de lo que preocuparse. Esto explica por qué Europa, cuando vivía una época estable de comportamiento civilizado, se lanzó a las fauces de la Primera Guerra Mundial.

Si Trump es la última personificación de la sombra, entonces no es una anomalía extraña; lo sería si los únicos patrones de medida fueran los valores racionales y comunes. Démosle la vuelta a la tortilla y hagamos que lo inconsciente se convierta en el estándar de medida, Trump es algo normal. Cuando la sombra aparece, lo que está mal se convierte en lo que está bien. Ser transgresor es un alivio porque, de repente, la psique colectiva retoza en jardines prohibido. Cuando Trump se permite comportarse mal de manera generalizada y cuando le dice a su descontrolado público «es divertido, ¿verdad?», lo que está haciendo es expresar en público un impulso del que nos avergonzamos: el de dejar de obedecer las reglas.

Pero la parte divertida de la Primera Guerra Mundial -a la que se envió, casi alegremente, a luchar a jóvenes- se convirtió en horror, y la sombra tendió una trampa traicionera. Una vez que sale a la luz, es difícil volver a enterrar a la sombra. El Partido Republicano la ha dejado cociendo a fuego lento desde que Nixon descubrió cómo sacar partido al racismo sureño, a las agresiones amparadas por la ley contra los grupos minoritarios y a la actitud de «nosotros contra ellos» que utilizó contra el movimiento que mostraba su desacuerdo con la guerra de Vietnam. Para no sentir vergüenza, las buenas personas de la derecha estadounidense buscaron a figuras que parecieran respetables después del mandato de Nixon. La ironía reside en que, en las sociedades civilizadas que no parecen dar rienda suelta a la sombra, cuanto más actuaban benévolamente Reagan o Bush, más fuerte se hacía la sombra detrás de esa máscara.

Trump se ha quitado la máscara, ebrio por la «diversión» que le provoca dar rienda suelta a sus demonios y descubrir que, para su sorpresa (al igual que le pasó a Nixon), millones de personas le aplauden. Aunque haya similitudes, Nixon consiguió mantener relativamente el control de las fuerzas que desató. Sin embargo, es posible que Trump cabalgue a lomos de un caballo desbocado; esa parte de la historia todavía no ha llegado a su fin.

Si la sombra se niega a retirarse, que es lo que ocurre siempre, ¿qué podemos esperar de los próximos seis meses? La situación actual nos deja atrapados entre la negación y el desastre. La negación tiene lugar cuando se ignora a la sombra; el desastre ocurre cuando uno se rinde. Sin llegar a ninguno de los extremos, los estadounidenses presentan el inquietante síntoma de estar fuera de control. Trump se jacta de estar fuera de control y hasta que no llegue a su final -y nadie puede predecir cuándo ocurrirá- seguirá siendo inmune a las limitaciones normales.

¿Qué se puede hacer mientras tanto?

  1. Hay que ver el fenómeno Trump como lo que es: un enfrentamiento con la sombra.
  2. En vez de demonizarla, hay que aceptar que la sombra está y siempre ha estado presente en todos nosotros.
  3. Al mismo tiempo, hay que darse cuenta de que la sombra nunca acaba ganando.
  4. Es necesario aprovechar cada oportunidad para reforzar el valor de volver a lo correcto y a la razón.
  5. No se puede combatir a la sombra con más sombra. Es decir, no hay que rebajarse a su nivel ni seguir las reglas nihilistas de Trump; él siempre va a estar dispuesto a rebajarse aún más.

Estados Unidos ha tenido la suerte de desahogarse y de reconocer que su historia está llena de demonios. Durante la Gran Depresión los ladrones de bancos se convirtieron en héroes populares, pero nadie llegó a sugerir que Bonnie y Clyde dirigieran el país. Los límites racionales que permiten la evolución humana llevan miles de años funcionando con éxito: la zona superior del cerebro se volvió dominante en detrimento de la parte inferior del cerebro. Ese dominio sigue presente, independientemente de lo mucho que nos acerquemos a las áreas primitivas del cerebro. Trump representa algo auténtico de la naturaleza humana y en momentos difíciles es el chico malo que se convierte en un héroe popular. Todavía no ha acabado este combate contra nuestra propia sombra.