LEER EL EVANGELIO DESDE UNA NUEVA COMPRENSIÓN

Domingo II de Adviento

6 diciembre 2020

Mc 1, 1-8

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Está escrito en el Profeta Isaías. Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos”. Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonaran los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”.

LEER EL EVANGELIO DESDE UNA NUEVA COMPRENSIÓN

   Los evangelios presentan a Juan el Bautista como el mensajero que “prepara el camino” de Jesús. Y lo retratan como un profeta austero y exigente, que no duda en recurrir a la amenaza divina para exigir la conversión de quienes se acercan a él.

  En todas sus manifestaciones, los evangelistas subrayan, de manera expresa, su “inferioridad” con respecto a Jesús, patentizada en este caso por el diferente tipo de bautismo que realizan. Si el de Juan era algo simbólico –el agua en cuanto símbolo de limpieza–, el de Jesús es “espiritual”, en el sentido genuino del término: comunica el Espíritu.

 Una lectura literal parecía entender esa expresión en el sentido de que Jesús transmitía el Espíritu de Dios –entendido como un Ser separado– a quienes creían en él, con lo cual la persona quedaba enriquecida y transformada para iniciar una nueva forma de vida.

 Tal lectura, aun apuntando en la dirección adecuada, encerraba el peligro de –y, en la práctica, quedaba atrapada en– un dualismo insuperable y una objetivación del propio misterio que somos. En concreto, la salvación se consideraba como algo venido de fuera, como don de una divinidad separada y encarnada en un hombre particular, don adquirido gracias a la propia fe en él.

 Desde la comprensión no-dual, la lectura queda modificada. No hay separación, nada viene desde “fuera” ni es consecuencia de la propia actitud. Lo que somos, lo somos siempre. En nuestra identidad profunda, somos Espíritu. Nadie nos lo comunica; lo que puede hacer es ayudarnos a caer en la cuenta, a comprender y reconocer lo que hemos sido desde siempre.

 La salvación no viene de fuera. Estamos ya salvados. Lo que nos hace falta es, sencillamente, comprenderlo.

 Leídas desde la mente, estas afirmaciones suelen ser desechadas sin miramiento. Y desde la perspectiva religiosa, suelen considerarse como muestra de autosuficiencia, fruto de un pelagianismo que negaría la acción transcendente, fiándolo todo a la obra humana.

  Sin embargo, el sujeto de aquellas afirmaciones no es el yo. No es él quien está salvado ni conoce la plenitud. El sujeto es nuestra identidad profunda, la consciencia ilimitada, atemporal y no-local que somos. Y lo que sucede en la comprensión es, justamente, lo opuesto a la inflación del ego: su disolución. No hay ningún ego que pueda salvarse. La comprensión nos “salva” de la identificación con el ego, al mostrarnos nuestra verdadera identidad. No estamos, por tanto, ante un yo pelagiano y engañosamente autosuficiente, sino ante el gozo de compartir la misma identidad profunda con todos los seres: el Espíritu.

¿Me abro a reconocerme en lo que somos, transcendiendo la identificación con el yo?

Semana 29 de noviembre: SOLTANDO VIEJOS PARADIGMAS // Otto SCHARMER

Entrevista de Ima Sanchís a Otto Scharmer, profesor titular de la Sloan School of Management, del MIT, en La Contra, de La Vanguardia, 26 agosto 2020.

“Somos una civilización que se desmorona y se acaba”.

Tengo 59 años. Nací en una granja en el norte de Alemania y vivo en Boston, Massachusetts. Hay que reinventar la política. Menos de derechas o izquierdas y más acerca del cambio organizacional de los sistemas para ponerse al servicio de todos los seres vivos del planeta.

Otto Scharmer preside el programa MIT Ideas para la innovación intersectorial en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Cofundó MITx U.Lab, curso en línea abierto, y creó y dirige el Presencing Institute, una organización global que desarrolla métodos y herramientas para los líderes que crean cambios. Premio Jamieson a la Excelencia en la Enseñanza en el MIT (2015), y premio Leonardo de Aprendizaje Corporativo de la UE por las contribuciones de la teoría U al futuro de la gestión: un método de desarrollo personal y social que se basa en modificar el punto de partida y soltar los viejos paradigmas. Sus propuestas están llamando la atención de empresas, instituciones y gobiernos de todo el mundo. Eleftheria publica Teoría U y Liderar desde el futuro emergente.

Cuál es su foto del mundo actual.

Somos una civilización que se desmorona y se acaba.

Vaya.

Pero una nueva civilización que ­requiere una nueva manera de organizar la economía y recrear la manera en la que convivimos está al nacer.

¿Estamos en el inicio de un cambio?

Estamos ante el abismo y solo podemos cruzarlo si nos encaramos con el reflejo de la sociedad que hemos creado. El mundo actual está por cruzar un umbral de posibilidades y cambios.

Parece que van a ser trabajosos…

Es necesario redirigir de manera bifocal el rayo de nuestra atención para mirar hacia dentro de nosotros mismos tanto como miramos hacia fuera.

¿Propone pasar del ego al eco?

Por mi experiencia de trabajo con equipos y grandes organizaciones sé que si realmente quieres cambiar el sistema, necesitas transformar la conciencia, es la única manera.

¿Y cómo se hace?

Hacer el cambio de ego a eco implica que cuando yo hago algo, tengo realmente una conciencia de lo que significa para ti, en lugar de estar cegado a la realidad del otro y seguir perpetuando mis viejos comportamientos. Necesitamos una nueva conciencia.

¿Individual, y también colectiva?

Por supuesto, también es necesaria una toma de conciencia colectiva para formar nuevas organizaciones más flexibles, equitativas, fluidas y adaptativas a los cambios del medio ambiente en el que vivimos.

Hemos vuelto a los insostenibles niveles de contaminación en los que vivíamos…

Debemos transformar nuestra economía, nuestro estilo de vida y la forma en que realizamos y elegimos todo lo que es público. Pasar a la energía renovable y la agricultura orgánica. Y un sistema diferente de gobierno y de toma de decisiones democráticas que nos permita realinear la actividad económica con intención humana.

¿La pandemia va a derivar en un mundo de mayor control social?

No se trata solo de un problema de gobiernos más o menos autoritarios sino de negocios autoritarios, como las grandes empresas de datos que se apropian de nuestros datos sin tener legitimidad para hacerlo y mantienen un modelo de negocio que está socavando la democracia y amenazando el futuro de nuestra civilización.

A los ciudadanos nos cuesta percibirlo.

Necesitamos un nuevo contrato social en torno a nuestro sistema económico y financiero, porque demasiado de este se basa en la extracción. La extracción de trabajadores está amplificando la desigualdad estructural, y la extracción de recursos naturales, la destrucción del planeta.

Hay muy buenas propuestas por el mundo, ¿por qué no arrancan?

Urge poner en marcha una conversación diferente como país y como sociedad, porque todos los subsidios, todos los recursos públicos están actualmente al servicio de los viejos sistemas. Necesitamos un sistema diferente de gobierno y de toma de decisiones democráticas que nos permita realinear la actividad humana.

Una actividad económica con intención humana, dice.

Tendremos más trastornos, lo sabemos, tendremos más paquetes de rescate, lo sabemos. La cuestión es si para superar la crisis vamos a seguir invirtiendo el dinero en las viejas estructuras, como las aerolíneas, que están a punto de morir de todos modos, o vamos a apostar por invertirlo en el bienestar sostenible para todos. Necesitamos transparencia.

Esta crisis está dejando a miles de personas en la calle; ¿qué futuro vislumbra?

Creo que estamos al comienzo de un periodo de grandes sacudidas. Necesitamos desarrollar la resiliencia como individuos, como familia, como comunidad y como sociedad global.

¿Cómo liderar esos cambios?

Los masivos fracasos de liderazgo que estamos viendo son en general por falta de escucha. Escuchar es realmente la base de todo gran liderazgo y de todo gran logro humano.

Hábleme de los cambios necesarios.

Para mí hay tres grandes brechas: la brecha ecológica, que desconecta nuestro ser de la naturaleza, porque la brecha entre nuestra conciencia y lo que hacemos es cada vez mayor.

Cierto.

La brecha social desconecta nuestro ser de los otros y está provocando una creciente división e injusticia social. Y la brecha espiritual, que desconecta a nuestro ser de sí mismo. Hay que abordar estos temas.

¿Cuál es su esperanza?

Cuando miras la respuesta social al coronavirus o al racismo, la Black Lives Matter, entre muchas otras, vemos una nueva fuerza que nos permite producir un profundo cambio, una acción colectiva basada en la conciencia.

No parece usted economista.

Si comenzamos a operar desde un espacio de conciencia compartida para identificar los problemas más profundos y hacia dónde queremos ir, eso nos permite organizar y colaborar de una manera mucho más fluida. Si unimos atención e intención, creamos un ciclo de retroalimentación positiva y efectiva ante los desafíos que están por venir. Yo tengo esperanza.

NO HAY VIDA SIN DESPERTAR

Domingo I de Adviento

29 noviembre 2020

Mc 13, 33-37

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!”.   

NO HAY VIDA SIN DESPERTAR

  Las palabras de Jesús remarcan una actitud básica: la importancia de vivir despiertos y despiertas. Lo cual equivale a ser conscientes de lo que somos y a vivir en coherencia con ello.

 Estamos dormidos mientras permanecemos en la superficie, “lejos” de nosotros mismos, de los demás, de la vida. Nos movemos entonces como personajes de un sueño en busca de sus propios intereses, sin ni siquiera cuestionarnos el porqué y el para qué de la existencia. En consecuencia, nos olvidamos de “ser” y priorizamos el “tener”, el “hacer”, el entretenerse…

 Despertar es ser, de una manera cada vez más constante e ininterrumpida. “Solo ser”, como dijera el poeta Jorge Guillén. Y en la certeza –estas son palabras de Jesús de Nazaret– de que todo lo demás “se nos dará por añadidura”.

 ¿Qué requiere “ser”? Poner consciencia, o mejor aún, vivir con consciencia. Algo que desaparece cuando estamos “dormidos”. Por lo cual, es probable que necesitemos entrenarnos en activarla.

 Poner consciencia implica una especie de viaje de “vuelta a casa”. Y el entrenamiento, en tal caso, pasa por acercarnos a nosotros mismos, desde una actitud inicial de aceptación y unos sentimientos de cercanía y de amor hacia sí.

 A partir de ahí, a través de esa “puerta de entrada”, podemos entrar en contacto con la Vida que somos, más allá de la persona en la que nos estamos experimentando. Hasta experimentar que, en realidad, no vivimos, sino que somos vividos. Y desde esa comprensión nos convertimos, de manera consciente, en cauces por los que la vida se despliega. Hemos despertado.

  Para que el despertar se produzca, necesitamos “velar”, que puede traducirse en un doble cuidado: por un lado, cuidar los tiempos de silencio para alimentar la consciencia de cercanía amorosa a nosotros mismos y saborear la vida que somos; por otro, cuidar la atención consciente a lo largo del día para mantener viva de manera continuada aquella conexión… o volver a ella cada vez que notemos que nos hemos “alejado”.

¿Escucho el anhelo interior que me llama a vivir despierto/a?

Semana 22 de noviembre: MEDITACIÓN Y VIDA COTIDIANA – Entrevista

«Lo que nos hace sufrir no es lo que nos ocurre, sino cómo interpretamos lo que nos ocurre».

Entrevista realizada por Trini Díaz, publicada en Diario de Noticias de Navarra, 15 noviembre 2020.
https://www.noticiasdenavarra.com/actualidad/sociedad/2020/11/15/enrique-martinez-hace-sufrir-como-interpretamos/1095051.html

En estos tiempos en que estamos «amenazados» de encierro, distancia social, aislamiento e individualismo, Enrique Martínez Lozano, psicoterapeuta, sociólogo y teólogo, ofrece semanalmente un espacio de encuentro virtual gratuito y abierto sobre meditación y vida cotidiana en YouTube, que logra reunir a más de 5.000 personas.

Martínez Lozano propone crecer en comprensión y saborear lo que somos todos los miércoles mediante una práctica meditativa y una aportación teórica, siguiendo su libro Psicología transpersonal para la vida cotidiana.

─ Meditar, según la RAE, es “pensar atenta y detenidamente sobre algo”. ¿A qué se refiere cuando habla de meditación?

En Occidente se ha solido entender “meditación” como sinónimo de “reflexión”. En su sentido genuino, sin embargo, meditar significa acallar la mente para poder ver más allá de los filtros mentales.

─ ¿Acallar la mente?

Eso es: quitar pensamiento y poner atención. La mente es una herramienta preciosa cuando la utilizamos a nuestro servicio, pero se convierte en un tirano cuando nos reducimos a ella. No puede haber libertad interior, ni liberación del sufrimiento, ni comprensión de lo que somos, si no aprendemos a silenciar la mente pensante.

─ ¿Liberar del sufrimiento?

Así es. No digo del dolor, que forma parte del lote de la existencia, sino del sufrimiento mental. Basta pensar que lo que nos hace sufrir no es lo que nos ocurre, sino el modo como interpretamos lo que nos ocurre.

─ Meditar, por tanto, es entrenar la atención.

Así es. Pero hay más…

─ ¿Qué más?

Tal como la entiendo, la práctica ha de incluir un triple cuidado: el amor a uno mismo, la atención y el silencio consciente, que es silencio del pensamiento y del ego. Ese triple cuidado se plasma en tres tipos de prácticas: psico-afectivas, atencionales y propiamente meditativas.

─ ¿Qué vive la persona en cada una de esas prácticas?

De manera sintética podría decirse lo siguiente: desarrolla el amor humilde e incondicional hacia sí misma –que le abre a desplegar el amor hacia los otros–, crece en libertad interior porque es capaz de tomar distancia de la mente, se abre a la comprensión experiencial de lo que realmente somos y saborea en el silencio esa identidad profunda.

─ Muchas ventajas…

Son los frutos que trae el hecho de vivirse “en casa”, es decir, en la comprensión de lo que realmente somos. Al comprenderlo, salimos de la ignorancia y del sufrimiento mental.

─ Meditación y contemplación: ¿tienen algo en común o son cosas diferentes?

Si se entienden bien, podría decirse que son términos, no solo equivalentes, sino idénticos. Siempre que la “contemplación” no se reduzca a un ejercicio mental, sino que se entienda como “contemplación sin objeto”. Lo cual recuerda los versos de Jorge Guillén: “Solo ser. Nada más. Y basta. Es la absoluta dicha”.

─ ¿Meditar para qué? ¿No es mejor pensar y reflexionar para solucionar los problemas de la vida cotidiana?

Ambas cosas son necesarias. Necesitamos pensar con lucidez, analizar, reflexionar… Pero necesitamos hacerlo desde el “lugar” adecuado. Sin silencio, el pensamiento fácilmente se pierde en sus propias elucubraciones. Meditar nos lleva al “centro”, de donde brota el pensamiento ajustado.

─  ¿Y no hay peligro de que la meditación promueva el aislamiento, la evasión e incluso el individualismo en una sociedad ya demasiado individualista?

Esos riesgos nos acechan siempre: individualismo, escapismo, narcisismo, egocentrismo… Y pueden colarse también en la práctica meditativa. Sin embargo, si la persona persevera, la misma práctica posee potencial para liberar de esas trampas y favorecer el ajuste y el despliegue cada vez más armonioso de la persona.

─ ¿Cómo puede favorecer la meditación ese despliegue?

Porque la práctica meditativa conduce a la persona a su centro. Y ese centro es plenitud de vida y de amor. Es ecuanimidad, libertad interior, gozo y compromiso.

─ ¿También compromiso?

Indudablemente. Se descubre que ese “centro” se halla habitado por todos los seres; que, en lo profundo, somos uno; que, siendo distintos, somos lo mismo. Lo que brota de la comprensión es compasión y compromiso, que en cada persona se concretará de un modo específico.

─ ¿Y cómo repercute todo eso en la convivencia?

La espiritualidad así entendida –en su sentido genuino, como “profundidad humana”– es fuente y alimento de una convivencia caracterizada por el respeto profundo, la acogida, la cooperación y el servicio. Desenmascarando prejuicios y relativizando creencias, construye espacios de libertad y de fraternidad.

─ Eso significa que la meditación no aleja de la vida…

Al contrario, si es auténtica, la práctica meditativa nos libera de la tiranía de lo inmediato para conducirnos a aquello que es realmente importante. ¿De qué sirven las prisas y el activismo si estamos desconectados del centro de lo real? La práctica meditativa nos sitúa en ese centro, de donde todo fluye.

─ ¿Fluye?

Sin duda. Cuando estamos alineados con la vida, cuando vivimos diciendo “sí” a la vida, apreciamos la sabiduría del despliegue de todo lo que es.

─ Recientemente ha escrito el libro Psicología transpersonal para la vida cotidiana. ¿En qué consiste la psicología transpersonal?

En comprender y atender a la persona de manera integral. La psicología y psicoterapia transpersonal, nacida hace apenas cincuenta años, aporta una comprensión integral del ser humano y ofrece medios que ayuden a la persona a descubrir y vivir su identidad profunda.

─ ¿Y su novedad con respecto a otras corrientes psicológicas anteriores?

La psicología transpersonal es considerada la “cuarta ola” de la psicología, tras el psicoanálisis, el conductismo y la psicología humanista. Su novedad radica justamente en el prefijo “trans” (más allá de, más que). Lo que somos –nos recuerda– transciende todo aquello que podemos pensar. Somos más que nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestros sentimientos, nuestro psiquismo, nuestras circunstancias…

─ ¿Qué somos?

Somos Eso que es consciente de todo ello. Puedo detectar sensaciones, sentimientos, pensamientos, percepciones… Todo ello son objetos que aparecen en mi campo de consciencia. Pero, ¿qué es eso que se da cuenta de esos objetos? Solo “Eso” puede ser mi identidad.

─ En sus encuentros siempre habla de psicología y espiritualidad. ¿Por qué?

Me parecen inseparables si queremos comprender al ser humano de manera integral y responder adecuadamente a sus necesidades. Me gusta decir que la espiritualidad sin la psicología está coja, y la psicología sin la espiritualidad, ciega.

─ Pero, ¿qué entiende por espiritualidad?

Tal como la entiendo, espiritualidad es sinónimo de profundidad humana. No es algo añadido a la persona, tampoco tiene que ver con creencias, doctrinas, ritos o normas. La espiritualidad genuina es una “espiritualidad sin adjetivos”, hace referencia a nuestra dimensión más profunda, es decir, a nuestra identidad.

─ ¿Y su relación con la psicología?

La psicología busca comprender y “ajustar” nuestro psiquismo. Su objetivo es la integración o unificación psicológica de la persona. La espiritualidad, por su parte, conduce a la comprensión de lo que somos en profundidad. Por decirlo brevemente, la psicología tiene que ver con nuestra “personalidad”; la espiritualidad con nuestra “identidad”. La sabiduría cosiste en integrarlas de manera adecuada: vivir nuestra personalidad desde nuestra identidad.

─ Y en esta situación de incertidumbre en que estamos viviendo como consecuencia de la Covid-19, ¿qué aporta la práctica meditativa?

Algo que considero fundamental: una actitud adecuada, hecha de comprensión, aceptación profunda, ecuanimidad y compasión, junto con herramientas prácticas para gestionar las dificultades y los miedos de modo constructivo.

─ En esta sociedad donde todo se valora con dinero llama la atención que sus encuentros sean gratuitos. Su tiempo, su dedicación, su esfuerzo… ¿Cuál es su recompensa?

Indudablemente, necesitamos del dinero para vivir. Pero me parece importante vivir también la gratuidad. Por lo que se refiere a este proyecto, lo vivo con gozo, como un servicio a las personas, consciente de la ayuda que en este campo se puede aportar. Regalando algo de lo que a mí mismo se me ha regalado. Y con gratitud hacia quienes me han animado y ayudado a llevarlo a cabo.

─ Yendo a lo práctico: ¿cuándo son estos encuentros y cómo se puede acceder a ellos?

Los encuentros tienen una periodicidad semanal: todos los miércoles, de 19:30 a 20:30 hs. Meditamos y abordamos los contenidos de la psicología transpersonal. Lo hacemos a través de un canal de YouTube –que hemos denominado “Meditación y vida cotidiana”–, para facilitar el acceso a toda persona que lo desee. Puede encontrarse poniendo en el buscador: “Meditación y vida cotidiana – Enrique Martínez Lozano”.

ENCUENTROS

ACOGERSE, ATENDER Y ESTAR (SER)

Meditación. Desde hace cuatro años, Martínez Lozano ofrece en Pamplona encuentros quincenales de meditación, que reunían a unas 150 personas. La pandemia le ha obligado a abrir nuevas alternativas online para seguir fomentando el crecimiento integral de la persona. Enrique Martínez Lozano es autor de varios libros y se halla comprometido en la tarea de articular psicología y espiritualidad. Su trabajo asume y desarrolla la teoría transpersonal y el modelo no-dual de cognición. Su último libro Psicología transpersonal para la vida cotidiana se ha convertido, en tiempos de pandemia, en una herramienta de ayuda, particularmente para quienes se ven más atrapados por el dolor, la incertidumbre y el desconcierto porque, según explica, «lo que realmente somos se halla siempre a salvo: podemos perder lo que tenemos, nunca lo que somos». Propone prácticas de meditación para favorecer una vivencia integrada y armoniosa, que resume en tres palabras: acogerse, atender y estar (ser).

«Meditar significa acallar la mente para poder ver más allá de los filtros mentales: quitar pensamiento y poner atención».

«No puede haber libertad interior ni comprensión de lo que somos si no aprendemos a silenciar la mente pensante».

«Hay riesgos que nos acechan siempre: como el narcicismo o el individualismo  también en la práctica meditativa».

TODO OTRO ES NO-OTRO DE MÍ

Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario: CRISTO REY.

22 noviembre 2020

Mt 25, 31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: «Venid, vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme». Entonces los justos le contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?». Y el rey les dirá: «Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis». Y entonces dirá a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis». Entonces también estos contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?». Y él replicará: «Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de estos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo». Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.

TODO OTRO ES NO-OTRO DE MÍ

  Con frecuencia se ha leído este relato como si fuera una especie de “descripción” anticipada de lo que habría de ser el “juicio final”. No es así; se trata de una parábola que busca responder a una cuestión universal: “¿Qué hacer?, ¿cómo acertar en la vida?”.

  La respuesta que Jesús ofrece no puede ser más clara. No hay referencia a creencias ni a comportamientos “religiosos”, sino que nombra acciones concretas para cuya comprensión no se requiere ningún razonamiento: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedar al forastero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al preso.

   En su tajante y radical simplicidad, la parábola deja ver una de las grandes novedades que aporta el mensaje de Jesús: existe un camino para el encuentro con Dios que no pasa por el templo. En la lista no aparece ninguna exigencia “religiosa”; lo que importa es la acción compasiva en favor de quienes más sufren.

   Dicho de otro modo, Jesús sitúa la ética por encima de la religión. Lo cual no resulta novedoso, ya que en el mismo evangelio de Mateo, se encuentran aquellas otras palabras: “No todo el que me dice «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21). Y ahora queda claro cuál es la “voluntad de Padre”, en la lista de acciones que aparecen en esta parábola.  

   Además de la sencillez de su mensaje, centrado en la práctica compasiva hacia las personas más necesitadas, hay dos cosas más que llaman la atención. Por un lado, la pregunta de los destinatarios de las palabras: “¿Cuándo te vimos…?”. Unos y otros –tanto los que ayudaron como los que no lo hicieron– no habían sido conscientes de que Jesús estaba en los necesitados; era ellos. Usando nuestro lenguaje, diríamos que tanto los no creyentes como los creyentes no pensaron en absoluto que Dios se encontraba en los hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos, presos… Unos y otros parecían tener una “idea” muy distinta del Dios que negaban o en el que decían creer. 

  La otra cuestión llamativa es la contundencia de las palabras de Jesús cuando afirma: “Lo hicisteis (o no lo hicisteis) conmigo”. No dice: “es como si lo hubierais hecho conmigo”; no. Esa afirmación no nace de un imperativo ético, sino de la comprensión de quien sabe que todos somos uno, que todo otro soy yo. O dicho con otras palabras: todo otro es no-otro de mí.

 Esas palabras expresan el núcleo de la no-dualidad: somos diferentes pero somos lo mismo. Y en el caso de Jesús casan de modo admirable con aquellas otras que el autor del cuarto evangelio pone en su boca: “El Padre y yo somos uno” (Jn 10,30). Afirmando, valorando, acogiendo y cuidando las diferencias, somos uno con todo lo que es.

¿Cómo me vivo y me sitúo ante los demás?

GRATUIDAD VERSUS MÉRITO

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

15 noviembre 2020

Mt 25, 14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y les dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco». Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor». Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo: «Señor, dos talentos me diste; mira, he ganado otros dos». Si señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor». Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento en la tierra. Aquí tienes lo tuyo». El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que, al volver, yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes»”.

 GRATUIDAD VERSUS MÉRITO

  La conocida como “parábola de los talentos” se ha interpretado con frecuencia en clave de mérito y recompensa, desconociendo así uno de los ejes básicos del mensaje de Jesús: la gratuidad.

  El esquema –don/esfuerzo/recompensa– resulta muy familiar al ego: te dan algo, tú lo haces producir y con ello obtienes una recompensa. Se halla tan arraigado en nuestra mente, desde las primeras experiencias infantiles, que no es extraño que alcance a todos los ámbitos, incluido el religioso, donde ha dado lugar a un religión del cumplimiento y mercantilista.

   Pero, como acabo de decir, ese esquema no casa con la enseñanza de Jesús, tal como se pone de manifiesto, por ejemplo, en la parábola de “los trabajadores de la viña” (Mt 20,1-16), donde los últimos reciben exactamente lo mismo que los primeros.

   Ello me hace pensar en la probabilidad de que en este relato haya intervenido la mano de algún glosador que rehiciera una parábola original, para poner el acento en la necesidad del mérito para hacerse acreedor de la recompensa divina. De ese modo, la parábola habría quedado “moralizada”.

  Me parece más acertado pensar que, en su forma original, el foco se colocaba en la necesidad de “no esconder” el talento. Con lo cual, el mensaje es luminoso: todo es don, que en cada persona adquiere una tonalidad propia y se expresa de manera única. Basta acogerlo y dejarlo vivir para que se multiplique. Todo lo recibido –pura gracia–, cuando no nos apropiamos de ello, pasa a través de nosotros y produce el fruto adecuado. Lo cual requiere situarse como cauces limpios y desapropiados, que no buscan recompensa, sino que sencillamente son movidos por la propia fuerza del don que busca desplegarse.

  Así leída, esta parábola, como tantas otras, resulta provocativa, hasta el punto de hacer saltar nuestros esquemas habituales, que advertimos con facilidad cuando tenemos en cuenta las tendencias del ego: por un lado, suele tender a apropiarse y controlar para obtener el resultado apetecido o la recompensa soñada; pero, por otro, cuando es atrapado por el miedo al fracaso, tiende a negar el don, escondiéndolo o negándolo.

  Frente a las trampas del egoapropiación, control, miedo, ocultación–, la parábola constituye un canto a la gratuidad y a la confianza. Y es entonces cuando es posible experimentar que todo cambia cuando te entregas, todo fluye cuando lo sueltas, todo llega cuando es su tiempo, todo sana cuando aceptas. La gratuidad asumida siempre se traduce en desbordamiento de fruto.

¿Vivo la gratuidad?