PRESENCIA RADIANTE

Domingo II de Cuaresma 

8 marzo 2020

Mt 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el amado, el predilecto. Escuchadle”. Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y tocándoles les dijo: “Levantaos, no temáis”. Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos”.

PRESENCIA RADIANTE

          Si visto desde el nivel “personal” –en cuanto yo separado– el ser humano es ante todo frágil y vulnerable, pura necesidad que busca aferrarse a aquello que le promete seguridad –tal como veíamos en el comentario de la semana anterior–, lo que realmente somos –en la comprensión transpersonal y no dual– es Plenitud de Presencia, uno con todo lo que es.

          El “relato de las tentaciones” nos pone frente al hecho de nuestra vulnerabilidad; el “relato de la transfiguración” manifiesta la luminosidad que somos.

          Ambos muestran nuestra naturaleza paradójica: somos Plenitud expresándose en formas vulnerables, el Ser manifestándose en entes concretos, la Vida desplegándose en seres vivos, Dios ocultándose en cada criatura…

          La sabiduría tiene en cuenta e integra los dos polos de la paradoja: el absoluto y el temporal, el oculto y el manifiesto, la identidad y la personalidad, el agua de la gota y la gota de agua…

          Ahora bien, dado que venimos de una identificación tan completa con nuestra “persona” que prácticamente nos hemos reducido al “yo”, parece inteligente crecer en consciencia de lo que somos para no quedar atrapados y encerrados en la ignorancia original acerca de lo que somos.

          Y me parece que un modo “suave” de avanzar en la comprensión de lo que somos tal vez sea preguntándonos: ¿qué es lo que es consciente de mi experiencia? Es decir, ¿qué es Eso que es consciente de lo que pienso, de lo que siento, de lo que hago, de lo que veo…, incluso de mi propio “yo”?

      Este trabajo de indagación nos habrá de conducir a una sola conclusión: yo no soy –no puedo ser– nada de aquello de lo que soy consciente –todos ellos son únicamente objetos dentro del campo de consciencia–. Soy Eso que es consciente de todo lo demás. Y eso es luminosidad, consciencia, vida, ser, Dios…, plenitud de presencia.

     Eso que es consciente no tiene –no puede tener– nombre adecuado, porque escapa al mundo de los objetos. Acertaba José Saramago cuando decía: “En nosotros hay algo que no tiene nombre. Ese algo es lo que somos”.

      Eso que somos no tiene nombre, tampoco puede ser pensado. Pero lo somos y lo podemos percibir –como en el monte de la transfiguración– cuando acallamos la mente y miramos sin su filtro.

¿Me reconozco en Eso que es consciente?

Semana 1 de marzo: RELIGIÓN, IGLESIA, ESPIRITUALIDAD // Javier MELLONI

Entrevista de Macarena Gutiérrez a Javier MELLONI, en La Razón, 26 de febrero de 2020. https://www.larazon.es/opinion/20200226/cygqp4gjvndyhgonjusyrnnt6q.html?outputType=amp

Javier Melloni (Barcelona, 1962) está considerado el paradigma del místico de nuestra era. Teólogo, antropólogo, escritor de éxito, meditador, verso suelto. Son muchas las etiquetas que le encajan, pero él se queda con “un proyecto de ser humano y hermano». Durante el último fin de semana de enero, Melloni participó en el VIII Foro de Espiritualidad de la Universidad Popular de Logroño. Todas las entradas vendidas y una audiencia de más de 1.200 personas que escucharon en silencio reverencial sus palabras sobre la dimensión contemplativa del ser humano. Mientras habla, su mirada se eleva a las oquedades rojas de la Sierra de Cantabria que enmarcan el paisaje de esta entrevista. Se expresa con las manos tanto como con la garganta y su discurso es intenso, suena honesto y valiente. Tanto que, a ratos, el interlocutor teme que su sinceridad pueda ponerle en algún aprieto. Defensor apasionado del diálogo interreligioso, no esquiva ningún tema controvertido; puede decirse que casi va a su encuentro. La dimensión sexual de los sacerdotes, el machismo en la Iglesia, la crisis de fieles o la nueva espiritualidad, todo le parece pertinente a este jesuita que habita en los márgenes de una institución cuestionada.

— Muchos lo definen a usted como un místico del siglo XXI. ¿Esto qué significa?

— ¡Ojalá! Mi deseo es caminar en esa dirección, aunque las etiquetas son muy peligrosas porque generan ego e idealización por parte de los demás. Creo que ser místico significa vivir en estado de apertura, entender que todo es signo de otra cosa. No quedarse con lo primero que aparece, porque todo es transparencia velada de algo más profundo que se está manifestando.

— ¿Es más difícil ser místico hoy en día con tantos estímulos externos?

Cada lugar y cada época tienen sus dificultades para vivir en verdad. Sin duda, el gran don del siglo XXI es la libertad, la amplitud de miras. Un místico de antaño lo tenía mucho más difícil, estaba más constreñido y vigilado. En cambio, el peligro de nuestra época es la inmediatez, la distracción, la excesiva facilidad.

— Usted no tiene móvil, por ejemplo.

Efectivamente. He decidido no exponerme a lo que sería una fuente continua de dispersión que me impediría estar presente aquí y ahora mismo.

— Entre los retos de la Iglesia siempre aparece el machismo y el papel de las monjas, que queda relegado a un segundo o tercer plano.

En la Iglesia hay una idealización de la madre desplazada a la Virgen María y una clara sumisión e insignificancia de la mujer. Parece que amando a la madre se sustituye el rol de la compañera. Por un lado, te infantilizas, porque te haces sumiso, y por otro te haces poderoso.

— ¿Y si la mujer no es madre?

Entonces es peligrosa.

— ¿Están relacionados los casos de pederastia en la Iglesia con la negación de la dimensión sexual en los sacerdotes?

Creo que es un resultado casi inevitable. Como no conocemos ni atendemos nuestra dimensión afectivo-sexual, no podemos identificar ni dar nombre ni explicar lo que sucede ahí. Se trata de una sombra personal, pero, sobre todo, institucional. La Iglesia no sabe abordarlo. Es la culpabilidad de la ignorancia, aunque, por supuesto, el desconocimiento no te exime de la responsabilidad. Se comprende el enfado de la sociedad civil, porque la Iglesia es una instancia moral y espiritual que debería tener un conocimiento profundo de todo lo que es importante para el ser humano. Juan Pablo II, heredero de Pablo VI, decía una expresión que nos debería comprometer más: “La Iglesia debe ser experta en Humanidad”. Me temo que estamos lejos de ello en bastantes aspectos.

— ¿Solucionaría algo que el celibato fuera opcional?

No sé si diría yo tanto. No creo que sea causa-efecto, pero sí sería importante desbloquear una dimensión natural del ser humano que hemos amputado y con la que nos hemos obsesionado a causa de ese mismo bloqueo.

— ¿Cuál es la explicación histórica de este oscurantismo, si es que la hay?

El dominio. El instinto sexual contiene un potencial de relación y de libertad que las sociedades jerárquicas y patriarcales temen y que por ello controlan. En sociedades más matriarcales, la sexualidad se vive con más naturalidad. Como siempre lo más sublime puede convertirse en lo más perverso, al final se niega una cosa y la otra.

— ¿Cree que usted y yo veremos a una monja decir misa o a un sacerdote casado y con hijos?

Las celebraciones tal como las conocemos se están acabando. La práctica dominical está disminuyendo y tanto los sacerdotes como los feligreses están envejeciendo. Hay que dejar paso a nuevas formas. En algunos sitios ya se empieza a vivir eso, como se entrevió en el Sínodo de la Amazonia, aunque el documento final no haya podido reflejarlo. Parece que la Iglesia no está todavía madura para dar ese paso.

— ¿Qué le diría a alguien agnóstico o ateo que quiera tener una vida espiritual?

En primer lugar, que es fundamental distinguir entre la dimensión espiritual y una confesión religiosa. Hay trascendencia más allá de la religión. Cada uno tiene que saber cómo nutrir esa dimensión. Hay personas que son más sensibles al contacto con la naturaleza, otras lo harán a través del arte. Le diría: escúchate, percibe qué es lo que más sintoniza contigo y entrégate a eso, porque esa es la vía para ir más allá de ti mismo a través de ti mismo.

— ¿Qué componente le parece esencial para la felicidad, si solo pudiera quedarse con uno?

Sin duda, el agradecimiento. Nos permite estar llenos y vacíos al mismo tiempo. La persona agradecida necesita muy poco y está llena de todo.

— ¿Eso cómo se aterriza?

Siendo conscientes de que todo lo que vivimos nos es dado, no arrebatado. Hay que pasar de la conquista a la receptividad. Recibimos continuamente de nuestro entorno mucho más de lo que podríamos conseguir con nuestros logros. Vivir desde la gratitud cambia todo. Hemos construido una sociedad muy competitiva basada en la batalla continua, la continua defensa del yo, etc. donde la gratitud se ve como una debilidad, cuando es al contrario. Vivimos o bien angustiados en una carrera hacia delante porque no nos damos cuenta de lo que ya tenemos, o bien atrasándonos, con remordimientos y culpabilidad por lo que ha pasado. ¿Y que hay en el centro? Gratitud y la fuerza del presente. Nosotros mismos nos hemos debilitado pensando que nos falta algo.

— ¿Cómo consigue estar presente en el presente?

Trato de preservar tres momentos de meditación diarios. Si no los hago, lo noto. Si no medito un día, me siento más irritable, suspicaz. Y si se prolonga más días, acaban notándolo todos con los que convivo. El silencio da espaciosidad y capacidad de escucha. Las múltiples transiciones que vivimos a lo largo del día también son muy importantes: agradecer cada cosa que terminamos y venerar cada cosa que empezamos.

— ¿Qué fue lo que le transformó de su tiempo en India?

Me fascinaron muchas cosas. La mirada limpia de la gente; los indios te miran a la cara, mientras que en Occidente hasta un niño pequeño en seguida aparta la mirada. Allí yo salía a la calle a ser bautizado por la mirada de la gente, por ese reconocimiento mutuo que era como celebrar la existencia del otro. “Namasté” significa que me inclino ante la presencia divina que hay en ti. ¿Seríamos capaces nosotros de decir lo mismo? No aceptar la pluralidad de accesos a Dios o a la plenitud es escasez mental, falta de generosidad.

— ¿Cómo empezó su camino espiritual?

Con una explosión de amor a los catorce años, tras recibir la eucaristía. Era el Día de Todos los Santos. Todo se convirtió en amor, en presencia incandescente de Dios. En aquel momento le entregué mi vida. Deseé ser combustible para semejante fuego. Esa experiencia me ha marcado para siempre. Fue una anticipación del final.

— ¿Cree que es alguien incómodo para la Iglesia?

Bueno, probablemente para unos sí y para otros no. Muchos agradecen que diga cosas que ellos no pueden expresar y que lo haga con respeto, es más, con amor; a favor de todos y no en contra de nadie.

— ¿Cómo se explica que las Iglesias se vacíen si hay tanta sed espiritual?

Existe un rechazo de la religión, pero, en cambio, se da una emergencia de la búsqueda espiritual. Es un anhelo que viene de la condición humana. Tenemos sed de Dios como tenemos sed de agua. No podemos tener sed de algo que no existe. En un momento en el que todo se derrumba y en el que han caído todos los referentes exteriores, hay necesidad de volver al hogar primordial: pasar de las seguridades a las certezas.

— ¿Qué referentes han caído?

Las garantías absolutas de que algo exterior va a resolver el reto de ser tú mismo, de responder en verdad a lo que tú, fiel y finalmente, eres. Los colectivos humanos han tenido unas referencias que han funcionado bien durante un tiempo, pero la globalización está terminando con una gran parte de ellas.

— ¿Cuándo ha perdido la Iglesia el pulso con su parroquia? ¿Qué ha hecho mal?

Se trata más bien de una cuestión de adecuación y de procesos. Un embrión está durante nueve meses en el vientre de su madre y en ese tiempo crece en la matriz. Cuando pasa ese plazo, si no sale del útero, se asfixia y, además, mata a su madre. Creo, sinceramente, que las religiones milenarias son matrices que han dado lo que tenían que dar. Ya no son madres, son abuelas. En un momento en que Occidente se ha abocado hacia fuera, necesitamos un complemento que nos lleve hacia dentro y las religiones orientales aportan justo eso. La religión está pasando de proponer las cosas a golpe de obligación y de voluntad a hacerlo con libertad y con conciencia. El cambio se está dando solo; si se organiza demasiado, volveríamos a caer en lo mismo: la tentación del control.

— La carta de los obispos contra las nuevas formas de espiritualidad en el seno de la Iglesia, como la meditación zen, no traslucía integración precisamente.

Está hecha desde el miedo, así que es incompleta.

— ¿Desde el desconocimiento también?

El miedo viene del desconocimiento y de referencias de gente a la que estas propuestas no les han ido bien. Pero es que no todos los caminos son para todo el mundo. Ha habido una respuesta muy serena de Pablo D´Ors, Ana María Schlüter y Berta Meneses contando que su experiencia ha sido otra, haciendo ver que la meditación silenciosa no ha provocado la alienación de Dios ni ningún malestar, sino que ha ayudado a crecer a las personas.

— Usted no ha contestado. ¿No se ha sentido aludido?

Un poco sí, aunque se refieren sobre todo al zen y yo no lo practico. Entiendo lo que los obispos quieren advertir y estoy de acuerdo en que señalen ciertos peligros, como el autocentramiento o el olvido de la alteridad, pero me sabe mal que solo se mencione la parte conflictiva. Mucha gente ha redescubierto el cristianismo gracias a sumergirse en Oriente. Ha vuelto a la Iglesia, ha redescubierto su fe, que estaba atascada, con un nuevo sabor.

— ¿El zen y el cristianismo son compatibles?

Claro que sí. Es cierto, sin embargo, que el zen es una práctica de meditación que contiene detrás todo un marco religioso, el budismo. Ello crea un conflicto en un momento del camino, pero este conflicto ayuda a crecer. De la jerarquía de la Iglesia se espera sabiduría y profundidad, no regaños y advertencias que nos empequeñecen y nos infantilizan. Lo bello de la vida son los retos y los matices. Si creemos verdaderamente que Dios lo abarca y lo contiene todo, ¿por qué temer que exploremos? La Iglesia no es un club que necesite socios para que le aporten cuotas.

— ¿Qué es la meditación para usted?

En realidad, la meditación es hacer silenciosa la oración. ¿Y qué estás haciendo sino meditar después de comulgar? Eso se solapa con la oración y la contemplación, porque hay momentos en los que no sabes si estás orando, meditando o contemplando. Son palabras de una misma constelación que fluyen unas hacia las otras, y sobre todo, hacia Dios, que está en la profundidad del silencio.

— ¿Cree que la Iglesia ha monopolizado a Dios?

La Iglesia, ¿quién es? Iglesia somos todos.

— Me refiero al Vaticano.

Bueno, el Vaticano surgió para sostener la civilización que cayó con el Imperio romano y, de hecho, las parroquias y las diócesis son distribuciones territoriales de aquel imperio. Por lo tanto, no era tanto la ambición de poder cuanto el deseo de dar continuidad a una civilización. Es cierto que los Papas medievales y renacentistas fueron soberanos y fueron acumulando riquezas y ahora no sabemos qué hacer con ellas. Ojalá un día podamos dejar el Vaticano para la Unesco, para el Patrimonio de la Humanidad o para quien sea y el Papa se vaya a vivir a un lugar más sencillo como ha intentado Francisco. El prestigio de la Iglesia no viene por la Capilla Sixtina sino por vivir en verdad el evangelio.

— Entiendo que es favorable a Francisco.

Ha abierto las puertas, las ventanas, ha entrado el aire fresco. Ya no nos miramos tanto a nosotros mismos. La llamada de la Iglesia está fuera de sí misma, al servicio del mundo. Para esto es necesario una organización, sin duda, pero cuando la Iglesia está demasiado pendiente de sí misma, es signo letal de narcisismo.

— …que es la enfermedad de nuestros días.

Pues sí, la Iglesia ha sido muy narcisista, pero, gracias a Dios, ahora tenemos un Papa que no lo es.

— Y eso crea tensiones.

Claro. Cuando a un narcisista le pones en cuestión se pone nervioso. No puede darse cuenta de que, en realidad, le estás liberando, porque el narcisismo es una terrible prisión. Pero como nos adaptamos a todo, en nuestra misma cárcel estamos más cómodos que en la intemperie. Cuando atravesamos ese umbral, hay resurrección. En la fe cristiana está el dinamismo mismo de la vida: siempre estamos muriendo a lo que conocemos para poder nacer a lo que desconocemos. Entre medio, hay que soltar. Si no lo haces, la resistencia hace mucho más difícil el proceso.

— ¿A quién admira usted?

Dentro de la tradición cristiana, al padre Arrupe y a Pedro Casaldáliga. Al primero porque no tuvo nostalgia del pasado, sino del futuro; y al segundo, por su fidelidad a los desheredados del Brasil, a costa de arriesgar su vida. De otras tradiciones, a Gandhi y al Dalai Lama, a ambos por su radical compromiso con la no-violencia. En el ashram (comunidad) de Gandhi se velaba para que ni siquiera el menor de los pensamientos pudiera ofender a sus adversarios y el Dalai Lama jamás ha hablado mal de los chinos, los invasores y destructores de su país. Ni un insulto, ni una vejación.

TENTACIÓN E IGNORANCIA

Domingo I de Cuaresma 

1 marzo 2020

Mt 4, 1-11

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Pero él le contestó diciendo: “Está escrito: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»”. Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece en las piedras»”. Jesús le dijo: “También está escrito: «No tentarás al Señor tu Dios»”. Después, el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto»”. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían”.

TENTACIÓN E IGNORANCIA

       En principio, parece claro que nos tienta todo aquello que promete seguridad y autoafirmación del yo. Mientras nos percibamos como seres separados –identificados con el “yo”– no podremos sino buscar cualquier cosa que fortalezca esa supuesta identidad, porque algo nos dice que en ello nos va la vida. Y dado que ese yo se descubre esencialmente frágil y vulnerable, se comprende que persiga a toda costa todo aquello que le ofrezca seguridad.

   El relato evangélico señala con agudeza las tres tentaciones que acechan al ser humano y que pueden resumirse en tener, poder y aparentar. Tres palabras que apuntan hacia aquello que, supuestamente, le permite mantenerse seguro y en pie.

      En cuanto vacío, el yo necesita ansiosamente bienes a los que llamar “míos” para sostener la ilusión de que él es “alguien”.

     Frente al miedo que acompaña inexorablemente a todo yo separado, necesita el poder, no solo para sostener la ilusión de que es inmune al peligro, sino como medio de autoafirmarse por encima de los demás. Es sabido que el yo se afirma gracias al contraste, la comparación y la prepotencia.

    Y ante el pánico que le supone ser un “don nadie” o desaparecer, el cultivo de la imagen parece otorgar al yo una aureola de grandeza a toda prueba.

     Así planteado, parece evidente que las tentaciones se anclan en una doble fuente: en la necesidad psicológica de seguridad y en la ignorancia espiritual acerca de nuestra verdadera identidad.  

    Por tanto, si queremos comprender de dónde vienen nuestras tentaciones –trampas– y, a la vez, deseamos hallar el camino de superación de las mismas, tal vez sería bueno plantearnos una doble cuestión: ¿cómo me percibo a mí mismo? y ¿dónde pongo mi seguridad?

  Resulta obvio que ambas preguntas se hallan íntimamente relacionadas ya que, según me perciba a mí mismo, pondré la seguridad en una cosa u otra. O mejor todavía, depositaré la seguridad en algún objeto –del tipo que sea– o comprenderé que la seguridad no es algo añadido a lo que realmente soy.

     En síntesis, cuando comprendemos qué somos de una manera experiencial o vivencial, la inquietud por la seguridad desaparece. Y podremos vivir las tentaciones como oportunidad para afianzarnos en la comprensión de que somos aquello que no necesita seguridades ajenas porque se halla siempre a salvo. Tal comprensión es la fuente de la libertad.

    Y eso es lo que se pone de manifiesto en las respuestas del sabio Jesús. A cada tentación, él se remite –eso parece significar que cite palabras de la Escritura judía– a su verdadera identidad, a Aquello donde es uno con Dios.

¿Dónde pongo mi seguridad?

Semana 23 de febrero: LAS CREENCIAS IRRACIONALES // Albert ELLIS

LAS 11 CREENCIAS IRRACIONALES BÁSICAS, según Albert ELLIS

Albert Ellis, es el creador de la Terapia Racional Emotiva (TRE). Su método terapéutico intenta descubrir las irracionalidades de nuestros pensamientos y con ello sanar las emociones dolorosas, dramatizadas y exageradas que son consecuencia de los esquemas mentales distorsionados. Ellis parte de la hipótesis de que no son los acontecimientos (A) los que nos generan los estados emocionales (C), sino la manera de interpretarlos (B). No es A quien genera C, sino B. Por tanto, si somos capaces de cambiar nuestros esquemas mentales (D) seremos capaces de generar nuevos estados emocionales (E) menos dolorosos y más acordes con la realidad, por tanto, más racionales y realistas.
Creencia Irracional Porqué es irracional Alternativas racionales
Idea irracional nº 1:

 

«Es una necesidad extrema para el ser humano adulto el ser amado y aprobado por prácticamente cada persona significativa de la sociedad»

El exigir ser aprobado por todos es una meta inalcanzable. Si se necesita de forma extrema la aprobación siempre se generará una preocupación por el cuánto le aceptarán a uno. Es imposible que uno sea siempre simpático o agradable cara a los demás.

Aunque uno pudiera alcanzar la aprobación de los demás, eso exigirá una enorme cantidad de esfuerzo y energía. El intentar se aprobado por los demás generaría un servilismo donde se tendría que abandonar las propias necesidades.

La incertidumbre de no conseguir la aprobación de los demás generaría un comportamiento inseguro y molesto perdiéndose con ello el interés de los demás.

Es preferible que no intentes erradicar todos tus deseos de aprobación, sino las necesidades excesivas de aprobación o de amor.

Es adecuado que busques más la aprobación por tus hechos, actividades y comportamientos que por tí mismo.

El no ser considerado por los demás es algo frustrante pero no horroroso o catastrófico. Es bueno que te preguntes: ¿Qué quiero hacer en el curso de mi relativamente corta vida?, más que ¿Qué creo que les gustaría a los demás que hiciera?

Para conseguir el amor de los demás, una de las mejores formas es darlo.

Idea irracional nº 2:

 

«Para considerarse uno mismo valioso se debe ser muy competente, suficiente y capaz de lograr cualquier cosa en todos los aspectos posibles».

Ningún ser humano puede ser totalmente competente en todos los aspectos o en la mayor parte de ellos.

Intentar tener éxito está bien, pero el exigirse que se debe tener éxito es la mejor manera de hacerse sentir incompetente e incapaz. Forzarse más de la cuenta acarrea estrés y enfermedades psicosomáticas.

El individuo que lucha por el éxito total está en continua comparación con otros ante los que se siente invariablemente inferior. El ambicionar el éxito conlleva el querer ser superior a los demás, con lo que invariablemente se entra en conflicto con los otros.

El buscar el éxito distrae al individuo de su auténtico objetivo de ser más feliz en la vida.

La preocupación por el éxito acarrea el miedo al fracaso y a cometer errores, con lo que es fácil generar un disgusto por el trabajo y una tendencia al fracaso real en éste.

Concéntrate en disfrutar más del proceso de actuar más que del resultado.

Cuando intentes actuar bien es más para tu propia satisfacción, que para agradar o ser mejor que los demás.

Debes cuestionarte con frecuencia si estás luchando para alcanzar un objetivo propio, o para agradar a otros.

En la lucha por alcanzar tus objetivos debes aceptar tus propios errores y confusiones en vez de horrorizarse por ellos.

Debes aceptar la necesidad de practicar y practicar las cosas antes de conseguir el éxito.

Te debes forzar a hacer de vez en cuando aquello en lo que temes fracasar, aceptando el hecho que los seres humanos no somos perfectos.

Idea irracional nº 3:

 

«Cierta clase de gente es vil, malvada e infame y que deben ser seriamente culpabilizados y castigados por su maldad».

Las personas somos seres limitados que la mayoría de las veces actuamos de manera automática e inconsciente sin una «maldad consciente».

El individuo que actúa mal en la mayoría de los casos, es una persona ignorante o perturbada que no es consciente de las consecuencias de sus comportamientos para los demás y para si misma.

El castigar o culpabilizar severamente al que comete errores normalmente le conduce a seguir cometiéndolos, por el contrario una actitud más tolerante y racional a la hora de considerar sus errores le favorece más el cambio positivo.

El culpabilizarse uno genera depresión, angustia o ansiedad, y el culpabilizar a los demás rabia y hostilidad, todo esto no conduce a otra cosa más que al conflicto personal o social.

No debes criticar o culpar a los otros por sus fallos, sino comprender que éstos son cometidos por simpleza, ignorancia o perturbación emocional.

Cuando alguien te culpabilice de algo, deberás preguntarte si realmente lo hiciste mal, y si es así, intentar mejorar tu conducta, pero si no lo has hecho, comprender que la crítica de los demás es un problema de ellos, por algún tipo de defensa o perturbación.

Es positivo comprender el porqué la gente actúa como lo hace desde su punto de vista, y si hay una manera calmada de hacerle entender sus errores, practicarla. Si no es posible tendrás que decirte «esto es malo, pero no necesariamente catastrófico».

Deberás intentar comprender que tus propios errores como los de los demás son el resultado de la ignorancia o de la perturbación emocional.

Idea irracional nº 4:

 

«Es tremendo y catastrófico el hecho  de que las cosas no vayan por el camino que a uno le gustaría que fuesen».

No hay razón para pensar que las cosas deberían ser diferentes a lo que realmente son, otra cosa es que nos agrade o no.

El estar abatidos por las circunstancias no nos ayudará a mejorarlas, y sí es posible que de esta forma las empeoremos.

Cuando las cosas no nos salen, está bien luchar por cambiarlas, pero cuando esto es imposible, lo más sano es aceptar las cosas como son.

Aunque nos veamos frustrados o privados de algo que deseamos, el sentirnos muy desdichados es sólo consecuencia de considerar erróneamente nuestro deseo como una necesidad fundamental.

Debes discernir si las circunstancias son realmente negativas, o si estás exagerando sus características frustrantes.

El sentido catastrófico se lo das a veces con estas expresiones: ‘Es terrible’, ‘Dios mío’, ‘No puede soportarlo’. Haz de aprender a cambiar estas expresiones por otras más racionales y realistas: ‘Son negativas pero no catastróficas’, ‘Estoy convencido de que puedo soportarlo’.

Haz de intentar tomar las situaciones difíciles como un desafío del que tienes que aprender.

Idea irracional nº 5:

 

«La desgracia humana se origina por causas externas y la gente tiene poca capacidad o ninguna de controlar sus penas y perturbaciones»

Los ataques verbales de los demás nos afectarán sólo en la medida en que con nuestras valoraciones e interpretaciones le hagamos caso.

La expresión «me duele que mis amigos no me hagan caso» esta mal dicha, ya que lo que me duele es que yo me lo diga dándole una valor de terrible o insoportable.

Aunque la mayoría de la gente pueda creer que las emociones negativas no se pueden cambiar y simplemente hay que sufrirlas, la experiencia demuestra que es factible el poderlas cambiar.

Cuando experimentes una emoción dolorosa, debes reconocer que eres el creador de dicha emoción, y que como la originas, también puedes erradicarla.

Cuando observes de forma objetiva tus emociones dolorosas descubre los pensamientos y frases ilógicas que están asociados con esa emoción.

Y cuando eres capaz de cambiar tus propias verbalizaciones de forma radical, podrás transformar las emociones autodestructivas.

Idea irracional nº 6:

 

«Si algo es o puede ser peligroso o temible, se deberá sentir terriblemente inquieto por ello y deberá pensar constantemente en la posibilidad de que esto ocurra»

Si se está muy preocupado por un asunto de riesgo, el nerviosismo impide ver realmente la gravedad del asunto.

La ansiedad intensa ante la posibilidad de que un peligro ocurra, impide afrontarlo con eficacia cuando realmente ocurre.

El preocuparse mucho de que algo suceda no solo no evita que ocurra, sino que a menudo contribuye a su aparición. El inquietarse por una situación peligrosa conlleva el exagerar las posibilidades que ocurra, aunque sea esto muy improbable.

Cuando han de venir acontecimientos inevitables como la enfermedad o la muerte de nada sirve el preocuparse anticipadamente por ellos.

La mayoría de los hechos temidos y peligrosos (como las enfermedades) son mucho menos catastróficos cuando ocurren de verdad, pero la ansiedad o el miedo de que sobrevengan si constituye algo incluso más doloroso que la propia situación temida.

Debes comprender que la mayoría de las preocupaciones no las causan los peligros externos, sino la manera que tienes de hablarte a tí mismo.

Te tienes que dar cuenta que los miedos no nos ayudan a evitar los peligros, más bien todo lo contrario.

Debes comprender que la mayoría de los miedos tienen en su origen el miedo a lo que los demás piensen de mí. Por tanto date cuenta de lo irracional de este argumento.

Deberás, de vez en cuando, hacer las cosas que más miedo te dan (como hablar en público, defender tus derechos o mostrar tus puntos de vista con superiores) para demostrarte que no son tan terribles esos miedos.

No deberás afectarse de que miedos que parecían ya superados vuelvan a aparecer de nuevo, deberás trabajar para erradicarlos afrontándolos hasta que ya no te afecten.

Idea irracional nº 7:

 

«Es más fácil evitar que afrontar ciertas responsabilidades y dificultades en la vida»

Aunque a veces resulta cómodo abandonar determinadas actividades por considerarlas desagradables, esto trae grandes consecuencias negativas, por ejemplo el dejar de estudiar, de trabajar o de realizar cualquier actividad que requiere esfuerzo físico o psíquico.

El proceso de tomar la decisión de no hacer algo que se considera difícil pero provechoso, habitualmente es largo y tortuoso y suele conllevar más sufrimiento que el hacer la actividad desagradable.

La confianza en uno mismo sólo proviene de hacer actividades y no evitarlas. Si se evitan, la existencia se hará más fácil pero a la vez aumentará el grado de inseguridad y desconfianza personal.

Aunque mucha gente supone que una vida fácil, evasiva y sin responsabilidades es algo apetecible, la experiencia demuestra que la felicidad del ser humano es mayor cuando está comprometido en un objetivo difícil y a largo plazo.

Deberás esforzarse en realizar las cosas desagradables que sea necesario hacer y terminarlas lo más pronto posible.

No debes suponer que detrás de cada evasión de nuestros problemas existe una actitud indolente ‘por naturaleza’, sino suponer que ésta es el resultado de creencias irracionales que debes descubrir y cambiar.

No deberás imponerte una autodisciplina rígida ni exagerada pero sí planificar las actividades y objetivos de un modo razonable, estableciendo metas a corto, medio y largo plazo.

Un individuo racional acepta la vida con lo que ésta conlleva de dificultades, el descansar o evitar los problemas sólo sirve para agradarlos.

Idea irracional nº 8:

 

«Se debe depender de los demás y se necesita a alguien más fuerte en quien confiar»

Aunque en normal el tener un cierto grado de dependencia de los demás, no hemos de llegar al punto de que los demás elijan o piensen por nosotros. Cuanto más se depende de los demás, menos se elige por uno mismo y más se actúa por los demás con lo que se pierde la posibilidad de ser uno mismo. Cuanto más se dejan las decisiones en los demás, menos oportunidad tiene uno de aprender. Por lo que actuando así se genera más dependencia, inseguridad y pérdida de autoestima. Cuando se depende de los demás se queda uno a merced de ellos, y esto implica que la vida toma un cariz incontrolable ya que los demás pueden desaparecer o morir. Debes aceptar el hecho de que estás solo en el mundo, y que no es tan terrible apoyarte en ti mismo y tomar decisiones. Comprende que no es terrible el fracaso en la consecución de los objetivos, y que los fracasos no tienen que ver con la valía como ser humano. Es preferible arriesgarse y cometer errores por elección propia que vender el alma por una ayuda innecesaria de los demás. No debes, de forma rebelde o defensiva, rechazar cualquier ayuda de los demás, para probar lo ‘fuerte’ que eres. Es positivo que aceptes la ayuda de los demás cuando sea necesaria.
Idea irracional nº 9:

 

«La historia pasada de uno es un determinante decisivo de la conducta actual, y que algo que le ocurrió alguna vez y le conmocionó debe seguir afectándole indefinidamente»

Aunque una persona haya tenido que sufrir los excesos y condicionamientos de otros, por ejemplo ser excesivamente complaciente con los padres, eso no quiere decir, que por ejemplo 20 años después haya que seguir siéndolo.

Cuanto mas influenciado se está por el pasado , más se utilizan soluciones a los problemas que fueron utilizadas entonces pero que hoy pueden ser ineficaces y por tanto se pierde la oportunidad de encontrar otras actuales y más útiles.

El pasado se puede utilizar de excusa para evitar enfrentarse a los cambios en el presente y de esa manera no realizar el esfuerzo personal requerido.

Se exagera la importancia del pasado cuando en vez de decir «por mi pasado me resulta difícil cambiar», se dice «por mi pasado me resulta imposible cambiar».

Un individuo racional acepta el hecho de que el pasado es importante y sabe de la influencia de éste en el presente, pero sabe a la vez que su presente es el pasado del mañana y que esforzándose en transformarlo, puede conseguir que su mañana sea diferente, y presumiblemente más satisfactorio.

En lugar de realizar los mismos comportamientos del pasado de forma automática, deberás parar y desafiar esos comportamientos tanto verbal como activamente.

En vez de rebelarte con rencor contra todas y la mayoría de las influencias pasadas, debes valorar, cuestionar, desafiar y rebelarte sólo con aquellas ideas adquiridas que son claramente perjudiciales.

Idea irracional nº 10:

 

«Uno deberá sentirse muy preocupado por los problemas y las perturbaciones de los demás»

Los problemas de los demás con frecuencia nada o poco tienen que ver con nosotros y no hay ninguna razón por la que debamos estar preocupados por ellos.

Aunque los demás realicen comportamientos que nos perturban, nuestro enojo no proviene de su conducta sino de lo que nos decimos a nosotros mismos.

Por mucho que nos disgustemos por la conducta de los demás, esto probablemente no la cambiará, hemos de aceptar que no tenemos el poder de cambiar a los demás. Y si acaso lo conseguimos, hemos pagado un alto precio con nuestra perturbación, y hemos de buscar otras formas menos destructivas de intentar, sin alterarnos, que los demás corrijan sus errores.

El involucrarnos en los problemas de otros a menudo se usa como una excusa sutil para no afrontar nuestros propios problemas.

Debes preguntarte si realmente merece la pena preocuparte por los comportamientos de los demás, y debes interesarte sólo cuando te preocupen lo suficiente, cuando pienses que puedes ayudar a cambiar o que tu ayuda puede ser útil realmente.

Cuando aquellos que te preocupan estén actuando erróneamente, no debes preocuparte por sus comportamientos y hacerles ver de forma tranquila y objetiva sus errores.

Si no puedes eliminar la conducta autodestructiva de otros, debes al menos no estar enojado contigo mismo por no conseguirlo y renunciar a la ideas de mejorar esa situación.

Idea irracional nº 11:

 

«Invariablemente existe una solución precisa, correcta y perfecta para los problemas humanos, y que si esta solución perfecta no se encuentra sobreviene la catástrofe»

No existe ni seguridad ni perfección ni verdad absoluta en el mundo. La búsqueda de seguridad sólo genera ansiedad y expectativas falsas.

Los desastres que la gente imagina que le sobrevendrán si es que no consiguen una solución correcta a sus problemas, no tienen una existencia objetiva sino que son desastres creados en su mente, que en la medida en que se los crean le ocurrirá algo catastrófico (como un intenso estado de pánico o de desesperanza).

El perfeccionismo induce a resolver los problemas de forma mucho menos «perfecta» que si no se fuera perfeccionista.

Un individuo racional no comete la estupidez de decirse que se debe conocer la realidad totalmente, o tiene que controlarla, o deben existir soluciones perfectas a todos los problemas.

Cuando se enfrenta a un problema, un individuo racional pensará en varias soluciones posibles a elegir, y elegirá la más factible y no la ‘perfecta’, sabiendo que todo tiene sus ventajas e inconvenientes.

Deberás buscar entre las opciones extremas (blanco o negro) los puntos intermedios y moderados (grises).

Debes saber que errar es de humanos y que tus actos no tienen nada que ver con tu valor como ser humano.

Sabiendo que sólo aprendemos de realizar intentos y equivocaciones, deberás experimentar una y otra vez hasta dar solución a tus problemas.

Estas 11 creencias irracionales básicas fueron sintetizadas posteriormente por Ellis (1977a) en:

LAS 3 CREENCIAS IRRACIONALES BÁSICAS

Con respecto a Idea irracional
Uno mismo «Debo hacer las cosas bien y merecer la aprobación de los demás por mis actuaciones»
Los demás «Los demás deben actuar de forma agradable, considerada y justa»
La vida o el mundo «La vida debe ofrecerme unas condiciones buenas y fáciles para que pueda conseguir lo que quiero sin mucho esfuerzo y comodidad»

 

EL AMOR ES UNIVERSAL

Domingo VII del Tiempo Ordinario 

23 febrero 2020

Mt 5, 38-48

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Sabéis que está mandado: «Ojo por ojo, diente por diente». Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pida, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas. Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo». Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis?  ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.

EL AMOR ES UNIVERSAL

           Una elemental ley psicológica nos recuerda que el amor humano es reactivo –aprendemos a amar en la medida en que nos hemos sentido amados– y que incluye, como condición, haber crecido en amor a sí mismo.

          Ahora bien, a veces ocurre que, aun nombrándolo como amor a uno mismo, lo que en realidad vivimos es un pseudo-amor narcisista que empieza y acaba en la propia persona.

          Como criterios distintivos del amor genuino señalaría dos rasgos que lo caracterizan: la humildad y la universalidad. El amor es siempre humilde, es decir, incondicional. A diferencia del pseudo-amor que se enamora de la “imagen” que queremos dar –ante los demás y ante nosotros mismos–, el amor auténtico abraza toda nuestra verdad con sus luces y sus sombras, aciertos y errores, éxitos y fracasos… Y es también universal: cuando una persona conecta con el amor genuino hacia sí misma notará que, en ese mismo movimiento, ama a todos los seres, incluidos los “enemigos”. Y no por un esfuerzo de voluntad, sino por la naturaleza misma del amor, que no conoce fronteras ni límites.

    La clave radica, por tanto, en conectar conscientemente con el Amor que somos, experimentar su carácter humilde y universal y vivirnos desde ahí. Notaremos entonces que el amor a los enemigos no es fruto de nuestra voluntad o de nuestra obediencia a una norma, sino que brota del amor mismo.

          Una vez más, todo se ventila en la comprensión experiencial de lo que somos, gracias a la cual es posible superar la trampa por la que nos reducimos al yo y vemos todo y a todos desde su limitada e interesada perspectiva.

          Cuando, por el contrario, en lugar de vivirme desde el yo, silencio la mente y me abro a conectar con el Amor que somos, todo se irá dando –irá fluyendo– desde su fuente.

Al amarme a mí mismo/a, ¿experimento que el amor es humilde y universal?