SOMOS MARTA Y MARÍA

Comentario al evangelio del domingo 20 julio 2025

Lc 10, 38-42

Entró Jesús en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio, hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”. Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán”.

 SOMOS MARTA Y MARÍA

Los humanos solemos ser dados a analizar y juzgar a los demás, mientras descuidamos conocernos a nosotros mismos. Con facilidad y rapidez colocamos etiquetas a los otros, mientras permanecemos lejos de saber cómo somos, por lo que ignoramos que, con mucha frecuencia, lo que percibimos en los demás habita también en nuestro interior.

No sé si Marta y María fueron dos personajes históricos, como tampoco sé si su comportamiento era tan opuesto como el texto -escrito con un evidente interés catequético- quiere poner de relieve. Lo que sé es que en cada una y cada uno de nosotros hay un personaje inquieto y nervioso, movido por la ansiedad, conviviendo con otro que anhela y es capaz de saborear la quietud y la paz del corazón.

Y ambos personajes (pequeños yoes) merecen nuestro respeto y nuestra atención. La inquietud o ansiedad puede ser una manifestación de nuestro niño interior herido, que reclama nuestro cuidado, o puede ser un mecanismo de defensa, es decir, un protector que, con las luces y la información de que disponía, ha tratado y sigue tratando de protegernos o de aliviar nuestro malestar, por lo que merece además nuestra gratitud.

Con ambos habremos de dialogar e integrarlos en nuestro puzle completo. Y podrá darse que, al hacerlo con la parte de anhela la quietud y la paz, terminemos por descubrir que no es solo otro yo más, entre tantos que nos habitan, sino que justamente en él se refleja nuestra identidad profunda, la quietud y la paz que somos, aun en medio de “oleajes” de todo tipo.

PARA SER FELICES // Tal Ben-Shahar

Entrevista de Josep Fita a Tal Ben-Shahar,
En La Vanguardia, 26 de mayo de 2025:
https://www.lavanguardia.com/vivo/psicologia-salud-mental/20250526/10710847/ben-shahar-guru-bienestar-feliz-requiere-trabajo-esfuerzo-repeticion.html

“Para ser feliz se requiere trabajo, esfuerzo y repetición”.

A Tal Ben-Shahar (Tel Aviv, 1970), psicólogo y filósofo estadounidense de origen israelí, se le conoce como el gurú de la felicidad. El curso de psicología positiva que impartió durante años en Harvard, y que se convirtió en uno de los más populares de esta universidad, le valió ese calificativo. Hoy dirige el máster en estudios de la felicidad en la Centenary University (New Jersey), pero eso no le impide seguir viajando alrededor del mundo. Imparte unas 200 conferencias al año en más de 20 países (ha visitado más de 100 durante su trayectoria). El pasado martes, y gracias a Mentes Expertas, cerca de mil personas pudieron escucharle en directo en el teatro Coliseum de Barcelona.

En una frase, cómo definiría qué es la felicidad.

La síntesis entre significado y placer. Solo significado, sin placer, no es felicidad, y tampoco placer sin significado.

¿Significado?

Me refiero a tener un sentido de propósito, es decir, a hacer algo que sea importante para mí. Por ejemplo, si en el trabajo hago algo que tiene significado para mí, entonces puedo experimentar felicidad. Muchas personas confunden felicidad con placer, y aunque este último es una parte importante de la felicidad, es solo una parte. Sin significado, no está completa.

¿Todos podemos ser felices?

Depende de qué entendamos por felicidad. Si la definimos como placer, no todos podemos ser felices y mucho menos todo el tiempo. Sin embargo, si la vemos como algo más profundo, donde se busca hallar un sentido de importancia en nuestra vida, entonces la mayoría de las personas pueden experimentarla. Por supuesto, con altibajos, pero es algo consustancial a nuestra naturaleza.

¿Cuál es el principal hallazgo de la ciencia de la felicidad?

Que podemos cambiar nuestro cerebro no solo para ser más felices, sino también para ser más resilientes. La ciencia demuestra que cuando repetimos ciertas acciones o pensamientos, estos se vuelven hábitos. Por ejemplo, si pienso que soy una persona amable, y ese se convierte en mi pensamiento dominante, realmente me volveré más amable. La clave está en la repetición.

Esta ciencia, dice usted, propone cosas de sentido de común. Entonces, ¿por qué hay tanta gente infeliz?

Porque nos hemos alejado de nuestra naturaleza. Es natural que los seres humanos se muevan. Sin embargo, hoy las cosas se han vuelto tan fáciles que vivimos en la comodidad y no necesitamos movernos tanto, como hacían nuestros padres o abuelos. La falta de movimiento afecta a nuestra felicidad. Otro ejemplo. En el pasado solíamos sentarnos alrededor de la mesa o el fuego con nuestra tribu, con nuestros amigos. Hoy trabajamos solos o pasamos mucho más tiempo ante una pantalla que frente a otras personas, y pagamos un precio muy alto, física y psicológicamente. Hay que volver a lo básico: el movimiento, las relaciones. Es de sentido común, aunque como dijo Voltaire, el sentido común no es tan común.

¿Hay que esforzarse, trabajar duro, para ser feliz?

Desearía decirte que es algo fácil, pero no es así. Es muy parecido a cualquier otra habilidad. Si quieres ser bueno tocando el piano, tienes que practicar. Si quieres estar en forma, tienes que ir al gimnasio regularmente. Lo mismo ocurre con cultivar la mente y el corazón: requiere trabajo, repetición y esfuerzo. Sin embargo, no significa que el trabajo, la repetición y el esfuerzo no se puedan disfrutar. De la misma manera que hay personas que disfrutan de su trabajo o de esforzarse para estar en una buena condición física, también podemos disfrutar del esfuerzo para ser más felices. De esta manera obtenemos la experiencia completa: disfrutamos del camino y del destino.

¿Puedes ser feliz si la vida no te trata bien?

Hay ciertas situaciones que obviamente nos lo pueden impedir. Pienso en personas que viven en la pobreza. La vida es difícil para ellas y sus circunstancias afectan a su bienestar. No obstante, la ciencia de la felicidad ofrece herramientas que incluso estas personas pueden usar. Esto no reemplaza la urgencia de cubrir las necesidades básicas, pero incluso cuando estas no se cumplen, la ciencia de la felicidad puede ayudar. Además, les puede ser útil para asegurarse dichas necesidades, y es que puede motivarles a superar dificultades y desafíos para salir de su situación. Pero, ¿es la ciencia de la felicidad una solución para todos los problemas del mundo? Por supuesto que no.

Cuando habla de herramientas, ¿a qué se refiere?

Hablo, por ejemplo, de la meditación, que es la consciencia del momento presente. Cuando nos enfocamos en la respiración, estamos meditando. También cuando interactuamos con otra persona y la escuchamos, sin estar pendientes del móvil. Otra herramienta es el ejercicio físico regular. Tan solo 30 minutos de ejercicio aeróbico tres veces por semana tienen el mismo efecto en nuestro bienestar psicológico que los medicamentos psiquiátricos más potentes. De hecho, funcionan de la misma manera, liberando en el cerebro norepinefrina, serotonina y dopamina, que son las sustancias químicas del bienestar.

¿Alguna herramienta más?

Expresar gratitud, algo muy simple y sobre lo que se ha investigado mucho. Por ejemplo, antes de irse a dormir, escribir cuatro o cinco cosas por las que me siento agradecido. Puede ser sobre la familia o sobre la maravillosa comida que he tenido. Las personas que lo hacen regularmente no solo están más felices, sino también más saludables, son más amables y exitosas. También ayuda escribir un diario. Las investigaciones muestran que dedicar tan solo 20 minutos al día a escribir sobre nuestras emociones, desafíos y dificultades puede ayudar enormemente a aliviar el dolor y a sentirnos mejor.

¿Son las redes sociales fuente de infelicidad?

Son como la electricidad u otro poder: pueden ser usadas para el bien o para el mal. Si las utilizo para mantenerme en contacto con familiares y amigos o difundir un mensaje importante, pueden ser positivas. Sin embargo, si paso muchas horas frente al ordenador revisando cuántos me gusta recibo o cuán popular soy, eso se convierte en un problema. Lamentablemente, hoy se están utilizando más en este segundo sentido, y eso nos hace más daño que bien. Lo que tenemos que hacer es crear límites en torno a su uso, ya sea para nuestros hijos o para nosotros mismos, con el fin de no caer en la trampa de la adicción.

 ¿Qué tipo de límites?

Limitar la cantidad de horas que estamos online. En mi casa hay ciertas áreas donde las redes sociales, o la tecnología en general, no están permitidas. Por ejemplo, cuando cenamos. Tenemos una caja en la sala común donde todos los teléfonos, tanto de niños como de adultos, se guardan a partir de las 20 h. También está prohibido en el dormitorio. Si tú fueras adicto al alcohol y quisieras liberarte de esa adicción, ¿te irías a la cama con una botella de tequila? Por supuesto que no, la mantendrías lo más lejos posible. Sin embargo, la mayoría de las personas en el mundo desarrollado son adictas a sus teléfonos, lo saben y aún así se van a la cama con el móvil al lado.

 ¿Tendría que ser obligatoria una asignatura en la escuela que enseñe a los niños a gestionar las emociones?

Uno de mis profesores, Martin Seligman, cuando trabaja con padres y maestros, siempre hace dos preguntas. La primera: qué es lo que más desean para sus hijos. Todos coinciden: que sean felices, resilientes, que tengan buenas relaciones y estén sanos. Con esas respuestas, Seligman hace una primera lista. Después, formula la segunda pregunta: ¿qué aprenden los niños en la escuela? A leer y a escribir, geografía, historia, biología o matemáticas, responden. Seligman hace una segunda lista con esas respuestas, la compara con la primera y evidencia que no hay ninguna correlación entre ambas. Eso no significa que la segunda no sea importante, por supuesto que es necesario que los niños aprendan a leer, matemáticas y conozcan la historia. Pero, ¿por qué las escuelas ignoran casi por completo la primera lista? Es incomprensible. En especial, hoy, cuando existe la ciencia de la felicidad y podemos enseñarla a los niños.

Es paradójico, cuanto menos.

Y no solo eso. Cuando enseñamos estas cosas a los niños no solo se vuelven más felices y saludables, sino que se convierten en mejores estudiantes. Así que la primera lista ayuda a la segunda. No obstante, las escuelas de todo el mundo en su mayoría ignoran la ciencia del bienestar, algo que espero que cambie.

¿Usted ha conseguido ser feliz?

Muchas personas me lo preguntan. Hace 30 años, empecé el camino de estudiar la felicidad por mi propia infelicidad. No existe un punto donde antes eras infeliz y luego pasas a ser feliz. En otras palabras, no es un estado binario de ceros y unos, más bien la felicidad existe en un continuo. Lo que sí puedo decir es que hoy soy mucho más feliz de lo que lo era hace 30 años, y espero que dentro de cinco lo sea más de lo que lo soy hoy. La felicidad, más que un destino, es un viaje, que termina cuando lo hace la vida.

EL AMOR POR ENCIMA DE LA CREENCIA

Comentario al evangelio del domingo 13 julio 2025

Lc 10, 25-37

En aquel tiempo, se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Él le dijo: “¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?”. El letrado contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”. Él le dijo: “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida”. Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”. Jesús dijo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándole medio muerto. Por casualidad un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, sintió compasión, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: «Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta». ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. El letrado contestó: “El que practicó la misericordia con él”. Le dijo Jesús: “Anda, haz tú lo mismo”.

EL AMOR POR ENCIMA DE LA CREENCIA

Elegir a un hereje como protagonista de su parábola, contrastar su comportamiento humano frente a la indiferencia del sacerdote y el levita, y ponerlo de modelo para todo un escriba o doctor de la ley (“Anda y haz tú lo mismo”), pone de relieve la actitud provocativamente abierta, inclusiva y compasiva de Jesús. No importan tanto las creencias o la doctrina “ortodoxa” -viene a decir-, cuanto el amor hecho compasión y cuidado efectivo. Al leer un texto como este, ¡nos parece tan obvio e incontestable su mensaje!… Y, sin embargo, rápidamente nos enredamos en comportamientos marcados por el egocentrismo, el individualismo y la confrontación.

El amor es lo único que nos salva -nos construye interiormente- y lo único que salvará a la humanidad. Al vivirlo, no estamos, en primer lugar, adoptando una exigencia moral, sino dejando que se exprese lo que somos en profundidad. Somos amor. Y, sin embargo, su vivencia no es fruto del voluntarismo, sino de la comprensión experiencial y de la liberación de miedos que nos hacen vivir replegados o encerrados sobre nosotros mismos.

Vivir en amor empieza por escuchar el anhelo interior, que podemos tener olvidado, ignorado o bloqueado, implica ir liberándonos de los propios miedos y necesidades y continúa por dejarnos sentir habitados por los otros. En la medida en que voy abriendo mi corazón, notaré que se puebla de personas, a las que miro con respeto, valoración, admiración y afecto. 

LA VERDADERA ALEGRÍA

Comentario al evangelio del domingo 6 julio 2025

Lc 10, 1-12. 17-20

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias, y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que hay, y decid: «está cerca de vosotros el Reino de Dios». Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad. Los setenta y dos volvieron con alegría, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo»”.

LA VERDADERA ALEGRÍA

En la conclusión de un relato nacido en las primeras comunidades de seguidores de Jesús, que trataba de regular la forma de vida y de acción de los misioneros itinerantes, se ha colado un dicho de profunda sabiduría acerca de la alegría incondicionada.

Mientras los discípulos vuelven alegres por lo que han conseguido -un poder que somete incluso a los demonios-, Jesús les muestra que el motivo real de la auténtica alegría no tiene que ver con lo que se hace, lo que se tiene, lo que se logra o consigue. La alegría incondicionada no es un estado de ánimo que se halla a merced de las circunstancias o acontecimientos, sino un estado de ser que, como tal, permanece estable e inalterado.

En cuanto estado de ánimo, la alegría (con minúscula) se alterna con la tristeza. Y ambos tienen su lugar y su razón de ser dentro del abanico de los sentimientos humanos. Así los reconocemos, los acogemos y los gestionamos de la manera más constructiva.

Pero aquí se habla de la Alegría (con mayúscula), aquella que constituye nada menos que nuestra identidad más profunda. En el texto se recurre a una expresión acorde con el contexto religioso teísta y mítico: “vuestros nombres están inscritos en el cielo”.

En las culturas antiguas, el nombre equivalía a la identidad. Por tanto, la afirmación evangélica podría “traducirse” de este modo: estad alegres porque vuestra identidad es eterna. Sea lo que sea que suceda u os ocurra, lo que sois se halla siempre a salvo. Tal comprensión nos hace ver que la auténtica Alegría no requiere ninguna condición: somos Alegría.