¿DESDE DÓNDE LEO LO QUE OCURRE?

El “lugar” desde donde hacemos la lectura de lo que sucede resulta siempre decisivo. Porque nuestro cerebro asume tal lectura como si fuera absolutamente real y actúa en consonancia con ella.

Por decirlo con otras palabras: los pensamientos que alimentamos y las creencias que sostenemos son la fuente de nuestros sentimientos, estados de ánimo, actitudes y comportamientos. De ahí la importancia, no ya solo de cuidar nuestro “modo de pensar” -activando lo que podría denominarse una práctica de “higiene mental”-, sino de “tomar distancia” de la mente para situarnos en el “lugar” de la comprensión.

En realidad, solo es posible leer lo que ocurre desde dos lugares, que corresponden a los dos modos como podemos percibir nuestra identidad: desde la identificación con el yo (estado mental) o desde la comprensión de que somos consciencia o vida (estado de presencia).

Los efectos que experimentemos en nuestra persona nos mostrarán dónde hemos puesto nuestra identidad y, por tanto, desde dónde estamos haciendo la lectura de los acontecimientos. Las sensaciones de miedo, soledad, ansiedad, angustia…, en cualquiera de sus formas, indican que nos hallamos identificados con el yo y que estamos viendo la realidad desde él, asumiendo como real su visión de las cosas. Dado que el yo se experimenta absolutamente frágil y vulnerable, fácilmente se siente afectado, de manera absolutamente irremediable, por todo aquello que percibe como amenaza a “su” propia seguridad.

Puede ser la situación de esta guerra criminal contra Ucrania (o cualquier otra), la crisis económica, el horizonte de un futuro incierto cargado de nubarrones…, o puede ser una crisis afectiva, una pérdida importante o un problema grave de salud. En todos los casos, incluso en aquellos más dolorosos, una cosa es el hecho “bruto” que sucede y otra la lectura mental que hacemos del mismo. Lectura que, cuando nace del yo, no puede sino llevar su sello de miedo, soledad y ansiedad.

Sin embargo, tal lectura nace de un error original, que consiste en la ignorancia acerca de lo que realmente somos. Al tomarnos por lo que no somos, nos hundimos en la confusión y el sufrimiento. Y no habrá salida mientras perdure aquella primera creencia errónea.

La comprensión nos hace ver que no somos aquel yo, sino Aquello que es previo al yo, pura consciencia, ser, vida, presencia consciente… Al reconocernos en ello y leer lo que ocurre desde ahí, todo se modifica de manera radical, de la misma manera como cambia la lectura que hacemos de una pesadilla nocturna cuando despertamos por la mañana.

Ante una circunstancia difícil, el yo sentía hundirse irremediablemente. Sin embargo, al afrontar esa misma circunstancia desde la comprensión, seguimos reconociéndonos siempre a salvo. Seguirá afectando a nuestra persona, tendremos que responsabilizarnos de ella, puede incluso que nos “complique” la existencia…, pero no dejaremos de ver que, en nuestra verdadera identidad, estamos a salvo.

Desde la comprensión, la mente pensante se detiene, cesa de fabricar fantasmas y de generar miedos insensatos, y vuelve la paz. Comprendemos entonces que aquello que percibíamos como amenaza definitiva no nace tanto de unas circunstancias determinadas, sino de la lectura que nuestra mente hacía, desde la creencia que nos identificaba con el yo. Al acallar la mente, dejamos de añadir “historias mentales” y descubrimos el acierto que contiene la cuestión que plantea Eckhart Tolle: “¿Puedes aceptar este momento como es y no confundirlo con la historia que la mente ha creado a su alrededor?”.

La angustia no nace propiamente del hecho, por duro que sea, sino de la lectura que hacemos del mismo cuando estamos identificados con el yo. Por eso, cuando miramos ese mismo hecho desde el “otro lugar”, la angustia desaparece.

No se niega que haya situaciones objetivamente muy “duras” y, por tanto, con gran carga ansiógena, que requieran o exijan ser denunciadas y transformadas. Tampoco se cuestiona que, debido a diferentes condicionamientos, haya momentos en que una persona se sienta impotente para hacer una lectura adecuada. Sin embargo, nada de ello invalida la afirmación anterior, según la cual nuestro modo de leer lo que ocurre es lo que determina la manera como nos afecta.

Eso significa que los efectos experimentados nos muestran la adecuación o no de la lectura que estamos haciendo, tal vez incluso sin ser conscientes de ello: soledad, miedo y ansiedad nacen de la mente pensante y del ego; paz, ecuanimidad y confianza son signos inequívocos de que nos hemos liberado del engaño tiránico de la mente pensante. Nos descubrimos “reconciliados” con la vida, a partir de la comprensión de que, más allá de la persona en la que nos estamos experimentando, somos vida.

Tal vez, para poder situarnos en el “lugar” adecuado, pasando de la creencia errónea que nos identifica con el yo y de su correspondiente lectura mental de lo que ocurre a la comprensión de que somos vida que se halla siempre a salvo, necesitemos implementar algunos medios que faciliten dicho “paso”.

Entre ellos, pueden resultar eficaces los siguientes:

  • el cuidado de la acogida y el amor hacia sí mismo, con toda la vulnerabilidad que podemos experimentar;
  • el silencio de la mente para no añadir “historias mentales” a lo que ocurre y, todavía más, posibilitar conectar de manera experiencial con la vida que somos;
  • la práctica de la aceptación consciente, que se traduce en un “sí” a la vida en cada momento y, en la misma línea, la vivencia y expresión de la gratitud.

La mente pensante esclaviza y genera sufrimiento inútil; la comprensión libera. ¿Desde dónde nos vivimos y desde dónde leemos todo lo que sucede?

En ese desde dónde se ventila todo lo demás. Y, curiosamente, es ahí donde radica nuestro poder. Con mucha frecuencia, no podemos cambiar las circunstancias; lo único que podemos es cambiar el modo como -y el lugar desde donde- las leemos. Prueba a hacer el experimento, atento al resultado. No creas lo que hayan podido decirte, en una dirección o en la contraria. Experiméntalo.

DESARROLLAR NUESTRA CAPACIDAD DE VER

Domingo de Pascua

17 abril 2022

Jn 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro, se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo como las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

DESARROLLAR NUESTRA CAPACIDAD DE VER

En el relato, se dice que los dos discípulos vieron lo mismo y, sin embargo, únicamente Juan “vio” (en el lenguaje del cuarto evangelio: “creyó”).

Hay un “ver” asociado a la vista y a la mente que, incapaz de trascenderlas, se queda en las apariencias o en las formas. Pero hay otro “ver” que, naciendo de la atención, provoca asombro, amplía la mirada y hace posible la comprensión.

En el primer caso, hemos quedado encerrados en el “pensar”; en el segundo, nos situamos en el “atender” y el silencio de la mente. Si aquel va asociado a la rutina, este es siempre novedad. Porque pensar es volver una y otra vez sobre la ya sabido (o mentalmente elaborado), mientras que atender implica dejarse sorprender por lo nuevo (que nos había quedado oculto).

La mente nos ayuda a entender; la atención, a comprender. Y no es lo mismo. Como dice la filósofa Teresa Gaztelu, “al entender, nuestra mente se representa una realidad: hace un dibujo o un ‘mapa’ que refleje lo más fielmente posible lo dibujado; al comprender, no nos re-presentamos una realidad, sino que la presenciamos de forma directa y con todas las dimensiones de nuestro ser (cuerpo, mente, espíritu)”.

La teología, siguiendo la huella de Aristóteles y Tomás de Aquino, define la verdad como “adaequatio rei et intellectus”, es decir, como “correspondencia” entre la realidad y la idea que nuestra mente se hace de ella. Sin embargo, con los datos que hoy nos aportan las ciencias, sabemos que la trampa radica en el hecho de que nuestra mente no ve la realidad, sino solo una interpretación mental de la misma; con frecuencia sin ser consciente de ello, lo que la mente ve es una imagen que ella misma ha elaborado.

“Si comprender es ver algo en sí mismo -sigue diciendo Teresa Gaztelu-, para comprender necesitamos mirar las cosas con desapego, sin pretensión personal -de que las cosas sean de una determinada manera-, evitando colarse uno mismo en escena”.

Pues bien, esto solo es posible gracias a la atención, capacidad que se halla en todos nosotros y que podemos educar o entrenar hasta llegar a ser diestros en ella. Atendiendo lo que hacemos en cada momento, observando la mente, practicando el silencio… Silenciada la mente pensante, juzgadora y etiquetadora, se abrirá paso la comprensión: habremos pasado del “entender” al “comprender”, habremos empezado a “ver”, más allá de las apariencias y más allá de nuestras ideas previas.

¿Vivo más en el pensar o en el atender?

EL MITO DE LA SALVACIÓN POR LA CRUZ

Domingo de Ramos

10 abril 2022

Jn 23, 1-49

En aquel tiempo, el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados se levantaron y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo: “Hemos comprobado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey”. Pilato preguntó a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. El le contestó: “Tú lo dices”. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: “No encuentro ninguna culpa en este hombre”. Ellos insistían con más fuerza diciendo: “Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí”. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.

Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo: “Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré”. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa diciendo: “¡Fuera ese! Suéltanos a Barrabás”. (A este lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio). Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. El les dijo por tercera vez: “Pues, ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré”. Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «desplomaos sobre nosotros», y a las colinas: «sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?”. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

Y cuando llegaron al lugar llamado “La Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte. El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas diciendo: “A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: “ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le increpaba: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha faltado en nada”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. Jesús le respondió: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Y dicho esto, expiró. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo: “Realmente, este hombre era justo”. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.

EL MITO DE LA SALVACIÓN POR LA CRUZ

Tal vez, la tendencia a poner nuestra salvación “fuera” pueda deberse a dos factores: por un lado, a la creencia que nos identifica con el yo carenciado y esencialmente necesitado de alguien que nos pueda “salvar”; por otro, a la consciencia mágica y mítica -en la que nuestra especie ha vivido durante siglos-, que pone la salvación en otro ser, como suelen hacer los niños.

En la tradición bíblica encontramos una imagen sumamente elocuente: en el Libro de los Números se narra que, para curar a quienes habían sido mordidos por serpientes venenosas -enviadas por Yhwh como castigo por los pecados del pueblo-, Moisés colocó una serpiente de bronce en lo alto de un madero, de modo que todo aquel que miraba la serpiente quedaba automáticamente curado (Num 21,4-9).

En el caso cristiano, la cruz de Jesús se leyó en relación a la doctrina del “pecado original”. Según la “teoría de la expiación”, grabada a fuego en el imaginario colectivo del mundo cristiano, todos los humanos nacen con un pecado que solo podía ser perdonado gracias al sacrificio de Cristo en la cruz.

Sospecho que no somos todavía conscientes de la doble implicación “oculta” en esa doctrina:

  • imagen de un dios sádico, que reclama la sangre de su propio hijo para perdonar el pecado de “los primeros padres”;
  • imagen del ser humano como “pecador” desde antes de su nacimiento, creencia en la que se asentaría la omnipresente culpa católica.

Solo una identificación extrema con la creencia impide ver que un planteamiento de este tipo resulte frontalmente disonante con la conciencia moderna. ¿Cómo podría creerse hoy, literalmente, en el mito de la salvación por la cruz?

Pero todavía hay más. En profundidad, el mito de la salvación por la cruz parte de una comprensión del ser humano que, no solo es parcial, sino radicalmente inadecuada. Identificarse con el “yo pensado” -o imagen que tenemos de nosotros mismos- supone reconocerse esencialmente como carencia y, por tanto, necesitados de una salvación “exterior”.

Pero no somos nuestro yo: la “personalidad” es solo la forma en que se está experimentado lo que realmente somos. Ciertamente, es frágil, débil, vulnerable y necesitada. Y de todo ello habremos de hacernos cargo. Pero en nuestra “identidad”, somos plenitud de presencia, estamos ya “salvados”.

¿De qué habla, pues, la cruz de Jesús? De lo mismo que hablan las persecuciones, torturas y asesinatos de personas inocentes a lo largo de la historia: de los abusos de un poder prácticamente omnímodo y de la fidelidad de Jesús a su propia misión. No hubo extraños designios de ningún dios ofendido. Hubo injusticia sangrante del poder de turno y fidelidad coherente de un hombre íntegro.

¿Qué lectura hago de la cruz?

EMPATÍA, COMPRENSIÓN Y NO-JUICIO

Domingo V de Cuaresma

3 abril 2022

Jn 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al Monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él y, sentándose, les enseñaba. Los letrados y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de pie. Jesús se incorporó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?”. Ella contestó: “Ninguno, Señor”. Jesús dijo: “Tampoco yo te condeno. Ve en paz, y en adelante no peques más”.

EMPATÍA, COMPRENSIÓN Y NO-JUICIO

La persona sabia es capaz de comprender todo -aunque, obviamente, no lo apruebe ni justifique-, porque sabe que cada persona hace en todo momento lo mejor que sabe y puede, teniendo en cuenta su “mapa” mental.

De hecho, la incapacidad para comprender al otro cuando piensa o actúa en modo diferente a uno mismo, no se debe a lo que piensa o hace, sino al propio narcisismo, que imposibilita tomar distancia del “mapa” personal, considerado como el único válido.        

El juicio y la condena del otro puede nacer también de otros dos lugares, que guardan estrecha relación con el narcisismo: la proyección de la propia sombra -por la que condeno en el otro algo que está en mí oculto, reprimido y condenado- y la búsqueda de algún interés -quizás inadvertido- de autoafirmación personal, al creerme “mejor” que el otro. Quien condena, se sitúa automáticamente en un pedestal elevado desde el que “imparte sentencia”, sobre la creencia arrogante en su propia superioridad moral.

Frente a tal engaño, sostenido en las trampas mencionadas -incapacidad narcisista de comprender al otro, proyección de la propia sombra y búsqueda cuasi patológica de autoafirmación y superioridad moral-, el sabio Jesús apunta en la dirección más adecuada y eficaz: “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”.

Es la misma sabiduría que recoge aquel otro dicho de Jesús: “¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo?” (Mt 7,3).

Uno de los signos más claros de la genuina espiritualidad es la ausencia de juicio. En uno de los “Dichos” (Apotegmas) de los Padres del desierto, se cuenta que un joven le planteó a uno de aquellos ancianos cómo haría para no errar en el camino espiritual. A lo que el padre le contestó con firmeza: “Sabrás que no te equivocas en el camino espiritual porque no juzgas a nadie”.

¿Cómo me sitúo entre la comprensión y el juicio?

FARISEÍSMO: LA RELIGIÓN DEL «HERMANO MAYOR»

Domingo IV de Cuaresma

27 marzo 2022

Lc 15, 1-3.11-32

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: “Este acoge a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos: el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna». El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible y empezó a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a su campo a cuidar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces se dijo: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino a donde está mi padre y le diré: ʽPadre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornalerosʼ». Se puso en camino a donde estaba su padre: cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió, y echando a correr, se le echó al cuello, y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo». Pero el padre dijo a sus criados: «Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado». Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercó a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Este le comentó: «Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud». Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Él le replicó a su padre: «Mira, en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha gastado tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado». El padre le dijo: «Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado»”.

FARISEÍSMO: LA RELIGIÓN DEL “HERMANO MAYOR”

En esta parábola cargada de sabiduría, con la que probablemente buscaba denunciar los ataques de que era objeto por parte de los fariseos y los sacerdotes del Templo, Jesús señala tres posibles actitudes humanas.

El “hijo menor” representa la ignorancia y la ansiedad de quien cree que la felicidad o plenitud es algo que se halla fuera. Lo cual le lleva a emprender una carrera que culminaría en la frustración más absoluta, hasta que comprende que la felicidad está en “casa” (la “casa”, como imagen de nuestra verdadera identidad).

El “hijo mayor”, por su parte, es símbolo de las personas religiosas que presumen de serlo. En realidad, presume de sus “méritos”, en una actitud de orgullo religioso, caracterizada por la “falsa obediencia”, la exigencia y el perfeccionismo, en un cumplimiento estricto de la ley o la norma. Todo ello genera una religión mercantilista (“do ut des”: te doy para que me des), que exige recompensa.

Es, por tanto, la imagen del ego que se apropia de la religión en beneficio propio. No vive, porque su afán es “cumplir”. Desconoce la riqueza de lo que podría vivir, porque coloca toda su energía en “hacer méritos”.

Sin embargo, tanta exigencia forzosamente había de pasar factura. Esta es doble: Por una parte, le lleva a caer en una especie de complejo de superioridad moral, que le hace creerse mejor que los demás y con derecho a juzgar y condenar al hermano que se había marchado de “casa”. Por otra, al ver frustrada la recompensa de la que se creía merecedor, trasmuta su alienación anterior a la norma en resentimiento envenenado.

Finalmente, la tercera actitud es la representada en la figura del “padre”, que da libertad (al hijo mejor que decide marcharse y al hijo mayor que se niega a entrar en la fiesta); es compasión, sin reproche (ante el hijo que regresa y ante el otro que lo increpa); es gratuidad y desbordamiento de amor (que llega a decir: “Todo lo mío es tuyo”).

Sin duda, en cada uno de nosotros conviven esas tres actitudes.

¿Cuál de ellas alimento?

FÍSICA CUÁNTICA Y NUEVA COSMOVISIÓN // María Victoria Fonseca

Entrevista de Trini Díaz a María Victoria Fonseca, Catedrática Honorífica de Física Atómica, Molecular y Nuclear en la Universidad Complutense de Madrid, con motivo de su participación en el Foro Gogoa, de Pamplona, el día 19 de enero de 2022, en Noticias de Navarra
https://www.noticiasdenavarra.com/actualidad/sociedad/2022/01/30/foro-gogoa–maria-victoria/1224292.html

«La realidad es una alucinación colectiva en la que estamos de acuerdo».
Fonseca explicó en el Foro Gogoa cómo la ciencia actual está cambiando nuestra cosmovisión, la del mundo y la del ser humano.

Comprender el mundo desde la física cuántica, de la mano de María Victoria Fonseca, es un ejercicio de introspección sobre cómo funcionamos los seres humanos y cómo nos relacionamos con el entorno, con los demás y con la vida. En el Foro Gogoa demostró su habilidad para desentrañar este misterioso universo que pone patas arriba nuestra idea de lo que es real y nos invita a construir una nueva forma consciente de habitar nuestro mundo. María Victoria Fonseca es Catedrática Honorífica de Física Atómica, Molecular y Nuclear en la Universidad Complutense de Madrid, licenciada en Ciencias Políticas y diplomada en Óptica. A lo largo de su carrera, ha trabajado en las universidades de Cornell y Stony Brook (EEUU) y en el Instituto de Física y Astrofísica Max Planck-Werner Heisenberg de Munich (Alemania). Fue pionera en España en el desarrollo de la física de rayos cósmicos.

¿Qué es la física cuántica y cuál es su objeto de estudio?

La física cuántica es la teoría matemática que describe el mundo microscópico y el modelo teórico de la ciencia actual para explicar el comportamiento de la materia y la energía a escalas muy pequeñas, de fotones, de átomos, núcleos, quarks, etc. No se ocupa de la mente, ni del psiquismo humano, ni de las emociones. Y como todas las teorías, tiene un formalismo matemático aceptado desde hace más de 120 años y una interpretación de ese formalismo que sigue siendo muy debatida. La física cuántica es el conjunto de ideas más revolucionario sobre el comportamiento del mundo microscópico.

Vayamos a los orígenes, ¿cómo nace?

La primera idea revolucionaria sobre el comportamiento de la materia y la energía surgió en el año 1900 con el premio nobel Max Planck, considerado el padre de la física cuántica. Introdujo la idea de cómo la luz, al interaccionar con la materia, lo hace de forma discontinua. Einstein extendió la idea de Planck para poder explicar el efecto fotoeléctrico. En los siguientes 30 años, un grupo de jóvenes científicos desarrollaron las leyes de la física cuántica y sus descubrimientos también merecieron el premio Nobel.

¿De qué está hecho el mundo cuántico?

La física cuántica interpreta el mundo material de una forma completamente novedosa: la materia está formada por átomos, llenos de vacío, que se describen por probabilidades matemáticas. Materia y energía, inextricablemente unidas, son equivalentes.

Es experta en un área de conocimiento que asusta y fascina, ¿por qué cuesta tanto entenderlo?

El desarrollo de la física cuántica supone una revolución en nuestra comprensión de lo que entendemos que es lo real, que no es accesible con nuestra mente actual que interpreta la realidad según el modelo de pensamiento de la física clásica. Albert Einstein ya era consciente de la limitación de nuestra mente para entender lo que es la realidad y decía que, en su larga vida, había aprendido que toda nuestra ciencia, comparada con la realidad, es primitiva e infantil. Y a pesar de todo, es lo más valioso que tenemos.

¿El mundo cuántico nos invita a pensar de una forma nueva?

Como decía el premio Nobel Werner Heisenberg, los átomos no son cosas, son solo tendencias. Así que, en lugar de pensar en cosas, debemos pensar en posibilidades o probabilidades de presencia. Las partículas subatómicas son paquetes de energía e información en un enorme espacio vacío.

¿Qué es el vacío cuántico?, ¿qué hay en la nada?

El vacío cuántico, según lo interpreta la física cuántica, es un océano de energía fluctuante con infinitas frecuencias espacio-temporales. La energía crea partículas en el vacío cuántico, que están apareciendo y desapareciendo en tiempos brevísimos. Además, sucede que este vacío está por doquier en el interior de cada átomo y, por tanto, dentro de mi cuerpo, de cada porción de materia, de la mesa, de la habitación, de la silla… Es el soporte de todo lo que existe. Los átomos intercambian energía continuamente, es decir, todos los cuerpos emiten y absorben radiación, incluso los más fríos. De manera que existe una relación inextricable entre materia y energía porque los electrones están en continuo movimiento en el interior de los átomos.

¿Las leyes de la física cuántica son un desafío al sentido común?

La mecánica cuántica describe un universo extraño y probabilístico. El mundo cuántico habla de probabilidades de presencia, de funciones de onda, no de objetos materiales. Se piensa de otra manera. Desde este prisma, los conceptos clásicos de espacio, tiempo, localidad, etc., dejan de tener el sentido conocido y son sustituidos por otras interpretaciones de lo que es la realidad. Para la física cuántica, conceptos como entrelazamiento, dualidad onda-partícula, no-localidad, etc., generan un contexto coherente que da nuevo sentido no solo a la realidad material sino también a la naturaleza humana.

¿Qué es la propiedad del entrelazamiento?

Las partículas cuánticas parecen poseer una cierta forma de telepatía. Cuando están juntas y se separan, la información fluye entre ellas, independientemente de lo alejadas que estén y del lugar del espacio en donde se encuentren. Cuando una partícula cambia de posición o una de sus propiedades, la otra lo sabe instantáneamente.

¿Dónde está el límite entre lo grande y lo pequeño?, ¿dónde está la frontera cuántica?

Nuevos experimentos están investigando dónde y por qué se pasa de un dominio a otro, del microscópico al macroscópico. De momento, la física cuántica solo se aplica al mundo de lo muy pequeño. Estamos creando el futuro en base a nuestra mente, que se está abriendo a nuevas formas de pensar, a posibilidades desconocidas.

¿Cómo puede cambiar nuestra experiencia humana?

Enseña que hay otra realidad, otra forma de ver, de pensar. Aunque de momento la teoría cuántica no se ocupa del estudio de la mente humana, ni de otras áreas del conocimiento, ha cambiado nuestras creencias sobre lo que es real y, además, ha traído a la mente consciente lo que se llama el efecto observador. Es decir, la mente puede interaccionar con aquello en lo que se enfoca. Puedo ver de forma nueva, de manera que aceptando que mi mente puede afectar lo que me rodea, puedo cambiar mi realidad y entender la vida de otra manera.

¿Podemos percibir una realidad que está en continuo movimiento?

Eso que llamamos o percibimos como realidad es algo que está asociado al movimiento de todo lo que existe, tanto en lo muy grande como en lo muy pequeño, aunque no nos demos cuenta. Estamos viviendo una realidad en continuo intercambio y hay una interacción constante entre todas las cosas visibles e invisibles.

¿Qué es invisible a nuestros sentidos?

La realidad está llena de cosas invisibles. Según la visión clásica, la radiación electromagnética es un campo eléctrico y magnético que se mueve por el espacio de manera continua. Pero también hay una radiación cósmica invisible que está continuamente llegando a la tierra desde distintas partes del universo. De hecho, por cada metro cuadrado de superficie, por cada segundo, hay al menos 200 partículas con carga eléctrica que nos están continuamente atravesando.

¿Qué sabemos de lo que existe?

La ciencia estima que el 95% de lo que existe es desconocido. Es lo que en el mundo científico se llama energía y materia oscura. De hecho, la ciencia es un sistema de creencias en evolución continua basado en el método científico. Las preguntas son siempre las mismas, pero las respuestas cambian con el tiempo.

¿Somos energía?

Nuestro cuerpo está continuamente absorbiendo y emitiendo energía, como ocurre con todos los objetos que, a una cierta temperatura, emiten un campo de radiación que, aunque no vemos, está ahí. Los pensamientos y las emociones son también energía, que ahora se miden y manipulan en los laboratorios.

¿Somos polvo de estrellas?

Hay tantos átomos en una sola molécula de ADN como estrellas en una galaxia. Somos un pequeño universo, como dice el astrofísico americano Neil de Grasse Tyson. Cada uno de los átomos de nuestro cuerpo tiene billones de años de edad porque, excepto el hidrógeno y el helio, se formaron cuando murieron las estrellas supernovas. Y en esas explosiones se emitió al medio interestelar los núcleos de los átomos pesados que forman la materia actual. Podemos decir que llevamos la historia de todo el universo grabada en nuestro cuerpo.

¿Vivimos de forma inconsciente la realidad?

El 95% de lo que hacemos cada día lo realizamos de forma inconsciente. En nuestra vida, lo que nos domina, lo que hace que vivamos nuestra realidad cotidiana es nuestro inconsciente, que es donde están grabados nuestros patrones de comportamiento. Solamente usamos la atención en las cosas que son realmente importantes, pero no estamos entrenados para darnos cuenta de lo que nos está pasando en cada momento.

¿La percepción es aprendida?

Para entender esto, hay que saber que hasta los 6 o 7 años, los niños y niñas experimentan un mundo casi alucinatorio para los adultos, porque viven en ondas delta, theta, distintas a las ondas del estado de alerta del adulto. Su realidad no es la que percibimos nosotros de manera ordinaria. Hay que tener en cuenta que lo que ves depende no solo de lo que miras, sino también desde dónde miras; luego, ¿qué es lo que entiendo por realidad?, ¿cuáles son mis pensamientos?, ¿cuál es mi sistema de creencias? Así tengo que empezar a investigar, a reflexionar, para darme cuenta de quién soy, cómo actúo y cómo me siento para descubrir lo que entiendo por mi realidad.

¿Qué podemos hacer para ser más conscientes de nuestra realidad y tomar las riendas de nuestras vidas?

La atención enfocada es el motor de mi realidad y puede gestionar mis energías, mis pensamientos, mis creencias y mis emociones. Lo puedo hacer si estoy atenta porque entonces puedo decidir lo que hago. Pero si nos seguimos dejando dirigir por el inconsciente, actuamos según el programa impreso con el que nos criaron y educaron.

Lo que percibimos como real, ¿es una alucinación?

Para Anil Seth, profesor de neurociencia cognitiva y computacional de la Universidad de Sussex, lo que llamamos realidad son alucinaciones que asumimos como reales porque todas las personas tendemos a percibirlas de la misma manera. Se podría decir que la realidad es una alucinación colectiva en la que estamos de acuerdo, es una forma de interpretar lo que hay ahí afuera.

¿Podemos cambiar nuestras estructuras mentales?

Podemos cambiarlas entrenando la atención y gestionando nuestras emociones desordenadas e inconscientes. La conciencia, estar atentas, es el mayor instrumento para el cambio interno y externo. Hay una ley inmutable, que es la del cambio constante, incesante. La pregunta que debemos hacernos es si seguimos aferrados al programa mental y emocional que nos insertaron. Se trata de darnos cuenta de cómo todo lo que me rodea me está influyendo para poder discernir lo que para mí es adecuado. Creemos que todo es blanco o negro y no es verdad. Todo es todo, blanco o negro, intermedio, etc. En realidad son posibilidades de cómo yo me siento y dónde enfoco mi atención.

¿Se trata, entonces, de abrir nuestra mente?

Como dice el divulgador científico y físico teórico estadounidense, Michio Kaku, se trata de abrir la mente a lo imposible. Has de encontrar el lugar dentro de ti donde nada es imposible, porque dentro de nuestra mente existen todas las posibilidades de actuación, de comprensión. Se trata de entrar ahí, simplemente tomando conciencia a través de nuestra atención.

¿Mente y cerebro desempeñan funciones diferentes?

La mente no está localizada en el cerebro, está dentro de mi cuerpo y en todo lo que me rodea. La mente es no local, tal y como nos descubre el mundo cuántico. Si la percepción es la tarea de tratar de descifrar lo que hay allí afuera en el mundo, el cerebro no tiene ningún acceso directo a ello porque está encapsulado por los huesos.

¿Puede explicarse el cerebro humano usando física cuántica?

Muchas personas han intentado entender cómo funciona la mente en base a los conocimientos cuánticos. De hecho, hay una lista de más de 200 renombrados intelectuales, científicos o pensadores que tomaron en serio la posibilidad de la existencia de fenómenos psíquicos como la telequinesis, la visión remota, la bilocación, es decir, la interacción mente-materia. De hecho, el premio nobel de física Wolfgang Pauli y el psicoanalista Carl Jung hicieron un trabajo muy interesante sobre el mundo cuántico y la mente. Entre ambos se creó una extraordinaria relación intelectual en la que encontraron sorprendentes bases comunes entre la psicología profunda y la física cuántica, lo que influyó profundamente en el trabajo de cada uno de ellos.

¿La mente puede influir sobre la materia?, ¿la ciencia puede explicarlo?

El Instituto de Ciencias Noéticas de Estados Unidos, dirigido por Dean Radin, ha publicado en revistas científicas cualificadas cómo la atención enfocada de una persona puede alterar el resultado de ciertos experimentos realizados con luz láser. Estos experimentos se han repetido muchas veces y de muchas formas, y los resultados sugieren que la conciencia, la atención, es un participante activo de la realidad.

¿Qué dice el mundo académico de todo esto?

A la Academia no le interesa cómo la mente interacciona porque sigue en el pasado. Como descubrió Newton con la ley de la inercia, en esta realidad material donde vivimos todo se opone al cambio. Por fortuna cada vez hay más científicos y científicas que empiezan a tomar conciencia de esto, pero es un proceso lento.

La física cuántica promete importantes cambios tecnológicos, ¿qué podemos esperar?

Se está invirtiendo mucho dinero en el desarrollo de ordenadores cuánticos. El objetivo final es impresionante, impensable de momento, como por ejemplo crear máquinas que contengan, de alguna manera, la conciencia de una persona, hacer bibliotecas de emociones, de pensamientos, etc. Los ordenadores cuánticos podrán conocer lo que el ser humano piensa e incluso manipular sus emociones. La biología y la medicina también están utilizando tecnología cuántica para avances hasta ahora increibles. Todavía ni siquiera podemos imaginar hacia dónde vamos.

¿La ética avanza en paralelo a los avances de la física cuántica?

Desafortunadamente no, porque seguimos siendo zoquetes emocionales. La mente racional ni tiene ética ni deja de tenerla y lo único que le interesa es seguir avanzando, haciendo experimentos y descubriendo nuevos horizontes. Esta sociedad está dominada por el poder y el control y permanece desconectada de lo que somos: seres humanos que hemos venido a cooperar. El debate ético no existe ni en la sociedad, ni en la política, ni en ninguna parte.

Respira y sonríe es el mantra que repite en sus charlas de divulgación, ¿nos falta aire?

Se nos olvida que somos seres sociales y hemos venido a experimentar emociones, a reactivar las conexiones con nuestros seres queridos, a experimentar el amor. Por eso le doy tanta importancia a reírnos y relajarnos porque la vida es nada y es todo y nuestra maravillosa experiencia humana es muy corta.