Semana 18 de septiembre: Y SER REALMENTE LIBRES

libertad-4CUANDO CAEN LAS CREENCIAS: ¿VACÍO O LIBERACIÓN?

10. Y ser realmente libres

“La verdad os hará libres”, dijo Jesús de Nazaret. Pero la verdad no es ninguna creencia, como tienden a creer sus seguidores. No nos libera ningún credo, sino el reconocimiento de nuestra propia verdad. Como suele ocurrirnos a los humanos, sus discípulos pensaron que la verdad consistía en la adhesión mental a la persona y al mensaje de su Maestro y redujeron la palabra sabia de Jesús a una creencia más, dentro del panteón de los credos.

         Sin embargo, de la misma manera que ninguna creencia puede encerrar la verdad, tampoco ninguna de ellas puede ofrecer libertad. Esta –que tampoco conoce opuesto- es una con la verdad y, en último término, una con la realidad. Todo es un fluir libre en despliegue incesante.

         Ahora bien, así como la mente tiende a apropiarse de la verdad y la reduce a una creencia, del mismo modo tiende a apropiarse de la libertad para atribuírsela al ser humano individual, haciéndole creer que es él quien lleva el control de los acontecimientos.

         Como resultado de esa apropiación –otra creencia más-, se introduce la confusión y, con ella, el sufrimiento, en forma de tensión, con las secuelas de orgullo y de culpabilidad. Si soy “yo” quien lleva el control, merezco ser reconocido por mis logros o me sentiré culpable de mis errores. En cualquier caso, remaré habitualmente en contra del despliegue armonioso de la misma Vida, manejándome por los “debería” o “no debería” mentales, que nada tienen que ver con la verdad de lo que es.

         No hay ningún “yo” libre –porque el supuesto “yo” es solo una ficción, otra creencia más- y, sin embargo, somos Libertad. Se trata, sencillamente, de no perder la conexión con nuestra Verdad más profunda, donde nos experimentamos uno con lo que es, para verificar que no hay sino Libertad ilimitada.

         José Díez Faixat lo ha expresado con acierto: “La presunta libertad del yo individual es, paradójicamente, su esclavitud, ya que es precisamente la creencia de ser una entidad personal lo que impide reconocer al Sí mismo real, eternamente libre. Nadie que crea ser alguien puede descubrir esa libertad originaria”.

         También aquí son precisamente las creencias las que nos alejan de, sencillamente, reconocernos en la Libertad que somos. Tanto las creencias que sostienen que el “yo” es un sujeto libre como aquellas contrarias que lo niegan. Porque todas ellas nos mantienen en el “nivel aparente”, en el que se da por sentada justamente la existencia de aquel “yo” que es solo un pensamiento más.

         Por eso es necesario soltar todas las creencias, para trascender ese nivel aparente o mental. Al tomar distancia de ese nivel, cesa la identificación con el pensamiento. Y, al mismo tiempo, dejamos de creer los mensajes mentales relativos a la supuesta libertad individual que nos habían confundido y con frecuencia atormentado.

         Reconocer que no existe ningún “yo” libre, no significa negar lo que denominamos “progreso” en el mundo de lo relativo. Todo se seguirá haciendo como antes, pero sin la creencia de que existe un “yo” que lo hace. Porque, en efecto, esto último era solo una interpretación mental, una idea. Por poner un ejemplo, es como cuando nuestros antepasados suponían la existencia de un dios del mar que agitaba las aguas los días de tempestad. Hoy, los océanos continúan embraveciéndose, pero ya no hay nadie detrás enfurecido. Nunca lo hubo.

La sutileza de la manifestación es la apariencia de que todo depende de nosotros. En ese sentido, se trata de una representación magníficamente “armada”. Pero solo es apariencia. No se niega nada de lo que se despliega en el mundo de lo manifiesto; lo que se niega es, simplemente, que exista un hacedor individual que fuera sujeto del mismo.

No hay ningún “yo”. Es la consciencia la que va actuando en todo, a través de todos los medios que operan en ese nivel, tanto orgánicos y neurológicos como “intelectuales”. Y esa consciencia es nuestra identidad última: verlo es Verdad y vivirlo, Libertad. En una no-dualidad exquisita que abraza todo. En ese punto han caído ya todas las creencias, sin excepción.

Semana 18 de septiembre: El SILENCIO (Isaac de Nínive)

caminar-en-la-oscuridadEl silencio te iluminará en Dios

y te librará de las fantasías de la ignorancia.

Te unirá a Dios

y te dará un fruto que la lengua no puede describir.

Al principio tenemos que esforzarnos

para estar en silencio.

Pero después,

desde el seno de nuestro mismo silencio,

nace algo que nos atrae

a un silencio aún más profundo.

Que Dios te dé una experiencia de este “ALGO”

que nace del silencio.

Si lo practicas,

amanecerá en ti

UNA LUZ INDESCRIPTIBLE.

Isaac de Nínive (monje cristiano, Siria, siglo VII).

Semana 4 de septiembre: MEDICINA ENERGÉTICA

LIPTON, Bruce

Entrevista a Bruce Lipton, doctor en biología molecular.

Reclama una nueva medicina, la que tenga en cuenta la capacidad de curar de la energía, mucho más eficaz que los medicamentos. Bruce Lipton (Estados Unidos, 1944) ha conseguido aunar ciencia y espíritu. No es poco mérito el suyo si tenemos en cuenta lo “alérgicos” que son los científicos a los temas trascendentales. Es doctor en Biología Celular y fue pionero en la investigación con células madre. Sus estudios sobre la membrana celular y las modificaciones de las células según el entorno sentaron las bases de la nueva epigenética. Sus descubrimientos (que iban en contra de la opinión científica establecida de que la vida es controlada por los genes) y el estudio de la física cuántica le han llevado a criticar duramente la medicina convencional. Es autor de libros como La biología de la creencia y La biología de la transformación.

 Usted asegura que la medicina convencional va por muy mal camino. ¿Tan peligrosos son los medicamentos que nos recetan?

Nos dan medicamentos para la enfermedad, pero esto causa muchos problemas en el cuerpo. Porque esta medicina basada en la farmacología no entiende cómo está interrelacionada toda la bioquímica del organismo. Cuando tomo una pastilla química y la introduzco en mi cuerpo, no solo afecta a aquel lugar donde tengo el problema, sino que afecta a muchas otras cosas a la vez. Son los llamados “efectos secundarios”. Pero, en realidad, no son secundarios sino directos. No entienden que el efecto de las drogas no solo crea un efecto sino múltiples. Según las estadísticas en EEUU, ¡los fármacos matan allí a más de 300.000 personas cada año! Y esas personas son muchas más que las que mueren por tomar drogas ilegales. Hay algo que no funciona en la ciencia médica. Hace algunas cosas bien, como la traumatología, pero está matando a mucha más gente de la que ayuda. Tiene que aprender cómo funcionan las células.

 ¿Y qué ha descubierto sobre las células pero que no tiene en cuenta la medicina?

Yo ya trabajaba con ellas en los años 60. Fui un pionero porque en esa época había muy poca gente trabajando en ello. Y un experimento que hice en esa época cambió la idea que tenía del mundo. Puse una célula madre en un plato petri y, como cada diez horas se divide en dos, al cabo de dos semanas, tenía miles de células, todas idénticas. Luego cogí algunas de ellas, las coloqué en otro plato y cambié el entorno celular (son más como peces porque viven en un entorno fluido). Cambié la química en ese plato y ahí formaron músculo. Después, cogí otras del primer plato y las puse en un entorno diferente, y se formó hueso, y otras se convirtieron en grasa al volver a cambiar el entorno. Entonces, la pregunta es muy sencilla, ¿qué controla el destino de las células? Todas eran idénticas, lo único que era diferente era el entorno. Cuando cojo células sanas y las coloco en un entorno nocivo, las células enferman y mueren. Si un médico las mirara, diría: “¿Qué medicina hay que darles?”. ¡Pero no hace falta ninguna medicina! Les cambias el entorno nocivo, las colocas en uno sano y saludable y las células sanan. Los humanos somos una comunidad de 50 trillones de células, por tanto, la célula es el ser viviente y la persona es una comunidad. ¡El humano es un plato petri cubierto de piel!

 ¿Cuál es el entorno de la célula que hay que cuidar?

Dentro de mí hay 50 trillones de células y el entorno celular para nosotros es la sangre, por ello la composición de la sangre cambia el destino de la célula. ¿Y qué controla la sangre? Pues el sistema nervioso, que crea una química diferente según el sistema exterior. La célula y el ser humano son la misma cosa. Por ello, si pongo al ser humano en un entorno nocivo, igual que la célula, también enferma. Si lo trasladas a un entorno sano, entonces sana. Por tanto, la medicina culpa a las células por la enfermedad y trata de cambiar la química de las células, pero ese no es el problema, el problema es el entorno. Y si cambias a la persona de entorno, sin medicamentos, el cerebro cambia la química. El cerebro de la célula y el de la persona leen y entienden el entorno.

 En un entorno sano, ¿nos curamos automáticamente? ¿Así de fácil?

 No es tan fácil, porque la mente interpreta. Puede suceder que estemos en un entorno muy sano y que la mente lo lea como un entorno negativo o perjudicial. Entonces crea una química que hará a mi cuerpo enfermar. La diferencia entre la célula y el ser humano es que este tiene una mente que hace una interpretación y la célula lee el entorno directamente. Si metes un programa con errores en la mente, entonces la química que genera no está en armonía con la vida. Y esto nos sirve para entender cómo funciona un placebo. Cambio mi creencia y pienso que esto me va a sanar, tomo una píldora porque creo que esto me va a traer salud, y me mejora y me sana, pero la píldora podría ser de azúcar, en realidad no ha hecho nada, han sido mis creencias. Y a eso lo llamamos pensamientos positivos y efecto placebo.

 ¿Está diciendo que el efecto placebo –creer que algo nos sanará– es más curativo que un medicamento? Pero no hay casi investigaciones sobre eso.

Sí, tienes razón. ¿Eres consciente de que hay más de una manera de hacer energía sin tener que depender del petróleo? Pero seguimos dependiendo del petróleo porque no interesa el cambio a los que controlan la energía. Lo mismo pasa con las empresas farmacéuticas. Venden fármacos y ¿poder sanar sin fármacos es bueno o malo para la industria farmacéutica? No quieren que sanes sin comprar sus fármacos. ¿Se puede poner energía en una cápsula? Si fuera así, las farmacéuticas intentarían vendértela. Si puedo sanar sin usar medicamentos, la industria que los produce no gana dinero. Deberíamos poder decir que la ciencia está separada de la industria farmacéutica, pero no es así, porque con el dinero de esta se paga el desarrollo de la ciencia, y ese dinero solo va esos estudios que dicen que las drogas funcionan. El dinero controla la ciencia.

Explíquenos cómo funciona ese poder que dice que tiene la mente para la autocuración.

He hablado de que la mente controla: si piensa de una manera, se va en una dirección y, si piensa de otra, se va en otra. Por ejemplo, cierro los ojos, los abro y veo a alguien a quien amo. Entonces mi cerebro segrega dopamina, oxitocina, etc. Lo puedo sentir en mi cuerpo, puedo sentir el amor, y esa química trae salud a las células. Por eso, quien se enamora se siente tan bien. Pero si abro los ojos y veo algo que me asusta, segrego hormonas del estrés. Y estas hacen dos cosas. La primera es que frenan el crecimiento del cuerpo. Porque si me está persiguiendo un león, necesito toda la energía para poder escaparme, y mi organismo apaga todo lo que no sea imprescindible para correr más rápido, así que se paraliza todo lo que tiene que ver con el crecimiento. La gente no lo sabe, pero tienes que crecer todos los días, porque, si no, te mueres. Cada día cientos de billones de células mueren y tienes que ir produciendo nuevas. Cada tres días, el sistema digestivo renueva sus células, pero si se intefiere con ese crecimiento, entonces no puedo estar sano porque estoy perdiendo demasiadas células al día, por eso la quimioterapia hace que se caiga el pelo y crea problemas de digestión, porque mata todas las células, no solo las del cáncer. La segunda consecuencia de las hormonas del estrés es que se cierra todo aquello que usa energía, y el sistema inmunitario usa muchísima energía: cuando estás enfermo, te sientes muy cansado porque tu energía la está usando el sistema inmunitario.

Eso significa que el estrés nos hace enfermar, ¿no?

Las hormonas del estrés apagan el sistema inmunitario, incluso la medicina usa este efecto en algunas ocasiones. Por ejemplo, si me trasplantaran un corazón, mi sistema inmunitario lo rechazaría. En esos casos, los médicos dan hormonas del estrés y eso impide que funcione el sistema inmunitario. Es tan claro que suprime el sistema inmunitario que lo usamos como un medicamento. Cuando la persona está bajo estrés, afecta de dos maneras: la primera es que deja de haber crecimiento y la segunda es que se apaga el sistema inmunitario. De esta forma, virus nocivos pueden atacarme fácilmente. Cuando estás bajo mucho estrés, te enfermas. Y debo decir que, si tomamos una muestra de sangre de cada persona, descubrimos que todos tenemos células cancerígenas. Las tenemos siempre, pero si está funcionando el sistema inmunitario, no pueden crecer. Una vez que se apaga el sistema  inmunitario, proliferan. Es como el catarro: no tienes que coger el virus, ya lo tienes dentro. Son organismos oportunistas. El 90 por ciento de la gente que va al médico es debido al estrés, y también el cáncer funciona igual.

Explíquenos qué es la medicina cuántica o medicina de la energía.

Como decía, la primera razón por la que la medicina de hoy es cuestionable es porque los médicos no saben cómo funcionan las células. La segunda es que la medicina está basada en la física de Newton. No reconoce la energía, esa parte invisible, las señales electromagnéticas. Pero, a principios del siglo XX, apareció la física cuántica, que dice que todo es energía, lo que podemos ver y también lo invisible. Si miras dentro del átomo, hay electrones, protones, neutrones. ¿Y qué hay dentro? Energía. La ciencia más reciente indica que el cuerpo responde a la física cuántica, no a la newtoniania. La medicina dice que quiere cambiar la química del organismo con drogas y la nueva medicina dice que hay que cambiar la energía. Y esta nueva medicina, la cuántica, es mucho más poderosa, porque responde primero el campo energético que el físico.

Si todo es energía, ¿los pensamientos también? ¿Cómo influyen en nuestra salud?

La mente es energía. Cuando piensas, transmites energía, y los pensamientos son más poderosos que la química. Así que esto es peor para las empresas farmacéuticas porque no lo pueden vender. Por tanto, no les interesa una conexión entre la mente y el cuerpo. Pero es cierto que las propias creencias se convierten en un campo energético, una transmisión, y esta se transforma en una señal que es capaz de cambiar el organismo. Y así es como funcionaba la sanación antes del desarrollo de la medicina. La gente sanaba con los chamanes, con las manos…, pero eso no puede vender y por eso la medicina no quiere ir por ese camino. Y es la razón por la que yo cambié mi carrera. Estaba enseñando en la universidad que hay que seguir con drogas y sabía que eso no era verdad. La medicina lo conoce, pero no habla de ello. Sabe que el pensamiento positivo, el placebo, puede sanar, y también que el pensamiento negativo puede matar. Uno se llama placebo y el otro nocebo. En realidad, no es que sea positivo o negativo, es la manera de pensar. Si el médico te dice que tienes cáncer, aunque no tengas cáncer, si lo crees, crearás la química que generará cáncer. Por tanto, el problema no es tanto el entorno real sino el que tú interpretas.

Y eso enlaza con la física cuántica.

Totalmente. Por eso no funciona la medicina, porque no reconoce la ciencia cuántica. No mira hacia ahí porque el dinero está en otro lado.

Usted ha explicado que, en la mente, quien realmente tiene el poder es el subconsciente. ¿Por eso es tan difícil cambiar hábitos de pensamiento?

Es millones de veces más poderoso y más importante que la mente consciente. Utilizamos el subconsciente el 95 por ciento del tiempo.

Pero no lo podemos controlar.

Lo puedes reprogramar. La información del subconsciente se recibe en los primeros seis años de vida. Eso que aprendiste en esos años se convierte en el conocimiento fundamental de tu vida. Por tanto, hay muchos estudios que demuestran que las enfermedades que tenemos de adultos, como el cáncer, tienen que ver con la programación y el entorno que vivimos en los primeros seis años de vida.

Es decir, los niños absorben también sus enfermedades o sus actitudes negativas, y así se ‘programa’ su subconsciente. ¡Qué gran responsabilidad para los padres!

La gente, cuando oye esto, se preocupa, se culpa. Pero no eres culpable si tú no sabes que el subconsciente funciona así. No lo sabían nuestros padres, ni nuestros abuelos ni bisabuelos. Ahora bien, cuando lo entiendes, tienes que cambiar tu manera de vivir, porque entonces sí eres responsable. Está demostrado que si un niño adoptado vive en su familia casos de cáncer, en su madurez puede padecer cáncer aunque su genética sea diferente. Sería algo así como conducir un coche: si te enseñaron a conducir mal y has automatizado esa forma de conducir, pues lo más probable es que tengas accidentes. Si te enseñaron a maltratar tu cuerpo con mala información, destruirás el vehículo de tu cuerpo, cuyo conductor es la mente. El futuro es una mejor educación para los niños, incluso en la etapa prenatal.

¿Podemos reprogramar el subconsciente para estar más sanos o ser más felices con nuestra vida?

Los comportamientos que vienen del subconsciente no los percibes y pueden estar haciéndote daño. Quizás te sientes enfermo y echas la culpa a otra cosa. Al cambiar estos programas erróneos en el subconsciente, puedes recrear toda tu vida. Hay varias maneras de hacerlo. Se piensa que, cuando la mente consciente registra algo, la subconsciente también filtra esa información, pero no es así. La mente consciente es creativa y la subconsciente trata de todos los hábitos. Si le enseñas al subconsciente algo diferente, se lo enseñas también a la consciente, pero no al revés. Por ello, la manera de reprogramar es repetir y repetir hasta que se crea un hábito. Si leo un libro de autoayuda, mi mente consciente dice: “Sé todo lo que hay en el libro y lo aplico”, pero la subconsciente no se entera de nada. Entonces, piensas: “¿Por qué sé tanto y todavía mi cuerpo no funciona?”. Los pensamientos positivos, el conocimiento… solo funcionan el 5% del tiempo, pero el 95% son los hábitos que tengo desde mi niñez. Y esa es la razón por la que los pensamientos positivos no son suficientes. Ayudan, pero no ves muchos resultados. Todo sigue igual hasta que no cambias el subconsciente. Técnicas de psicología basadas en la energía como la hipnosis o el Psych-K son una manera de cambiar el subconsciente, es como un aprendizaje rápido.

Con su investigación, ha aunado ciencia y creencia, un binomio que evita la mayoría de los científicos. ¿Usted cree en la eternidad?

Absolutamente, sí. No hay dos personas iguales, y lo digo desde el punto vista biológico. Si cojo mis células y las traslado a tu cuerpo, no soy yo, el sistema inmunitario las rechaza. En las células hay como una especie de antenas en miniatura. Son receptores y algunos son autorreceptores. Tú tienes diferentes autorreceptores a los míos. Pero los receptores reciben las señales del entorno. Si corto esos receptores, la célula no tiene ninguna identidad, porque no le viene de dentro sino de fuera. Para explicarlo de forma gráfica, diría que el cuerpo es como un televisor: mis antenas captan y reproducen el programa televisivo de Bruce. Esos receptores recogen esa transmisión. Si estoy viendo la tele y se estropea el tubo de la imagen, ha muerto el televisor, pero sigue la transmisión. Así que cojo otra, la enciendo, conecto el canal y vuelvo a ver el programa de Bruce, pero en otra tele, o lo que es lo mismo, en otro ser. Si ese ser tiene los mismos receptores que tienes tú, volverás a estar trasmitiendo lo mismo, pero en otro cuerpo. Esto explica la reencarnación y quiere decir que el cuerpo puede ir y venir, pero la transmisión siempre está ahí.

 ¿Eso le hizo creer que tenemos espíritu?

Nunca había creído en el espíritu, pero cuando comprobé esto en la célula, me cambió la vida entera. La pregunta que me planteé es: ¿por qué esa duplicidad?, ¿por qué tener un espíritu y un cuerpo? Y la respuesta vino de mis células: si solo existiera el espíritu, ¿a qué sabe el chocolate?  Solo con la parte espiritual, ¿cómo vivir una puesta de sol? ¿Qué se siente cuando se está enamorado? Todas esas sensaciones vienen de las células del cuerpo, que puede oler, sentir, tener experiencias. Recoge todo eso, lo transmite al cerebro. Se convierte en vibraciones y lo transmite a la fuente del ser. Si se muere mi cuerpo, mi fuente de ser y mi espíritu tienen la memoria hasta que tenga otro cuerpo. La lección más importante es que estar vivo es un regalo, una alegría por todo lo que podemos sentir. Cuando hagamos eso, todo el mundo estará sano.

Semana 28 de agosto: PARA VIVIR LO QUE SOMOS…

Vivir lo que somos.2CUANDO CAEN LAS CREENCIAS: ¿VACÍO O LIBERACIÓN?

9. Para vivir lo que somos…

Ninguna creencia puede ayudarnos a vivir lo que somos, porque todas ellas nos mantienen en el nivel de lo aparente, es decir, en aquello que no somos. De ahí que sea necesario soltar todas si queremos llegar a nuestra verdad más profunda.

         Decía en el apartado anterior que las creencias nos alienan porque nos hacen esclavos de una “idea” determinada, que es únicamente una construcción mental. Pero además nos confunden, porque nos mantienen prisioneros de un concepto que pretende definirnos. 

         Lo que realmente somos se halla más allá de las creencias, ya que no somos nada que pueda ser pensado o nombrado: todo ello no serían más que “objetos” dentro de la espaciosidad que somos. Somos Eso que queda cuando soltamos todos los pensamientos.

         Lo real es “lo que es”. Y nuestra identidad no puede ser otra que eso mismo. Pero “lo que es” tampoco puede ser pensado; únicamente puede ser vivido.

         Vivir lo que somos es, sencillamente, dejarnos fluir con lo que es, en la certeza de que somos uno con ello. Lo cual requiere salir de la trampa de cualquier creencia y reconocernos como Vida que se expresa constantemente en cada forma aparente. A partir de ahí, vivir lo que somos es vivir viviendo con lo que es en cada momento. Sin creencias previas ni ideas preconcebidas, sin “verdades” que defender ni a las que aferrarse, permitiendo que la Vida y la Verdad –que somos- se exprese, momento a momento, en la forma que tenemos.

         ¿Significa todo esto que la mente es incapaz de ayudarnos a vivir lo que somos? O más aún, ¿implica que debamos dejarla de lado? En absoluto; todo es mucho más sutil y trabado.

         La mente es un objeto sumamente peculiar y, en cierto sentido, presenta un funcionamiento paradójico: cuando la absolutizo, me confunde por completo y se convierte en fuente de sufrimiento; cuando, por el contrario, la utilizo como una herramienta al servicio de lo que somos, se revela y se comporta como un medio extraordinario para mostrar incluso las falsas creencias acerca de mí mismo. Dicho de modo más simple: la mente, incapaz de decirme quién soy, es buen aliado para mostrarme lo que no soy. Y eso ocurre cuando tomo distancia y dejo de identificarme con ella o absolutizarla. Ahí es también donde se verifica el lugar que tiene la razón crítica.

          Todavía puede decirse lo mismo de otro modo: la mente, que es radicalmente incapaz de conducirnos a la verdad, puede desvelar, no obstante, la mentira.

         La verdad se halla más allá del pensamiento. No puede ser pensada, porque no es un objeto delimitado. Pero eso no significa que no exista. La Verdad –con mayúscula- es una con la realidad, con “lo que es”. Y es no-dual, lo que equivale a afirmar que no tiene opuesto. Eso explica que siempre que acusamos a alguien de estar en el error, nosotros mismos nos estamos alejando de la Verdad. Esta abraza todo lo que es, sin dejar nada fuera.

         Esa es también la verdad de lo que somos. No podemos descubrirla a través de la mente y ninguna creencia nos acercará a ella. Y, sin embargo, ya la somos.

         ¿Y cómo saber que no se trata de otra creencia más, que hubiera sido más elaborada? Porque para percibirla se requiere acallar la mente y así poder ver más allá (más acá) de ella. Decía en un capítulo anterior que tenemos acceso inmediato a una doble certeza: “estoy presente” y “soy consciente”, que puede expresarse de esta forma: “soy presencia consciente”. Si bien es cierto que esta formulación puede entenderse también como una creencia –en cuyo caso adolecería de todas las trampas y consecuencias que se han mencionado-, eso no niega que existe la posibilidad de un acceso directo a esa certeza, sin que medie el pensamiento. Por eso, cuando no es una “creencia” –una mera etiqueta mental- sino una certeza experimentada, la persona que lo ha visto no presume de “tener razón” ni cree estar más en posesión de la verdad que cualquier otra persona que afirma lo contrario.

Semana 28 de agosto: BIENAVENTURADOS LOS ATEOS PORQUE ENCONTRARÁN A DIOS

SalidaLos dogmas del Catolicismo, la religión en la que nací, ya no me dicen nada. Las tradiciones y creencias del Cristianismo, tal como las aprendí, me parecen cada vez más ajenas. Son respuestas. Y ante el misterio del mundo yo tengo cada vez más preguntas.

Sentimientos parecidos a los míos los descubro en mucha otra gente, sobre todo jóvenes, sobre todo mujeres, que no niegan a Dios, pero que buscan una espiritualidad que alimente de verdad el sentido de sus vidas. Y en busca de ese tesoro, donde poner su corazón, toman distancia, se apartan, revisan, hasta rechazan, la religión aprendida.

¿Qué nos pasa? ¿Qué me ha pasado? Que he crecido, que he leído, que he buscado, que vivimos en un mundo radicalmente diferente al mundo tribal, rural, pre-moderno, en el que se fraguaron los ritos, dogmas, creencias, jerarquías y tradiciones de mi religión. El sistema religioso que nos han enseñado habla de un concepto anticuado del mundo. Ya no podemos caminar con esos “zapatos”, ya no me sirven.

Sabiendo, como sé, que el Cristianismo en todas sus versiones (católicos, protestantes, evangélicos, ortodoxos…) es una religión poderosa, pero una más entre tantas que existen y han existido en el planeta y en la historia, ya no puedo creer que la mía es la religión verdadera. Sería una insensatez tan mayúscula como creer que mi lengua materna, el español, es entre todas las lenguas, la mejor solo porque nací en ella, es la que conozco y la que sé hablar.

Encuentro arrogantes los postulados religiosos que aprendí. Porque se presentan absolutos, rígidos, infalibles, incuestionables, inmutables e impenetrables al paso del tiempo. Y la humildad –que tiene la misma raíz, que humanidad, humus– me parece un caminito esencial ante el misterio del mundo, que ni la ciencia ni ninguna religión logra desentrañar cabalmente.

Sabiendo, como sé, las riquezas que encierran las variadísimas culturas humanas, los tantos mundos que hay en este mundo, no puedo creer que en mi religión y en la Biblia esté “la” revelación de esa Realidad Última que es Dios. Si así lo creyera, no podría evitar ser soberbia. Y no podría dialogar de igual a igual con los miles y miles y miles de hombres y mujeres que no lo creen así, que tienen otros libros sagrados, que van a Dios por otros caminos en donde no hay escrituras santas que venerar y seguir.

¿Cómo creer en ese galimatías dogmático, amalgamado con una filosofía superada, que afirma que en Dios hay tres personas distintas con una única naturaleza y que Jesús es la segunda persona de esas tres, pero con dos naturalezas? ¿Cómo creer lo que es absurdo y no entiendo si mi cerebro es la obra maestra de la Vida? ¿Cómo creer que María de Nazaret es Madre de Dios si Dios es Madre? ¿Cómo creer en la virginidad de María sin asumir lo que ese dogma expresa de rechazo a la sexualidad y a la sexualidad de las mujeres? ¿Cómo aceptar una religión tan masculinizada y, por tanto, tan separada de aquella primera intuición que presentía a Dios en femenino al ver el poder del cuerpo de la mujer que daba vida? ¿Cómo olvidarnos de que, por esa experiencia vital, Dios “nació mujer” en la mente de la humanidad?

¿Cómo creer en el infierno sin convertir a Dios en un tirano torturador como los Pinochet o los Somoza? ¿Cómo creer en el pecado original, que nunca nadie cometió en ningún lugar, que es solamente el mito con que el pueblo hebreo explicó el origen del mal en el mundo? ¿Cómo creer que Jesús nos salvó de ese pecado si esa doctrina no es de Jesús de Nazaret sino de Pablo de Tarso? ¿Cómo creer que Dios necesitaba de la muerte de Jesús para lavar ese pecado? Jesús el profeta, ¿un cordero propiciatorio que aplaca con sangre la cólera divina? ¿Cómo creer que Jesús nos salvó muriendo, cuando lo que nos puede “salvar” del sinsentido es que nos enseñó a vivir? ¿Cómo creer que como el cuerpo de Jesús y bebo su sangre, reduciendo así la Eucaristía a un rito materialista, mágico y evocador de sacrificios arcaicos y sangrientos que Jesús rechazó?

Sin embargo, dejando ya en mi camino tantas creencias de la religión aprendida, no dejo a Jesús de Nazaret. Porque, así como mi padre, mi madre y mis hermanos son mis referentes afectivos, y así como pienso, hablo y escribo en español y esa lengua es mi referente cultural, Jesús de Nazaret es mi referente religioso y espiritual, mi referente ético, el que me es más familiar para tantear el camino que me abre al misterio del mundo. 

Hoy, sabiendo, como sé, de la majestad inabarcable del Universo en el que vivimos, con sus miles de millones de galaxias, no puedo creer que Jesús de Nazaret sea la única y definitiva encarnación de esa Energía Primera que es Dios. Eso no lo creyó Jesús. Esa elaboración dogmática, hecha posteriormente y en contextos de luchas de poder, escandalizaría a Jesús. Hoy, en vez de afirmar “creo que Jesús es Dios”, prefiero decirme y decir: “Quiero creer en Dios como creyó Jesús”.

María López Vigil, periodista y escritora. Redactora Jefa de la Revista Envío, de la Universidad Centroamericana (UCA). Nicaragua.