APRENDER A ACEPTAR // Robert Waldinger

APRENDER A ACEPTAR.
SOBRE LA INCERTIDUMBRE, EL SUFRIMIENTO, LA ESPERANZA Y LA ALEGRÍA

 
Entrevista de María Fernández de Córdova a Robert Waldinger, psiquiatra y experto en felicidad de la Universidad de Harvard,
31 de octubre de 2024, en Telva:
https://amp.telva.com/bienestar/psicologia/2024/10/31/67234ace02136e165d8b4579.html

«En momentos de incertidumbre no te digas ‘todo va a ir bien’ sino ‘tal vez, ya veremos’. Y no te rindas» (R. Waldinger).

 
Hace unos días Robert Waldinger, uno de los mayores expertos en felicidad humana de la Universidad de Harvard. recordaba la historia contenida en un fragmento koan zen que, como él mismo dice, «está destinado a sacudirnos de la manera habitual en que nos vemos a nosotros mismos y al mundo». Dice así: Un monje le pregunta al Maestro Zhaozhou: «Cuando nos visitan tiempos de gran dificultad, ¿cómo debemos recibirlos?» El Maestro responde simplemente: «Bienvenido».

¿Bienvenido? Cuenta Robert Waldinger que la primera vez que leyó esta narración quiso saber en qué contexto exacto se había producido esta sorprendente conversación entre el Maestro Zhaozhou y su alumno. Y fue a principios del siglo IX en China. «En el siglo VIII, China florecía en las artes, las ciencias y la filosofía -cuenta el profesor de Harvard- Era una época dorada. Pero todo cambió de repente. La rebelión de An Lushan marcó el comienzo de una década de guerra civil, hambruna y enfermedades tan terribles que dos de cada tres personas en China murieron durante esa década. Fue una época de horror y colapso total. El encuentro entre el Maestro Zhaozhou y su alumno ocurrió poco después de eso».

¿Qué significaba «bienvenido» frente a los horrores que estaban ocurriendo? Y afirma Waldinger: «Significaba lo mismo que significa hoy: lo único que podemos hacer es dar la bienvenida a los acontecimientos. En el nivel más profundo, esta afirmación significa que todas las cosas cambian, no hay nada permanente, y lo único que podemos hacer es, o fingir que el mundo no cambia, o mirar de frente al cambio y aceptarlo». Según el experto en salud mental, nunca podemos estar seguros de que la vida transcurrirá como esperamos o predecimos. Y recuerda una historia de la tradición taoísta a la que a menudo recurre «cuando me siento paralizado por la ansiedad ante lo que ocurre ante mí».

Un granjero y su hijo tenían un querido caballo que ayudaba a la familia a ganarse la vida. Un día, el caballo se escapó y sus vecinos vinieron a compadecerse. Dijeron: «Tu caballo se escapó. ¡Qué mala suerte! El granjero respondió: «Tal vez, tal vez no. Ya veremos».

Unos días más tarde, el caballo regresó a casa, trayendo también algunas yeguas salvajes a la granja. Los vecinos celebraron. «Tu caballo ha vuelto -dijeron-, y ha traído varios caballos a casa. ¡Qué gran suerte!» Y el granjero respondió: «Tal vez, tal vez no. Ya veremos».

Más tarde, el hijo del granjero estaba tratando de domesticar a una de las yeguas y ella la tiró al suelo, rompiéndole la pata. Y, por supuesto, los aldeanos se compadecieron. «Qué mala suerte», dijeron. Y el granjero respondió: «Tal vez, tal vez no. Ya veremos».

Unas semanas más tarde, los soldados del ejército del emperador marcharon por el pueblo reclutando a todos los jóvenes sanos para el ejército. No se llevaron al hijo del campesino, que todavía se estaba recuperando de su pierna rota. Los vecinos se regocijaron. “¡Qué tremenda suerte!”.

Y, por supuesto, el granjero respondió: «Tal vez, tal vez no. Ya veremos».

¿Por qué cuenta Robert Waldinger esta sorprendente historia en un momento de tanta ansiedad e incertidumbre? El mismo lo dice. No quiere caer en la típica frase consoladora de «No te preocupes, todo va a estar bien». No, por una razón, porque lo que realmente nos sana es atrevernos a aceptar la realidad. «Lo que estoy diciendo es que lo contrario es caer en lo que los antiguos maestros Zen llamaban certeza ilusoria, en la que estamos demasiado seguros de lo que está por venir», explica. Waldinger invita a dejar de lado esa certeza y navegar con valentía y realismo las olas de cambio, que son inevitables.

«En momentos de incertidumbre no te digas ‘todo va a ir bien’ sino ‘tal vez, ya veremos’. Y no te rindas», dice el experto de Harvard. «No tenemos que averiguar todo de antemano. No tenemos que saber lo que va a pasar, ni siquiera lo que vamos a hacer a medida que se desarrollan las cosas. Simplemente tenemos que mantenernos despiertos y conscientes. Y no rendirnos». Y añade: todos y cada uno de nosotros somos un testimonio de que el sufrimiento existe porque todos atravesamos el dolor, la ansiedad y la desesperación. «La vida incluye momentos de claridad y momentos de confusión, momentos de alegría y momentos de tristeza. Y es un gran consuelo saber no estamos solos, que todos vivimos así». Y cuando decidimos aceptarlo, entonces podemos tomar las olas de la vida e inspirarnos en ellas para actuar haciendo lo que esté en nuestra mano para seguir adelante. Cualquiera que intente decirnos lo contrario nos está vendiendo humo.

MÁS ALLÁ DEL MIEDO Y DE LA ANSIEDAD, CONFIANZA

Comentario al evangelio del domingo 1 diciembre 2024

Lc 21, 25-28.34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación. Tened cuidado no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del hombre”.

MÁS ALLÁ DEL MIEDO Y DE LA ANSIEDAD, CONFIANZA

Escrito en clave apocalíptica -un género literario que a nosotros nos resulta muy extraño-, el texto que leemos hoy bien podría referirse al momento histórico que estamos viviendo. Son tiempos, los nuestros, de incertidumbre y preocupación que se extienden en diferentes ámbitos, desde las guerras a las relaciones internacionales, desde los populismos de todo tipo hasta el atropello de la verdad, desde la problemática ecológica hasta el futuro de la inteligencia artificial.

No es extraño que, en este contexto, afloren sentimientos de inseguridad, miedo y ansiedad. Y que la gente busque “refugio” en compensaciones de distinto tipo, tal como el propio texto señala.

Y, sin embargo, cuando parecen caer todas las certezas y darse todos los motivos para entrar en la desesperanza, se nos invita a alzar la cabeza y reconocer la liberación. Porque, en medio del “estruendo del mar y del oleaje” -signos apocalípticos de hundimiento del mundo conocido-, aparece con poder el “Hijo del Hombre”.

La expresión “Hijo del Hombre” es otra forma más de nombrar nuestra verdadera identidad. No se refiere a un ser que habría de venir de otro lugar para salvarnos de lo que nos atormenta. Es un modo de aludir a la Plenitud humana que, como Fondo siempre estable y permanente, nos constituye. Podemos referirnos a esa realidad con diferentes nombres, y así hablamos de Ser, Vida, Quietud, Presencia, Silencio, Consciencia… Pero, más allá de los nombres utilizados, siempre ineludiblemente inadecuados, se trata de experimentarla en uno mismo.

Cuando, acallando la mente, vamos más allá de nuestro cuerpo, de nuestra mente, de nuestro psiquismo e incluso de nuestro yo, aparece ante nosotros ese Fondo sin nombre en el que nos reconocemos y donde nos descubrimos en casa. Ahí radica la liberación y la confianza.

Y hace bien el texto en señalar la única condición para que tal vivencia sea posible: “estar despiertos”, es decir, salir de la ignorancia que nos reduce, al identificarnos con nuestra forma (yo o persona) y reconocernos como la Plenitud que somos. Atravesar el mundo de las formas -sin negarlas- para anclarnos en el Fondo, pasar de la consciencia de separatividad -fuente de toda confusión y sufrimiento- a la consciencia de unidad, donde nos vivimos Uno con todo lo que es.

MIRAR PARA VER // Esther Fernández Lorente

Mirar la calma de la tarde,
el sonido de los pájaros,
saborearlo con la novedad
de unas manos tan
acostumbradas al ruido.

Mirar los pensamientos
que vienen y van y se escapan
hacia otros lugares y tiempos
en los que ahora no estás.

Mirar el brote de la ira cuando
se descolocan los planes
y nada es tan perfecto
como imaginas y todo
es tan como es y tan cierto.

Mirar la respiración serena,
la respiración agitada.
Mirar, sin resistencias,
lo dolorosamente vivo,
Mirar, sin retener, lo que
nos alegra y nos remansa.

Mirar con delicadeza
los ojos que te miran
y los que están cerrados
y los que crean la muerte.
Mirarlos sin diálogos internos,
escuchando las luces
y las sombras que danzan
a un tiempo en cada mirada.

Mirar la contraportada de la existencia,
esas frases transparentes
que nombran el silencio.
Mirar hasta el último punto,
el último signo de la partitura
que resuena en el vacío
más allá de los límites.

Mirar, mirarlo todo, sin apartar la vista,
mirar como anhelo, como tarea.
Permanecer en la mirada
como única posibilidad
para acoger la visión.

Mirar para ver.

                                       Esther Fernández Lorente.