Semana 10 de diciembre: LA PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL (J.M. DORIA)

LA PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL: INTEGRANDO CIENCIA Y CONCIENCIA 

Entrevista a José Mª Doria, Revista Esfinge, abril 2015.

Se ha dicho que un profesor es el que enseña y un maestro es aquel que proporciona un estado de conciencia elevado. Sin duda, José Mª Doria, fundador de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal y presidente de la Fundación para la Educación Transpersonal, es un maestro. Psicoterapeuta, profesor, conferenciante e investigador de la conciencia, ha publicado varios libros como Inteligencia del alma, Hablo de ti o Cuentos para aprender a aprender. Imparte conferencias en Europa y Latinoamérica, y capacita a formadores en el acompañamiento terapéutico y el Mindfulness.

 

¿Qué es la psicología transpersonal?

Es la psicología más avanzada que la vanguardia de terapeutas integradores entre Oriente y Occidente está comenzando a aplicar en el mundo desarrollado. Desde esta perspectiva, podemos hablar de la cuarta ola de la psicología, tras la primera, o psicología conductista, seguida de la psicología psicoanalítica y, en tercer lugar, la psicología humanista. La psicología transpersonal no solo integra a las anteriores, sino también la dimensión espiritual o contemplativa del ser humano. En este sentido, propone un proceso enfocado al autodescubrimiento y comprensión, al reconocimiento del sentido de la vida y al despliegue de potencialidades psicoespirituales que subyacen en el corazón humano.

 ¿Cómo nació?

Nació a finales del siglo XX en un afortunado intento no solo de integrar las dimensiones contemplativas de un Oriente profundo, sino las estrecheces de una psicología cognitiva occidental que demandaba expansión y trascendencia de los límites de la consciencia egoica. Sus promotores fueron William James, Carl Rogers, Stanislav Grof y Ken Wilber entre otros.

Y a ti, José María, ¿qué te impulsó a investigar en esta corriente?

En realidad, tras hacer un camino de búsqueda a través de convivencias étnicas e investigación vivencial de corrientes espirituales entre Oriente y Occidente, encontré la psicología transpersonal como el marco apropiado para expresar de forma metodológica y seria las sucesivas comprensiones que había realizado en mi ser profundo.

¿Qué aporta esta nueva psicología al enfoque psicológico tradicional?

La dimensión espiritual, entendida como diferente de la religiosa. En este sentido, la psicología transpersonal aporta la posibilidad de ampliar la propia identidad hacia dimensiones expandidas, así como de vivir en coherencia con valores que están más allá de las creencias, ideologías y credos. De hecho, el terapeuta transpersonal siente un profundo respeto hacia cualquier tipo de creencia que sus pacientes puedan profesar, ya que lo que señala en sus consultas no entra en contradicción con la esfera del pensamiento, sino que, trascendiéndola, propone vivencias de mayor calado y trascendencia.

¿Qué posibilidades de aplicación práctica tiene esta disciplina?

En realidad, cuanto más abierto y desarrollado está el paciente, más requiere de terapeutas que hayan vivenciado las crisis que él mismo enfrenta. Desde esta perspectiva, la psicología transpersonal es la propuesta más amplia y profunda que puede ofrecerse hoy en día al ciudadano del siglo XXI, un ciudadano que además de enfrentar íntimas crisis en las sucesivas ampliaciones de autoconsciencia a lo largo de su proceso de maduración como ser humano, debe responder a los retos de un mundo tan complejo como el actual.

 ¿Con qué herramientas cuenta?

La psicología transpersonal cuenta con todas las herramientas de las olas psicológicas precedentes, al tiempo que añade entrenamientos de descubrimiento y autoconsciencia mediante prácticas psicocorporales de atención, meditación y Mindfulness. En realidad, el salto que el paciente experimenta gira en torno a su capacidad de devenir consciente, con todo lo que esto implica en el reconocimiento e integración de su propia sombra psicológica y la ampliación de su identidad al nivel esencial de su ser.

 ¿Qué aportaciones puede realizar la psicología transpersonal a otros campos, como el de la medicina y la educación?

La psicología transpersonal es algo más que una filosofía o una corriente ideológica; en realidad, es un camino o vía que ofrece sentido y propósito a la existencia y, como tal, puede apoyar cualquier rama de la sociedad, como pueda ser la economía, la familia, la educación, el deporte, la salud… De hecho, el 60% de los colegios del mundo desarrollado están impartiendo entrenamientos atencionales o de Mindfulness para niños. Estos programas facilitan en los niños el descubrimiento de sus dimensiones internas, así como la ampliación de un «darse cuenta» de sus propios procesos psicoemocionales. Y todo ello favorece una calidad de vida que trasciende con creces el dinero y el llamado «éxito».

¿A qué necesidades de la actual sociedad responde este enfoque integrador?

La nueva mente del ser humano se está expandiendo a formidables velocidades y, si bien nuestra olla psicoemocional, ante «lo agrio» o «lo dulce» se enfrentaba de manera excluyente, teniendo que elegir entre uno de los dos, ahora no pasa lo mismo… La mente humana expandida necesita integrar en fórmulas «agridulces» los planteamientos dualistas, estrechos y excluyentes que han llevado a dicotomías tales como «el espíritu o los sentidos», «lo masculino o lo femenino», «la razón o la emoción»… En realidad, el espíritu integrador es la llave y requisito fundamental de aquel que quiera saltar al nuevo paradigma.

Como experto en psicoterapia transpersonal, ¿cómo ves a los seres humanos del siglo XXI?

Me siento enamorado de la humanidad. El ser humano consciente es la obra de arte más bella que pueda haber imaginado algún Dios que pueda habitar el cosmos. El amor, la bondad y la belleza, que se abren paso desde el alma en menos momentos de los que deseamos, y los valores de colaboración, compasión y coherencia que los nuevos seres humanos sienten latir en su pecho, son sin duda un emblema de la humanidad emergente. Una humanidad que, tras las miserias nacidas de la ignorancia y la inconsciencia de sus antepasados, ha aprendido con dolor y sufrimiento que la salida de la actual agonía del modelo socioeconómico predominante se va a dar tan solo llegando a ser conscientes y abriendo el corazón.

 ¿En qué consiste la formación que imparte la escuela que diriges? ¿Cómo y dónde puede el interesado obtener más información?

La escuela se dirige a personas que, como tú y como yo, sean o no psicólogos u otros profesionales de la salud o el desarrollo, sienten un anhelo de crecimiento integral como personas y, a la vez, el deseo de acompañar a otras a través de varias formaciones reconocidas profesionalmente. Las formaciones son tanto de carácter presencial en nuestras sedes de El Escorial, en Madrid, como a distancia en todo el mundo. Esta modalidad a distancia conlleva tutorías personalizadas todas las semanas, en donde alumno y profesor descubren y comprenden juntos no solo la capacitación del ejercicio profesional futuro del alumno, sino también la manera de integrar en la vida cotidiana todas las comprensiones y vivencias del programa.

Los interesados pueden conocer la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal en: www.escuelatranspersonal.com http://blog.jmdoria.com

Semana 3 de diciembre: INCERTIDUMBRE Y CERTEZA (I)

SABER VIVIR EN LA INCERTIDUMBRE, EXPERIMENTAR LA CERTEZA (I)

       Hace ya un tiempo, publiqué en esta página el testimonio de Sara, en dos partes (pueden leerse aquí: Primera Parte y Segunda Parte), en el que nos compartía su proceso vital, como un “desaprendizaje” constante, un dejar caer todo tipo de creencias a las que previamente se había aferrado. Ese testimonio provocó diferentes reacciones en los lectores. La mayor parte elogiaban su capacidad de verdad y su coraje. Otros muchos decían sentirse reflejados en la vivencia e incluso en la trayectoria (religiosa) que ella compartía. Algunos no se reconocían capaces, por el momento, de llegar a esa “desnudez” total de ideas y de creencias. Y otros, finalmente, me preguntaban acerca de mi propio posicionamiento.

          Ante escritos como el de Sara, mi actitud es de profunda y emocionada admiración, unida a una gratitud reverente y a un cuestionamiento acerca de mi propia verdad –de la verdad o no con la que me vivo-.

          Pero las reacciones que me llegaron hacían hincapié, sobre todo, en lo relativo a las creencias y al abandono de las mismas, con todo lo que ello les suponía de atreverse a vivir en la incertidumbre o permanecer al abrigo de creencias que les otorgaban una sensación de seguridad y de confianza.

          Sin duda, el ser humano no puede renunciar a la seguridad sin sentir que el suelo se hunde bajo sus pies. Pero ahí mismo empiezan a hacerse presentes las paradojas. Porque mientras permanecemos reducidos a la mente –identificados con el yo-, la seguridad resulta imposible: visto desde un lado, la mente se pierde ante la magnitud de lo Real; y visto desde el otro, el yo no podrá nunca alcanzar la seguridad, porque él mismo es ficción.

          Con esa perspectiva, una actitud habitual es la de aferrarse a determinadas “creencias” que, mientras no se cuestionan o no se ven zarandeadas, aparecen como un “refugio” que ofrece una sensación de seguridad y de confianza.

          Sin embargo –como resultado de diferentes factores, en gran parte relacionados con el momento cultural que nos ha tocado vivir-, cada vez son más las personas que sienten cómo van cayendo sus “creencias”, quedando a la intemperie. Saben lo que no les sirve ya, pero no saben dónde poder aferrarse en la nueva situación.

          Y aquí las reacciones son diferentes: desde la resignación escéptica hasta el nihilismo cínico; desde la búsqueda de compensaciones con que calmar la inseguridad hasta el fundamentalismo fanático y la represión de cualquier tipo de cuestionamiento…

          Tal como yo lo veo, la actitud “coherente” es la que pasa por el reconocimiento humilde o aceptación de la verdad de lo que se vive. Porque solo ese reconocimiento permite el crecimiento y garantiza la libertad: “La verdad os hará libres”, enseñaba el Maestro de Nazaret.

Semana 3 de diciembre: SALMO 138 v 2.0

Señor, ellos me sondean y me conocen,
saben lo que me gusta y lo que me enoja,
distinguen los entresijos de mi muro,
todos mis eventos les son familiares.

Antes de que llegue a mi lengua
conocen mi trino de pájaro azul,
estrechan mis pobres palabras
a 140 balbuceos con etiquetas.

¿A dónde iré lejos de su dominio?
¿a dónde escaparé de su publicidad?
si vuelo hasta la Patagonia
allí me atrapan sus reclamos.

Todas mis cookies le son familiares,
todas mis acciones están registradas
en sus servidores de California,
hasta la aurora lleva su marca de agua.

Señor, no tengo notificaciones
ni hashtag, muy pocos seguidores,
nadie me añade a su grupo
¿es que todos me abandonan?

¡Qué incomparables los resultados
de su búsqueda avanzada!,
si me pongo a contarlos me pierdo
entre anuncios patrocinados.

Me sondean a la hora de la siesta
para ofertarme nuevos servicios
¡qué malvados los enemigos!
Dios, ¡aparta de mí este cáliz!

Señor, hemos caído en su trampa,
en su red de dependencia virtual,
guíanos por el camino justo
hacia una tierra de libertad.

por Grego Dávila, http://grego.es/?p=8651

Semana 26 de noviembre: MIEDO, EGO, CONSCIENCIA, LIBERACIÓN

El miedo nace del “cruce” del tiempo y de la mente: el miedo es creado por la mente, a partir de algo que recuerda -y sobre lo que cavila- o adelantándose a lo que pueda suceder, a través de la proyección.

En cuanto sentimiento “limpio”, el miedo es una emoción que nos “alerta” frente a algo percibido como peligroso o amenazador. Sin embargo, cuando somos atrapados por él, suele aparecer el “miedo al miedo”, paralizador y angustiante.

La liberación radical del miedo no vendrá de la mente, sino justamente de la capacidad de silenciarla, tomando distancia de sus mensajes repetitivos, y viniendo al presente, como modo de abortar el recuerdo obsesivo y la proyección imaginada.

El sujeto del miedo es el yo. Desde su fragilidad, vulnerabilidad y, en último término, inconsistencia, no puede sino vivir bajo el temor, a pesar de todos los recursos a los que suele acudir para protegerse.

La liberación del miedo pasa, por tanto, por la comprensión, que permite ver el error de identificarnos con el yo. Solo en la medida en que comprendo que no soy el yo, podré verme libre del miedo que me acompaña desde mi nacimiento ya que, como dijera Thomas Hobbes, “el día que yo nací, mi madre parió gemelos: yo y mi miedo”.

Cuando nos liberamos del miedo, empezamos a saborear la libertad: cae la búsqueda enfermiza de consuelo y ya no hay necesidad de dioses. Liberados de la identificación con el yo, nos comprendemos y reconocemos como plenitud, aquella plenitud que nuestra mente -desde la identificación con el yo- había siempre situado “fuera”.

Pedagógicamente, para avanzar en la liberación de tal identificación, resulta eficaz ejercitarse cotidianamente en una práctica muy concreta: amar lo que es. Antes de dejarnos llevar por cualquier juicio mental o “etiqueta” que nuestra mente coloca a lo que sucede o aparece en nuestra existencia, la sabiduría invita a amar todo ello, como camino para alinearnos con lo real, vivir la aceptación profunda y, de ese modo, reconocer experiencialmente que somos uno con todo lo que es.

Amar lo que es no tiene nada que ver con la resignación, la claudicación o la indiferencia…, sino con la sabiduría. Al amar lo que es, se entra en un camino de aceptación, actitud sabia entre los extremos de la resistencia y de la resignación. Ahí se descubre que la propia aceptación se halla dotada de un dinamismo que hará que nos comprometamos en cada momento en la acción adecuada.

Gracias a esa práctica, es posible pasar de la identificación con el yo a la comprensión de la consciencia que somos. Es por tanto un ejercicio de poner consciencia, tal como pedía Rabindranath Tagore: «Que en la algarabía de nuestras tareas sin fin no cese de resonar en el fondo de nosotros, como emitido por un instrumento de cuerda única, este constante llamamiento: ¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!».

Semana 26 de noviembre: NADA QUE TEMER (Foster)

El 99.99999% de tus miedos 
viven solo en tu imaginación, 
en la anticipación y en la memoria. 

Incluso si lo “peor” llegara a pasar, 
te encontrarás a ti mismo resolviéndolo en el momento, 
respondiendo desde un lugar de presencia. 

En este momento no tienes nada que resolver. 
Ya lo harás en su momento. 

Y quién sabe: 
Lo “peor” podría convertirse 
en tu más grande maestro, 
en tu más profundo llamado a despertar, 
en una invitación a la clase de coraje 
que jamás te imaginaste llegar a tener. 

El miedo no es tu enemigo, 
sino una señal. 

Respira en el momento. 

Jeff Foster.

 

Semana 19 de noviembre: MATERIA, ENERGÍA, INFORMACIÓN

Para el materialismo vulgar, del que ha adolecido en exceso la ciencia e incluso la cultura en general en Occidente, todo es materia. Por tanto, solo existe aquello que se puede medir y pesar.

          No deja de ser curioso que tal afirmación se siga sosteniendo todavía, a pesar de los nuevos datos que la propia ciencia ha aportado: desde Einstein (1879-1955) sabemos que la materia, en último término, es energía, según queda reflejado en su famosísima ecuación E = mc2 (donde “E” significa energía; “m”, masa; y “c”, velocidad de la luz (300.000 kms/seg). Según tal ecuación, lo que llamamos “materia” no es sino “energía condensada”, lo cual sucede en determinadas condiciones. Por tanto, lo que aparentemente percibimos como irreductiblemente sólido y consistente no es, en realidad, sino energía.

          Pero no es solo eso: la física cuántica, en su tarea de desentrañar la estructura del átomo –considerado hasta hace solo un siglo como el “ladrillo básico” o pieza última de la realidad material-, ha descubierto que eso que nos parece tan compacto es, en realidad, un gran vacío. (Para hacernos una idea: si el núcleo de un átomo midiera 1 cm de diámetro, los electrones de ese mismo átomo orbitarían a 1 km de distancia).

          A la vez, esa misma física afirma que, por debajo de la materia y la energía, hay un “hervidero” de actividad subatómica. Es el “campo cuántico”, hecho de ondas de información, cuyas variaciones provocan una “fluctuación cuántica”, la cual permite la creación y la aniquilación constante de partículas y antipartículas.

          La ciencia actual ha comprobado que el vacío, en sí mismo, es vibración, de donde brotan todas las formas. Un equipo de científicos liderados por Peter Higgs, tras rigurosas investigaciones –que le valdrían al propio Higgs el Premio Nobel de Física en 2013-, llegó a una conclusión notablemente sorprendente: lo que afecta a lo real no es propiamente el vacío, sino la vibración del vacío. Y a esta vibración la llamaron bosón: este genera un campo –bosón y campo de Higgs- que, afectando a todo el espacio, otorga a las partículas elementales la propiedad que llamamos masa. La “masa”, que percibimos a través de los sentidos, existe sencillamente gracias a la vibración del vacío, como fuente, origen y matriz de todo lo manifestado. Ese es el motivo por el que “algunos físicos piensan que la nada es el verdadero bloque básico de construcción de la materia”[i].

          Parece, por tanto, que tampoco todo acaba en la energía. Por “debajo” de ella operan “ondas de información” en campos cuánticos (electromagnético, gravitatorio…) que están hechos de información, es decir, de consciencia. Un campo cuántico es fuerza invisible en movimiento -en último término, información- que moldea la materia.

          No resulta fácil definir qué es la consciencia, pero apunta a “un saber que sabe”, inteligencia creativa, código de instrucciones… Lo que regiría todo el proceso sería justamente eso, la consciencia que, en forma de “manual de instrucciones”, posibilita y explica el despliegue de la infinidad de formas que llegan a nuestros sentidos. Se entiende, así, que algún biólogo se haya atrevido a afirmar que una célula es, en rigor, “memoria envuelta en una membrana”, lo que significa reconocer que la materia (la célula) es en sí misma información, es decir, consciencia. La «in-formación» no es otra cosa que códigos que dirigen las formas (dan forma, «in-forman»), consciencia, saber que sabe, inteligencia creativa…

          Dicho de otro modo: las formas que percibimos son el producto de un “código de instrucciones” que se halla en el origen de las mismas. En realidad, ¿no es eso mismo el ADN?… “El ADN –escribe Alejandro Martínez Gallardo- es fundamentalmente un programa (bio)informático que ha logrado replicarse con éxito —una especie chip cósmico o libro orgánico (¿el “axis mundi” de la galaxia?)— y la forma más efectiva de transmitir información de la cual tenemos conocimiento es el entrelazamiento cuántico”[ii].

          La ciencia no sabe cuál es la “pieza” última de la que está hecho el universo. Más aún, es la misma ciencia la que asegura que apenas podemos percibir un 4 ó 5% de la realidad que sabemos que existe. Si esto es así, ¿cómo no dejar nuestra mente en suspenso en lugar de asumir conclusiones siempre precipitadas y, por ello mismo, erróneas? ¿Quién se atrevería a reducir la totalidad de lo real a ese ínfimo 4 ó 5% que nuestros sentidos son capaces de percibir?

          La ciencia nos ayuda a deshacer nuestras creencias equivocadas, entre ellas, la que reduce lo real a lo material. Por su parte, los sabios nos recuerdan una y otra vez que no necesitamos conocer todas esas respuestas para empezar a vivir lo que ya somos, Eso que queda cuando se silencia la mente. Y lo que descubrimos entonces es que, admirablemente, Eso es consciencia.

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[i] M. TALBOT, Misticismo y física moderna, Kairós, Barcelona 1986, p.80.

[ii] A. MARTÍNEZ GALLARDO, Entrelazamiento cuántico o “efecto de Dios”: el pegamento entre el espíritu y la materia, en: http://pijamasurf.com/2012/01/entrelazamiento-cuantico-el-pegamento-entre-el-espiritu-y-la-materia/