CÓMO VIVIR LAS TENSIONES EN LOS GRUPOS

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

6 septiembre 2020

Mt 18, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro además que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

CÓMO VIVIR LAS TENSIONES EN LOS GRUPOS

      El relato de Mateo parece recoger las “normas” que se fue dando aquella comunidad para regular la convivencia entre sus miembros, particularmente en casos de conflicto doctrinal.

    Toda comunidad necesita normas o referencias, no solo para tratar de armonizar las relaciones entre las personas, sino para evitar arbitrariedades por parte de la autoridad. Aunque, con frecuencia, este segundo objetivo suele quedar en entredicho al reservarse la propia autoridad la interpretación de la norma.

   Por ello, aun siendo necesaria, la regulación se convierte fácilmente en manipulación, en cuanto hay absolutización de la norma y apropiación de su interpretación por parte de algún grupo. Cuando eso ocurre, es ese grupo de poder quien maneja la norma en beneficio propio, juzgando y condenando fácilmente a quienes discrepan.

     No solo eso. Cuando la norma –o una interpretación de la misma– se absolutiza, suele utilizarse como pretexto para juzgar y condenar al otro –que será “considerado como pagano o publicano”–, al mismo tiempo que para justificarse uno mismo, en cuanto “cumplidor” de la ley. Es la trampa del legalismo, tan frecuente en grupos rígidos, también religiosos.

  En todo grupo o comunidad, las tensiones son inevitables. Son resultado de la diferencia de necesidades y de aspiraciones que vive cada uno de los miembros. La clave está en el modo de gestionarlas. Cuando su gestión no es adecuada, desembocan en conflicto abierto; cuando es acertada, se convierten en oportunidad de aprendizaje y de crecimiento para las personas y para la propia comunidad.

   La gestión adecuada de las tensiones parece requerir la capacidad de conjugar con acierto la autenticidad con la flexibilidad: ser fiel a sí mismo –eso es ser auténtico–, al mismo tiempo que flexible ante las demandas de los otros. Lo cual a su vez implica un grado notable de humildad y de libertad interior, como condiciones de un diálogo honesto, en el que no se busca tener razón ni favorecer el propio interés, sino la verdad de la relación y el bien de las personas.

¿Cómo vivo las tensiones en cualquier grupo?

Semana 30 de agosto: «ESCÚCHATE» // Prem RAWAT

Entrevista de Cristina Galafate a Prem Rawat, publicada en Telva, 2 de marzo de 2020.

«La felicidad que estamos buscando por ahí está en nuestro interior» (Prem Rawat).

https://www.telva.com/estilo-vida/libros/2020/03/02/5e4d3e0d02136ecb4d8b45f4.html

Más de mil personas han abarrotado el Teatro Calderón de Madrid para escuchar el mensaje pacífico de Prem Rawat. Nacido en la India y convencido de que la felicidad está en el autoconocimiento, este admirado y reconocido escritor y conferenciante ha hecho enloquecer al público en la presentación de su nuevo libro. Anne Igartiburu le acompañó en el escenario.

Todo un influencer de paz. El maestro y orador de fama mundial Prem Rawat (Haridwar, al norte de India, 10 de diciembre de 1957) y sus técnicas introspectivas para alcanzar la felicidad conquistan corazones, pero no en forma de like, sino en vivo y en directo. «Nos vamos llenos de divinidad humana, así que a propagarla ahora en la calle», afirmaba con brillo en los ojos y una gran sonrisa la presentadora Anne Igartiburu sobre el escenario del Teatro Calderón, el lugar escogido para recibir al escritor en España.

El cálido aplauso de un público expectante, que apenas había tardado tres minutos en agotar las entradas para poder verle propagar su mensaje, emocionó a la vasca, que confesó haber estado nerviosa en su entrevista ante el auditorio. «Pese a la experiencia, una no está acostumbrada a estar delante de una persona tan inspiradora. No he visto nada igual, en las presentaciones de los libros suele haber 12 personas incluyendo periodistas», bromeaba en el acto dedicado a Escúchate (Ed. Aguilar, 360 páginas, 17 euros), su segundo libro tras la publicación de Cuando el desierto florece, que reunió a 3.000 personas en la Caja Mágica en 2018.

En su nueva obra, el autor trata la comprensión de la paz interior y lo que significa en nuestra vida la conexión con ella. Breve pero intensa, en esta visita a la capital, TELVA ha aprovechado la ocasión para charlar con este hombre con metáforas para cada situación, que no se sitúa en ningún partido político ni religión. «Soy un ser humano que habla desde el corazón. La paz reside en nosotros, no en las cosas. Quien hace la guerra son las personas. Practica la paz y la paz será el logro culminante de la humanidad».

Pregunta.- Tu talento como orador fue muy precoz. Empezaste a dar conferencias sobre la paz con solo cuatro años alentado por tu padre [Sri Hans Ji Maharaj]. ¿Qué recuerdas de él y cuál es el mensaje más importante que te transmitió?

Respuesta.- Era tan pequeñito que muchas veces me quedaba dormido escuchándole [ríe], pero creo que su legado más importante es que la paz está dentro de las personas y siempre decía que todos debemos mirarnos dentro. Esos recuerdos los he plasmado en este libro.

P.- En la actualidad, la activista medioambiental sueca Greta Thunberg es una de las líderes más jóvenes. ¿Conoces su mensaje y qué te parece como referencia y ejemplo para la sociedad?

R.- Es fantástica, tiene mucho poder y fuerza. He escuchado su mensaje en televisión y definitivamente creo que necesitamos más líderes en el mundo que no tengan miedo a decir la verdad. Hay que despertarse del sueño de la avaricia y dejar de comprar y comprar sin tener en cuenta las consecuencias nefastas para el medioambiente. Es esencial para el futuro.

P.- Participas en conferencias traducidas hasta a 75 idiomas, te invitan a universidades, acudes a prisiones, foros en empresas, viajas por todo el mundo, escribes y además eres piloto con más de 14.000 horas de vuelo. ¿Cómo es un día en la vida de un embajador de la paz tan internacional?

R.- Cuando me despierto cada mañana espero que sea un día bonito y eficiente porque este día ya no va a volver. Ese es el mensaje que quiero compartir. Hoy es importante porque no sabemos cuántos más «hoy» vamos a tener. Quizás no vuelva y hay que disfrutarlo.

P.- En apenas minutos se han agotado todas las entradas para la presentación de tu libro. ¿Cuál es el secreto para que tu mensaje cale tanto en el público?

R.- Hablo de mi corazón a su corazón. Intento no entrar en política, sino hacer que aprovechen su existencia. Que el tiempo que estemos aquí sea de calidad.

P.- Eres un ídolo para mucha gente. ¿Te incomoda ser gurú? ¿A quién admiras tú y en qué mensajes te inspiras?

R.- Los ídolos, filósofos o héroes nos pueden equivocar o desviarnos. Lo importante es que tú seas tu propio líder. Debemos movernos en el mundo por nosotros mismos. Mi padre me decía siempre que yo tenía que poner el foco en mí y ser mi propia inspiración. Somos el ángel que siempre hemos estado esperando.

P.- Tu libro se titula «Escúchate». ¿Nos puedes dar las herramientas clave para hacerlo?

R.- El primer paso para abrir esa puerta es vernos como la posibilidad para conseguir esta paz. Si no nos incluimos como actores de la ecuación, podemos ir a una montaña o a un monasterio para encontrar la felicidad, pero en realidad tenemos que darnos cuenta de que esa felicidad que tanto estamos buscando por ahí está dentro de nosotros, en nuestro interior.

P.- ¿Qué quieres decir con eso de que estamos en guerra con nosotros mismos?

R.- Parece que las guerras se libran de persona a persona, pero la primera es nuestra, entre uno consigo mismo. Si no la paramos, estaremos en guerra con el resto. Es como un fuego, que se aviva si no se llega a apagar por completo. Es lo que sucede en el mundo. Mi programa de Educación para la paz, que llevamos a cabo en las prisiones y centros penitenciarios, lo demuestra. Hablas con un preso y echa la culpa al resto: al juez, al sistema, a la policía… Lo que hacemos es intentar que se miren a sí mismos. Ese es nuestro poder, si consigues cambiar eso, es un poder maravilloso.

P.- Utilizas las redes sociales para difundir tu mensaje, y eso tiene un lado muy positivo, porque eres capaz de llegar a millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, por otro lado, ¿no está la tecnología deshumanizándonos? Vivimos más preocupados de compartir una fotografía del momento en lugar de disfrutarlo…

R.- Lo positivo es cuando nosotros controlamos la tecnología y no al revés. Si la tecnología te domina no hay forma de gestionarlo. Debemos utilizarla en nuestro beneficio. De hecho, internet se concibió con el buen propósito de compartir información, para difundir estudios, no para criticar, incitar a la gente al suicidio u otro tipo de propósitos negativos.

P.- ¿Qué mensaje quieres trasladar a la gente?

R.- Todo lo bueno lo tenemos ya dentro de nosotros y ese mensaje se repite todo el tiempo en el libro. Tenemos un gran regalo que es la vida y eso nos debe llenar el corazón de gratitud. Lo importante es amar a nuestra familia y disfrutar de las pequeñas cosas.

P.- ¿Qué es lo más bonito que te ha dicho una persona en un auditorio tras escucharte o tras leer tus libros?

R.- Cuando visito las prisiones me dan las gracias y me dicen que les he puesto en contacto consigo mismos.

P.- No entras en temas políticos. Sin embargo, ¿qué te parece que una gran potencia mundial como Estados Unidos destine cerca de 750.000 millones de su nuevo presupuesto recién presentado para defensa?

R.- Es tan simple como que nosotros fabricamos un vaso y queremos que se venda. Queremos que haya muerte para vender armas. Si nos centramos en eso, dejamos de atender a los seres humanos y sus necesidades básicas. Lo que los gobiernos deben hacer es representar a las personas, pero los países no se centran en invertir el dinero en que no haya muertes por hambre. Estamos dispuestos a viajar a la Luna, y con esto no quiero decir que la tecnología no sea buena, pero se nos olvida cuidar a las personas y sus necesidades básicas. Hay que cambiar la mentalidad para que no dediquemos más presupuesto a las armas y esto sea un círculo vicioso. Es importante que se nos recuerde esto. En Estados Unidos hay presupuesto para crear muros que separan a familias y se nos olvida quiénes somos.

P.- ¿Existe la maldad o la toxicidad? ¿Hemos dejado de empatizar?

R.- Se nos olvida una y otra vez nuestra humanidad. Cuando un niño se cae, su madre le regaña y le dice que no haga el bruto pero le da amor. Esa parte de la comprensión y atención se nos ha olvidado y solo amedrentamos y asustamos. Necesitamos la empatía, entender a los demás es absolutamente necesario.

P.- Ese deseo de ser mejores que todos tenemos el 1 de enero, ¿por qué lo dejamos a los dos días?

R.- ¿Quieres conquistar el mundo? La fuerza que estás buscando está en tu interior. La bondad que estás buscando está en tu interior. La felicidad que estás buscando está en tu interior.

P.- En España asistimos a un boom de literatura de autoayuda. Millones de euros facturados y estanterías repletas de bestsellers. ¿No estaremos creando una nueva religión con ese mensaje del «quiérete» por todas partes, olvidándonos del resto y alimentando el ego?

R.- Lo que dices es cierto y muy interesante. Si te fijas en el uso del agua embotellada, que ahora bebemos todos, empezó a ponerse de moda porque salía en los anuncios y beber en estas botellas era cool. Los libros de autoayuda son tan guays ahora como tener un teléfono de última generación. Los compramos porque así somos más molones pero no sabemos qué hacer con ellos. Casi que los ponemos en la estantería sin sacarles utilidad. Yo no catalogo de autoayuda mi libro. Quiero que sea una guía para que llegues a tu corazón porque lo que estás buscando está dentro de ti. Ya lo dijo Sócrates. ¡Cuánto tiempo llevamos intentando conocernos a nosotros mismos!

P.- ¿Por qué calan ahora los discursos de odio si existe tanta información disponible?

R.- ¡Las personas no sufren las consecuencias de sus actos! Antes, si insultabas a una persona te podías llevar un puñetazo. Ahora, con la tecnología y las redes sociales tienes una herramienta para insultar a miles de personas sin que te lleguen las consecuencias directas. Es un mal uso. Si no puedes aportar nada positivo, por lo menos, deja de hacer daño y mantente al margen. Hay que empatizar y volver a escuchar a los demás.

P.- Sucede que no sabemos quiénes son nuestros vecinos, no cedemos el sitio a la embarazada en el Metro o pasamos al lado de un indigente sin siquiera mirarlo. ¿Por qué se han convertido las ciudades en un territorio tan inhóspito?

R.- Por desgracia, el ser humano se está convirtiendo en un robot. Tenemos dos ojos para mirar antes de cruzar la calle, pero los llevamos puestos en el smartphone y nos tropezamos con una farola. O utilizamos los oídos para escuchar la música en lugar de analizar de dónde viene el coche que nos puede atropellar. Nos estamos distanciando cada vez más de nosotros mismos. Ya no nos centramos en el amor ni en ayudar al vecino. Esta distancia nos hace inhumanos y tiene consecuencias fatales.

P.- ¿Por qué es tan importante el autoconocimiento?

R.- Para que todos estos problemas se solucionen.

LA PARADOJA EVANGÉLICA

Domingo XXII del Tiempo Ordinario

30 agosto 2020

Mt 16, 21-27

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparle: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte”. Jesús se volvió y dijo a Pedro: “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios”. Entonces dijo a los discípulos: “El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si malogra su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del Hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta”.

LA PARADOJA EVANGÉLICA

          A diferencia de aquellas otras que el evangelista ponía en boca de Jesús –pero que seguramente este nunca dijo– para referirse a Pedro como “la roca sobre la que edificaré mi iglesia”, las palabras duras que se leen en este texto tienen visos de pertenecer al Maestro de Nazaret. El motivo es simple: ningún discípulo se hubiese atrevido a “inventar” esas expresiones para aplicárselas nada menos que al líder de su comunidad.

         Admitido este dato, cabe preguntarse a qué se debe tal dureza. Y el motivo también parece sencillo de entender: la importancia de lo que se hallaba en juego. Por un lado, la fidelidad de Jesús a su misión; por otro, el contenido de una de las paradojas centrales del evangelio.

       Tanto en los evangelios sinópticos como en el de Juan, es claro que Jesús aparece movido por un único objetivo: dicho en su lenguaje, ser fiel a la voluntad del Padre. Es comprensible que no transigiera en absoluto cuando estaba en juego tal fidelidad.

        En cuanto a la paradoja, parece innegable que ocupa un lugar central en el mensaje jesuánico: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará”. En una forma quizás más comprensible para nosotros: quien vive girando en torno al ego está perdiendo la vida; por el contrario, quien no se identifica con el ego, la encuentra.

       Sabemos que el ego (o yo) funciona según la llamada “ley del apego y la aversión” –aferrando lo que le agrada y rechazando lo que le desagrada– y que tal modo de funcionar, debido a la naturaleza impermanente de todo lo manifiesto, conduce inevitablemente al sufrimiento para uno mismo y para los demás, porque nos mantiene en la ignorancia al identificarnos con lo que no somos.

      Las personas sabias –Jesús entre ellas– advierten que es necesario salir de ese engaño, comprendiendo que somos uno con la vida –“Yo soy la vida”–  y dejarnos fluir desde y con ella.

      “Negarse a sí mismo” significa, por tanto, dejar de identificarse con el yo particular que se cree separado para reconocerse en Eso que es consciente del yo. Y tal comprensión provocará el paso del egocentrismo narcisista a la fraternidad, del aferrarse al soltar, del controlar al fluir… Iremos aprendiendo que el camino de la sabiduría es el camino del no-saber, del no-tener y del no-querer (no-controlar). Es el camino de la entrega, el que vivió Jesús y todas las personas sabias.

(He tratado de explicar esta paradoja y este camino en el librito Vida, y en particular en el capítulo 3 del mismo: “Lo que viene, conviene”).

¿Vivo desde y para el ego o desde la comprensión?

Semana 23 de agosto: ¿SOMOS UNA REALIDAD VIRTUAL? // Patricia SÁNCHEZ – Pablo PÉREZ

¿Simulamos universos o somos seres virtuales dentro de una simulación?
 
Patricia Sánchez Blázquez, profesora titular en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Pablo G. Pérez González, investigador del Centro de Astrobiología, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA).
 
El País, 04.06.2020.
https://elpais.com/ciencia/2020-06-04/simulamos-universos-o-somos-seres-virtuales-dentro-de-una-simulacion.html

Los astrofísicos no tenemos laboratorios como otros científicos, así que creamos simulaciones del universo para hacer experimentos con ellas.

La mayor parte de las ciencias experimentales usan el método científico para hacerse preguntas sobre el mundo natural. El método comienza con una observación de un fenómeno que lleva al científico a formular una pregunta. La respuesta a esta pregunta, la hipótesis, ha de poder ser testada mediante experimentos controlados, en los cuales es posible cambiar uno o varios factores manteniendo el resto constante. Por ejemplo, si quiero ver si el azúcar se disuelve mejor en leche caliente que en leche fría, hay que estudiar cómo una misma cantidad de azúcar se disuelve en una misma cantidad de leche calentada a diferentes temperaturas. En todas las repeticiones del experimento se debe que usar el mismo tipo de azúcar, la misma leche y el mismo recipiente. El único parámetro que debe variar es la temperatura.

Lamentablemente, los astrofísicos no tenemos laboratorios en los que realizar experimentos controlados. Usando potentes telescopios podemos conocer algunas propiedades del universo en diferentes épocas, pero no podemos volver a crear el universo en el que vivimos una y otra vez cambiando, cada vez, una sola variable. ¿Cómo hacemos entonces para aplicar el método científico? Creando universos virtuales con tres “sencillos” pasos:

Paso 1: partimos de la imagen del universo más antigua que tenemos, la obtenida 380.000 años después del Big Bang. Esta imagen es lo que llamamos radiación de fondo de microondas. Esta radiación rellena todo el espacio que nos rodea y tiene una temperatura muy similar en todos sitios con pequeñas variaciones de 1 entre 100.000 partes. Estas pequeñas zonas corresponden a regiones ligeramente más densas que el resto del universo.

Paso 2: añadimos los ingredientes básicos, que en nuestro caso serán la materia ordinaria, la materia oscura y la energía oscura. La primera es la materia formada por átomos de todo tipo y que forma parte de todo lo que vemos, incluidos nosotros mismos. En el caso de la segunda, la materia oscura, desconocemos de qué partículas está compuesta. Como no la vemos, suponemos que no interacciona con la radiación. Es decir, no absorbe ni emite luz y, por ejemplo, si la ponemos delante del Sol no se calienta. Pero sí tiene masa. Conocemos la existencia de materia oscura y la cantidad presente en el universo por la atracción que ejerce sobre otros objetos que sí vemos. Poco podemos decir del tercer y último ingrediente, la energía oscura. Honestamente, no tenemos ni idea de qué es. Lo único que sabemos, porque las observaciones así lo indican, es que ejerce un efecto opuesto al de la gravedad, produciendo que los objetos del universo se alejen entre sí. En los últimos tiempos la energía oscura está ganando el pulso a la gravedad, lo que causa que nuestro universo se expanda cada vez más rápido.

Paso 3: añadimos cómo se relacionan todos estos ingredientes, es decir, las leyes de la física. Metemos todo en el horno precalentado a temperatura de unos 3.300℃, lo apagamos y lo dejamos que se vaya enfriando durante más o menos 13.700 millones de años virtuales, cuya conversión a tiempo real dependerá del número de procesadores de los que dispongamos.

Si observamos lo que pasa veremos que nuestro universo, gracias a la energía oscura, se va expandiendo poco a poco. Sin embargo, en algunas regiones, aquellas inicialmente más densas, la gravedad va ganando batallas y, gracias a ello, se empiezan a formar galaxias y, dentro de ellas, estrellas, planetas y agujeros negros. Según va pasando el tiempo, estas galaxias se van agrupando más y más e incluso se fusionan unas con otras para dar lugar a una variedad de formas y tamaños al final de la simulación increíblemente parecidas a las formas y tamaños de las galaxias que observamos con nuestros telescopios. Al terminar, nuestro universo ocupará un volumen 1.000 veces mayor del volumen inicial y las galaxias se habrán dispuesto en redes de estructuras filamentosas que, de nuevo, son casi indistinguibles de aquellas que vemos en nuestro universo real. Es esta similitud asombrosa entre las estructuras observadas y simuladas las que nos lleva a pensar que, a pesar de no conocer bien la naturaleza de dos de los ingredientes principales ni muchos detalles de las leyes físicas, nuestra receta no está muy equivocada.

Podemos repetir nuestro experimento modificando ligeramente los ingredientes principales o las leyes de la física y realizar así algo similar a un experimento controlado. De esta manera estudiamos, por ejemplo, cuál es la influencia de los agujeros negros supermasivos en el crecimiento de las galaxias o bajo qué condiciones se crean los elementos químicos necesarios para formar vida y en qué lugares del universo ésta es más probable.

Sin embargo, a pesar de contener billones de partículas, nuestras simulaciones son, necesariamente, muy simplificadas. No simulamos todas las partículas que forman parte del universo. De hecho, sabemos que esto es imposible. Sin embargo, esto no es necesario. Por ejemplo, en nuestro universo virtual las reacciones nucleares que tienen lugar en el interior de las estrellas no están simuladas. Ni siquiera tratamos de simular las estrellas. Basta con simular los efectos que las estrellas tienen en sus alrededores: la luz que emiten durante su vida y la energía y elementos químicos que liberan al morir. Algunos de estos efectos son poco conocidos y son gracias a este tipo de simulaciones que obtenemos más información acerca de ellos.

Este concepto de la simulación del universo también puede aplicarse a la consciencia del ser humano. Aunque no sabemos realmente qué es la consciencia, podemos pensar que podemos reproducirla si simulamos un cerebro humano. Si contamos cada interacción entre sinapsis como una operación, nuestros cerebros hacen acerca de 1.020 operaciones por segundo (multiplica 10x10x10… 20 veces para hacerte una idea de este número). Se necesitaría muchísimo menos poder de cómputo para simular el entorno exterior con el detalle suficiente para engañar a un cerebro virtual de que el entorno es real. Por ejemplo, no sería necesario simular todos los virus y bacterias del universo sino tan solo aquellas que, en cada momento, están siendo observadas con un microscopio.

Del mismo modo, no sería necesario simular todos los átomos de una silla, sino tan solo los más externos, salvo cuando la silla se rompe. Es cierto que esto habría que hacerlo, no solo para un cerebro, sino para todos los humanos que han poblado la tierra en algún momento, unos cien mil millones. Sin embargo, nuestro poder de cómputo está avanzando tanto que en una o dos generaciones seremos capaces de realizar este tipo de simulaciones y podríamos usarlas, por ejemplo, para estudiar el comportamiento de los diferentes tipos de mentes.

Pero, si esto es cierto, ¿qué nos permite discernir si nosotros mismos no somos parte de una simulación realizada por una civilización más avanzada? Otro día les hablaremos de los detalles de esta propuesta, realizada por el filósofo de la Universidad de Oxford Nick Bostrom y que, por loca que parezca, ha recibido mucho crédito entre científicos de todo el mundo. En cualquier caso, nuestras vidas van a proseguir del mismo modo ya sean reales o virtuales salvo que, claro, alguien apague el ordenador.

LITERALISMO Y VERDAD

Domingo XXI del Tiempo Ordinario

23 agosto 2020

Mt 16, 13-20

En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo y preguntaba a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”. Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Él les preguntó. “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le respondió: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos, lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

LITERALISMO Y VERDAD

      Las respuestas que los discípulos dan a Jesús parecen expresar las diferentes opiniones de las primeras comunidades, en torno a la figura del Maestro. A pesar de sus diferencias, todas ellas coinciden en reconocer a Jesús como “profeta”, tal como este término se entendía en el pueblo judío: el que habla en nombre de Dios o hace presente a Dios en las circunstancias que vive el pueblo, en definitiva, el que vive en la verdad y la expresa.

     La respuesta que el evangelista pone en boca de Pedro constituye ya una elaborada afirmación del credo cristiano de la comunidad de Mateo, que manifiesta su fe en Jesús como el Mesías esperado y el “hijo de Dios” (aunque fuera en un sentido judío, donde el término “hijo” se aplicaba a alguien que gozaba de una especial intimidad con Dios).

    Esa misma comunidad, que considera a Pedro como el “primero” de los apóstoles, pone en boca de Jesús unas palabras que este nunca habría pronunciado. Nos encontramos, por tanto, no ante palabras del Jesús histórico, sino ante la fe de una comunidad que vive casi a finales del siglo I.

    Lo que ello pone de manifiesto es el hecho de que una comprensión adecuada de los textos libera de posturas dogmáticas y de discusiones interminables a partir de la defensa a ultranza de un literalismo –una especie de idolatría de los textos– que resulta insostenible. (Tiene su punto de ironía el hecho de que se haya querido fundamentar el “primado de Pedro” e incluso la institución del papado en palabras que Jesús nunca habría pronunciado. Superado aquel literalismo insostenible, hoy parece evidente que Jesús no instituyó ninguna iglesia ni fundó ninguna religión).

    La comprensión y la vivencia espiritual no consiste en repetir textos memorizados ni en exigir una adhesión a los mismos que, a fuerza de ser literal, termina traicionándolos en su verdadero sentido.

   La vivencia espiritual puede tener como referencia algunos textos –como “mapas” que resultan útiles para balizar el camino en un momento determinado–, pero antes o después habrá de conducir a soltar todos ellos –dejando caer todas las creencias– para apoyarse en la desnuda certeza de ser, en el silencio consciente que conduce a la verdad que se encuentra más allá (más acá) de todo concepto y de toda creencia.

¿Cómo me relaciono con las creencias?

Semana 16 de agosto: POR QUÉ ES DIFÍCIL CAMBIAR DE OPINIÓN // James CLEAR

POR QUÉ LOS HECHOS NO NOS HACEN CAMBIAR DE OPINIÓN

 James Clear
https://medium.com/@Carnaina/por-qu%C3%A9-los-hechos-no-nos-hacen-cambiar-de-opini%C3%B3n-8841d7c349f

El economista J.K. Galbraith escribió una vez: “Ante la disyuntiva de cambiar de opinión y demostrar que no hay necesidad de hacerlo, casi todo el mundo se ocupa de la prueba”.

León Tolstoi fue aún más audaz: “Los temas más difíciles pueden explicarse al hombre más torpe si no se ha formado ya una idea de ellos; pero la cosa más sencilla no puede aclararse al hombre más inteligente si está firmemente persuadido de que ya sabe, sin ninguna sombra de duda, lo que se le presenta”.

¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué los hechos no nos hacen cambiar de opinión? ¿Y por qué alguien seguiría creyendo una idea falsa o inexacta de todos modos? ¿Cómo nos sirven tales comportamientos?

La lógica de las falsas creencias

Los seres humanos necesitan una visión razonablemente precisa del mundo para poder sobrevivir. Si tu modelo de realidad es muy diferente del mundo real, entonces luchas para tomar acciones efectivas cada día.[1]

Sin embargo, la verdad y la exactitud no son las únicas cosas que importan a la mente humana. Los humanos también parecen tener un profundo deseo de pertenencia.

En Atomic Habits, escribí: “Los humanos son animales de rebaño. Queremos encajar, vincularnos con los demás y ganarnos el respeto y la aprobación de nuestros semejantes. Tales inclinaciones son esenciales para nuestra supervivencia. Durante la mayor parte de nuestra historia evolutiva, nuestros antepasados vivieron en tribus. Separarse de la tribu, o peor aún, ser expulsado, era una sentencia de muerte”.

Entender la verdad de una situación es importante, pero también lo es permanecer como parte de una tribu. Mientras que estos dos deseos a menudo funcionan bien juntos, ocasionalmente entran en conflicto.

En muchas circunstancias, la conexión social es realmente más útil para su vida diaria que la comprensión de la verdad de un hecho o idea en particular. El psicólogo de Harvard Steven Pinker lo expresó de esta manera: “Las personas son abrazadas o condenadas de acuerdo con sus creencias, así que una función de la mente puede ser la de mantener creencias que traigan al poseedor de la creencia el mayor número de aliados, protectores o discípulos, en lugar de creencias que es más probable que sean verdaderas”.[2]

No siempre creemos las cosas porque sean correctas. A veces creemos las cosas porque nos hacen quedar bien con la gente que nos importa.

Kevin Simler lo expresó bien cuando escribió: “Si un cerebro anticipa que será recompensado por adoptar una creencia en particular, está perfectamente feliz de hacerlo, y no le importa mucho de dónde viene la recompensa: ya sea pragmática (mejores resultados como resultado de mejores decisiones), social (mejor tratamiento por parte de los compañeros), o alguna mezcla de las dos”.[3]

Las falsas creencias pueden ser útiles en un sentido social aunque no sean útiles en un sentido fáctico. A falta de una mejor expresión, podríamos llamar a este enfoque “factualmente falso, pero socialmente exacto”.[4] Cuando tenemos que elegir entre los dos, la gente a menudo selecciona a los amigos y a la familia por encima de los hechos.

Esta perspicacia no solo explica por qué podríamos callarnos en una cena o mirar hacia otro lado cuando nuestros padres dicen algo ofensivo, sino que también revela una mejor manera de cambiar las opiniones de los demás.

Los hechos no cambian nuestras opiniones. La amistad sí.

Convencer a alguien de que cambie de opinión es realmente el proceso de convencerlo de que cambie su tribu. Si abandonan sus creencias, corren el riesgo de perder los lazos sociales. No puedes esperar que alguien cambie de opinión si le quitas también su comunidad. Tienes que darles un lugar adonde ir. Nadie quiere que su visión del mundo se rompa si el resultado es la soledad.

La forma de cambiar la mente de la gente es hacerse amigo de ellos, integrarlos en su tribu, traerlos a su círculo. Ahora, pueden cambiar sus creencias sin el riesgo de ser abandonados socialmente.

El filósofo británico Alain de Botton sugiere que simplemente compartamos comidas con aquellos que no están de acuerdo con nosotros: “Sentarse en una mesa con un grupo de desconocidos tiene el incomparable y extraño beneficio de hacer un poco más difícil odiarlos con impunidad. Los prejuicios y las luchas étnicas se alimentan de la abstracción. Sin embargo, la proximidad que requiere una comida —algo como repartir platos, desplegar servilletas al mismo tiempo, incluso pedirle a un extraño que le pase la sal— trastorna nuestra capacidad de aferrarnos a la creencia de que los forasteros que llevan ropa inusual y hablan con acentos distintos merecen ser enviados a casa o asaltados. A pesar de todas las soluciones políticas a gran escala que se han propuesto para saldar el conflicto étnico, hay pocas maneras más eficaces de promover la tolerancia entre vecinos sospechosos que obligarlos a cenar juntos”.

Tal vez no sea la diferencia, sino la distancia lo que genera tribalismo y hostilidad. A medida que la proximidad aumenta, también lo hace la comprensión. Me recuerda la cita de Abraham Lincoln: “No me gusta ese hombre. Debo conocerlo mejor”.

Los hechos no nos hacen cambiar de opinión. La amistad sí.

El espectro de creencias

Hace años, Ben Casnocha me mencionó una idea que no he podido desechar: Las personas que tienen más probabilidades de cambiar de opinión son aquellas con las que estamos de acuerdo en el 98 por ciento de los temas.

Si alguien que conoces, te gusta y confía en una idea radical, es más probable que le reconozcas cierto mérito, peso o consideración. Ya estás de acuerdo con ese alguien en la mayoría de las áreas de la vida. Tal vez también deberías cambiar de opinión en este caso. Pero si alguien muy diferente a ti propone la misma idea radical, bueno, es fácil descartarlo como un chiflado.

Una forma de visualizar esta distinción es mediante el mapeo de las creencias en un espectro. Si divides este espectro en 10 unidades y te encuentras en la Posición 7, entonces no tiene mucho sentido tratar de convencer a alguien en la Posición 1. La brecha es demasiado amplia. Cuando estás en la Posición 7, es mejor que gastes tu tiempo conectando con las personas que están en las Posiciones 6 y 8, llevándolas gradualmente en tu dirección.

Las discusiones más acaloradas a menudo ocurren entre personas que se encuentran en extremos opuestos del espectro, pero el aprendizaje más frecuente ocurre de personas que están cerca. Cuanto más cerca estés de alguien, más probable es que la o las creencias que no compartes se desangren en tu propia mente y moldeen tu pensamiento. Cuanto más lejos esté una idea de tu posición actual, más probable es que la rechaces de plano.

Cuando se trata de cambiar la opinión de la gente, es muy difícil saltar de un lado a otro. No se puede saltar por el espectro. Tienes que deslizarte por él.

Cualquier idea que sea lo suficientemente diferente de tu visión actual del mundo la percibirás como amenazadora. Y el mejor lugar para reflexionar sobre una idea amenazante es en un ambiente no amenazante. Como resultado, los libros son a menudo un mejor vehículo para transformar las creencias que las conversaciones o los debates.

En la conversación, la gente tiene que considerar cuidadosamente su estatus y apariencia. Quieren guardar las apariencias y evitar parecer estúpidos. Cuando se enfrentan a un conjunto de hechos incómodos, la tendencia es a menudo a doblar su apuesta por su posición actual en lugar de admitir públicamente que están equivocados.

Los libros resuelven esta tensión. Con un libro, la conversación tiene lugar dentro de la cabeza de alguien y sin el riesgo de ser juzgado por los demás. Es más fácil tener una mente abierta cuando no te sientes a la defensiva.

Los argumentos son como un ataque frontal completo a la identidad de una persona. Leer un libro es como deslizar la semilla de una idea en el cerebro de una persona y dejarla crecer en sus propios términos. Ya hay suficiente lucha en la cabeza de una persona cuando está superando una creencia preexistente. Tampoco necesitan luchar contigo.

Por qué persisten las ideas falsas

Hay otra razón por la que las malas ideas siguen viviendo: porque la gente sigue hablando de ellas.

El silencio es la muerte para cualquier idea. Una idea que nunca es comentada o escrita muere con la persona que la concibió. Las ideas solo pueden ser recordadas cuando se repiten. Solo pueden creídas cuando se repiten.

Ya he señalado que las personas repiten ideas para señalar que son parte del mismo grupo social. Pero aquí hay un punto crucial que la mayoría de la gente no considera.

La gente también repite las malas ideas cuando se quejan de ellas. Antes de poder criticar una idea, hay que hacer referencia a esa idea. Terminas repitiendo las ideas que esperas que la gente olvide, pero, por supuesto, la gente no puede olvidarlas porque sigues hablando de ellas. Cuanto más repitas una mala idea, más probable es que la gente la crea.[6]

Llamemos a este fenómeno la Ley de Recurrencia de Clear: El número de personas que creen una idea es directamente proporcional al número de veces que se ha repetido durante el último año, incluso si la idea es falsa.[7]

Cada vez que atacas una mala idea, estás alimentando al mismo monstruo que intentas destruir. Como escribió un empleado de Twitter: “Cada vez que retuiteas o citas un tuit de alguien con el que estás enfadado, lo ayudarás. Diseminas sus tonterías. El infierno para las ideas que deploras es el silencio. Ten la disciplina para dárselo”.[8]

Tu tiempo está mejor empleado en defender las buenas ideas que en derribar las malas. No pierdas tiempo explicando por qué las malas ideas son malas. Simplemente estás avivando la llama de la ignorancia y la estupidez.

Lo mejor que le puede pasar a una mala idea es que se la olvide. Lo mejor que le puede pasar a una buena idea es que se comparta. Esto me hace pensar en la cita de Tyler Cowen: “Pasa el menor tiempo posible hablando de cómo otras personas están equivocadas”.

Alimenta las buenas ideas y deja que las malas se mueran de hambre.

El soldado intelectual

Sé lo que podrías estar pensando: “James, ¿hablas en serio ahora mismo? ¿Se supone que debo dejar que estos idiotas se salgan con la suya?”.

Déjame ser claro. No digo que nunca sea útil señalar un error o criticar una mala idea. Pero tienes que preguntarte: “¿Cuál es el objetivo?”.

En primer lugar, ¿por qué quieres criticar las malas ideas?

Presumiblemente, quieres criticar las malas ideas porque piensas que el mundo estaría mejor si menos gente las creyera. En otras palabras, crees que el mundo mejoraría si la gente cambiara de opinión sobre algunos temas importantes.

Si el objetivo es realmente cambiar de opinión, entonces no creo que criticar al otro lado sea el mejor enfoque.

La mayoría de la gente discute para ganar, no para aprender. Como dice Julia Galef de manera tan acertada: la gente a menudo actúa como soldados en vez de como exploradores. Los soldados están en el ataque intelectual, buscando derrotar a las personas que difieren de ellos. La victoria es la emoción operativa. Los exploradores, por su parte, lentamente, tratan de trazar el mapa del terreno con otros. La curiosidad es la fuerza motriz.

Si quieres que la gente adopte tus creencias, tienes que actuar más como un explorador y menos como un soldado. En el centro de este enfoque hay una pregunta que Tiago Forte plantea maravillosamente: “¿Estás dispuesto a no ganar para mantener la conversación?”.

Sé amable primero, sé correcto después

El brillante escritor japonés Haruki Murakami escribió una vez: “Recuerda siempre que argumentar y ganar es romper la realidad de la persona contra la que estás argumentando. Es doloroso perder tu realidad, así que sé amable, incluso si tienes razón”.[10]

Cuando estamos en el momento, podemos olvidar fácilmente que el objetivo es conectar con el otro lado, colaborar con ellos, hacerles amigos e integrarlos en nuestra tribu. Estamos tan atrapados en la victoria que nos olvidamos de conectar. Es fácil gastar su energía etiquetando a las personas en lugar de trabajar con ellas.

La palabra “kind” (“amable”) se originó de la palabra “kin” (“pariente”). Cuando eres amable con alguien significa que lo tratas como a alguien de la familia. Esto, creo, es un buen método para cambiar la opinión de alguien. Desarrollar una amistad. Compartir una comida. Regalar un libro.

Primero, sé amable, después sé justo.[11]

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Notas

[1] Técnicamente, tu percepción del mundo es una alucinación. Cada ser vivo percibe el mundo de manera diferente y crea su propia “alucinación” de la realidad. Pero diría que la mayoría de nosotros tenemos un modelo “razonablemente exacto” de la realidad física real del universo. Por ejemplo, cuando conduce por la carretera, no tienes acceso completo a todos los aspectos de la realidad, pero su percepción es lo suficientemente precisa como para evitar otros automóviles y conducir de manera segura.

[2] Language, Cognition, and Human Nature: Selected Articles by Steven Pinker

[3] Crony Beliefs de Kevin Simler

[4] Recuerdo un tuit que vi recientemente, que decía: “La gente dice muchas cosas que son realmente falsas pero están socialmente asentadas. Dicen cosas estúpidas, pero no son estúpidas. Es inteligente (aunque a menudo inmoral) asentar tu posición en una tribu y su deferencia a sus tabúes. Esto es conformidad, no estupidez”.

[5] Religion for Atheists por Alain de Botton

[6] El lingüista y filósofo George Lakoff se refiere a esto como activar el marco. “Si niegas un marco, tienes que activar el marco, porque tienes que saber lo que estás negando”, dice. “Si usas la lógica contra algo, lo estás fortaleciendo”.

[7] La Ley de Recurrencia de Clear es realmente solo una versión especializada del efecto de mera exposición. Pero bueno, estoy escribiendo este artículo y ahora tengo una ley que lleva mi nombre, así que es genial. Además, puedes contarle a tu familia sobre la Ley de Recurrencia de Clear durante la cena y todos pensarán que eres brillante.

[8] Tuit de Nathan Hubbard.

[9] “Why you think you’re right — even if you’re wrong” por Julia Galef.

[10] Encontré esta cita de Kazuki Yamada, pero se cree que fue originalmente de la versión japonesa de Colorless Tsukuru Tazaki de Haruki Murakami.

[11] He estado trabajando en este artículo durante más de un año. Hace muchos meses, me estaba preparando para publicarlo y ¿qué sucede? The New Yorker publica un artículo con el mismo título exactamente una semana antes y se convierte en su artículo más popular de la semana. ¿Cuáles son las posibilidades de eso? Mientras tanto, me puse a escribir Atomic Habits, terminé esperando un año y le di a The New Yorker su tiempo para brillar (como si lo necesitaran). Pensé en cambiar el título, pero a nadie se le permiten títulos de copyright y ha pasado suficiente tiempo, así que me quedo con él. Ahora ambos artículos pueden vivir felices en el mundo, como un par perspicaz de gemelos fraternos.