TODO SER HUMANO ES MI HERMANO

Domingo XXII del Tiempo Ordinario 

1 septiembre 2019

Lc 14, 1.7-14

Un sábado entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo: “Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro, y te dirá: «Cédele el puesto a este». Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba». Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Y dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a tus vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos”.

 TODO SER HUMANO ES MI HERMANO

          La imagen y las palabras que el evangelista pone en boca de Jesús no parecen muy “ejemplares”. La motivación que se ofrece para no buscar los “primeros puestos” no es precisamente limpia: no nace de la libertad ni de la espontaneidad de la persona sabia, sino de una de las necesidades características del ego, que busca “quedar bien” ante los demás, como un modo de autoafirmarse.

          La persona sabia comprende que todo lo que piensen o digan acerca de ella no le añade ni le quita una pizca de su valor. No se mueve, por tanto, desde la necesidad de agradar o de “quedar bien”. Se vive, sencillamente, en coherencia con quien es de fondo, de una manera desegocentrada. De la misma manera que no busca reconocimientos ni alabanzas, tampoco se le ocurre perseguir los primeros puestos. Se vive con libertad interior, desde su propia consciencia de plenitud. Fluye en cada momento con lo que es.

          Fluye desde la comprensión. La misma que le hace consciente de su “hermandad” con todos los humanos y todos los seres. Por tanto, no atiende a los necesitados –“pobres, lisiados, cojos y ciegos”– para recibir una “paga” futura –“cuando resuciten los justos”–, sino porque sabe que son de su misma “familia”.

          Es claro que la religión y la moral han buscado mejorar el comportamiento humano ofreciendo “recompensas” de diverso tipo que, con frecuencia, habrían de recibirse después de la muerte. Pero ese modo de hacer, aunque comprensible en un determinado nivel de consciencia, no consigue sino fortalecer al ego. En este sentido, podría decirse que, más allá de la intención de quien lo hacía, la religión perseguía salvar al yo, cuando de lo que realmente se trata es de liberarnos de (la identificación con) él.

          A diferencia de ese tipo de enseñanzas religiosas y moralizadoras que pretendían “mejorar” a las personas a través de recompensas, el comportamiento del sabio –como fue el del propio Jesús– se caracteriza por la gratuidad. No busca otro interés añadido, porque no nace de la carencia. Su acción es fin en sí misma, porque nace de una consciencia de plenitud que se desborda.

¿Cómo veo a los demás? ¿Desde dónde actúo?

 

Semana 25 de agosto: REEDUCAR EL CEREBRO // David DEL ROSARIO

Entrevista de Ima Sanchís a David del Rosario, científico e investigador, en La Contra, de La Vanguardia, 01/07/2019.
https://www.lavanguardia.com/lacontra/20190701/463190384374/solo-el-que-no-sabe-mira.html

“Solo el que no sabe mira”.

“Tengo 35 años. Nací en Alicante y vivo en Barcelona. Tengo pareja. Estudié Ingeniería Técnica en Telecomunicaciones e Ingeniería Biomédica. Lo que más valor tiene en la sociedad es el cerebro de las personas, y nadie nos explica cómo funciona. Me he encontrado con Dios muchas veces en el laboratorio”.

Entender cómo funciona nuestro cerebro nos abre la posibilidad de ser felices todo el rato. No sé si David del Rosario estará de acuerdo con este sucinto resumen de su ensayo: El libro que tu cerebro no quiere leer (Urano). En todo caso, conocer la mecánica de nuestro cerebro es uno de los mejores regalos que nos podemos hacer a nosotros mismos, porque cambia nuestra manera de estar sobre la tierra y, curiosamente, en lugar de llenarnos de conceptos, nos vacía. Este investigador y divulgador científico apasionado nos guía con maestría por los recovecos de la mente tan aficionada a encerrarnos en patrones mentales, y nos propone una manera de decirle al cerebro “por aquí no vamos bien” y que nos haga caso.

El cerebro es un agricultor con mono azul y sombrero de paja que se dedica a sembrar pensamientos, emociones y sensaciones en el campo mental.

¿Pensamientos y emociones que recolectamos para vivir?

Sí, para hacernos una idea del mundo y de quienes somos. Cada vez que el cerebro encuentra un parecido entre situaciones, personas, cosas…, simplifica el asunto asignando el mismo nombre a todas ellas.

¿Y simplifica mucho?

No hay ninguna duda de que el cerebro deja de ver cuando cree saber.

Eso es grave.

Sí, porque solo el que no sabe mira. El origen de cualquier problema es olvidar que estamos viendo una imagen mental y no la realidad.

 ¿Nuestro cerebro crea la realidad?

Sí, la realidad es una percepción individual que genera el cerebro en base a tres premisas: la base genética, su experiencia pasada y las predicciones futuras.

¿Los pensamientos son una propuesta neuronal?

Sí, que nuestro cerebro hace ante cada situación de vida basándose en el pasado. Hay tres cosas fundamentales que todos debemos saber.

Adelante.

En primer lugar, la neurociencia nos demuestra que la memoria es muy poco de fiar, pero constantemente nuestro cerebro nos lleva a tomar decisiones hoy, a partir de lo que almacena nuestra engañosa memoria.

Segundo punto.

Los pensamientos. Nuestro cerebro piensa con la misma naturalidad que nuestro corazón bombea sangre y nuestros pulmones aire, es su función: pensar. No piensas tú, piensa tu cerebro.

¿Cómo aplico esto al día a día?

Cuando asumes que aquello que piensas solo es una propuesta de tu cerebro partiendo del recuerdo del pasado, de tu base genética y las propuestas de futuro que te presenta la mente, tus pensamientos dejan de ser un hecho.

Tercer punto.

Las emociones. El 85% del tiempo sentimos lo que pensamos. Lo que estoy sintiendo ahora es el resultado de mis asociaciones mentales.

¿Qué hacemos con esta información?

Lo que yo propongo es alinear nuestra conducta con la forma de funcionar de nuestro organismo. Estos tres ingredientes bastan para hacer una pequeña revolución en tu manera de ver la vida, no en tu vida. Teniendo en cuenta que los cambios de percepción tienen una gran influencia, ya que nos relacionamos con el mundo a través de lo que percibimos.

Percibimos el 0,5% de la realidad.

Esa es la información que llega a nuestro cerebro, para todo lo demás nuestro cuerpo no tiene sensores para captarlo. Y de ese 0,5% de información llega a la parte consciente el 0,01%, esa es la materia prima con la cual nuestro cerebro construye sus pensamientos y emociones.

¿Recuerdos y pensamientos son falsos?

En un 99,9%. Por eso insisto en que, siendo condescendiente, lo que pienso son propuestas cerebrales; pero podemos usarlas o no.

Interesante.

Yo lo que propongo es darle un uso diferente a los pensamientos, en lugar de creérselos y defenderlos a capa y espada, pregúntese cómo le hace sentir ese pensamiento. Inmediatamente recibirá lo que llamamos la sensación afectiva: bienestar o malestar y el nivel de excitación.

¿Y?

El malestar te está informando de que ese pensamiento que te está proponiendo el cerebro no es útil en ese momento, y ahí es donde está el giro. Cuando retiras la atención de ese pensamiento y lo pones en lo que sientes, ya estás no usándolo.

No se trata de cambiar lo que sentimos.

El cerebro interpreta que un pensamiento es útil cuando le presto atención. La próxima vez la probabilidad de que mi cerebro me proponga ese pensamiento que he descartado disminuye.

Entiendo.

El cerebro nos propone todo el tiempo los pensamientos que más usamos, se aferra con fuerza a sus patrones mentales más arraigados y consume gran parte de su energía resistiéndose a los cambios en lugar de adaptarse.

Es primitivo.

En la raíz de todo malestar, si analiza qué hay detrás de los pensamientos que le crean malestar, verá que está básicamente el miedo. Y ahora viene algo interesante.

El miedo y la confianza utilizan las mismas redes neuronales, son las dos caras de la misma moneda, eso significa que en cada situación de vida estamos decidiendo si vivirla desde el miedo o desde la confianza.

¿Propone gestionar las emociones?

No. Las emociones no están ahí para ser gestionadas, sino para ser sentidas. Cuando le dices a tu cerebro “este pensamiento no me sirve en este momento” empieza a proponerte pensamientos distintos y el círculo vicioso en el que solemos estar atrapados se rompe.

¿Dejamos de repetir, y repetir…?

Así es, y tu realidad cambia porque cuando tú decides usar un pensamiento, tu cerebro se pone al servicio de ese pensamiento y construye una percepción de la realidad coherente con lo que piensas. Al cerebro no le importa la verdad, solo la coherencia.

LA PUERTA QUE CONDUCE A LA VIDA ES ESTRECHA

Domingo XXI del Tiempo Ordinario 

25 agosto 2019

Lc 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas. Uno le preguntó: “Señor, ¿serán pocos los que se salvan?”. Jesús le dijo: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: «Señor, ábrenos» y él os replicará: «No sé quiénes sois». Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas». Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados». Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”.

LA PUERTA QUE CONDUCE A LA VIDA ES ESTRECHA

          Los sabios no son autocomplacientes ni vendedores de ilusiones. Conocedores, por propia experiencia, de la naturaleza paradójica del ser humano, saben que, aun siendo plenitud, podemos enredarnos con facilidad hasta quedar reducidos y encerrados en los estrechos límites del yo y de sus funcionamientos.

         Somos Vida, pero la puerta que conduce a hacernos conscientes de la misma es estrecha. El apego a las formas nos atasca y fácilmente nos ciega. De ahí que todo maestro espiritual haya insistido en la necesidad de la desapropiación. Hablan así de desapego, desasimiento, desidentificación… Y saben bien que la desapropiación es uno de los signos decisivos para verificar la verdad o no de cualquier camino espiritual.

     Donde hay ego (identificación con el yo), forzosamente habrá apego. Porque el primer mecanismo del yo, el que le permite la supervivencia, es justamente la apropiación. Por definición, el yo es apropiador. Pero la espiritualidad implica transcender el yo, porque hemos comprendido que no somos él.

          La verdad, por tanto, del camino espiritual vendrá dada por la capacidad de soltar o desapropiarse. Como decía, se trata de algo que el yo no puede hacer. Incluso en el caso de que parece que “suelta” algo, está buscando obtener un beneficio por otro lado.

    La desapropiación nace de la comprensión. Transcendida la consciencia de separatividad, comprendes que no eres nada de lo que puedas soltar, sino justamente Aquello que queda cuando sueltas todo.

         De todos modos, la existencia no es sino un camino de pérdidas, en el que habremos de soltar todo aquello a lo que nos habíamos aferrado. De hecho, la muerte no es sino el soltar definitivo. Y nuestra existencia un aprendizaje continuo.

       La comprensión nos permite ver que el soltar es fuente de libertad, al experimentar que somos esclavos de todo aquello con lo que nos identificamos y libres de todo aquello de lo que nos desidentificamos. Y no termina ahí: además de libertad, el soltar nos permite crecer en comprensión experiencial, al verificar que soy Aquello que permanece cuando suelto todo.

        La puerta que conduce a la Vida es estrecha: ningún yo separado (inflado) puede entrar por ella. Para comprender que somos Vida y vivirnos en esa consciencia de unidad, se requiere cesar en la identificación con el yo separado y en sus modos de funcionar.

 ¿Cómo me muevo entre la apropiación y el soltar?

Semana 18 de agosto: LOS «ERRORES» DEL CEREBRO // Henning BECK

Entrevista de Judith de Jorge a Henning Beck, neurocientífico, en ABC, 24/06/2019.

«A la gente más inteligente se le da muy bien olvidar».

Henning Beck, doctor en Neurociencia, explica cómo algunos de los errores del cerebro nos ayudan a tomar las mejores decisiones.

Somos despistados, olvidadizos, nos distraemos con cualquier cosa y organizamos mal nuestro tiempo. Además, a veces nos aburrimos y nos sentimos culpables por ello. ¿Quién no se ha identificado alguna vez, en mayor o menor medida, con esa descripción? Si es así, antes de colgarnos el cartel de completo desastre y lamentarnos amargamente por nuestra propia ineficacia, Henning Beck nos propone mirar el lado bueno de las cosas. Bioquímico y doctor en Neurociencia, este divulgador alemán acostumbrado a dar conferencias ha escrito un libro titulado «Errar es útil» (Ariel), en el que afirma que equivocarse no es tan malo como parece. Incluso es necesario para que el cerebro saque su máximo potencial y sea creativo. Qué alivio, ¿verdad? «La gente suele pensar que es algo malo cometer errores, pero al final no lo es tanto. Lo malo es tener miedo a cometerlos», dice en una visita a Madrid.

— Rara vez retengo los nombres de las personas que me acaban de presentar. ¿Tengo un grave problema?

Jaja, a mí también me pasa. En realidad los nombres no surgen de la naturaleza, son un invento humano, con lo cual es difícil recordarlos. Recordamos mejor las caras, las personalidades, que son mucho más importantes. Nadie debería preocuparse si le cuesta recordar los nombres.

— Olvidamos las llaves, los aniversarios… ¿Por qué no lo recordamos todo?

Imagina que estás en una biblioteca inmensa con muchos libros. Si tienes 10.000 ejemplares, es muy difícil encontrar el adecuado, porque hay que buscar mucho. Lo mismo pasa con la memoria. Si todo estuviera almacenado sería difícil dar con el recuerdo preciso. El cerebro hace un equilibrio entre recordar y olvidar lo que es o no práctico para el futuro, así eres más rápido a la hora de encontrar un recuerdo. Hay una cita muy bonita: Si lo recordamos todo no entenderemos nada.

— Entonces, olvidar también es necesario.

A la gente más inteligente se le da muy bien recordar ¡y olvidar! Si nunca lo hiciéramos, considera la alternativa: recordaríamos absolutamente todo y sería muy confuso encontrar qué es importante y qué no para tomar después una decisión.

— Sin embargo, algunos de los trastornos neurológicos más preocupantes tienen que ver con el olvido.

Mucha gente cree que el olvido es una señal de demencia o de que el cerebro no va bien, pero cuando hacía mi tesis doctoral e investigaba sobre el alzhéimer, mi jefe me decía: si tú recuerdas que te has olvidado de algo, es buena señal. Si olvidas que te has olvidado, entonces es mala.

— ¿Qué les pasa a los grandes despistados, los que se dejan el móvil en el taxi o no ven las cosas delante de sus narices?

Es muy típico. Hay gente que tiene mucho en la cabeza, muchos proyectos diferentes. Quizás sean personas muy interesadas en cosas nuevas. No es malo que el cerebro esté distraído. Mucha veces a la gente más creativa les cuesta mucho centrarse en algo específico. No es algo malo… si finalmente recuperas tu móvil.

— ¿Cómo podemos evitar los despistes y mejorar la memoria?

Lo primero que tenemos que hacer es tomar pausas, dando a nuestro cerebro la posibilidad de digerir la información, para quedarte con lo importante y desechar lo que no lo es. Mire, acabo de desayunar. Espero que las moléculas del desayuno se conviertan en moléculas de masa en mi cuerpo, pero eso solo funciona si lo digiero, si me tomo una pausa. Si estuviera comiendo constantemente, explotaría.

— ¿Lo mismo pasa con la información?

Claro, si la consumo constantemente, el cerebro entra en modo de sobrecarga y no es capaz de digerir y de quedarse con lo interesante. Pero después de eso, hay otra cosa importante: hablar con otras personas para tener nuevas perspectivas. Así es como la información se convierte en conocimiento.

— ¿Nos hace mucho daño el estrés?

Depende. Puede ser muy dañino cuando quieres pensar de manera creativa. La mejor forma de matar una nueva idea es someter a alguien a mucho estrés. Si yo te pidiera que me des una buena idea en los próximos 30 segundos, no podrías hacerlo por la presión. Por otro lado, cuando aprendes algo nuevo, hay fases en las que sí se puede aplicar cierto estrés para enfocarse en las cosas importantes. Si la gente no se siente bajo presión, no se ve en la necesidad de centrarse.

— ¿La multitarea y las nuevas tecnologías están provocando que nos distraigamos más?

Sí. Lo más importante para el cerebro es obtener información. Ese es nuestro motor. Hemos nacido con esa curiosidad y las nuevas tecnologías han sido diseñadas para tener cada vez más información, porque es lo que nos gusta. Recientemente, visité EE.UU. y comprobé cómo la gente de Silicon Valley ya no tiene interés en los teléfonos inteligentes porque generan distracción.

— ¿Prefieren estar desconectados?

Sí, y que su cerebro esté disponible para discutir, leer libros, hacer proyectos… Se han dado cuenta de que es mucho más importante centrarse en hacer una cosa, terminarla y después hacer la siguiente. Y han retirado esa tecnología a sus hijos. Si empiezas demasiado pronto puede ser malo para el desarrollo cerebral. No creo que sea recomendable tener un smartphone antes de la pubertad.

— ¿Ese tipo de actividades nos están cambiando el cerebro?

Hummm… Hay estudios que dicen que la gente que hace mucha multitarea termina siendo peor en ella, porque se le da cada vez peor priorizar lo importante. También se ve que la gente no se toma el tiempo necesario para centrarse en algo. Los tiempos de lectura se acortan, porque necesitamos el siguiente input y no queremos pararnos y concentrarnos. Esto es malo si quieres comprender algo. Para comprender hay que profundizar.

— Otro de los errores que solemos cometer es procrastinar. ¿Por qué dejamos todo para el final?

Sí, yo lo hago. Sentimos el sol sobre nuestra piel o una voz, pero no tenemos un sentido del tiempo, por lo que nos resulta muy difícil estimarlo. Intentamos reconstruir a partir de nuestros recuerdos del pasado cuánto vamos a tardar en hacer algo, y al cerebro eso no se le da muy bien. Por eso, estamos constantemente subestimando el tiempo que se tarda en hacer algo.

— El aburrimiento tiene muy mala fama. Pero usted dice que también es bueno.

Sí, el aburrimiento tiene mala prensa. Nunca he visto un libro que se titule «Las mejores maneras de aburrirte». Pero el aburrimiento es importante para aclarar tu mente, para que te visiten las musas.

— ¿Es así como surgen las buenas ideas

Sí, cuando dejas que tu mente fluya libre, no cuando estás concentrado todo el rato. Por eso si preguntas muchos te dirán que el momento ¡ajá! les ha llegado en la ducha, paseando al perro o montando en bici. Siempre le digo a la gente que no debería tener demasiadas cosas que hacer, que se tomen tiempo libre para que la mente fluya y adquieran ideas nuevas.

— También dice que el cerebro aprende de lo emocional, ¿en qué sentido?

Las emociones son como un turbo, aceleran nuestro aprendizaje, porque las áreas de la memoria están muy conectadas con las que controlan los sentimientos. Por eso, es muy importante transmitir una buena emoción cuando se enseña algo. Todos los recuerdos importantes se quedan en el cerebro por las emociones. Y todas las decisiones tienen un componente emocional, no existen decisiones racionales puras y duras.

— Esto tienen muchas implicaciones en la enseñanza.

Sí, por supuesto. Los mejores profesores que yo tuve en la escuela no fueron los que me daban respuestas, sino los que me hacían las preguntas adecuadas, los que me hicieron ser curioso. Porque si puedes resolver esas preguntas, ¡qué sensación tan maravillosa! A todo el mundo le gusta cuando comprende algo nuevo por primera vez.

— El cerebro también se equivoca cuando rememora. ¿Hasta qué punto son fiables nuestros recuerdos?

Creemos que nuestros recuerdos son fijos, pero nos equivocamos. Yo puedo abrir un libro, leer la información que contiene, cerrarlo y la información no cambia. El cerebro no es así. Cada vez que recuerda algo, lo construye de nuevo. Es como una orquesta. Cuando toca, la música se construye en ese mismo momento. Por eso, ninguno de nuestros recuerdos es 100% preciso. Distorsionamos cosas, modificamos otras. Esto es importante si piensas en los testigos de un juicio cuando recuerdan la escena de un crimen o para la gente que hace investigación histórica y pregunta por lo que pasó hace 50 años.

— ¿Y eso por qué ocurre?

Porque el sentido final que tiene un recuerdo no es recordar el pasado, sino planificar el futuro. Es utilizar esa información para tomar una buena decisión aquí y ahora.

— El mindfulness y la meditación están muy de moda. ¿Sirve para algo?

Depende. El mindfulness puede ser muy bueno, porque limpias el input excesivo, la avalancha de información. Aumenta la capacidad de concentración. Pero lo opuesto, el «mind-wandering», soñar despierto, también es importante. Cuando se te va la cabeza y fantaseas, se activan diferentes áreas del cerebro, piensas en cosas desconectadas entre sí y puedes llegar a las buenas ideas.

EL FUEGO QUE NOS CONSUME

Domingo XX del Tiempo Ordinario 

18 agosto 2019

Lc 12, 49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

EL FUEGO QUE NOS CONSUME

           El mundo suele ser habitualmente un lugar de enfrentamientos. Lo cual es fácilmente comprensible si tenemos en cuenta que solemos girar en torno al yo. Y el yo vive de la confrontación, por cuanto necesita marcar las diferencias con los otros para poder autoafirmarse como un ser separado. Por decirlo de un modo simple: la identificación con el yo conduce inexorablemente a la división, en todos los ámbitos en los que nos movemos.

          El enfrentamiento tiende a exacerbarse siempre que el yo es cuestionado. En un instintivo mecanismo de defensa, cuando interpreta lo que ocurre como una amenaza, el yo busca protegerse atacando aquello que lo incomoda. No es raro, por tanto, que una persona que vive con fidelidad a sí misma, aun sin pretenderlo, provoque movimientos hostiles a su alrededor.

       La fidelidad a uno mismo es una actitud sabia, caracterizada por la coherencia, la libertad interior y la flexibilidad. Porque ser fiel no significa ser tozudo, así como tampoco seguir el impulso del propio capricho, sino responder, de manera desapropiada, a aquello que la Vida pone delante, desde una actitud de profunda alineación con ella.

          Sin embargo, la misma libertad que conlleva puede hacer que resulte cuestionadora o incluso provocativa para quienes se hallan instalados en posicionamientos que no están dispuestos a modificar.

          Por este motivo, la actitud y el comportamiento de la persona sabia puede ser fuente de tensión, conflicto o división. Y así parecen que han de entenderse las palabras de Jesús.

          Pero lo que mueve a la persona sabia no es el conflicto por sí mismo, sino el “fuego” interior que la habita. Un fuego que la convierte en firme y flexible a la vez, en respetuosa al tiempo que apasionada.

          Ese “fuego” no es otra cosa que la expresión de la Vida en nosotros. Si no le prestamos atención y nos vivimos al margen de él, queda como apagado e incluso mortecino. Nuestra existencia aparece marcada por la resignación y el conformismo. Cuando, por el contrario, mantenemos la conexión consciente con la Vida que somos, el fuego se despierta hasta consumirnos por completo. A partir de ahí, ya no vive el yo, sino la Vida misma en nosotros.

¿Percibo la fuerza de la Vida en mí?