Semana 8 de julio: RELACIONES Y APRENDIZAJE

Las relaciones interpersonales, en todos sus niveles –de vecindad, de parentesco, de amistad, de pareja-, pueden ser fuente de gozo o bien constituir un campo minado de dificultades.

          Un elemento fundamental que genera sufrimiento en las relaciones es el “guion” con el que el ego se maneja. Según él, los otros están ahí para complacerme. En consecuencia, resulta inevitable que, cada vez que tal expectativa no se cumple, aparezca la frustración y, con ella, el enfado, la ira o el abatimiento.

          Solo podremos salir del sufrimiento abandonando aquella expectativa o creencia errónea, gracias a la comprensión, la cual nos ofrece dos claves decisivas en toda esta cuestión:

  • Los otros no están para complacerme, sino para ayudarme a aprender.
  • Los otros –como yo– hacen siempre lo mejor que saben y pueden, por lo que carece de sentido la culpabilización.

¿Qué es lo que necesito aprender a partir de lo vivido en las relaciones?

Tal vez, tres cuestiones básicas:

  • Conocerme y aceptarme tal como soy, integrando la sombra que había reprimido, ocultado o negado. En las relaciones se me hace patente que todo aquello que me altera de los otros se encuentra en mí sin aceptar y, con frecuencia, sin ni siquiera conocerlo.
  • Crecer en amor incondicional hacia mí. Todos mis enfados y frustraciones que nacen en el campo relacional son, en realidad, expresión de un grito que pide amor. Sin ser consciente de ello, estoy pidiendo a los otros el amor –aprecio, reconocimiento, comprensión…– que yo mismo soy incapaz de darme. El hecho de no recibir lo que espero puede constituir una oportunidad preciosa para desarrollar en mí aquel amor incondicional que reclamo de los otros y que, aun sin darme cuenta de ello, me hace vivir mendigando afecto.
  • Crecer en comprensión de mi verdadera identidad. De un modo u otro, todo aprendizaje culmina en este, que me permite contestar adecuadamente a la pregunta primera: ¿quién soy yo? Porque no hallaré luz ni paz hasta que no encuentre, por experiencia propia, la respuesta adecuada: soy no-separado de los otros. Más allá de las formas diferentes –o “disfraces” en que se expresa– todos compartimos la misma y única identidad; la nuestra es una identidad compartida, Eso que sostiene todas las formas y que en todas se expresa.

Semana 8 de julio: IGNORANCIA Y SUFRIMIENTO

IGNORANCIA

“La ignorancia es el desconocimiento de la verdadera naturaleza de las cosas” (Matthieu Ricard, En defensa de la felicidad, Urano, Barcelona 2005).

Cuando hablamos de ignorancia, no nos referimos en absoluto a la estupidez. En cierto sentido, la ignorancia es muy inteligente, pero se trata de una inteligencia de sentido único. Es decir, que solo reaccionamos a nuestras propias proyecciones en lugar de ver simplemente lo que es (Chögyam Trungpa, Más allá del materialismo espiritual, Edhasa, Barcelona 1999).

La ignorancia consiste en tomar como verdaderas las proyecciones que hace nuestra mente, en lugar de ver la verdad de lo que es. Detrás de tal engaño, se esconde el principio, también erróneo, que nos hace creer que “mis pensamientos son la realidad”.

SUFRIMIENTO

        Al ser nombrado rey de Persia, pidió a su tutor que escribiera la historia de los hombres, para ayudarlo así en su tarea de gobierno. Después de consultar a los sabios, y tras varios años de estudio, se presentó al rey con 36 volúmenes. El rey le pidió algo más breve, porque no disponía de tiempo para leer tanto. Después de un plazo, los redujo a 9 volúmenes. También le parecieron excesivos. Tras otro tanto tiempo, los resumió en un solo volumen. Le volvió a pedir que le llevara el resumen en unas páginas. Y así se dispuso a hacerlo. Cuando el tutor volvió, encontró al rey en cama, muy gravemente enfermo; se había hecho ya muy anciano.

          — ¿Y bien? –murmuró el rey, entre la vida y la muerte–, ¿cuál es la historia de los hombres?

          Su tutor lo miró largamente y, en vista de que el soberano iba a expirar, le dijo:

       — Sufren, señor.

EL PELIGRO DE IDENTIFICARNOS CON EL EGO

      Cuando nos identificamos con el yo (ego), nos transformamos, sin darnos cuenta, en monos enjaulados, airados o deprimidos, eufóricos o vanidosos…; en cualquier caso, permanecemos en la ignorancia de quienes somos, con lo que, inevitablemente, generamos confusión y provocamos sufrimiento.

Semana 1 de julio: VERDAD-ALEGRÍA, MENTIRA-SUFRIMIENTO

Es verdad lo que produce alegría serena.

Es verdad lo que calma la mente.

Lo que hace sufrir es mentira: sufrimos porque estamos creyendo un pensamiento falso, una lectura engañosa o equivocada de lo real.

Debido al hecho de haber crecido identificados con nuestra mente, damos por hecho que es real todo lo que vemos a través de ella, que las cosas son tal como la mente las percibe. En consecuencia, terminamos creyendo nuestros propios pensamientos… Y ahí radica la gran locura que engendra confusión y sufrimiento.

Cuando me creo mis pensamientos, sufro; cuando no me los creo, no sufro.

Cuando creo un pensamiento que discute con la realidad, estoy confundido.

Todo el sufrimiento procede de discutir con lo que es.

Ni yo soy mi mente, ni mis pensamientos son la verdad. Mis pensamientos no tienen tanto que ver con la realidad, cuanto con mis propios condicionamientos de diverso tipo. Son estos patrones grabados en mi mente los que generan constantemente las interpretaciones o etiquetas que coloco sobre todo lo que acontece, dentro y fuera de mi persona.

Semana 1 de julio: LA IRA DEJA SEÑALES

EL PAPEL ARRUGADO

 (Anónimo)

          Mi carácter impulsivo me hacía reventar en cólera a la menor provocación. La mayor parte de las veces, después de uno de estos incidentes, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.

          Un día un psicólogo, que me vio dando excusas después de una explosión de ira, me entregó un papel liso. Y entonces me dijo: “Estrújalo”.

          Asombrado, obedecí e hice una bola con el papel.

          Luego me dijo: “Ahora déjalo como estaba antes”.

     Por supuesto, no pude dejarlo como estaba. Por más que lo intenté, el papel quedó lleno de arrugas.

          Entonces el psicólogo dijo: “El corazón de las personas es como ese papel. La impresión que dejas en el corazón que lastimaste, será tan difícil de borrar como esas arrugas en el papel”.

        Aunque intentemos enmendar el error, ya estará “marcado”. Por impulso no nos controlamos y sin pensar arrojamos palabras llenas de odio y rencor, y luego, cuando pensamos en ello, nos arrepentimos. Pero no podemos dar marcha atrás, no podemos borrar lo que quedó grabado. Y lo más triste es que dejamos “arrugas” en muchos corazones.

        Desde hoy trata de ser más comprensivo y más paciente. Cuando sientas ganas de estallar recuerda el papel arrugado.

 

LA IRA DEJA SEÑALES

        Se cuenta que había una vez un niño que siempre estaba malhumorado y de mal genio. Cuando se enfadaba, se dejaba llevar por su ira y decía y hacía cosas que herían a los que tenía cerca. Un día su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que tuviera un ataque de ira clavase un clavo en la puerta de su habitación. El primer día clavó treinta y siete. En el transcurso de las semanas siguientes el número de clavos fue disminuyendo. Poco a poco, fue descubriendo que le era más fácil controlar su ira, que clavar clavos en aquella puerta de madera maciza. Finalmente, llegó un día en que el niño no clavó ningún clavo. Se lo dijo a su padre y este le sugirió que cada día que no se enojase desclavase uno de los clavos de la puerta.

         Pasó el tiempo y, un día, le dijo al padre que ya había sacado todos los clavos. Entonces este tomó de la mano al hijo, lo llevó a la puerta de la habitación y le dijo:

        — Hijo, lo has hecho muy bien, pero mira los agujeros que han quedado en la puerta. Cuando una persona se deja llevar por la ira, las palabras dejan cicatrices como estas. Una herida verbal puede ser tan dolorosa como una herida física. La ira deja señales. ¡No lo olvides nunca!