Semana 24 de junio: ¿LUCHAR CONTRA EL MAL?

EN TORNO AL «PROBLEMA DEL MAL»

y 19. CONCLUSIÓN: ¿Luchar contra el mal?

El mal no tiene entidad propia; es ausencia de bien. Del mismo modo que la oscuridad no es algo en sí, sino solo ausencia de luz.

¿Cómo se vence la oscuridad? No luchando contra ella, sino poniendo luz.

El camino sabio no consiste en luchar contra el mal –esto no hace sino incrementarlo, porque esa misma “lucha” parece dotarlo de una entidad de la que carece, por lo que refuerza la confusión sobre él-, sino en poner bien.

Por ese motivo, como puede comprobarse, las causas “eficaces” nunca son “anti” nada, sino ofertas de bien.

El simple hecho de posicionarse “contra” conlleva un error de base, cuyas consecuencias no tardarán en mostrarse. Por un lado, porque la propia opción nace alienada, al definirse por contraposición contra otra diferente. Por otro, porque favorece e impulsa una dinámica reactiva que suele actuar en forma de espiral que, finalmente, no busca sino la eliminación del contrario.

La actitud y la acción que potencian el crecimiento nacen de la comprensión y se viven desde la desapropiación. Por eso se sostienen en sí mismas y no caen en la trampa de la reactividad que, en último término, busca la eliminación del otro. Cuando no es así, se incrementa el mal contra el que se pretendía luchar.

La comprensión permite ver que el “mal” es, en realidad, ignorancia. Y que solo cuando se ve así, es posible afrontarlo adecuadamente.

Semana 24 de junio: CUANDO… (Anónimo)

Cuando dejas de sentir carencias, todas las cosas vuelven a ti.

Cuando cesas de pelearte con el mundo, todos se acercan para hablarte de amor.

Cuando aceptas, transformas.

Cuando te atreves a intentar lo nuevo, desaparecen los condicionamientos y el mundo te sorprende.

Cuando te vuelves blando como el agua, penetras todos los poros de la tierra.

Cuando comienzas a mirarte, desaparece el mundo.

Cuando dejas ir lo que no es para ti, ese vacío atrae lo que realmente te pertenece.

Cuando te pierdes, te encuentras.

Cuando te decides, esa determinación encuentra a quien eres, y te susurra lo que quieres.

Cuando renuncias a la guerra, ganas la batalla.

Cuando aquietas tu mente, todo un universo se pone a tus pies.

Cuando no te apresuras, todo se acerca hacia ti.

Cuando dejas de querer controlar, el mundo se acomoda a sí mismo.

Cuando eliges no reaccionar, cambia el resultado.

Cuando aceptas los cambios y la incertidumbre, dejas de sufrir.

Cuando te vuelves humilde, el mundo te pertenece.

Cuando te encuentras a ti mismo, cesa la búsqueda.

Cuando abrazas tu dolor, lo conviertes en amigo.

Cuando despiertas, pervives.

Cuando te vuelves consciente, reconoces a “Dios”.

Anónimo.

Semana 17 de junio: LO DECISIVO ES EL «DESDE DÓNDE»

EN TORNO AL «PROBLEMA DEL MAL»

18. Lo decisivo es el «desde dónde»

Ante lo que llamamos “mal”, la mente se queda sin respuesta. Ni lo sabe explicar ni sabe qué hacer ante él. Se ve incluso incapaz de aceptarlo. Por lo que, ante ello, solo le quedan dos salidas: hundirse en la desesperanza o instalarse en la resistencia que vive rebelada contra el “mal”.

          La lucha contra el mal –aun vivida desde una actitud noble y compasiva– suele esconder motivaciones no tan limpias: desde la incapacidad de aceptar la realidad como es hasta la necesidad de paliar inconscientes sentimientos de culpabilidad, desde el afán de autoafirmación en un compromiso “noble” hasta la búsqueda de reconocimiento por parte de los demás.

          Cuando tomamos distancia de la mente (del yo), todo se modifica. La comprensión no nos dirá qué tenemos que hacer, pero nos situará en la actitud y el “lugar” adecuado para que la acción que brote en cada momento sea también la ajustada.

          Gracias a ella nos hacemos conscientes de que lo realmente decisivo es el desde dónde: desde dónde acojo el “mal” y desde dónde brota mi acción frente a él. Si estoy identificado con el yo, lo más probable es que, tanto mi percepción como mi acción (o mejor, reacción) no consigan otra cosa que incrementar el sufrimiento y, en último término, la locura del mundo.

        Únicamente la comprensión de quién soy hará posible que me viva desde la Sabiduría que –aunque mi mente no lo entienda– rige todo el proceso. Es esa misma sabiduría la que nos muestra que somos Vida, Plenitud y Totalidad.

          Eso significa, en primer lugar, que el “mal” nunca puede afectarnos decisivamente en lo que somos. Sentiremos dolor, miedo, tristeza, angustia…, porque somos seres sintientes y dotados de una rica sensibilidad. Pero, aun en medio de toda esa vorágine de sentimientos que parecen desbordarnos, lo que somos –Lo que es– se halla siempre a salvo.

          Tal comprensión me capacita para acoger mi propio dolor desde la aceptación limpia, como oportunidad de aprendizaje, en una actitud equilibrada entre la resistencia estéril y la resignación paralizadora.

        La misma comprensión me hace ver que todo sin excepción es la Totalidad misma desplegándose. Por lo que no caigo en la trampa de imaginar una Totalidad “al margen” o “más allá” de lo que en este mismo momento se está produciendo. Yo mismo soy –con todos los seres– esa misma Totalidad, también en este momento en que siento dolor, soledad, vacío… Todo, sin excepción, es la Totalidad una expresándose o manifestándose bajo todo tipo de “disfraces”. Carece de sentido querer encontrarme con la Totalidad después de que supere este sentimiento doloroso o aquella situación de injusticia: todo ello es ya, en este mismo instante, la Totalidad.

         Lo que de ahí se deriva es una aceptación profunda, que no nace de algún tipo de voluntarismo, sino del hecho mismo de comprender que somos esa misma Totalidad. La aceptación es, sencillamente, alineación con lo Real, tal como han expresado los sabios en algunos textos que reproducía en una entrega anterior: “La esencia de la sabiduría –afirmaba Nisargadatta– es la total aceptación del momento presente”. “¿Cómo deberíamos vivir?” –se preguntaba la beguina Matilde de Magdeburgo–. Y ella misma respondía: “Vive dándole la bienvenida a todo”. San Juan de la Cruz apunta a esa misma clave: “Me parece que el secreto de la vida consiste simplemente en aceptarla tal cual es”. Y el propio Nietzsche, desde un marco ideológico aparentemente bien distante, expresa así en anhelo de su corazón: “«Amor fati»: ¡que ese sea en adelante mi amor!… Y, en definitiva, y en grande, ¡quiero ser, un día, uno que solo dice sí”. El sabio adopta la actitud que Ortega y Gasset expresara con estas palabras: “A ser juez de las cosas, voy prefiriendo ser su amante”.  Y vive la rendición lúcida que pregonaba Marco Aurelio: “Todo se me acomoda, oh Cosmos, lo que a ti se te acomoda”. La sabiduría es, por decirlo brevemente, amar lo que es.

      La acción brotará también de esa misma comprensión, que me hace ver que todo otro soy yo. No será un yo que hace algo por los demás, sino la Totalidad que, en mí, se ofrece amorosa y servicial, comprometida y solidaria, a los demás. No sé lo que tendré que hacer, pero sé que se hará, a través de mí, en cada momento lo adecuado.

Semana 17 de junio: SOBRE EL ABANDONO

Deja de intentar cambiar al mundo. Ama al mundo. Eso lo cambia todo”.

No puedes saltar hacia el siguiente momento. Ya estás Aquí (Jeff Foster).

Puedes sentirte abandonado, sí. 
Te puedes sentir solo, alejado del amor, de la vida y la calidez.

Otros pueden detonar sentimientos poderosos en ti, sí.

Pero haz a un lado la palabra, el concepto, la historia, 
y regresa a la realidad del cuerpo vivo.

¿Cómo se siente ese abandono? 
¿Cómo sabes que te han abandonado?

Pon atención a las sensaciones que surgen ahora en tu vientre, pecho, garganta.

Siente el aleteo, el pulso, la punzada de cada sensación. 
Deja que crezcan en intensidad, o que se tranquilicen y se muevan. 
Imprégnalas de curiosa, amorosa atención. 
Ofréceles un espacio; ábrete suavemente a ellas.

Tienes que respirar en ti mismo ahora, amigo,
porque no hay nadie aquí que pueda respirar por ti, 
y no podrían hacerlo, de todos modos.

El sueño del amor ha muerto;
estás despertando a la realidad del amor.

El amor no viene de fuera. Nunca lo hace. 
Siempre estuvo dentro de ti. Ese fue tu poder.

Ese fue siempre tu trabajo, amarte a ti mismo, 
no mendigar amor, o buscarlo externamente, 
o esperarlo, o tratar de aferrarte a él,
sino empaparte con él, momento a momento precioso.

No te abandones a ti mismo cuando te sientas abandonado, 
porque hay un dolor que es peor que el abandono mismo:
abandonarte a ti mismo, huir de la presencia.

La culpa no funciona aquí. 
Enfócate en ‘quien te ha abandonado’, y te vuelves impotente.

Rompe el ciclo del abandono, entonces. 
Enfócate en ‘el abandonado’, este precioso niño que llevas dentro. 
Invita a que tu amorosa atención vaya a lo profundo de tu vientre, corazón, cabeza. 
Respira en el propio suelo. Siente tu propia vitalidad.

Tú no has sido abandonado.

La vida está aquí. Tú estás aquí. 
Y desde aquí, una nueva vida crece.

Y mientras aprendes a no abandonarte a ti mismo, 
con el tiempo, atraerás a otros 
que tampoco se abandonan a sí mismos; 
otros que no te abandonarán.

Porque ahora tú no puedes ser abandonado:
Te niegas a abandonarte a ti mismo.
El abandono es una vieja palabra para ti ahora. 
Demasiado dramática para tu cuerpo.

Nadie puede abandonarte:
ellos sólo pueden irse 
a otro lugar, 
con su dolor.

El abandono es la historia de un amor perdido, 
una vieja historia, porque el amor no puede perderse, 
sólo puede ser descubierto de nuevo en lo profundo de nosotros.

Eres lo suficientemente valiente para estar presente ahora. 
Has roto la adicción de toda una vida: 
Has descubierto la profunda alegría 
de estar solo.

Jeff FOSTER.

Semana 10 de junio: LA MEJOR NOTICIA

EN TORNO AL «PROBLEMA DEL MAL»

17. La comprensión de lo que somos es la mejor noticia

          Lo que habitualmente se entiende por “yo” es solo una ficción. A no ser que utilicemos ese término para nombrar el centro psíquico que dirige nuestra actividad mental y emocional. Pero el hecho de que en nosotros haya actividad psíquica, así como posibilidad de cambio, no implica que exista “alguien” detrás. Todo es un despliegue de la consciencia que, en los seres humanos, se hace más “autoconsciente”. De ahí que seamos capaces de aprender y de transformarnos, pero todo ello, como decía, no requiere en absoluto la existencia de un “yo”. Más aún, tal idea solo aparece por un motivo: porque la mente se apropia de la consciencia y la considera una cualidad de sí misma.

         Basta tomar un poco de distancia para darse cuenta de que la idea del “yo” es solo un pensamiento, nacido a partir del mecanismo mental de la apropiación de lo percibido. Y que, en un segundo momento, es la misma mente la que viene a confirmar que aquel pensamiento es algo –“alguien”– real.

          Pero la realidad es que no existe un “yo” nada más que en nuestra propia mente. No existe por tanto “nadie” que sufra nada ni “nadie” que pueda hacer nada. Todo es un despliegue “impersonal”, porque no somos la “persona” que nuestra mente piensa, sino la propia y única Consciencia que se expresa en todo. Todos somos “disfraces” de la Vida; el disfraz padece el “mal”, pero lo que realmente somos se halla siempre a salvo.

         La comprensión que brota de la no-dualidad es buena noticia. A partir de esta comprensión, permitimos que la Vida fluya también a través de nosotros. Hemos descubierto que era precisamente la identificación con el yo la fuente de toda confusión y de todo sufrimiento. Superado ese engaño, todo se hace patente: si creo ser el “yo”, veré el “mal” como todo aquello que lo ponga en peligro o lo amenace. Si sé que soy la Vida, ¿dónde está el “mal”? También la persona que experimenta dolor es, más allá de esa forma, Vida que se halla a salvo. Desde la comprensión de lo que soy, “haré” –la Vida hará– todo lo que pueda por cada ser, pero ya no los reduciré a la forma que mi mente ve.

       En el nivel relativo –aparente, de las formas–, seguiremos hablando de “bien” y de “mal” pero, llegada la comprensión, lo haremos desde la certeza de que, en realidad, solo hay Bien sin opuesto, que es uno con “Lo que es”, con la Verdad y con la Belleza.

Semana 10 de junio: POLVO DE ESTRELLAS

La posibilidad de estar literalmente conformados por «polvo de estrellas» es una de las ideas más científicamente poéticas que se hayan cultivado. A través de los siglos más de una voz advirtió esta constitución sideral en el ser humano: “Sé humilde pues estás hecho de tierra. Sé noble pues estás hecho de estrellas”, reza un antiguo proverbio serbio. A principios del siglo XX Aleister Crowley promovía la idea de que “cada hombre y cada mujer es una estrella”, mientras que ya en tiempos más próximos, el rockstar del cosmos, Carl Sagan, advirtió: “El cosmos esta también dentro de nosotros. Estamos hechos de la misma sustancia que las estrellas”.

Si bien desde hace décadas la ciencia ya había insinuado la veracidad de esta idea, en 2010 un profesor de astronomía de la Universidad de Arizona, Chris Impey, fue categórico al confirmar que toda la materia orgánica que contiene carbono se produjo originalmente en las estrellas. El lienzo más antiguo del universo estuvo conformado principalmente por helio e hidrógeno, mientras que el resto de los componentes se crearon, y diseminaron, vía explosiones de supernovas –y así llegaría este polvo de estrellas a la Tierra. Todos los átomos pesados, incluidos oxígeno, nitrógeno y carbono, es decir buena parte de nuestra materia prima, fueron creados por una generación anterior de estrellas, latentes hace unos 4 mil 500 millones de años.

Somos, casi por completo, polvo de estrellas

Un análisis reciente de la información obtenida mediante el programa de exploración Sloan Digital Sky Survey logró ubicar, en 150 mil estrellas dentro de la Vía Láctea, los elementos que fungen como materia prima de la vida en la Tierra (carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y sulfuro). Lo anterior arrojó la conclusión de que el 97% de la masa del cuerpo humano está conformado por materia procedente de las estrellas.

“Por primera vez podemos estudiar la distribución de elementos a lo largo de la galaxia. Los elementos que medimos incluyen a los átomos que conforman el 97% de la masa del cuerpo humano” afirmó en un comunicado de prensa del SDSS Sten Hasselquist, de la Universidad Estatal de Nuevo México.

¿Qué se siente estar hechos de estrellas?

La posibilidad de intimar en el más profundo de los planos, la constitución misma, con seres que generalmente percibimos tan distantes e impersonales como los astros, tiene importantes implicaciones en la forma en la que nos autoconcebimos, así como en la manera en la que entendemos nuestra relación con el cosmos. El precepto cultural de que todo lo que “está allá afuera”, empezando por la naturaleza, existe aparte de mí, pareciera desplomarse, incluso racionalmente, si consideramos que estamos literalmente constituidos de materia astral.

Acariciar el cosmos

Llevando el juego reflexivo unos pasos más allá, podemos insinuar que al palpar a alguien estamos acariciando al cosmos, y que al contemplarnos al espejo hay en ese reflejo mucho más de lo que creemos. Además, y de la mano de otra premisa de Sagan que sentencia “Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas”, llegamos a la posibilidad de que somos estrellas autodisfrutándose, o incluso podemos cortejar la idea de que contemplar las estrellas sea un ejercicio de introspección –lo cual, por cierto, hace aún más sugestiva nuestra existencia.

Javier Barros del Villar
bit.ly/2jnx3Ay