Semana 14 de mayo: EGO Y COMPROMISO (IV)

EL EGO SE APROPIA TAMBIÉN DEL COMPROMISO (IV)

Decía en la primera entrega de este comentario que me produce tristeza percibir que, incluso hablando de espiritualidad y de compromiso, se caiga en la descalificación del otro y en el dualismo que fragmenta lo real. Frente a lo que considero trampas engañosas que nacen del ego, me parece importante abandonar cualquier mentalidad de “tribu”, superar el dualismo mental y avanzar hacia una integración consciente.

         La descalificación es un mecanismo característico del ego. Resulta significativo el hecho de que cada grupo tenga la convicción de que cree en la “verdad” –con la que se ha identificado la creencia en la que se ha crecido-, mientras que son únicamente todos los demás los que creen en “supersticiones”. Frente a esta postura, nos hace bien reconocer que la persona que confiesa otra religión piensa exactamente lo contrario: para ella, las creencias fantasiosas o supersticiosas son las nuestras.

Por su parte, el dualismo es igualmente una construcción mental que, mientras la creemos, nos mantiene alejados de la realidad. El ego es simplista porque su perspectiva es sumamente reducida. Al tomar distancia de él, empezamos a abrirnos al amplio e inclusivo horizonte de la verdad.

         Tal como lo veo, la integración –de polos opuestos, pero complementarios; de visiones del mundo diferentes a la del propio “catecismo”- no será posible hasta que no avancemos en la respuesta adecuada y experiencial a la pregunta ¿quién soy yo?; respuesta que, según el oráculo de Delfos, nos permite acceder a la comprensión de toda la realidad: “Hombre, conócete a ti mismo, y conocerás al Universo y a los dioses”. Por mi parte, no conozco pregunta más urgente ni desinstaladora que aquella; en realidad, el narcisismo no es otra cosa que la vivencia que resulta del hecho de habernos quedado instalados en una respuesta equivocada a esa primera cuestión.

         La respuesta adecuada me hace ver que no soy el “yo” que mi mente pensaba. Según el autor del escrito que comento, “lo que mejor las caracteriza [a las que denomina “corrientes pseudomísticas”] es el lugar de honor exclusivo que reservan al individuo, al yo, que se erige en el único dios que, según sus criterios, merece entrega absoluta”. No niego que eso pueda darse, e incluso que sea un “paso” por el que transite la persona que va en busca de la verdad. Sin embargo, la genuina espiritualidad no anhela ningún “lugar de honor” para el yo, porque ha descubierto su inexistencia. Y desde la comprensión de su verdadera identidad, la persona espiritual no busca sino quitarse de en medio, “destronarse” a sí misma, para que la Vida se exprese a través de ella.

         A partir de ahí, uno ya no “elige” qué hacer, sino que se vive como cauce o canal de la Vida que fluye. Es la Vida la que “toma las decisiones” y a uno no le queda otra cosa que alinearse con ella, en la vivencia de la unidad con todo lo real. Con lo cual, venimos a descubrir que, también en el terreno del compromiso, la pregunta decisiva no es ¿qué hago?, sino ¿desde dónde lo hago?

         Si es desde el ego (o estado mental), habrá resistencia, apropiación, comparación, descalificación e incluso arrogancia. Cuando nace de la comprensión (o estado de presencia), hay aceptación, desapropiación, gratuidad y espíritu inclusivo.

         El título de este trabajo me parece que no tiene excepciones: El ego se apropia también del compromiso. ¿Existe algún medio para evitar que sea así? Solo uno: comprender que el compromiso genuino no puede nacer nunca del ego y vivir en desapropiación.

Semana 14 de mayo: LA MADUREZ, UN CAMINO DE ACEPTACIÓN

Rumi, poeta y místico sufí, siglo XIII.

 

¿Qué es el veneno?

— Cualquier cosa más allá de lo que necesitamos es veneno. Puede ser el poder, la pereza, la comida, el ego, la ambición, el miedo, la ira, o lo que sea…

— ¿Qué es el miedo?

— La no aceptación de la incertidumbre. Si aceptamos la incertidumbre, se convierte en aventura.

— ¿Qué es la envidia?

— La no aceptación de la bienaventuranza en el otro. Si lo aceptamos, se torna en inspiración.

— ¿Qué es la ira?

— La no aceptación de lo que está más allá de nuestro control. Si aceptamos,   se convierte en tolerancia.

— ¿Qué es el odio?

— La no aceptación de las personas como son. Si las aceptamos   incondicionalmente, se convierte en amor.

— ¿Cuándo se avanza hacia la madurez espiritual?

  1. Cuando se deja de tratar de cambiar a los demás y nos concentramos en cambiarnos a nosotros mismos.
  2. Cuando aceptamos a las personas como son.
  3. Cuando entendemos que todos están acertados según su propia perspectiva.
  4. Cuando se aprende a «dejar ir».
  5. Cuando se es capaz de no tener «expectativas» en una relación, y damos de nosotros mismos por el placer de dar.
  6. Cuando comprendemos que lo que hacemos, lo hacemos para nuestra propia paz.
  7. Cuando uno cesa de demostrar al mundo lo inteligente se es.
  8. Cuando dejamos de buscar la aprobación de los demás.
  9. Cuando dejamos de compararnos con los demás.
  10. Cuando se está en paz consigo mismo.
  11. Cuando somos capaces de distinguir entre «necesidad» y «querer» y somos capaces de dejar ir ese querer…
  12. Cuando dejamos de anexar la «felicidad» a las cosas materiales.

Semana 7 de mayo: EGO Y COMPROMISO (III)

EL EGO SE APROPIA TAMBIÉN DEL COMPROMISO (III)

Quise hacer el relato que compartía la semana anterior para alertar del riesgo que supone dejarse engañar por hermosas palabras. Detrás de ellas suele haber verdades no dichas ni reconocidas, necesidades psicológicas inconscientes que boicotearán todo camino de crecimiento y de entrega. Con lo cual, vuelvo al punto de origen: ¿qué es –y a quién puede beneficiar- un compromiso que no nace de la consciencia clara de quienes somos? No se niega la “buena voluntad” ni la “entrega” de quien lo vive, pero ¿a qué conduce? Fuera de la consciencia, no es extraño que todos los esfuerzos por mejorar el mundo no consigan sino estropearlo más. “Hasta que no trasciendas el ego –escribe John R. Price-, no podrás sino contribuir a la locura del mundo”.

          El compromiso no es el criterio definitivo, por cuanto esa palabra –como cualquier otra- puede encerrar contenidos muy dispares. Tampoco la espiritualidad se libra de ese mismo carácter ambiguo. Solo una comprensión profunda e integradora capacitará y favorecerá un modo de vivir marcado por la unidad y la compasión. No en vano, el que nos dejó la sublime parábola del “juicio final” no fue un moralista –que pusiera la “obligación” del “compromiso” por encima de cualquier otra cosa-, sino un hombre sabio –genuinamente espiritual- que sabía que “el Padre y yo somos uno” y que era igualmente uno con todos los seres, razón por la cual, “lo que hicisteis a cada uno de estos, me lo hicisteis a mí”.  En efecto, cuando , de manera experiencial, que el otro es no-separado de mí, he encontrado la clave para vivir el compromiso.

         Cuando no es así, suele ocurrir que el compromiso se convierte en otro “objeto” más que el ego se apropia, con el que se alimenta y fortalece. ¡Un ego “comprometido” es un ego que se siente muy vivo! ¿Quién no ha conocido personas que, pregonando la necesidad de compromiso y haciendo de él una referencia permanente –objeto incluso de su enseñanza-, lo estaban usando, en la práctica, para autoafirmarse, descalificar a otros –y de ese modo auparse ellos- y mantener su resistencia ante una realidad frustrante que eran incapaces de aceptar? El narcisismo –como bien reconoce el autor del texto que estoy comentando- consiste en vivir girando en torno al ego (“yo, mí, me, conmigo”). Pero sucede que el ego puede apropiarse también de la “acción” más exigente. Y no es difícil percibir cuánto narcisismo oculta una fachada –y una proclamación- de compromiso.

         Por eso, solo cuando se libera de aquellas necesidades antes ocultas que lo condicionaban, el compromiso se vive con gratuidad y desapropiación. Se deja de juzgar el modo como los otros lo viven –el juicio, como la comparación y la descalificación del otro, son muestras de narcisismo- y se comprende que, también aquí, se darán tantas formas como personas. Y tal vez haya que abandonar las etiquetas mentales acerca de lo que es una “persona comprometida” para abrirse a valorar los diferentes modos de vivirlo.

Semana 7 de mayo: CURACIÓN CUÁNTICA

“No hay nada malo en relajarse y no hacer nada”.

 Entrevista de Víctor Amela a Frank J. Kinslow,
en La Contra,  de La Vanguardia, 25.10.2011.

 

Tengo 65 años. Nací en Pensilvania y vivo en Florida. Soy médico quiropráctico. Me he casado dos veces y tengo tres hijos y tres nietos. ¿Política? Nada. ¿Creencias? La convicción de que despertar la conciencia es sanador. Deja de esforzarte en hacer: obsérvate, sé consciente

 Ahora todo es cuántico, ¿eh?

Sí, lo sé, es moda. Yo hoy no bautizaría mi método como Quantum Entrainment…

 ¿De qué va su método?

De tomar consciencia de un problema. La conciencia lo disuelve.

Anda ya.

Ya verás: ponte en pie.

En pie, ya está.

Ahora piensa en algo que te preocupe.

¿Qué tipo de preocupación?

Un dolor, una patología, un conflicto…

Pensado, va.

Del 0 al 10, ¿hasta qué punto te preocupa?

Un… seis.

Relájate.

La palma de su mano roza mi espalda.

No hago nada. No hagas nada. No hacer.

Ajá.

Así, bien.

¿Pinza mi nuca con pulgar e índice?

Tu cuerpo oscila. Es normal, no pasa nada.

Así. Muy bien. Calma. Un par de minutos…

Ya está. ¿Qué tal?

Bien. Relajado.

¿Cuánto te pesa ahora ese problema en que has pensado? Del 0 al 10.

Tres…

¡Bien! Lo has relativizado a la mitad que hace un rato. No tienes que hacer nada más.

¿Ya está?

Durante un par de días, la sanación continuará. El problema irá disolviéndose.

¿Por qué debería? Difícil creerle…

Has tomado conciencia, y ahora ella se ocupa. Así funciona. Esforzarte en hacer no funciona. Se trata de no hacer: eso descubrí.

¿Cómo lo descubrió?

A los 61 años perdí el trabajo, perdí la casa, me divorcié, tuve que trasladar mi consulta, me comían las deudas… Y comencé a angustiarme muchísimo.

Hombre, es normal.

No, porque yo venía practicando meditación trascendental ¡dos horas y media cada día durante los últimos 35 años!

¿Ah, sí?

Vivía en Japón, y a los diez años me iniciaron grandes maestros japoneses. Así entrenado, se suponía que gozaba de una mente calma y desapegada de lo material… ¡y me descubrí aterrorizado por la falta de dinero! ¡Tenía mucho miedo! Así que algo fallaba.

¿Y qué hizo?

Dejar de esforzarme en buscar soluciones: me limité a observarme, a observar mis sentimientos, mi miedo…

¿Y qué pasó?

¡Que mi miedo se disipó! Y una gran paz lo reemplazó.

¿Conclusión?

Silencio. Conciencia. Inactividad. ¡No hay nada de malo en relajarse y no hacer nada! Así, con la mera conciencia, se sanan conflictos emocionales. Y, de paso, fisiológicos.

Mi conciencia no es tan poderosa.

Sí lo es. ¡La paz está ahí! La tienes en ti, pero lo has olvidado. ¡Deja de hacer, deja de esforzarte, y permite que aflore esa paz! Brillará como una joya luminosa.

Muy bien, que aflore. Y luego, ¿qué?

Te sanarás desde lo más profundo, disolverás dolencias psíquicas y físicas. Tu conciencia solventará esos males en poco tiempo.

¿Qué entiende usted por conciencia?

Si la mente fuese una bombilla, la conciencia sería la electricidad que la ilumina. Sin conciencia, no existe nada. La luz es la paz.

¿Dónde está la conciencia?

La conciencia pura es informe e ilimitada. Es fuente de toda la energía y la materia.

¿Sí?

Orden y forma generan las ondas («cuerdas»), que al cruzarse generan partículas subatómicas, que al combinarse forman átomos, que al unirse crean moléculas, que a su vez componen sustancias, objetos…

¿Puedo acceder a esa conciencia pura?

Siéntate cómodo. Cierra los ojos. Sigue el fluir de tus pensamientos. Tras unos segundos, pregúntate: «¿Por dónde llegará mi próximo pensamiento?».

¿Y?

Vuelve a hacerlo y observa: ¿detectas una pequeña pausa entre tu pregunta y el pensamiento siguiente? ¿Y entre un pensamiento y otro? Está atento y descubrirás ese intervalo: ¡ese intervalo es… conciencia pura!

Ya.

Si repites este ejercicio unos minutos –puedes preguntarte: «¿A qué olerá mi próximo pensamiento?», «¿a qué se parecerá mi próximo pensamiento?»–, advertirás que tus pensamientos se sosiegan, que tu cuerpo va relajándose… Y surgen eumociones.

¿Qué son las eumociones?

Paz, alegría, gozo, ¡lo propio de la conciencia pura!

¿Cada cuánto aconseja este ejercicio?

Puedes hacerlo durante un minuto en diversos momentos del día. Es vivir la experiencia de la no experiencia. Y si observas con regularidad ese intervalo, ¡notarás más energía, te sentirás mejor!

¿Algo tan sencillo resulta tan sanador?

He visto a personas que en su lecho de muerte me han dicho: «¡Gracias por salvar mi vida!». Perder el miedo es sanar la vida.

Este método suyo se parece a venta de humo, a un crecepelo de la nada.

La técnica no es nada: importa la conciencia. Córtate las uñas sin conciencia… y harás un destrozo. Sé consciente de la conciencia pura: irás más allá del cuerpo y la mente… y todo lo que sucederá será para bien.