SOBRE   LA   TRANSFORMACIÓN   DE   LA   CONCIENCIA

 

TRES   CUESTIONES

 

 

 

No parece existir ninguna posibilidad de crear un mundo mejor mediante una mera intervención externa que no conlleve una profunda transformación de la conciencia humana. Mientras no haya un cambio de conciencia, las mismas fuerzas inconscientes siguen operando todavía en el inconsciente individual y colectivo” (S. Grof).

 

Elipse: Conciencia 
corporal 
"Yo-corporal"
 1.  ¿Qué es la expansión de la conciencia?   

         Como toda realidad viva, la conciencia (consciencia, capacidad de percepción) participa del movimiento evolutivo global. Evoluciona, tanto a nivel colectivo –los diferentes estadios por los que ha atravesado la humanidad- como a nivel individual –las diferentes etapas del desarrollo evolutivo del individuo humano-.

         En esa evolución, la conciencia se va expandiendo o ampliando progresivamente. Se hace más global. En ese mismo proceso, se modifica necesariamente nuestra percepción de la realidad.

         Así como en un momento de nuestra infancia, la “conciencia corporal” (yo-corporal) fue integrada y trascendida en una inmensamente más amplia “conciencia mental” (yo-mental), del mismo modo ésta será integrada y trascendida en una “conciencia unitaria” o transpersonal (Testigo).

Y si la percepción se enriqueció infinitamente al pasar del primero al segundo, mucho más habrá de enriquecerse en este nuevo salto. En la “conciencia unitaria”, el “yo-mental” anterior pasará a ser y a percibirse como un “objeto”, del mismo modo que el cuerpo empieza a ser visto como un “objeto” en cuanto aparece la conciencia mental.

De un modo sencillo, recogiendo sólo los pasos más destacados, puede representarse ese movimiento de transformación-expansión de la conciencia en el siguiente esquema:

 

 

 

                                                               Conciencia "unitaria" - transpersonal

 

                                                                            Conciencia mental

 

Elipse:  
 

 

 

 

 

                                                                                "Yo-mental"

 


                                                                       

                                                                                    Testigo

        

 

 

         Como decía antes, al ampliarse la conciencia, la percepción se modifica: vemos la realidad de un modo diferente. La “conciencia corporal” –propia del niño y de nuestros primeros antepasados- posee una percepción muy limitada y reducida; hay muchos aspectos y dimensiones de lo real que se le escapan por completo. La “conciencia mental” –en sus “estadios” sucesivos de magia, mito y razón abstracta- ve “ampliarse” el mundo de su percepción hasta límites antes insospechados. Sin embargo, se trata todavía de un mundo que gira en torno al “yo-mental”, sujeto característico de este nivel de conciencia. En la medida en que crece la capacidad humana de observar la propia mente –el yo mental- y, gracias a ello, acallarla, tiene lugar una nueva expansión de la conciencia que permite percibir todo de una manera no egoica, sino transpersonal; algo impensable mientras nos hallábamos en el nivel mental, y que la misma mente rechazará como alucinatorio. Pero es así. Y cuando se puede experimentar –porque se llega a ese nivel de conciencia-, descubres, tras los primeros titubeos característicos del cambio producido, que has crecido en visión y en hondura, en ajuste, en plenitud y unidad. Y todo ello con una evidencia humilde, de la que no puedes dudar. La Conciencia sigue su camino.

        

2.  ¿Cómo podemos favorecer la expansión de la conciencia?

          La transformación-expansión de la conciencia no puede lograrse por el pensamiento, porque éste nunca podrá llevarnos más allá del nivel mental. Empezamos a vislumbrar el nuevo paso a lo transpersonal cuando, al detener el pensamiento, accedemos al presente. A eso nos conduce la práctica meditativa.

         Uno de los “modos” de esa práctica es el que arranca a partir de la escucha del cuerpo. Es el que, en otro sitio, he llamado “el camino de la sensación”.

         En un primer momento, gracias al cuerpo, vamos “bajando” de la mente –lugar donde vive el yo-mental- al vientre –lugar del yo-integrado-. En el camino, nos hemos reencontrando con la respiración profunda, con nuestro cuerpo, con nuestras sensaciones y sentimientos, con nuestra propia identidad y con la sensación de vida.

         En un segundo momento, nos centramos en el instante presente, para sentir nuestro cuerpo vivo –el “cuerpo interno”, del que habla E. Tolle-. Si sentimos así nuestro cuerpo, bien anclados en el presente, notaremos que se abre en nosotros un “espacio vacío” que es: vacío mental, vacío de pensamientos, nada, no-algo, puro presente, pura sensación de ser. No es un pensamiento, sino una certeza inmediata, intuitiva; puro presente en el que todo es.

         Se trata entonces, sencillamente, de aprender a “descansar” en ese no-algo, sin caer en la trampa (mental) de querer llenarlo. Porque, en cuanto intentemos llenarlo, habremos salido de él.

         Ese “no-algo” no puede ser pensado. Si así fuera, se trataría de otro objeto mental más, como cualquier cosa que nuestra mente piense. Dios mismo, al ser pensado, se convierte en un “objeto mental”.

         Pero si, al llegar a ese “espacio vacío”, al no-algo, al puro presente, a la Conciencia-sin-forma, aprendemos a descansar en ello, sin pretender apresarlo, empieza a emerger nuestra identidad más profunda, que no es el yo-mental, ni siquiera el yo-integrado, sino justamente ese mismo “espacio vacío”, esa Conciencia-sin-forma, en la que las formas son.

         Porque algo parece claro: Yo no soy lo que pienso ni lo que observo –lo percibido no puede ser el perceptor-; todo lo que yo puedo percibir son únicamente “objetos”. Yo soy “Eso” que no puede ser pensado ni observado; la Conciencia unitaria que todo lo contiene, pero que no puede ser contenida.

         Y es en esa nueva identidad donde podemos empezar a establecernos para vivir desde ella. Ahí nos percibimos a nosotros mismos y a toda la realidad de un modo nuevo, no egoico, sino –a falta de otra palabra mejor- “unitario”.

         En otro esquema simple, podría expresarse de este modo:

 

Nivel del yo____________                                             Nivel del No-yo, Testigo, Conciencia transpersonal

Elipse: YO INTEGRADO

 

             MENTE   

           Yo-mental

 

 

 

 

                                                                                                                

                                                              PASO                                            CONCIENCIA SIN-FORMA


 

                                                  Vacío mental = “muerte” del yo

                                                  Espacio vacío: vacío de pensamientos

                                                  Puro Presente, pura sensación de ser

                                                  No-algo

 

 3.  ¿Cómo establecernos en ese nuevo nivel de conciencia expandida?

          Debido al momento en que nos encontramos por la propia evolución de la conciencia, seguiremos viviendo habitualmente en el nivel mental. Pero habrá ocurrido algo decisivo: hemos vislumbrado ese otro “lugar” que corresponde a nuestra identidad más profunda.

         A partir de ahí, podremos empezar a vivirnos en dos niveles: el “superficial” –mental-, que nos ha sido más habitual, y el “profundo” o “vacío”, Conciencia sin-forma, en el que no hay pensamiento.

         Se trata, sencillamente, de no perder el contacto con este nivel más hondo o de volver a él cuando nos sorprendemos reducidos y encerrados en la mente.

         Gracias a sentir nuestro “cuerpo interno” y al hecho de anclarnos en el presente, recuperaremos el contacto con nuestra identidad profunda. Y, poco a poco, se irá modificando nuestro modo de percibir y nuestro modo de actuar. Reaparecerá continuamente nuestro nivel superficial, pero ya no nos reduciremos a él. Habremos empezado a experimentar y a vivir el no-pensamiento, la no-forma y, con ellos, la quietud, la sabiduría y la compasión.

 

Teruel, 24 mayo 2008